Crítica de Teatro “La Reina Isabel Cantaba Rancheras”: Retrato sobre el fin de una Era

Por Carla Oriely

Mucho ya se ha hablado de La Reina Isabel Cantaba Rancheras, una comedia dirigida por el Premio Nacional de Artes, Gustavo Meza, que es su vez es la adaptación de la célebre novela escrita por Premio Nacional de Literatura Hernán Rivera Letelier hace 30 años. Sin embargo, a pesar de esto y de que se ha convertido a lo largo del tiempo en un clásico imperdible y lleno de emoción, siempre que se realiza su puesta en escena, causa asombro y, a pesar de la sátira que se nos muestra, una entrañable y profunda melancolía.

Esta ocasión no es la excepción, llena de humor negro y elocuentes actuaciones, la obra, que está representándose en Teatro Finis Terrae, conserva su elenco original, cualidad que la hace más valiosa ante los espectadores quienes son testigos del prolífero trabajo de Pilar Salinas, Liz Lizardi, Cristina Vidal, Macarena Silva, Carola Jiménez, Macarena Arévalo, Álvaro Muñoz, Cristián Ruiz, Oscar Raby, Héctor Alfaro, Cristián Espejo y Hernán Vega, en sus respectivos papeles que, en algunas ocasiones han variado, pero que en esta temporada, han consolidado brillantez al alcanzar la edad de sus personajes para dar luz,  nuevamente, a la historia del diario vivir de la última de las oficinas salitreras en Pampa Unión, ubicado en el norte de Chile, y en donde sus habitantes son impactados por la noticia de la muerte de Isabel Pacheco, mítica prostituta a quien todos llamaban La Reina Isabel.

Dentro del contexto de celebración de los 50 años de Teatro Imagen, Compañía de donde proviene el mencionado reparto, y la festividad Nacional de Independencia de Chile, La Reina Isabel Cantaba Rancheras se presenta como un excelente panorama para profundizar sobre una época importante de la historia de nuestro país y apreciar algo de lo que está formada parte de nuestra cultura.

Es así como al introducirnos en la escena, contemplamos la dinámica de las interacciones, que van adquiriendo fluidez a medida que pasan los acontecimientos. La forma en la que estás interacciones se nos va revelando, le otorgan simpatía y originalidad, camuflando el drama intenso del fallecimiento de alguien tan querido, es decir el duelo, o la propia forma de vida de los habitantes, inmersos en el ambiente sórdido de los prostíbulos y las tabernas de esa época.

Es durante los años 30′, donde las salitreras experimentaron una caída importante dentro de la economía. Recordemos que esta industria llegó a ser la más valorada de nuestro país durante la década del 20′, puesto que, al provenir casi todo el salitre del mundo desde Atacama, su valor comercial internacional proveyó de mucho trabajo para quienes buscaban nuevas oportunidades de vida, generando empleo para la clase campesina y grandes ganancias para las familias más ricas que solventaron en ese entonces al país, permitiendo además, una circulación de transacciones benéficas para el capital nacional. Tanto así, que a esta época se le conoció como La Belle Époque chilena. No obstante, no todo es color rosa, la falta de educación, y el verse de la noche a la mañana con dinero, algunos obreros se les nublaba el criterio, y muchos de ellos se gastaban la mayoría de su salario en apuestas, alcohol y mal vivir. Un ambiente donde la violencia, junto a los crímenes de sangre, eran fáciles de encontrar.

Pero tal como La Belle Époque europea tuvo su término por la Guerra de los Balcanes (1912-1914), la chilena no fue diferente y también llegó a su fin. En parte por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial (1914 -1918) y en parte por la Gran Depresión, ocurrida en octubre de 1929 tras la caída de la bolsa de Nueva York, causando malos estragos en el mundo, en el que Chile fue unos de los países más afectados.

Sin embargo, este fin es paulatino y con algunas esperanzas de recuperación. Es a modo de salvaguardar algo de las salitreras que estas son compradas bajo la promesa de un plan de modernización. Sosteniendo su esplendor casi de forma agónica, hasta finales del 40`. Luego, en la siguiente década, se abriría alguna que otra oficina, pero ya bajo un austero perfil, cerrando definitivamente en los 90`. Es en este punto temporal donde se produce el casi único encuentro entre la novela y su versión teatral, además de las ya mencionadas emociones nombradas en párrafos anteriores, la obra refleja la solidaridad, la unión como fuerte de lo humano, y el enfrentamiento con la precariedad de lo que ofrece una vida decadente, reflejo del contexto y antesala de la consumación de una era.

El “analepsis” como herramienta directiva es un recurso recurrente en los hechos, se aprecia en la justa medida para que estos mismos no pierdan el sentido y se entienda la historia. Esta herramienta, y la forma en la que el simbolismo mítico refleja “la muerte” del esplendor de una etapa histórica, es solo comparable en magnificencia a la que John Ford hace en The Man Who Shot Liberty Valence. Ford refleja el fin del pintoresco western estadounidense, en el fallecimiento del vaquero Tom Doniphon y el bandido Liberty Valance. Hernán Rivera Letelier lo hace con el fallecimiento de Isabel Pacheco, la mejor prostituta de una salitrera de la Pampa chilena.

Otro punto símil es el que se tiene con La Remolienda, célebre obra de Alejandro Sieveking y dirigida originalmente por Víctor Jara, debido al entorno burdelesco de los personajes y la agraciada forma de disfrazar lo trágico, lo feo, en sátira y comedia de enredos, propio de la idiosincrasia chilena.

Se aprecia, además, el excelente efecto de la utilización del sonido e iluminación para evocar parte de la utilería y escenografía en lo imaginario. No se necesita mucho, la inmensidad de los acontecimientos y el colorido vestuario son suficientes para generar un buen “pacto de lectura”.

La Reina Isabel Cantaba Rancheras es sin duda alguna una de las más icónicas formas de revelar la magia de lo que no volverá a ser. Magia que deja a “su suerte” a quienes estaban sumidos en ella y se sentían pertenecientes en algún sentido.

Totalmente recomendable para quienes quieran revivir algo del folklore de lo que estamos hechos los chilenos, la mezcla y herencia de distintas influencias internacionales, como el entretenimiento de la Edad de Oro del cine mexicano, la gastronomía peruana firme del norte, el juego, la picardía, el esfuerzo, la resiliencia, el cariño fraternal, la solidaridad, la identidad, y por supuesto, las rancheras.

Ficha técnica

Título: La Reina Isabel Cantaba Rancheras

Adaptación de: La Reina Isabel Cantaba Rancheras, de Hernán Rivera Letelier

Duración: 90 min

País de origen: Chile

Año primer estreno: 1997

Año re- estreno: 2024

Dramaturgia y dirección: Gustavo Meza

Directora ayudante: Elsa Poblete Bustamante

Producción: Elsa Poblete Bustamante y Teatro Imagen

Vestuario: Teatro Imagen

Electo: Pilar Salinas, Liz Lizardi, Cristina Vidal, Macarena Silva, Carola Jiménez, Macarena Arévalo, Álvaro Muñoz, Cristián Ruiz, Oscar Raby, Héctor Alfaro, Cristián Espejo y Hernán Vega

Coordenadas

Funciones

Del 23 de Septiembre al 06 de Octubre del 2024

Jueves y viernes 20:30hrs.

Sábados y domingo 19:00hrs.

Edad recomendada +16

En Teatro Finis Terrae

Entradas por Ticketplus

 

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