Foto: Alberto Díaz
Por Joel Poblete
Sin duda que entre lo más llamativo a nivel masivo cuando en noviembre pasado se dio a conocer la temporada 2025 del Teatro Municipal de Santiago fue el anuncio de un musical, algo para nada habitual en ese escenario, donde la última vez que se produjo y presentó un espectáculo de ese género fue en 2009 y 2010, cuando se estuvo presentando El hombre de La Mancha. Para 2020 se había anunciado como parte de la temporada lírica el célebre West Side Story de Leonard Bernstein, pero finalmente la pandemia obligó a cancelar toda la programación de ese año.
15 años después se volvería a contar con un musical en el Municipal de Santiago, como espectáculo extraordinario y aparte de la temporada de ópera. Y no se trataba de cualquier musical, sino de uno que ya desde su estreno en 1959 ha llegado a ser considerado un clásico: The Sound of Music, más conocido por estas latitudes como La novicia rebelde luego de ser popularizada por su adaptación al cine de 1965 (y tantas veces reprogramada en televisión), dirigida por Robert Wise, protagonizada por Julie Andrews y ganadora de cinco Oscar incluyendo Mejor Película y Mejor Director.
La belleza inagotable de la creación del compositor Richard Rodgers y el letrista Oscar Hammerstein II (con libreto de Howard Lindsay y Russel Crouse), así como la cautivadora historia ambientada en Austria y creada a partir de personajes y hechos reales ocurridos cuando estaba próxima a iniciarse la Segunda Guerra Mundial, han fascinado a distintas generaciones desde entonces. Por eso no es de extrañar que su debut en el Municipal de Santiago, por primera vez en el país interpretada con voces líricas -a diferencia de los anteriores montajes presentados en Chile durante la década pasada, en 2012 en el Teatro Nescafé de las Artes y 2018 en el Teatro Municipal de Las Condes- y además en este 2025 en que se cumplen 60 años de su versión cinematográfica, generó mucho interés y expectativas. Y así fue: no sólo se han ido agotando las funciones, sino además ha sido tanta la demanda del público en redes sociales, que ha sido necesario agregar nuevos días, y además de las nueve programadas originalmente, al cierre de este comentario ya se habían agregado dos nuevas fechas.
Aunque haya quienes la consideren demasiado ingenua, simple y edulcorada, en verdad es difícil resistirse al encanto y belleza de esta obra, y la historia de Maria, la joven novicia que no parece encajar con la vida monacal y debe asumir como institutriz de los siete hijos del severo y viudo capitán Von Trapp, pero termina cautivando a los niños y enamorando al padre. Incluye además en su trama unas cuantas certeras observaciones de la sociedad de su época y un mensaje de resistencia frente a las circunstancias políticas adversas que se siente muy vigente incluso en los tiempos actuales. Quienes sólo conocen la obra por su adaptación fílmica se encontrarán con algunas diferencias entre ambas versiones, que van desde el orden y momento en que aparecen algunas canciones hasta descubrir que dos personajes que en la cinta sólo actúan y no tienen que cantar, la baronesa Elsa Schraeder y Max Detweiler, participan en dos muy efectivos números musicales: el dúo How Can Love Survive? y el trío No Way To Stop It, en el que son acompañados por el capitán Von Trapp. Y si alguien echa de menos I Have Confidence, la energética y vivaz canción que la protagonista entona al salir del convento, ese número no figura en el musical original y fue escrito por Richard Rodgers especialmente para la película, al igual que el bello dúo en el que Maria y el capitán se declaran su amor, Something Good, que en la versión que se está presentando en el Municipal de Santiago, tal como ocurría en el film, reemplaza al dúo de la versión teatral, An Ordinary Couple.
Concebida originalmente por el reconocido director de escena español Emilio Sagi hace 15 años para el Teatro Châtelet de París, donde se presentó con mucho éxito a fines de 2009 e inicios de 2010, esta producción de La novicia rebelde fue adaptada acá por parte del mismo equipo de esa versión en el escenario parisino, con Daniel Bianco en la escenografía y Caetano Vilela en la iluminación, a quienes se sumó en el vestuario el reconocido diseñador chileno Pablo Núñez. El próximo año se cumplirán tres décadas desde que Sagi debutó en Chile, y a lo largo de estos casi 30 años este experimentado régisseur ha sido parte de algunos de los más gratos recuerdos operísticos en el Municipal de Santiago, incluyendo entre otros sus versiones de Carmen en 2012 y El turco en Italia en 2015 y el estreno en nuestro país de El viaje a Reims de Rossini en 2023; a esos sucesos habrá que agregar de ahora en adelante este musical, porque a lo largo del espectáculo de dos actos que se extiende por casi tres horas (incluyendo un intermedio de 20 minutos) el director hispano desarrolla una propuesta escénica que cautiva y deslumbra.
