Crítica de Teatro
“La torre”: Opresión y violencia en un relato de terror
contemporáneo
Por Jorge Letelier
Su crueldad y ferocidad fue legendaria. Se decía que asesinó a cerca de 650 doncellas y que se bañaba en su sangre para mantenerse joven. La condesa húngara Erzébet Báthory (1560-1614) es de esas figuras misteriosas que permite reflexionar en torno al mal y los alcances del poder. La poeta y ensayista argentina Alejandra Pizarnik se acercó al personaje en un singular texto mezcla de reseña y poema en prosa que en sucesivos capítulos va narrando las atrocidades perpetradas por Báthory. Este es el punto de partida de “La torre”, montaje que, desde una interpretación muy libre, indaga en una visión contingente en torno a la muerte, el sometimiento y la conciencia de género.
En un castillo medieval, seis sirvientas viven y trabajan bajo las órdenes de la condesa Báthory. El lugar deviene en cárcel y del cual solo salen cuando la condesa las llama. Ellas han organizado un sistema de supervivencia basado en un estado de sigilo y de casi invisibilidad en que los ritos están muy marcados. A cargo de la joven directora Stephie Bastías –egresada junto al elenco de la Escuela de Teatro de la Universidad de Humanismo Cristiano-, la puesta en escena propone un particular lenguaje a partir de sensaciones y atmósferas en que el texto dramatúrgico está minimizado y se narra desde la música y el sonido, los silencios, el uso del mapping y una cierta cualidad performática que alejándose del realismo, se instala en un espacio ambiguo espectral y con guiños al terror. En este dispositivo, el lenguaje es un dialecto inventado que recuerda lenguas centroeuropeas y que en su laconismo refuerza la sensación de estar frente a un relato de imaginería oscura y perversa, y ante la presencia ominosa de la muerte.
Resulta llamativo en una directora muy joven el uso de una estética que desde la hibridación de lenguajes es capaz de generar un relato denso e inquietante. Se asoman guiños a cierto terror experimental como el de los Quay Brothers, hay referencias a la música serial de Stockhausen y hasta imágenes que reenvían a los universos opresivos de Poe. El manejo de ellos tiene consistencia y aplomo y hay un evidente talento para construir un clima cargado de elementos significantes. El elenco tiene una corporalidad de conjunto, funciona como un colectivo en que sus partes se ensamblan casi coreográficamente y en eso es importante el uso de este curioso lenguaje arcaico.

Como toda obra de carácter experimental, el montaje adolece de ciertos desequilibrios que afectan su entramado. La iluminación es plana y no permite enfatizar climas desde el uso del contraluz o la ausencia expresiva de esta, así como el mapping que se proyecta en el suelo no permite mostrar adecuadamente los signos y el transcurso de los días. Tampoco el trabajo del espacio off se resuelve adecuadamente cuando se refiere a la presencia amenazante de la condesa, quizás la sala no es la adecuada para ese recurso que implica una fuerte presencia del extramuro. Pero si hay un elemento que resalta por su complejidad sensorial y atmosférica es la música, un recurso que resulta clave para generar texturas y que en el uso de voces enrarece el clima de lo visto.
Obra de variadas lecturas, “La torre” es singular en cuanto a su lenguaje opresivo y por buscar caminos sensoriales poco explorados en el teatro emergente. Da cuenta de una directora y dramaturga con ideas e imágenes originales que pueden eclosionar en una propuesta futura sólida y a tomar en cuenta.
La torre
Dirección y dramaturgia: Stephie Bastías
Elenco: Leyla Ponce, Karina Ramírez, Catalina Carvacho, Justine Rojas, Juanita Lara, Carolina Carrasco
Realización escénica y gráfica: Leonardo Chamorro
Mapping: Valentín Venegas
Sala Juan Radrigán, Universidad Academia Humanismo Cristiano.
Almirante Barroso 352. Sábado, 20:00 hrs.
Adhesión voluntaria.