Crítica de teatro “Moscas aplastadas sobre la ventana que da al bosque”: La fragmentación del trauma

Por Magdalena Hermosilla

En el marco del festival Santiago Off, su compañía teatral organizadora, La Fulana Teatro, estrenó este el 23 de enero en el Centro Cultural Gabriela Mistral la obra Moscas aplastadas sobre la ventana que da al bosque. Esta producción, con la dramaturgia de Carla Zúñiga, dirección de Claudio Fuentes San Francisco y protagonizada por Coca Miranda y Angélica Riquelme, pone en escena un drama sobre la relación de una madre y su hija.

En esta obra, las dos actrices entablan un diálogo íntimo que va volviéndose cada vez más complejo y oscuro. En éste, ambos personajes imaginan un cuento, construyendo una realidad sobre la cual van apareciendo y desapareciendo otras historias. En tono de drama, toques de comedia y, sobre todo, como un metacomentario del teatro, se manifiesta la relación de madre e hija al abordar temas como la familia, el maltrato, la falta de empatía, el resentimiento, la culpa, la aceptación y el perdón. A medida que avanza la trama, las actrices se sumergen en una conversación cada vez más enigmática y vulnerable, haciendo de su relación un espejo de las relaciones maternas y filiales que son causa y consecuencia de las heridas de infancia.

Carla Zúñiga ha sido dramaturga de teatro casi 15 años, y ha abordado en todas sus obras temas como las percepciones sociales de lo femenino y masculino, las consecuencias del patriarcado, y la reivindicación social de las disidencias sexuales, entre otras luchas afines. Su primera obra fue escrita en el año 2009 y, desde entonces, ha escrito más de 30 textos teatrales, entre los que destacan: Sentimientos (2013), Prefiero que me coman los perros (2018) y Un montón de brujas volando por el cielo (2020), textos por los cuales ha sido reconocida. Esta obra, como sus anteriores, ha centrado el protagonismo de su historia en las mujeres, problematizando los roles a los que están sujetas en la sociedad; en específico, el rol de la mujer como madre, lo que a su vez cuestiona. el rol de la mujer como hija.

En cuanto a la propuesta argumentativa y la construcción de los personajes, cabe destacar el nivel de intrincación con el que está armada esta trama, contando una historia dentro de una historia dentro de otra, donde —además— son las mismas dos actrices las que van interpretando todos los personajes. La cantidad de capas de representación presentes en la obra es admirable, y a la vez bastante confusa para el espectador, quien se esmera en intentar seguirle el hilo a todas estas historias que están ocurriendo simultáneamente y sobre las que vamos saltando y volviendo de una en otra.

Esta característica confusa de la trama es muy propia del teatro contemporáneo, que ha buscado ir derribando las reglas y expandiendo los límites de lo propiamente narrativo y lineal, logrando encontrarse con una corriente más envolvente, subjetiva y sinestésica. Asimismo, las reflexiones acerca de la historia propiamente tal, permite que los espectadores desbloqueemos emociones que nos remitan y remuevan en lo profundo. Si bien esto es algo que asociamos mucho al teatro de los últimos años, sus bases se venían asentando ya a mediados del siglo pasado con movimientos como el teatro de lo absurdo. En éste, podíamos observar tramas que, si bien parecían carecer de significado, sustentándose en diálogos repetitivos y falta de secuencia dramática (que a menudo creaban una atmósfera onírica), era realmente un teatro cargado de sentido, dado sus fuertes rasgos existencialistas y una visión crítica hacia la sociedad y el humano, de la misma forma en la que ocurre en esta producción.

Uno de los elementos más interesantes, de su propuesta dramática, es esta suerte de metateatro: un tipo de narración teatral que remite constantemente al teatro mismo o al hecho de que estamos viendo teatro. Esto también es muy propio de lo contemporáneo, en todas sus disciplinas artísticas; ocurre en las artes visuales, el cine, la música, la literatura, etc. Luego de décadas de historia en el arte y de ir constantemente desafiando los límites y las preconcepciones de lo que es o no es arte —para qué sirve, cuál es su función en la sociedad, qué está permitido, qué significa una buena o mala obra— hemos llegado a la conclusión de que nadie tiene, ni ha tenido a lo largo de la historia, una respuesta definitiva. Por lo anterior, construir un género de narración teatral que remita a las disyuntivas que ocurren dentro la disciplina y que la han forjado a lo largo de su historia resulta no solo una conclusión totalmente natural, sino que necesaria.

