Crítica de teatro “Nina”: La emancipación que se teje en escena

Por Carla Oriely

En un contexto donde la recuperación de textos escritos por mujeres del siglo pasado se ha vuelto una práctica recurrente —y, en ocasiones, automática—, Nina, de Gloria Moreno, reaparece en la programación del Teatro UC como un gesto de memoria y reivindicación. Tal es el propósito de esta conmovedora puesta en escena dirigida por Maritza Farías Cerpa y actuada por un elenco que logra trabajar en conjunto y traspasar la “magia”, que solo el teatro es capaz de brindar.

La obra nos conduce a la historia de su protagonista, Nina, una joven de 25 años que dirige un taller de costura en su departamento y trabaja junto a sus asistentes. Aunque es laboralmente independiente, su esposo, su suegra y su madre limitan constantemente su libertad. A pesar de sus opiniones progresistas, Nina se siente atrapada en el matrimonio y en las expectativas sociales, donde solo una posible historia de amor y desobediencia parece capaz de transformar su destino.

Ahora bien, ¿qué significa traer al presente una obra escrita en 1935 por una dramaturga prácticamente olvidada? ¿Basta con reponerla en escena, o el verdadero rescate exige reescribir su sentido desde las preguntas del presente? Estas interrogantes dialogan directamente con una mirada feminista que no puede separarse de la figura de su autora.

Gloria Moreno fue una de las primeras dramaturgas chilenas en escribir desde la experiencia femenina, en un contexto dominado por autores hombres y por un teatro de corte costumbrista o nacionalista. Estrenada en 1938, su obra irrumpió en un país marcado por los debates del Frente Popular, las reformas laborales y el incipiente feminismo urbano. En ese marco, Nina representaba una doble ruptura: formal, al centrarse en un universo doméstico cargado de tensión psicológica; y política, al visibilizar la violencia estructural que sostenía la vida privada de las mujeres trabajadoras.

Sin embargo, el canon teatral chileno la relegó a una simple “nota al pie”. Las razones no son solo estéticas: responden también a la marginación sistemática de las escritoras y a la persistente idea de que los temas “domésticos” no pertenecen al terreno de lo político. Recuperar Nina hoy no es únicamente reponer un texto, sino cuestionar esa historia de exclusiones y silencios.

La versión dirigida por Maritza Farías apuesta por una lectura respetuosa del texto original, pero en ciertos momentos la transforma en algo más vanguardista, invitando al espectador curioso a ser testigo del dinamismo que los actores ofrecen al marcar movimientos coreográficos cuidadosamente pensados. Estos recursos evitan caer en la rudeza de la violencia explícita, exponiéndola, en cambio, con fluidez y un halo de suavidad. La densidad simbólica se mantiene al margen, pero la poética reina en los diálogos.

En la década de 1930, la independencia femenina estaba estrechamente ligada al trabajo manual, a la costura, al oficio. Reponer esa dimensión laboral en un escenario actual permite leer la figura de Nina no solo como víctima del machismo, sino también como símbolo de la mujer que produce, sostiene y, al mismo tiempo, es invisibilizada.

El feminismo contemporáneo ha insistido en la necesidad de pasar de la representación de la víctima a la “encarnación de la agencia”, es decir, a ocupar un papel activo en el actuar. En esta versión de Nina, si bien se recuerda al feminismo “histórico” o de “primera ola” —pues la protagonista aún está atrapada en el discurso del sufrimiento—, se contempla un tránsito hacia la emancipación integral de la mujer. En Chile, bajo este contexto de época, existía una crisis económica y política profunda, pero también surgía un despertar social ligado al avance del feminismo, impulsado por mujeres instruidas y organizadas como Elena Caffarena, Amanda Labarca y Graciela Mandujano, entre otras. Este proceso culminó en la creación del MEMCh (Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile), organismo que sigue siendo un referente hasta el día de hoy.

A medida que transcurre el relato, emergen temáticas colaterales al eje central que, para sorpresa del público, son casi las mismas que atraviesan la actualidad. Los conflictos puestos en escena —violencia doméstica, trabajo femenino, maternidad impuesta y autonomía económica— son problemáticas que aún persisten, aunque bajo nuevas formas. En este sentido, Nina interpela sobre cómo se han transformado (o no) estos conflictos, a través de una representación dramática cargada de ironía y humor.

Respecto al montaje, se aprecia una coherencia agraciada entre cuerpo y espacio: luces de surrealismo se entrelazan con sonidos y respiraciones que conducen a una sensación de ahogo angustioso y gozoso por parte de la protagonista. Ella lleva una vida que no desea, pero encuentra un escape a través del enamoramiento. Elementos como los percheros y el teléfono adquieren fuerza simbólica para reflejar el caos de los personajes, cada uno con su propio criterio sobre cómo sobrevivir al mundo “moderno”.

Sin duda, se trata de una relectura crítica que conlleva riesgo escénico, pero que lo asume con coherencia y sensibilidad. Nina sigue siendo una obra necesaria, y su vigencia depende de cómo se la haga hablar. La versión de Maritza Farías Cerpa nos ofrece un punto de partida, no una respuesta cerrada. Totalmente recomendada para quienes quieran recordar que la emancipación femenina no se archiva ni se patrimonializa: se encarna en cuerpos que piensan, se mueven y aún luchan por pronunciar su deseo.

Ficha técnica

Título: Nina

Dirección: Maritza Farías Cerpa

Dramaturgia: Gloria Moreno

Elenco: María Jesús Cabezas Villegas, Vilma Pérez Ureta, Mauricio Daille Valenzuela, Juan Esteban Meza Cartes, Javiera de Luna Vilches Suárez, Stella Zúñiga Contreras, Francisca Vargas Barraza, Anette Barraza Mena, Paula Díaz Brante, Rafaela Sobarzo Villarroel y Anahis Verdejo Olivares.

Diseño sonoro: Fernando Milagros

Diseño Integral: Tamara Figueroa Álvarez

Operador de sonido: Juan José Ubal Vergara

Operador de iluminación: Carlos Bustos Mendoza

Producción general: Christopher Ortega Silva 

Duración: 100 minutos

País: Chile

Año de primer estreno: 1938

Edad recomendada: +12 años

Uso de humo previo al inicio de la obra

Coordenadas

Lugar: Teatro UC

Sala Eugenio Dittborn.

Este espacio no cuenta con acceso para personas con movilidad reducida y silla de ruedas.

Dirección: Jorge Washington 26, Ñuñoa, Región Metropolitana

Entre el 9 y el 18 de octubre.

De miércoles a sábado a las 20:00 horas.

Entradas disponibles en Ticketplus y boletería del teatro.

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