Alternando con los señoriales interiores de la casa de los Von Trapp, la hermosa escenografía de Bianco resalta especialmente los verdes prados y los montículos que evocan las colinas, que se complementan con las tonalidades del cielo en el fondo del escenario, muy atmosféricamente iluminados por Vilela. El muy adecuado y bonito vestuario de Núñez ayuda a perfilar aún mejor la época en la que transcurre la historia, y requiere de varios cambios a lo largo de la obra. Las transiciones entre las distintas escenas son fluidas y ágiles, todo un mérito del equipo de técnicos del teatro, tanto como los artistas que trabajaron en los más diversos detalles de la elaboración del montaje.
Esta puesta en escena regala momentos tan bellos, potentes y memorables a nivel musical y escénico como el final del primer acto -con la madre abadesa cantando la hermosa y emotiva Climb Ev’ry Mountain-, la escena del matrimonio y el final de la obra, y también acierta en sus ideas teatrales, como por ejemplo la manera en que se plantea la decisiva escena del Festival de Kaltzburg, con la complicidad improvisada del público.
Si ya lo escénico está muy logrado en esta versión, sin duda en una obra como esta es imprescindible lo musical, y afortunadamente las funciones que se están presentando -y agotando- en el Teatro Municipal de Santiago destacan también en eso. Partiendo por la excelente interpretación de la partitura de Rodgers (con orquestaciones de Robert Russel Bennett) que logra la Filarmónica de Santiago bajo la batuta de su director residente, Pedro-Pablo Prudencio, que permite el irresistible despliegue de las ya inmortales y contagiosas melodías, transitando entre lo más alegre, vital y exultante (como las célebres Do-Re-Mi, My Favorite Things y The Lonely Goatherd) y el lirismo, lo sutil y romántico.
En el apartado vocal, se cuenta con dos elencos muy atractivos, y aunque el desempeño general es bastante sólido y las comparaciones son odiosas y hasta innecesarias, al asistir a funciones de los dos repartos inevitablemente se encuentran diferencias, con unas interpretaciones que son más efectivas en uno y otras en otro. Esta producción está cantada en inglés, pero con los diálogos en español, lo que exige una fluidez en ese tránsito entre lo cantado y lo hablado y actuado que a algunos intérpretes les queda mejor que a otros.
Encarnando a la protagonista en el primer elenco, la soprano Vanessa Rojas está realmente espléndida, brillando tanto en lo musical como en lo actoral; desde que aparece en el escenario interpretando la canción que le da el nombre a la obra –The Sound of Music- es imposible resistirse a su encanto, carisma y simpatía, que conforma una Maria tan alegre, jovial y llena de energía como lo que se asocia con el personaje. En años recientes ya la hemos visto destacar en óperas como El viaje a Reims y El elixir de amor, y esta Novicia rebelde es la confirmación de su enorme talento, con su atractiva voz adaptándose muy bien al musical, segura incluso en los momentos más exigentes y con muy buena química con los niños y niñas.
Ese primer elenco destaca especialmente por las interpretaciones femeninas, porque además de Rojas, la madre abadesa de la soprano Andrea Aguilar supo desplegar su potente voz en una conmovedora interpretación de Climb Ev’ry Mountain tanto al final del primer acto como en el desenlace de la obra. Junto a ella también se lucieron el trío principal de monjas (que en esta puesta en escena tienen muy acentuado su lado más cómico y divertido): la hermana Berthe de Javiera Barrios, la hermana Margaretta de Constanza Olguín y la hermana Sophia de Pamela Zavala. Y la soprano Javiera Saavedra como la baronesa Elsa Schraeder cantó muy bien en los dos números musicales en los que interviene y convenció en lo actoral como la mundana aristócrata. Entre los cantantes masculinos, Javier Weibel fue efectivamente severo como el capitán Von Trapp, conformando una adecuada dupla con Vanessa Rojas, su esposa en la vida real, mientras el siempre dúctil Sergio Gallardo encarnó al oportunista Max Detweiler.
En el segundo elenco, la ascendente soprano Camila Guggiana también destacó como Maria, muy bien acompañada por Patricio Sabaté como un Von Trapp que aunque se mostró tan estricto como es necesario, al mismo tiempo fue más cálido, entrañable y cercano de lo habitual en el personaje, y pudo destacar especialmente con su sentida interpretación de Edelweiss durante el festival. Regina Sandoval fue una efectiva madre abadesa, junto a Florencia Romero como la hermana Berthe, Consuelo Escudero como la hermana Margaretta y Francisca Muñoz como la hermana Sophia. Y entre los puntos altos de este segundo reparto hay que resaltar la deliciosa y notable interpretación que consiguieron la soprano Marcela González y el barítono Rodrigo Quinteros, como una altanera baronesa Schraeder y un divertido Max Detweiler.
