Crítica de Teatro: «El sueño de Mó»: Los cuerpos antes de la visualidad

Por Jorge Letelier

Se ha anunciado que este montaje es la primera obra familiar de Teatro Cinema, y si bien es correcto, no es la primera vez que Juan Carlos Zagal y Laura Pizarro posan su mirada en una audiencia familiar: ya en los tempranos años de La Troppa, consiguieron amplia repercusión con Pinocchio (1992).

La relación con este montaje no es antojadiza, porque El sueño de Mó recupera esa cualidad artesanal y gestual de la época del primer colectivo de Pizarro y Zagal (integrado también por Jaime Lorca). Está acá la manufactura noble de objetos, la visualidad exuberante pero menos tecnologizada y, por sobre todo, la vertiente naif en el relato que luego dejarían de lado con los sombríos tonos tras Sin sangre, Historia de amor o la reciente Plata quemada.

Pero esta mirada hacia las herramientas y estéticas de su primera etapa no significa que Teatro Cinema haya abandonado lo que ya es un sello, como la construcción de un lenguaje propio que emana del cine y el cómic. El soporte visual mantiene su complejidad y utiliza nuevamente el sistema de proyecciones delante y atrás de los personajes de carne y hueso, así como las animaciones que interactúan de manera notable con los actores.

Lo que puede ser una novedad es la mayor teatralidad en acciones y objetos, lo que redunda en una naturalidad mayor de la puesta en escena. A diferencia de Plata quemada, donde el develamiento de la ilusión escénica mantenía la exactitud de movimientos de lo actores y su pasmosa compenetración con la visualidad, en El sueño de Mó se aprecia más fresco y a fin de cuentas, más imperfecto. Mó es un personaje que deambula entre los fondos proyectados pero que se mantiene separado de él, gracias a un trabajo de iluminación y texturas específico.

El sueño de Mó no tiene diálogos y a través de una música onmipresente (la ya conocida labor de Zagal como compositor), nos ilustra un recorrido fantástico al estilo de El principito, pero con vocación ecologista: un personaje solitario que luego que un cometa cae cerca de él, inicia un camino onírico por desiertos, profundidades abisales, la costa el mar y hasta la luna. En su recorrido, conocerá algo parecido al amor y un globo rojo seguirá sus pasos.

El mensaje ambientalista es obvio y quizás lo más débil del montaje: con todo el colorido, brillo y manejo de animaciones, el discurso, se advierte de entrada, reproducirá los lugares comunes asociados al respeto a la naturaleza y la admiración por la belleza del planeta, incluyendo la consabida imagen de la ballena como símbolo de concientización (junto a Mocha Dick y Greta, este ha sido un año ballenizado).

El camino incesante del colectivo por avanzar sin transar en nuevos lenguajes deudores del teatro, el cine y el cómic implica una vara altísima de superar en cada montaje: mostrar ideas inéditas de puesta en escena. En ese aspecto, cada nueva obra de Teatro Cinema es un desafío a las convenciones y salvo algunos despistes, han logrado el objetivo. Considerado esto, El sueño de Mó parece ser una pausa en el camino, una recuperación del actor por sobre el dispositivo tecnológico. Con toda su suntuosa visualidad, se conecta más con el ilusionismo seminal de un Georges Méliès, donde el espíritu fabulesco predomina por sobre el lenguaje. Una forma distinta de asumir nuevas corporalidades en un trabajo que siempre tiene algo para sorprender.

El sueño de Mó
Dirección general: Juan Carlos Zagal
Música original: Juan Carlos Zagal
Elenco: Daniel Gallo 
Animación y postproducción:
Francisco Jullian
Vittorio Meschi
Sebastián Pinto
Max Rosenthal
Teatro Corpartes, 10 y 11 de agosto, 17:00 hrs.

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