En esta obra, las actrices que interpretan a una madre y a una hija también están interpretando a dos mujeres que están escribiendo una historia sobre una madre y una hija. De cierta forma, se está rompiendo esta cuarta pared de la interpretación. Las capas de representación se confunden, donde las actrices interpretan a estas dos mujeres que interpretan a una madre y una hija y, a su vez, representan a todos los otros personajes que interactúan con ellas y aparecen en esta historia que van inventando sobre la madre y su hija. (¿Confundidos? Yo también lo estaba y creo que ese es el punto). Es por esto, que cuando la trama se está volviendo más densa emocionalmente, o más confusa narrativamente, pareciera que ambas de un lado u otro se detuvieran y comenzaran a replantearse la obra misma. Se miran y se preguntan por qué sus propios personajes actuarían de tal manera, o si tendría que haber otra acción que funcionaría mejor en la trama. De esta forma, no solo logran salir ellas de su interpretación, sino que también nos saca a nosotros, los espectadores, de la historia que vamos siguiendo y nos traen nuevamente a ser conscientes que, lo que estamos viendo, es solo una obra de teatro.

Además, la puesta en escena permite potenciar esta característica, manteniendo una escenografía simple, como suele ser en el teatro más abstracto, para lograr que el foco de la atención se centre en la interpretación, las emociones que nos suscitan y no en lo que la rodea. En el teatro más narrativo, que cuenta más claramente una historia, parte de la verosimilitud de la obra recae en estar inserta dentro de un contexto escenográfico que nos haga sentir que lo que está ocurriendo es real, que el espacio y la historia se condicen. Sin embargo, con el teatro más experimental, la parte escenográfica no requiere de especificidad del contexto, sino de apertura: las dos sillas, un gran telón de fondo del cielo con nubes, y dos baldes con tierra de hojas, son suficiente para poder expresar lo que se busca traspasarle al público. De la misma forma, la musicalización y diseño sonoro, por parte de Francisco Moreira, acude a una necesidad de acompañar y potenciar la emoción que a ratos va in crescendo hasta que se detiene abruptamente y a otros, disminuye tan gradualmente como creció.

Ahora, todos los aspectos técnicos y narrativos de esta producción son interesantísimos de analizar y datan de un grupo de talentosos y talentosas artistas. Pero quizás la parte más primordial de esta obra tiene que ver con su relevancia cultural en el contexto chileno contemporáneo. El trauma de la infancia, al haber crecido en contextos familiares donde nuestros progenitores no estaban preparados ni querían ser padres es un tema que, si bien siempre ha existido en la sociedad, su relevancia en la discusión social es reciente. Madres que fueron heridas en su infancia, que sufrieron de negligencia, abuso y violencia por sus propios padres, pueden llegar a engendrar hijas a quienes críen bajo esos mismos patrones. En gran medida, esta fragmentación de la historia, donde es difícil seguir el hilo narrativo, porque hay muchas historias dentro de la misma, nos remite a la forma en la que el cerebro traumatizado en la infancia funciona, donde más que recuerdos lineales, completos y objetivos, se tienen fragmentos de historias que se mueven entre lo que se recuerda, lo que no se quiere recordar y cómo las propias emociones de dolor, miedo, soledad e incomprensión impactan y moldean estos recuerdos.

El hecho de que nos encontremos en una época del teatro (y el arte entero) donde estemos dispuestos a abarcar estos discursos y mostrarlos, en una suerte de catarsis colectiva de nuestras propias experiencias, es un acto de rebeldía y amor tremendamente bello. En este marco, incluso podemos dejar de lado las barreras de recelo a nuestros pasados y heridas, para transitar a un espacio de comprensión, empatía y perdón; se trata de un tipo de propuestas que nos permiten abrir conversaciones importantes con nuestros seres queridos, e incluso con nosotros mismos, sobre nuestras propias experiencias y el camino a la sanación. Carla Zúñiga expresa su genialidad al acercar al teatro las experiencias propias y los dolores del pasado y convertirlos en obras de arte que hagan sentir a otras personas que no están solas en su camino. Ocupar el teatro, y el arte entero, como un reflejo de la sociedad que nos permite cuestionarla, es el primer paso para abrirnos a vivir como seres sociales que desean construir un mundo distinto, donde podamos romper el ciclo de madres heridas que generan hijas dañadas.

Ficha técnica

Nombre: Moscas aplastadas sobre la ventana que da al bosque

Compañía: La Fulana Teatro

Dramaturgia: Carla Zúñiga Morales

Dirección: Claudio Fuentes San Francisco

Intérpretes: Coca Miranda y Angélica Riquelme

Diseño integral: Elizabeth Pérez

Diseño sonoro: Francisco Moreira

Producción: Ana Silva Wood

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