En cualquier representación de esta obra siempre es vital el desempeño de los niños y niñas que encarnan a los hijos de la familia Von Trapp, y afortunadamente se cuenta con dos grupos muy bien logrados, todos preparados musicalmente por la cantante y directora coral Cecilia Barrientos. Si bien los del primer elenco en el estreno parecieron más espontáneos y efectivos tanto en el canto como en la actuación, en verdad todos están muy bien: Jakob Malter y Samuel Infante como Friedrich, Constanza Wilson y Catalina Gutiérrez como Louisa, Facundo Muñoz y José Gaspar Díaz como Kurt, Emilia Torrealba y Violeta Restovic como Brigitta, Violeta Araya y Magdalena Fleishmann como Marta y las pequeñas Sofía Prudencio y Emma Lan Shen como Gretl. Y en el rol de la hija mayor, Liesl, se alternan de manera muy lograda en sus respectivos repartos las sopranos Pilar Garrido y Marisol Vega, ambas cortejadas por el tenor Gonzalo Araya como el cartero Rolf, quien cantó este personaje en ambos elencos.
En cuanto a los roles actorales que no requerían interpretar canciones, uno de los elementos que llamaba más la atención de este espectáculo -y que también fue bastante destacado a nivel mediático- era la participación de la reconocida y veterana actriz Gaby Hernández en el primer elenco como el ama de llaves de los Von Trapp, Frau Schmidt, personaje que encarnó con la vivacidad y encanto que tan bien sabe desarrollar en sus actuaciones en televisión y teatro. Por su parte, un convincente y creíble desempeño tuvieron otros actores en personajes hablados, como el mayordomo Franz de Abel Hernández, el antipático nazi Herr Zeller de Alonso Torres y el almirante von Schreiber de Rodrigo Jiménez, todos ellos participando en ambos repartos, además de dos cantantes que en esta ocasión asumieron papeles teatrales: Pablo Oyanedel como el barón Elberfeld, y la chispeante y simpática Frau Schmidt de la soprano Paola Rodríguez, quien asumió el personaje en el segundo reparto y se lució tanto como Hernández en el primero, cada una con su sello propio.
También hay que destacar a las cantantes femeninas del Coro del Municipal (que dirige Jorge Klastornick y tiene como subdirector a Alejandro Reyes), quienes intervienen fuera de escena en los cánticos religiosos de las monjas. Y una mención especial merece el uso del sonido, ya que en este escenario en las óperas los cantantes normalmente deben ser oídos con sus voces al natural, sin amplificación externa, pero como en este musical además de cantar tienen que decir sus diálogos hablados y ser escuchados en todo el teatro, se requirió el uso de micrófonos y un apoyo sonoro extra, que estuvo a cargo de la destacada y reconocida diseñadora de sonido Loretta Nass.
Los espectadores han sabido apreciar este espectáculo que está siendo tan exitoso y memorable, no sólo con las entusiastas ovaciones al final de cada función, sino además llevando espontáneamente las palmas en distintos momentos. No es de extrañar que se hayan estado agotando las funciones y que haya sido necesario agregar nuevas fechas: se trata de un clásico que se mantiene totalmente encantador y vigente, que emociona y es capaz de despertar recuerdos y nostalgia en distintas generaciones. ¡Y lo mejor es que la versión que se está presentando está totalmente a la altura de las circunstancias!
Título: La novicia rebelde
Título original: The Sound of Music
Autores: Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II (libreto de Howard Lindsay y Russel Crouse)
Dirección de escena: Emilio Sagi
Dirección musical: Pedro-Pablo Prudencio (Orquesta Filarmónica de Santiago)
Elenco principal: Vanessa Rojas/Camila Guggiana, Javier Weibel/Patricio Sabaté, Andrea Aguilar/Regina Sandoval, Pilar Garrido/Marisol Vega, Javiera Saavedra/Marcela González, Sergio Gallardo/Rodrigo Quinteros, Gaby Hernández/Paola Rodríguez
Escenografía: Daniel Bianco
Vestuario: Pablo Núñez
Diseño de iluminación: Caetano Vilela
Duración: Tres horas (incluye un intermedio de 20 minutos)
Edad: Todo espectador
Coordenadas:
Teatro Municipal de Santiago
Funciones hasta el 10 de mayo