Crítica de teatro: La rebelión de una masculinidad sin violencia

Por Carla Alonso Bertaggia

Las luces del público se encienden de golpe y uno de los intérpretes, un adolescente vestido con un traje fucsia brillante, ceñido al cuerpo, dice: “Pregunta para los hombres o los que se sienten hombres del público. ¿Qué es lo peor que han hecho con sus manos?”. El silencio en la sala A2 de GAM es rotundo.

La posibilidad de la ternura, una obra co-dirigida por Marco Layera y Carolina de la Maza
-director e integrante de la compañía La Re-Sentida, respectivamente-, reivindica la ternura al hacer la pregunta sobre la posibilidad de masculinidades diversas en el año 2023: una desprovista de todas formas de violencia, de esas que los jóvenes de 17 años o menos viven con incomodidad y a menudo en silencio. Un tipo de violencia que el “adultocentrismo” impone, y que ha sido aprendida y transmitida de generación en generación, sin cuestionamientos.

El montaje problematiza eso de la forma más genuina posible, sin actores profesionales, llevando a escena a siete adolescentes chilenos que dan testimonio de la violencia que han vivido en distintos contextos. Lo hacen narrando sus historias en primera persona con un micrófono y ropa deportiva; bailando enfundados en trajes de tela brillante y pelo suelto; insistiendo en juegos de varones históricamente normalizados -como los “mamones”-, y enterrándose y volviéndose a amar ellos mismos en un cajón de arena.

La posibilidad de la ternura es una producción de GAM y antes de llegar a Chile se estrenó en el Festival Ruhrtriennale de Bochum, Alemania, y giró por ciudades de España. Al verlo, es inevitable hacer un puente mental con Paisajes para no colorear, una obra de agosto de 2018, dirigida también por Marco Layera y Carolina De la Maza. Ésta abordaba la violencia de género que habían vivido un grupo de mujeres adolescentes, con escenas que ponían los pelos de punta como la inspirada en la trágica historia de Lissette Villa, la menor de 11 años que murió en 2016 al interior de un centro del Sename. La sensación era subirse a una montaña rusa como La Re-Sentida nos tiene acostumbrados: rápida, hilarante, con recursos audiovisuales que daban mucho ritmo a la puesta en escena, con un tránsito del humor negro al drama en cosa de minutos.

De hecho, José Miguel Araya -uno de los protagonistas de La posibilidad de la ternura-, cuenta en escena que Paisajes para no colorear lo conmocionó y que ingresó a este proyecto esperando encontrar un espacio de contención. Pero “fueron los peores cinco meses de mi vida”, advierte, anticipando parte de lo que los espectadores veríamos después.

El montaje es el resultado de talleres y audiciones con adolescentes que derivó en un proceso de creación colectiva a través de impulsos de escritura, improvisación y testimonios. Este cruce los llevó a reflexionar sobre aquello que significa convertirse en hombres.

“Mientras creábamos Paisajes para no colorear fue muy natural que empezáramos a reflexionar y especular en torno a la realidad del mundo adolescente masculino en nuestro país. Luego esas reflexiones y especulaciones fueron tomando forma hasta convertirse en un nuevo proyecto, el cual demoró en concretarse producto de la pandemia”, cuenta la co-directora Carolina de la Maza.

Efectivamente han pasado cinco años entre un montaje y otro, y eso se percibe en varias capas. La estructura y lenguaje de La posibilidad de la ternura, con su kinética y coreografías colectivas, su intensidad sin pausa, la insistencia en los temas e incluso con su literalidad, remite más a la última obra de la compañía, El oasis de la impunidad, que a Paisajes para no colorear. En El oasis de la impunidad los cuerpos resisten a la violencia institucional; en La posibilidad de la ternura se reflexiona en torno a las violencias que el adultocentrismo impone y sus estrategias de control sobre los cuerpos.

De fondo, un gran lienzo de un grupo de cavernícolas que han derribado a un mamut sirve de excusa para hablar sobre el dolor de convertirse en hombre. “¿Qué pasa si no se quiere cumplir con las exigencias?”, se pregunta uno de los intérpretes durante la obra, quien representa la voz disidente de una especie que ha sido destinada a la guerra.

La obra arranca y transita hacia las formas de violencia sin escalas ni tregua. En ese sentido se echa de menos el humor y matices de la antecesora, Paisajes…; algo que vemos sobre el final del montaje, gracias a la magnífica coreografía de Efrain Chaparro, uno de los protagonistas que baila Billy Jean de Michael Jackson, pero al ritmo de Material Girl, de Madonna. La exploración de las posibilidades del cuerpo y la danza colectiva -de naturaleza salvaje y tribal- que a ratos reemplazan el texto hablado, es parte medular del montaje. Aparecen esos cuerpos delgados e indefinidos como territorios en disputa y también dispositivos de resistencia.

