Por Isabel Agurto
La versión chilena de Las cosas extraordinarias, producida por Fulgor, adapta el texto de Duncan Macmillan y Jonny Donahoe bajo la dirección de Amalia Cuevas y la interpretación de Lucas Sáez Collins, es un montaje que combina cercanía, riesgo y sensibilidad. Lo que en papel es un monólogo se convierte en un ejercicio colectivo donde el público y el actor comparten un mismo terreno físico y emocional.
La obra sigue la vida de un personaje sin nombre desde los siete años hasta su adultez temprana. Su historia está marcada por la depresión e intentos suicidas de su madre, y por la forma en que esa realidad influye en su crecimiento, en sus vínculos y en su manera de comprender el mundo. Con el fin de acompañarla y entregarle nuevos motivos para vivir, el protagonista comienza a escribir una lista de “cosas extraordinarias” que consta de pequeñas observaciones para recordarle lo valioso que hay en la vida. Esa lista, que atraviesa los años, funciona como un hilo conductor que va entrelazando recuerdos, afectos y momentos de descubrimiento personal.
Uno de los elementos más interesantes de este montaje es su relación con el espacio. Lejos de una sala tradicional, la obra se presenta en un lugar adaptado especialmente para cumplir con una premisa central del texto: que ningún espectador tenga un mejor asiento que otro. En esta versión, el público se ubica en un semicírculo amplio, con el actor al centro y a la misma altura, sin escenario elevado. Esto transforma por completo la experiencia, elimina jerarquías, diluye la barrera entre intérprete y audiencia y convierte la función en un encuentro horizontal, coherente con el espíritu participativo de la obra.
El diseño de iluminación acompaña esta intimidad. Sin estridencias ni protagonismos, la luz se limita a respirar con el relato, reforzando los matices emocionales. Es un trabajo sutil, consciente de que la obra no necesita grandes efectos.
La participación del público es parte esencial del montaje. Desde un inicio, cada persona recibe, si así lo desea, una tarjeta con frases que luego serán leídas para construir la lista del protagonista. Este gesto, simple y amable, permite que cada función sea irrepetible y que el público sienta que realmente contribuye al relato.
Sin embargo, la participación no se limita a eso. Hay momentos en que algunas personas deben interpretar personajes significativos en la vida del protagonista. Sáez Collins maneja la dinámica con destreza, ya que es un recurso que exige una lectura fina de la disposición del público. La función presenciada mantuvo equilibrio y tacto, aunque debo reconocer que me sentí nerviosa, temiendo que algo no resultara, pero todo fluyó de manera armónica. Es mérito del equipo que la experiencia sea disfrutada incluso por los asistentes más tímidos.
Cabe destacar la capacidad del actor para sostener el vínculo con la audiencia, especialmente considerando el nivel de participación que requiere la obra, demuestra un trabajo actoral aplicado, y atento a lo que el público puede entregar, sin descuidar su personaje.
Las cosas extraordinarias es conmovedora, pero no fácil. La obra instala una incomodidad reflexiva, esa sensación de estar frente a un material que toca zonas personales que no siempre queremos mirar. Sin caer en detalles inapropiados ni sensacionalistas, la obra abre un espacio para tocar temas que muchas veces eluden la conversación cotidiana.
En un momento se mencionan incluso las normas que siguen los medios para abordar un tema tan complejo como el suicidio, dejando manifiesto que el teatro puede conversar sobre estos asuntos sin miedo, pero con la delicadeza necesaria.
La propuesta de Fulgor es valiente y frágil. Combina una interpretación luminosa, una dirección pulcra, una disposición de sala que democratiza la experiencia y un dispositivo participativo que, aunque arriesgado, logra convertirse en una herramienta emocional poderosa.
Las cosas extraordinarias es una invitación a mirar lo cotidiano con mayor atención, reconocer lo que nos sostiene y recordar que, incluso en los momentos difíciles, siempre existen pequeñas cosas que nos conectan con la vida.
Ficha artística
Título: Las cosas extraordinarias
Elenco: Lucas Sáez Collins
Autor: Duncan Macmillan junto a Jonny Donahoe
Traducción: Adriana Nadal
Dirección y adaptación: Amalia Cuevas
Producción: Fulgor
Producción en terreno: Antonia Reyes
Diseño y operación de luces: Ignacio Trujillo
Community Manager: Francesca Peragallo
Coordenadas
Lugar: Centro Cultural San Ginés. Mallinkrodt 76, Providencia.
Funciones: Del 21 al 29 de noviembre. Viernes y sábado a las 20:30 h.
Entradas: Desde $15.000 a través de Ticketmaster
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