Crítica de teatro “La Música de Diana”: Escena teatral en rebeldía

Por Patricio Zulantay

¿Es posible un teatro al servicio de la paz? ¿Países e instituciones movilizadas por la lucha de un mundo más justo? ¿O eso que ocurre lejos de nosotros dejó de importarnos? Finalizada la función de La música de Diana en Teatro UC, un joven palestino se dirigió al público. Hace dos semanas aterrizó en Chile, escapando junto a su familia de una matanza que se comete en completa impunidad. Desde Gaza, semanas antes, su testimonio llegó a nuestro país en un audio que quedó plasmado en esta obra escrita y dirigida por Andrea Giadach del Colectivo Natuf, la cual intenta sensibilizar a las personas sobre la tragedia humanitaria que azota al pueblo palestino.

En esta creación, son mujeres las que guían el relato: actrices judías y chilenas reunidas en un living cotidiano, en un contexto amable, haciendo sentir al espectador como si se tratara de una noche en familia. A través de experiencias reales y ficcionadas, archivos y testimonios, traen a escena la mirada de Diana Frida Arón Svigilisky, mujer de 24 años que, estando embarazada, fue torturada por agentes de la DINA en dictadura y desaparecida sin posibilidad de devolver su cuerpo a sus familiares. Periodista, judía y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Diana nos enseñó algo que parece vital en estos tiempos: cuestionar nuestras verdades absolutas, volcando la mirada hacia aquellas personas cuyas vidas parecen quedar en segundo plano, olvidadas en las sombras del poder.

Ejemplo de ello fue la propia historia de Diana, quien en 1967 viaja a Israel, donde toma conciencia del efecto que estaba teniendo la “Guerra de los Seis Días” sobre la población palestina, en especial sobre los niños y niñas a quienes conoció en el hospital cuando cayó enferma de tifus. Tras esta experiencia, vuelve a Chile y decidida comienza a militar en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Allí se compromete por una lucha rebelde, por un ideal colectivo, prescindiendo de sus privilegios y de las posibilidades de escapar del país en medio de la dictadura.

Su historia personal permite que un conflicto, que parece lejano, se vuelva local. Su muerte nos habla de otras muertes, su desaparición de otras desapariciones, su cuerpo perdido de tantos otros cuerpos que nunca han sido encontrados. Su duelo, de muchos otros duelos. ¿Cómo se despide un cuerpo sin ese cuerpo?, se preguntan en el montaje. Frente a esta interrogante, las cuatro mujeres en escena deciden realizar la Shivá, el rito de duelo judío. Una decisión poética y política donde se cruzan creencias e ideales de dos territorios que, por un momento, se mantienen en comunión. Vivir un duelo en honor a Diana, pero también en honor a todos ellos que mueren bajo los escombros, donde nadie parece llegar.

La tensión entre distintas miradas es clave en esta producción. Una periodista judía que defiende al pueblo palestino. Dos actrices que disienten en torno al rol del MIR en la revolución. Un elenco judío que sentencia al Estado de Israel. A partir de estas tensiones, la compañía se pregunta: ¿cómo es ser judía hoy? Aparece, entonces, el teatro como respuesta: la posibilidad de mirarnos a nosotros mismos, analizar eso que entendemos como verdad, y situarnos por unos segundos frente a lo antagónico.

¿Dónde habita lo antagónico en mi? ¿Cómo me relaciono con esa otredad? En La música de Diana, no sólo son las actrices las que revisan su vínculo con su judaísmo, sino también los espectadores los que se someten a una autoevaluación. ¿Será que no solo están borrando la identidad del pueblo palestino?, ¿será que también están borrando nuestra propia identidad? ¿Cómo me enfrento a este genocidio?, ¿qué postura tomo? ¿Prefiero mantenerme al margen o involucrarme desde mi propio contexto?

Cientos de teatros del mundo se han posicionado en defensa del pueblo palestino. La guerra reaparece en carteleras, en los discursos institucionales, en las conversaciones post función. El teatro, de pronto, se torna rebelde, y se suma a la presión global contra el horror.

En tiempos de brutalidad, el teatro siempre ha surgido como una herramienta de resistencia. Así ocurrió en Chile durante la dictadura: en los campos de concentración, en las tomas de terreno, en las poblaciones, en universidades y en tantos otros espacios donde el arte logró fortalecer la memoria colectiva, la denuncia como acto de justicia y la posibilidad de reconectar con nuestra propia humanidad.

A su vez, en la revolución siempre ha estado presente la música. Por eso es tan significativa la decisión del Colectivo Natuf de crear una obra que aborde la crueldad y la represión en compañía de instrumentos y de cantos. Parece lógico que, en medio de un contexto de guerra, el ser humano tienda a refugiarse en eso que ama. Como se detalla en la investigación realizada por el colectivo, previo a la formación del Estado de Israel, los judíos tocaban música junto a los palestinos. Había una lógica común y las fronteras no eran símbolo de odio entre los pueblos. A eso apuntan estos sonidos que nos acompañan durante el transcurso de la obra. Ritmos que parecen lejanos, distantes, pero que, de repente, al comprenderlos, se vuelven parte de nuestra propia historia.

Ficha Técnica

Título: La Música de Diana

Creación e Investigación: Colectivo Natuf

Dirección y dramaturgia: Andrea Giadach

Elenco: Shlomit Baytelman, Alejandra Díaz Scharager, Eleonora Coloma Casaula y Simona Ibarra

Dirección Musical: Eleonora Coloma Casaula

Diseño integral y Jefa Técnica: Rayen Morales Cayupan

Asistente de dirección: Christian Godoy Hernández

Composición canción “Educar”: Simona Ibarra

Diseño y realización de proyecciones: Cristina Hadwa y Rayen Morales Cayupan

Diseño Sonoro: Javier Jaimovich

Asistente de Diseño Sonoro: Nicolás Jara

Producción: Christian Godoy Hernández y Alejandra Díaz Scharager

Fotografías y Registro Audiovisual: Nicolás Calderón

Comunicaciones: Loica Cultura & Comunicaciones

Coordenadas
Del 25 de septiembre al 04 de octubre.
Miércoles a sábado a las 20:00 hrs.
Sala Eugenio Dittborn, Teatro UC (Jorge Washington 26, Ñuñoa, Santiago).

Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas, convocatoria 2024, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, con el apoyo del Centro Cultural de España, Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi, Departamento de Danza de la Universidad de Chile, Teatro Nacional Chileno y el Teatro Bíobío.

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