Por Vanessa Vidal Durán
Cuestión de ubicación, escrita por el dramaturgo chileno fallecido el 2016 Juan Radrigán fue estrenada en marzo de 1980. La compañía Organillera Teatro es la encargada de, en su segunda temporada, traerla a la vida nuevamente.
Mientras entramos a la Sala Tessier, vemos un decorado sumamente trabajado. Un delicado trabajo que explora un hogar de la época de la obra, habitado por una familia de cuatro integrantes en condiciones de pobreza. Elizabeth, la hija, cose la camiseta de fútbol de su hermano, para hacerla suya y verse linda para una cita. Nos ubicamos en nuestros asientos y ella, en su mundo, bajo la dirección de Alexis Saldaña, Sofía García, nos sumergieron en la obra mucho antes de lo corriente. Una decisión deliciosa que se siente poderosa, identitaria y valiente, que valida y da pie a lo que veremos a continuación.
Pares de zapatos sobre un cable – que encontramos comúnmente en algunas villas y poblaciones en nuestro país – un solo colchón en escena que acredita la pobreza antes que siquiera exista alguna palabra, donde se ubica esta chica con sus ropas rotas y harapientas. La mesa que da cuenta las muchas veces que lo han armado y lo que no puede faltar, el altar católico de -casi- todas las casas. Lo que he señalado es parte de lo mucho que entrega Cuestión de ubicación en cuanto a la belleza que existe en escoger los detalles precisos a la hora de otorgar, brindar, una fotografía de un Chile particular. Esto también podemos notarlo en los vestuarios, donde cada detalle es cuidado, inclusive los dispares de los calcetines del padre, con el agujero que todos nos podemos imaginar.
La historia que nos presentan va así: Luego de cocer, entra el enamorado de Elizabeth y bailan y da sensación de algo platónico. Él se retira. Plantea una idea que se retomará más adelante. Entra al escenario su hermano y conocemos su relación, sus personalidades; la debilidad que tiene ella, su desnutrición y sus síntomas que empeorarán a lo largo de la historia. Tienen hambre y no hay nada para comer. Hay arroz y té. Llegan los padres con un televisor. Se entusiasman en demasía. Es importante destacar las carcajadas y la increíble química que tienen los actores. Al comienzo vemos la relación entre los hermanos: cariñosa, con ese «no sé qué» tan bromista y sarcástico que existen en todas las relaciones filiales, con un tono brillante que nos hace reír y reír.
La televisión los une pero también los pone al mismo «nivel» que los vecinos que sí la tienen, por lo que lo gritan a todo pulmón. Es importante el ser parte del status quo. La TV es ahora parte de la familia. Cobra relevancia por sobre la salud, la alimentación. La familia hilarante, unida, cariñosa, conservadora, sopesa con distintas prioridades, con un final que refleja tanto estas decisiones internas, dentro de un contexto en particular.
Hay momentos de risas, es cierto, mas también aquellos en donde nos sentimos acongojados, preocupados, observadores. Presentes en todo momento. Cuestión de ubicación además de reflejar la relación familiar, nos regala momentos donde ya sea un personaje o dos, se ubican bajo una bella la luz, y esta, no solo los ilumina, sino que nos seduce ya que solo existe ese relato. Nada más. El tiempo se desvanece mientras acompañamos al actor acompañado de la música. En Cuestión de ubicación se habla con «Lo juimo», «Losotro» y con sensibilidad, honestidad, química, unión y la verdad, por más dura que parezca.
Ficha técnica
Título: Cuestión de ubicación
Compañía: Organillera Teatro
Dramaturgia: Juan Radrigán
Dirección: Alexis Saldaña, Sofía García
Elenco: Rodrigo Montenegro, Catalina Zurita, Monserrat Corveleyn, Alexia Cruz
Técnicos: Benjamín Manzano, Constanza Bobadilla
Diseño integral: Rosario Martinez
Diseño lumínico: Matilde Urrutia
Mundo sonoro: Tomy Urra
Duración: 60 minutos
Coordenadas
2 al 11 de mayo 20hrs
Sala Tessier
Dardignac 172, Recoleta