El diseño de iluminación, sonido y vestuario son puntos altos de la obra que dan un respiro al peso dramático de los testimonios. Ahí destaca el trabajo de nombres reconocidos en la escena teatral como Karl Heinz Sateler, quien trabaja con La Re-Sentida como jefe técnico y esta vez está a cargo de la iluminación; y Daniel Bagnara, en el diseño de vestuario, a quien ya habíamos visto con la compañía en La dictadura de lo cool, Paisajes para no cololear y El oasis de la impunidad. También es importante mencionar la colaboración artística del director de teatro Ernesto Orellana. “Es una colaboración al colectivo en pensar la masculinidad desde una perspectiva amplia, no reduccionista a las imposiciones del género normativo”, señala Ernesto Orellana.

Marco Layera y Carolina de la Maza se sumergen desde la dirección en nuevos lenguajes y eso queda de manifiesto en este montaje que toca temas como el bullying en el colegio, los prejuicios de la autoridad respecto al uso del pelo largo en los varones o el rechazo de un padre cuando se entera de que a su hijo le gusta un compañero. Situados ad portas de 2024, cuesta creer que estas sigan siendo las caras de la violencia que viven los adolescentes en el día a día, tan parecidas a las formas que imperaban en los 90, cuando poco se hablaba sobre la naturalización de la crueldad y su relación con una masculinidad mal entendida, donde sobrevive el más fuerte.

La sorpresa es que, al parecer, son los mismos temas que continúan orbitando y manchando las dinámicas adolescentes masculinas. La posibilidad de la ternura viene a mostrar eso con una dramaturgia que fue tejida de manera colectiva, sobre la base de los relatos de los siete adolescentes.

Carolina de la Maza cuenta que la metodología para la construcción dramatúrgica fue la misma que utilizaron en Paisajes para no colorear: “Los relatos sintetizan los testimonios y experiencias de todes quienes participaron en el proceso, como también de su círculo cercano como padres, abuelos y compañeros, a través de entrevistas que se hicieron a cada chique”. Así, cada intérprete porta un relato que no necesariamente fue experienciado personalmente pero que sí lo atraviesa de alguna manera biográficamente, agrega la creadora.

Es la segunda función abierta al público y en la sala A2 del GAM hay más jóvenes que lo habitual. Muchos de ellos, ellas y elles vienen a ver a sus amigos, pololos, hermanos. A mi derecha, un hombre mayor se quiebra con el monólogo de uno de los intérpretes, Dimitri Bueno, quien dice que cree que su papá dejó de hacerle cariño porque se habría enterado por su mamá que a él le gustaba un compañero de curso. Un joven sentado a la derecha del hombre -posiblemente su hijo- lo consuela en silencio, pasándole su mano por la espalda.

La obra, con sus aciertos y aspectos con potencial de mejora, es un grito sobre la factibilidad de la ternura como una práctica general, en un mundo donde la barbarie atraviesa las relaciones sociales.

“¿Qué consecuencias hay ante una sociedad que te violenta todo el tiempo, si decides actuar desde esa pulsión? Creo que de esa forma la obra reivindica la ternura, haciéndola parte de un espacio de lucha y resistencia constante”, ha señalado Dimitri Bueno.

Ficha técnica

Título: La posibilidad de la ternura.

Dirección:

Dramaturgista: Aljoscha Begrich.

Dramaturgia: colectiva.

Elenco: Leftrarü Valdivia, Camilo Bugueño, Efraín Chaparro, José Miguel Araya, Dimitri Bueno, Marcos Cruz, Matías Méndez.

Realización esqueleto: Tomas O’Ryan.

Asist. dirección: Katherine Maureira y Humberto Adriano.

Producción: Victoria Iglesias.

Diseño iluminación: Karl Heinz Sateler.

Diseño escenográfico: Teatro La Re-Sentida.

Diseño vestuario: Daniel Bagnara. Sastre: Eugenio Pino.

Diseño sonoro: Andrés Quezada.

Colaboración artística: Ernesto Orellana.

Producción: Centro Gabriela Mistral GAM y Festival Ruhrtriennale (Alemania).

Coproducción: Münchner Kammerspiele.

Coordenadas

2 al 16 Dic

Ju a Do: 20 hrs. (Mi 13: 20 hrs.)

$8.000 gral., $6.000 estudiantes, $5.600 personas mayores.

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