Crítica de teatro “Como si pasara un tren”: Viajando a los sueños del retraso madurativo

Por Ismael Castellón

Como si pasara un tren es una comedia dramática de carácter realista, que cuenta la historia de Susana, una madre de avanzada edad que vive con su hijo Juan Ignacio, un adulto joven con retraso madurativo. Ellos llevan una vida rutinaria en una casa en un pueblo al sur de Chile, pero su vínculo se ve alterado con la llegada de Valeria, una prima que viene desde Santiago a cuestionar los cuidados de su tía. La obra está escrita por la dramaturga argentina Lorena Romanin y cuenta con la adaptación al lenguaje chileno de Emilia Noguera.

Al entrar a la sala del Teatro Finis Terrae nos encontramos a una madre leyendo a la izquierda del escenario, mientras a la derecha su hijo juega con un tren a escala. Al rato, bajan las luces del público y con una cálida música hogareña, se da inicio a la función. Los personajes empiezan a interactuar y rápidamente nos damos cuenta de que se quieren, se necesitan y dependen el uno del otro.

Ella es una madre sola de avanzada edad, dedicada y sobreprotectora; y él es un adulto joven de carácter infantil, que tiende a repetir lo que ella, con mucho cariño, le ordena. A medida que avanza el diálogo, advertimos que las pretensiones de ella no escapan de esa vida tranquila en el hogar y que los anhelos de Juan Ignacio se encierran entre los muebles y electrodomésticos que lo acompañan.

La escenografía se instala como una antigua casa de campo sureña, que se divide en dos partes. A la izquierda: una ventana, un refrigerador, un comedor y un teléfono antiguo. A la derecha: un sillón frente a un viejo televisor, un tren a escala y una pizarra con letras de colores. Atrás, una serie de cuadros familiares que respaldan el hogar. Todos estos objetos llevan una iluminación propia. Los cuadros se iluminan por dentro, la luz del refrigerador se enciende al abrirse, el tren a escala se alumbra al jugarse y el televisor ilumina el espacio al prenderse.

La dirección parece utilizar este artificio para exhibir el valor intrínseco de las cosas que le dan vida a la casa. Asimismo, el viaje dramático juega constantemente con estos objetos en representación de la realidad. El contraste entre el tren de juguete y la ilusión de viajar en uno de verdad, el universo reflejado mediante lo que se ve por la televisión, y los momentos que se viven a través del teléfono, nos advierten que Juan Ignacio vive una realidad delimitada por los objetos que lo rodean.

En estas circunstancias llega a quedarse Valeria, una prima santiaguina de pensamiento liberal y actualizada con las nuevas tecnologías. Ella entra de mala gana, pero su ánimo empieza a mejorar. Entabla una gran complicidad con Juan Ignacio y empieza a alimentar los deseos de su primo por salir de la casa y perseguir sus sueños. Esto pone en jaque todo lo que su tía, con mucha dedicación, se ha tomado años en instalar, lo que genera un conflicto entre ambas, que termina por confundirlo a él y dejarlo en medio de esta difícil situación.

La obra está escrita desde las relaciones cotidianas, donde el carácter dramático de las situaciones surge de la normalidad con la que se vive el contexto. La dirección de Bárbara Ruiz Tagle no deja cabos sueltos, y con mucha astucia se apoya en las claves de la dramaturgia para camuflar su intencionalidad. Esto resulta certero, puesto que las situaciones se dan de manera casual, sin necesitar la grandilocuencia del quiebre para generar los momentos de alta intensidad.

Las actuaciones son orgánicas y se desafían a encontrar un equilibrio muy fino, entre sostener un volumen vocal y evitar cualquier sobre modulación que pase a advertirse notoriamente. Cuando las actuaciones son certeras el detalle se hace evidente, y a pesar de unos pocos descuidos, las situaciones se sostienen, sin perder en ningún momento la naturalidad de la escena.

El único personaje que se permite más libertades dramáticas, dado su diagnóstico, es Juan Ignacio. Felipe Zepeda aprovecha esto con prestancia y se permite interpretarlo con una energía mas lúdica, en una detallada corporalidad y precisa emoción. Ana Reeves encarna a Susana y se entrega con mucha naturalidad a esa madre fría pero amable, pesada y hogareña; manejando a su gusto los tiempos de la escena. Alejandra Oviedo le da vida a Valeria, que entra en una actitud quejumbrosa, que va mutando hacia lo compasivo y termina por llenarse de alegría en un tránsito muy emotivo.

El casting de la obra sugiere una intención, ya que la madre representa a una adulta mayor, la prima a una adulta joven y el hijo a un niño; aunque estos dos últimos tienen casi la misma edad. Esto termina por sugerir que, en esta familia disidente, este adulto con retraso madurativo representa a un niño al que hay que cuidar, a pesar de tener evidentes necesidades experienciales, afectivas, amorosas y sexuales por cubrir.

Como si pasara un tren es una obra divertida e ingeniosa, que evita caer en lo sensible y se aventura a mostrar una verdad. Una historia que nos recuerda que las relaciones humanas son complejas, y nos permite reflexionar en torno a la libertad, la autonomía, el amor y la búsqueda de los sueños.

Ficha Técnica

Título: Como si pasara un tren

Dramaturgia: Lorena Romanin (Argentina)

Adaptación: Emilia Noguera 

Dirección: Bárbara Ruiz-Tagle

Elenco: Ana Reeves, Alejandra Oviedo y Felipe Zepeda 

Asistente de dirección: Ángeles Rivero 

Producción artística: Mía Producciones 

Diseño integral: Cristian Mayorga 

Diseño gráfico afiche: Lucía Correa 

Fotografía de afiche: Elio Frugone Fototeatro 

Una Coproducción Teatro Finis Terrae, Mía Producciones, Pescado sin querer y Repuestos Indra

Del 12 de junio al 2 de julio

Jueves a sábado 20:30 – Domingo 19:00

Entradas a $8.900 súper jueves, $12.000 general, $7.800 adulto mayor, $6.000 estudiantes por Ticketplus.

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