Por Ana Catalina Castillo
Dado que los dolores existenciales son casi siempre los mismos y que los seres humanos parecemos no aprender la lección, resulta interesante y enriquecedor revisar las grandes obras artísticas y averiguar cómo se conectan con nosotros, aunque pase el tiempo. Esta reflexión surge después de asistir a una de las funciones, en Villa Grimaldi, de La casa de Granada, con dramaturgia de Leonardo González Torres y montaje de La Calderona. En la obra, el eco de las voces de varios personajes femeninos del poeta granadino Federico García Lorca, se conectan con las voces de otras mujeres sufrientes y reales, rescatadas por la memoria, que pasaron durante la dictadura por el ahora llamado Parque por la Paz, ex centro clandestino de detención y tortura.
La casa de Granada está compuesta mayormente por monólogos, a partir de la figura de García Lorca y la evocación de sus experiencias y meditaciones profundas durante su estancia en Nueva York. De allí se van introduciendo problemáticas que luego irán revelándose en algunos de los personajes femeninos de sus obras más famosas, como Yerma, la novia de Bodas de Sangre o una de las hijas de La casa de Bernarda Alba. De tal modo, los dilemas de la esterilidad, el deseo y la falta de libertad en un mundo prejuicioso y machista, que ejerce su poder sobre las mentes y los cuerpos femeninos, adquieren nuevas formas de represión a través de la denuncia de mutilaciones, violencia y torturas ocurridas en el Chile de ayer y de hoy.
Se trata, no obstante de una denuncia poética, cuya puesta en escena se enriquece con cantos de estilo flamenco y de pantallas que intervienen en la narrativa, sumando también más capas sonoras al montaje. La casa de Granada constituye, por sobre todo, una propuesta escénica donde lo dramático convive con el espacio de la representación de manera activa y viva, lo que consigue que haya una simbiosis entre lo netamente teatral con lo espacial extradiegético que carga de nuevos significados la palabra y el gesto.
La obra se ha definido como una “experiencia escénica” y lo es, porque cada una de sus partes supone el desplazamiento del público por distintos puntos de los jardines de Villa Grimaldi, aspecto que le imprime un sello ritual e inmersivo. Este itinerar del público para ir al encuentro de cada uno de los personajes que cuentan su historia aporta al ritmo dramático, sobre todo, cuando implica subir por unas gradas para vivir uno de los pasajes más intensos, tristes y actuales: la pérdida de ojos.
Con todo, La casa de Granada también puede entenderse como una suerte de “vía crucis”, pues cada momento funciona como una estación que va mostrando distintas formas de sufrimiento. Al igual que la vía dolorosa judeo-cristiana, permite a los que participan en ella, en este caso el público, condolerse con este coro femenino a cuyo calvario se asiste para vivir el teatro y mediante eso conectarse con hechos nefastos que no se deben olvidar.
FICHA ARTISTICA
Título: La casa de Granada
Dramaturgia: Leonardo González Torres
Elenco: Alejandra Silva Soto, Macarena Baeza de la Fuente , María Jesús López Merino
Montaje: Compañía de teatro La Calderona
Dirección: Macarena Baeza de la Fuente
Diseño audiovisual: Jesús Ponce Catalán, Belén Sánchez Recio y María Ovalle Cruz
Diseño sonoro: Martín Rica Mac-Adoo
Composición canciones: Manuela Reyes Baeza
Gestión: Nofalpro.