Crítica de Teatro «Krapps´s Last Tape»: El sinsentido de guardar los recuerdos

Crítica de Teatro
Krapps´s Last Tape: El sinsentido de guardar los recuerdos
Por Vale Jauré de ytodolodemas.cl
Un estruendo que remece al levantarse la cortina del Teatro Municipal. En el escenario un hombre tras un escritorio, en lo que parece ser una oficina cualquiera o incluso una habitación. Se siente como llueve fuera de ella, como si el cielo se viniera abajo, y cada cierto tiempo nuevos estruendos, que nos van alejando cada vez más del Santiago acalorado desde donde provenimos.
Dentro de la programación de Santiago a Mil se presentó sólo por tres fechas esta obra de Samuel Beckett (Esperando a Godot), uno de los artistas fundamentales del siglo XX, quien fuera también ganador del Premio Nobel de Literatura. Es dirigida e interpretada por Robert Wilson, quien es reconocido como una figura clave de la escena de vanguardia de Estados Unidos.
Estamos ante un unipersonal, que a veces pareciera mudo, donde un un hombre viejo y alcohólico, se sienta a solas en el día que cumple 70 años, para grabar una cinta con su recuento del año, en lo que parece una costumbre suya desde su juventud. Pero antes de comenzar su grabación, escucha algunas anteriores, deteniéndose en una en particular, la número 39.

Más allá de las palabras se nos propone un mundo de imágenes, movimientos y sonidos cargados de significación. Un contexto sombrío divido en tres partes; primero la lluvia torrencial que nos sumerge en la soledad del personaje, luego el encuentro de la cinta número 39, que nos muestra quizás el último instante de felicidad, cuando aún existían promesas al menos de felicidad, y, en tercer lugar, la grabación de la última cinta.

Se nos presenta el tópico del eterno regreso, en que Krapp, el protagonista, al escucharse, le resulta difícil reconocer su propia voz y observa una confianza ingenua en ella. Pone play, detiene, avanza, retrocede, y vuelve a insistir en pequeños pasajes que son partes de un recuerdo de un romance, que pudo haberse convertido en algo más, o no. Un sinsentido de guardar los recuerdos sabiendo que se estuve frente a un gran amor, a una última posibilidad de felicidad, a una oportunidad de compañía, y sólo contemplarlos, sin aprendizaje alguno.
Se le ha otorgado a esta obra el contenido de que trata sobre el fin de la historia debido a una constante revisión de los recuerdos en tonos casi blanco y negro, lo que lo rodea de un aire pesimista. ¿Es posible revisar nuestras historias sin que eso signifique nada? ¿Es posible conocer La Historia, sin que eso signifique nada? Continuamente Krapp desprecia y se ríe de quien fue en aquella época en que grabó, insistiendo en que ni siquiera extraña aquellos momentos. Entonces, si nada significa ¿por qué molestarnos en volver a nuestros recuerdos? ¿Si somos incapaces de aprender de quienes fuimos para qué guardar recuerdos de ellos?
Los años le parecen al protagonista cada vez son más cortos, como a todos nosotros, como a todos los que llegamos a llenar esa sala esa calurosa tarde de enero. Se graba una última cinta, un último recuento y discurso de vida, con nosotros como testigos y cómplices de este intento de significar y no a la vez, de reírse de aquello que nos pareció importante, y de saber que éste será el último recuerdo de Krapp.
No puedo evitar decir que fue un ejercicio difícil el observar en silencio, en respeto, la soledad de otro expuesta, donde se expone harto más que lo dicho en palabras. Y es que el detenerse para mirarnos a nosotros mismos supone sacudirnos el ritmo de vida, tomar una pizca de humor negro de Beckett y entregarnos a una puesta en escena maravillosamente llevada a cabo.

Dramaturgia: Samuel Beckett
Dirección: Robert Wilson
País Estados Unidos
Duración 1 hora 10 minutos
Idioma Inglés, con subtítulos en español
Edad recomendada +14 años

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