Por Claudio Garvizo
En estos días abundan experimentos de diversa naturaleza en materia de artes escénicas o más bien, en materia teatral. Frente al rotundo silencio obligado de las salas, numerosos grupos despliegan esfuerzos y energía ―valiosos, por cierto― orientados a la exploración de nuevos formatos. La familia, es un nuevo ejemplo de aquello: obra con la que el Teatro Finis Terrae abrió su temporada Zoom y que tendrá funciones los días jueves, viernes y sábado, a las 20:00 horas, hasta el 1 de agosto. Posterior a cada presentación, habrá un conversatorio entre el equipo artístico y el público.
El texto es una reescritura que el dramaturgo Marco Antonio de la Parra (Lo crudo, lo cocido y lo podrido; La secreta obscenidad de cada día; Infieles, La pequeña historia de Chile; Ofelia o la madre muerta) realizó de La vida privada, una creación anterior, y por la que fue seleccionado para participar en la Muestra de Dramaturgia Nacional de 1999.
La dirección de Luis Ureta (Teatro La Puerta), quien además desempeñó el rol de dramaturgista en el proceso de adaptación, es uno de los aciertos más notables de La familia. Es una composición audiovisual que considera, de principio a fin, los parámetros que ofrece Zoom. Lo que pareciera ser una restricción, Ureta junto a Cristián Reyes, el diseñador técnico de la propuesta, lo transforman en capas narrativas que siembran intersticios atractivos del relato. Una suerte de engranaje, en vivo y en directo, de piezas que actúan dentro de una sinfonía.
La ubicación de las cámaras de Zoom de los actores Paulina García y Francisco Melo, el pestañeo de un tercer personaje ―a quien no vemos, pero al que la Madre y el Padre le hablan―, las transiciones visuales y sonoras entre los monólogos, constituyen decisiones sugerentes y que aportan ritmo y atmósfera al desarrollo de la situación dramática. Soluciones arriesgadas para un contexto de emisión en vivo y, desde ahí, considero que existiría un asomo a ese arrojo que se vive en la escena misma durante un montaje en sala. Eso otorga cierta tibieza a una desestabilización de vínculos que no alcanza a cuajar del todo.
Porque son varios los temas expuestos en la dramaturgia de La familia: la culpa, la soledad, el núcleo familiar fracturado, el desamor, la maternidad, la paternidad. La interrelación de estos tópicos no agarra el vuelo suficiente, los nudos pierden fuerza, al punto que cuesta comprender la progresión de los personajes, sobre todo el de la Madre. Ella no sólo tiene mayor presencia, sino que es quien expresa un estado emocional que varía conforme a lo que le va sucediendo y que ella misma cuenta. El personaje, por tanto, va forjando expectativas respecto de una transformación que no se aprecia hacia el final, más allá de las contradicciones discursivas subyacentes en ese universo femenino.
Con el Padre sucedería algo similar, en cuanto a variación de status emocional, siendo en este caso más evidente la imposibilidad de que el personaje arranque más allá de su exposición. En los monólogos en que le habla a ese tercer personaje, que no revelaré quién es para no dilucidar aspectos cruciales de la trama, queda establecido el tipo de relación con ese ser y los rasgos de una masculinidad en crisis: misoginia, machismo y un ego exacerbado.
El gusto que él tendría por el consumo de peras tampoco logra quedar aquilatado con lo que se perfila de él como personaje. El objeto de la fruta resulta interesante por el simbolismo que tendría, el amor parental-maternal unido a la culpa, que es lo que uniría finalmente a la Madre y el Padre. Evidentemente, Zoom no permite acercarnos ni al sabor ni a la fragancia dulce de una pera, pero sí a la corporalidad del fruto, una corporalidad en la que lo femenino resaltaría y que podría ir develándose, a lo mejor, también a partir de la Madre.
En términos actorales, el contraste entre las energías de Paulina García y Francisco Melo es un elemento que no proporciona grandes sorpresas de sus ya conocidos registros. La ductilidad de movimientos de ella en el primer monólogo urde algo llamativo en términos de estampa y vigor, cuestión que aparece amalgamada a la ubicación de la cámara y cómo el tipo de plano facilita ese juego inicial. El dominio que Melo ostenta en su relación con la cámara del dispositivo Mac sería un reflejo de la experiencia del actor en la serie de Mega, Historias de cuarentena, factor que él mismo admite en el transcurso del conversatorio post estreno.
Tal como ocurre en un laboratorio, la apuesta de este híbrido entre visualidad/teatralidad/performatividad/virtualidad/sonoridad, podría volcarse al asombro del ensayo-error, dualidad que seguramente emergerá función tras función. Raro decir función tras función cuando la butaca ha sido reemplazada por una silla hogareña y la oscuridad de la sala por la luz que alumbra el espacio de la casa en el que vemos la creación artística.
Título de la obra: La familia
Dramaturgia: Marco Antonio de la Parra
Dirección: Luis Ureta
Elenco: Paulina García, Francisco Melo
Diseño técnico: Cristián Reyes
Día de funciones: jueves, viernes y sábado
Horario : 20:00 horas
Espacio: Sala virtual Teatro Finis Terrae
Valor de ticket: 4.000
Compra de tickets: https://teatrofinisterrae.cl/revisa-la-cartelera/item/la-familia