Por Carla Oriely
A lo largo de la historia, el concepto de “fealdad” ha sido analizado en múltiples ocasiones por filósofos y pensadores. Sus conclusiones coinciden en que la fealdad puede tener distintos significados según el contexto, y que se puede abordar desde varios ángulos: la estética tradicional; lo estético y simbólico; lo subjetivo; y lo ético y/o moral. En la obra de teatro Feos se explora un poco de todo esto, y se hace desde una poética de gran belleza.
Dirigida por la destacada actriz Aline Kuppenheim y montada por la compañía de artes escénicas Teatro y su Doble (antes Teatro Milagros), de la que ella es parte, Feos retrata el encuentro entre un hombre y una mujer con visibles deformidades físicas, quienes se conocen en la fila de un cine. Ambos están solos y han vivido bajo el peso de la mirada hiriente del mundo. De manera inevitable, surge entre ellos la idea del lugar común, la posibilidad del “tal para cual”. Como espectadores, nos convertimos en testigos de los cuestionamientos que nacen a partir de ese suceso.
La historia, adaptada por el dramaturgo Guillermo Calderón, se inspira en el cuento Los feos, incluido en el libro La muerte y otras sorpresas (1968) de Mario Benedetti. En su narrativa breve, Benedetti se caracteriza por humanizar a personajes invisibles o marginados, explorando sus emociones con ternura, ironía y una mirada profundamente compasiva.
En este montaje, Calderón no solo conserva esa mirada humanizadora, sino que la potencia a través del lenguaje teatral y de la proyección mediante marionetas. Benedetti utilizaba la palabra para revelar el interior de sus personajes; Calderón añade el cuerpo, la luz y el silencio como extensiones de esa misma sensibilidad. El resultado es un puente artístico entre literatura y teatro que mantiene viva la esencia del autor uruguayo: la convicción de que lo cotidiano, incluso en su aspereza, puede convertirse en un lugar de encuentro y de belleza.
Todo ello, sumado a una sub-creación que se nutre del imaginario benedettiano.
La obra aborda varios tópicos interesantes en torno a lo llamado “feo”. Uno de ellos es que el concepto se utiliza como forma de liberación y espejo, convirtiendo la fealdad en el eje narrativo y simbólico. Esta trasciende los rasgos o deformidades físicas: se presenta como una condición de existencia, un marco desde el cual los personajes construyen su mundo. Aquí resuena la idea de Friedrich Schiller sobre la necesidad del contraste: la belleza solo cobra sentido porque existe su opuesto.
En Feos, lo feo es un contrapunto que realza la belleza que los personajes dejan entrever mientras conversan. Una belleza latente, atrapada tras una coraza emocional forjada en un mundo que los hiere y que les ha negado contención afectiva. Al encontrarse, esa coraza comienza a resquebrajarse. Lo que inicia como incomodidad se transforma en curiosidad y, finalmente, en ternura. Lo feo se convierte en un espacio donde la conexión emocional supera cualquier juicio estético. La obra parece susurrar que aquello que llamamos “feo” es simplemente lo que aún no hemos aprendido a mirar con amor, desarmando así la dicotomía belleza-fealdad y reemplazándola por la construcción de un vínculo genuino.
Otro tema que aborda la obra es cómo la sociedad moldea la autoestima a partir de la apariencia. Tanto los protagonistas como el mesero que los atiende en el café están marcados por el juicio ajeno y condicionados por lo que otros dicen. Encontrar a alguien que comparta esa misma herida se convierte en un refugio.
En cuanto a la puesta en escena, destaca la precisión con la que se manipulan las marionetas que dan vida a los personajes. El realismo de cada movimiento, en perfecta sintonía con el guion, deja entrever los 20 años de trayectoria de la compañía Teatro y su Doble. La escenografía, enriquecida con elementos multimedia, aporta un contexto visual innovador y fruto de años de experimentación.
La iluminación cumple un papel clave, otorgando a la oscuridad el rol de refugio. Nunca es de día: la noche y la penumbra son espacios donde la percepción cambia y la fealdad se desvanece. Se juega con sombras y halos de luz surgidos de lo cotidiano, creando composiciones visuales en las que los personajes adquieren un protagonismo casi escultórico.
En lo sonoro, las voces de los actores —grabadas, pero llenas de matices— imprimen un ritmo que permite que la tensión crezca de manera orgánica. Los silencios prolongados funcionan como pausas que invitan a la escucha y a la observación; en ese vacío se instala la intimidad.
Feos es una obra recomendable para quienes estén dispuestos a confrontar sus propias ideas sobre lo que consideran bello o digno de ser amado. Teatro y su Doble demuestra que la fealdad no solo es necesaria para dar sentido a la belleza, sino que, en ocasiones, puede ser el vehículo más honesto para alcanzarla. Es un teatro que no busca adornar la realidad, sino presentarla desnuda, con sus aristas y texturas, y que en ese gesto, paradójicamente, se vuelve profundamente bello.
Ficha técnica
Título: Feos
Adaptación: Los Feos, cuento de La Muerte y Otras Sorpresas de Mario Benedetti
Director (a): Aline Kuppenheim
Dramaturgia: Guillermo Calderón
Producción: Teatro y su Doble
Voces: Francisco Melo, Aline Kuppenheim y Roberto Farías.
Estilo: Teatro de marionetas
Duración: 50 minutos.
Año de re- estreno: 2025
País: Chile
Clasificación: Sugerida +14 años
Coordenadas
Lugar: Teatro CA660, Centro Cultural gestionado por Fundación CorpArtes.
Dirección: Rosario Norte 660, nivel -2, Las Condes.
Fechas: Sábado 9 y domingo 10 de agosto, 19:30 hrs.
Entradas en www.corpartes.cl o ticketplus.