Por Ana Catalina Castillo
Algo del tiempo congelado por la pandemia hay en el nuevo montaje de la destacada compañía nacional Teatrocinema. Esto, porque detenerse y pensar, o repensar, cómo se habita en el mundo, ha sido uno de los beneficios de este período de encierro, que ha obligado a mirarse en soledad. Y no hablamos aquí de la falta de compañía, sino de aquella existencial, condición que es connatural al ser humano.
En la obra Rosa este ejercicio introspectivo lo realiza una actriz ya mayor, interpretada por Laura Pizarro, quien se ve constreñida a ello, ya que un accidente ha alterado su plan: asistir a su propio homenaje. Así, luego de revelar rasgos de su interioridad sensible –que es capaz de combinar lo serio con un humor enriquecido por la sabiduría de los años que ya le pesan– queda atrapada en un estado de retrospección.
Lo interesante es que el personaje Rosa no es solo la imagen de una actriz, sino más bien el trasunto de la artista, que es mujer, que es doliente, pero también alguien que entiende que su oficio la puede acercar a lo sublime. Entonces, suspendida entre el presente y el pasado, reflexiona sobre alegrías y dolores, descubrimientos y constataciones.
Durante el desarrollo dramático, sus vivencias van cobrando universalidad, porque incluso en el ambiente lúdico dado por las características creativas de Teatrocinema, –como las animaciones, los juegos de luces y otros recursos audiovisuales– los hechos que el espectador relaciona con su mundo real, irrumpen en el escenario, mezclando lo imaginado con lo posible. Es la confluencia de lo ilusoriamente teatral con lo vivido por la audiencia.
El espectáculo se sostiene, sobre todo, en la fuerza del monólogo de Laura Pizarro y en el juego metateatral que la obra propone. Ella mantiene el pulso dramático y coordina con maestría el conjunto espacio-tiempo-acción del teatro realzado aquí por el diálogo coherente con lo audiovisual, produciendo una puesta en escena orgánica que es capaz de mantener al espectador conectado tanto con lo que sucede a nivel de dramaturgia, como con lo extradramatúrgico que le recuerda que además del aquí y el ahora en escena, hay un aquí y un ahora “verdadero” que no puede eludirse.
Así, en una interpretación exigente en precisión escénica, en dominio vocal y corporal, Pizarro deviene no solo la actriz que es el personaje de Rosa, sino que esta es también su alter ego, como queda claro hacia el final con los guiños al camino recorrido por ella desde los tiempos de la compañía La Troppa.
Rosa genera, sin duda, un deleite estético integral, de momentos poéticos, mientras el personaje transita entre el (en)sueño y la vigilia, pero que conecta con la contingencia de manera perturbadora. No obstante, lo que queda al final es la prueba de que ante los horrores, las injusticias y las pérdidas, siempre queda la esperanza de “abrazar el arte”.
Ficha técnica
Título: Rosa
Compañía: Teatrocinema
Creación colectiva De Laura Pizarro, Montserrat Antileo y Zagal
Intérprete: Laura Pizarro
Dirección general: Juan Carlos Zagal
Dirección de arte: Vittorio Meschi y Laura Pizarro
Diseño integral: Teatrocinema
Dirección técnica: Luis Alcaide
Música original: Zagal
Diseño de Iluminación: Luis Alcaide
Diseño banda de sonido : Alonsonido
Programación multimedia: Mirko Petrovich
Edición online: Montserrat Antileo
Operador de iluminación: Luis Alcaide
Operador de sonido: Alonsonido
Operador de video: Lucio González
Post producción: Vittorio Meschi y Max Rosenthal
Modelado 3d: Max Rosenthal
Dibujos y animación 2d: Vittorio Meschi
Animación 2d – 3d: Max Rosenthal
Fotografías y videos: Montserrat Antileo
Asistencia de animación: Camila Guerrero
Pinturas: Anita Taulis
Producción: Teatrocinema
Coproducción: Fundación Corpartes
Funciones a las 20:00 horas hasta el 30 de enero en la Corporación Cultural Aldea del Encuentro. –