Por Juan José Jordán
A los estacionamientos de subterráneo se entra y se sale. Como se trata de algo rápido, es posible no darse cuenta de lo inhóspito que es ese ambiente: sin luz solar, aislados del mundo. Subterráneo plantea la inquietante pesadilla de verse varado en uno de estos lugares.
La obra retrata a una persona que no encuentra su auto (Sergio Piña) y comienza a hablarle a una cámara de seguridad pidiendo ayuda. Pero comienza a pasar el rato, la voz por el altoparlante anuncia que el cierre del mall será en pocos minutos y nada. Se topa entonces con el vigilante (Carlos Ugarte) y le explica su situación. Y lo que se debiese haber resuelto rápidamente se convierte en algo interminable que les hace pasar por distintas emociones; el extraviado pasa de la solicitud de ayuda a la rabia agresiva, hasta verse totalmente superado por la angustia, casi sin poder hablar o moverse. En lo que respecta a vigilante se mantiene más parejo en su emoción. Es un rol muy físico moviéndose elásticamente, le muestra cómo es desafiar las leyes de la física quedándose quieto montado en la bicicleta el mayor tiempo posible. Tiene una personalidad irónica y poco dada al drama, lo que permite poner paños fríos cuando la situación se torna complicada. Llama la atención su vocabulario, domina un gran léxico y sabe hablar bien. No atenta contra la verosimilitud de la obra.
En un capítulo de Seinfeld se mostraba a los cuatro amigos merodeando por un estacionamiento y no había caso, no podían encontrar el auto. Pero ahí el enfoque solo podía ser cómico, a pesar que a Elaine con el eterno deambular se le moría el pez que le habían regalado. Acá, en cambio, si bien hay humor, también se hace un retrato de la angustia que implicaría verse encerrado en un lugar así por esos desperfectos burocráticos que implica la vida moderna: perder el ticket del estacionamiento, nadie a quién pedir ayuda, etc.
No se trata solo de la situación de la persona que se queda encerrada, también conocemos de lo que significa para el cuidador; vigilando los distintos espacios del estacionamiento montado arriba de su bicicleta, sin contacto humano aparte de los gritos con los que se comunica su jefe por el audífono que tiene que usar todo el día. Además, cuando la obra da un vuelco inesperado y conocemos la fama lúgubre que tienen esos espacios al ser el supuesto lugar que eligen muchos suicidas para poner término a su vida, debe además limpiar los cuerpos mutilados. Es escalofriante el testimonio que da, describiendo con precisión todo el revoltijo de huesos, trozos de cráneo y sangre esparcidos en el concreto. La palabra tiene un poder de evocación insospechado; no estamos viendo esos cuerpos destrozados, pero pareciera que sí.
La puesta en escena es sobria, recreando de forma verosímil el ambiente de un estacionamiento. Para ello se utiliza de forma ingeniosa recursos como la luz, como en un momento en que toda la sala se queda a oscuras y el vigilante utiliza su linterna para desplazarse. Tiene gran efectividad y permite recordar el enorme potencial narrativo que tiene la luz y todos sus matices. Como ya está siendo la regla, se incorpora una pantalla donde en algunos momentos se proyectan imágenes que contribuyen a crear el ambiente.
Una obra que resulta difícil de clasificar, en la que se parte riendo y luego se conocen cosas de una brutalidad insospechada. Como bien indicó su director, Luis Ureta, se buscó profundizar en lo que llama “humorismo ominoso”, un concepto curioso porque lo ominoso, lo que es familiar y de pronto deja de serlo para convertirse eventualmente en algo amenazante, es difícil pensarlo como territorio del humor. Pero acá se logra algo particular que al espectador termina no sabiendo bien cómo tomar. Una especie de montaña rusa que termina abriendo un espacio para reflexionar sobre la pobre finitud y todo a partir de un hecho banal, cotidiano. Finalmente, el edificio de estacionamiento termina siendo un espacio alegórico; los pisos que habitamos hasta que eventualmente haya que cambiar de nivel y ponerse el pijama de palo. Nada que hacer.
FICHA TÉCNICA
Título: Subterráneo
Dramaturgia: Benito Escobar
Dirección: Luis Ureta
Elenco: Sergio Piña y Carlos Ugarte
Música y diseño sonoro Marcello Martínez
Diseño integral Manuel Morgado
Iluminación Cristóbal Manríquez
Realización escenográfica: Taller Secreto
Fotografías: Maximilian Viveros y Camilo Garrido
Teaser: Maximilian Viveros
Diseño de Visuales: Juan Sebastián Eslava
Asistencia de dirección y producción artística Emilia Larenas
Con el apoyo de la Universidad Finis Terrae | Una Producción Teatro Finis Terrae 2024
COORDENADAS
Teatro Finis Terrae – Pocuro 1945
Hasta el 16 de Junio
Jueves a domingo
13.000 GENERAL
$8.450 ADULTO MAYOR
$ 6.500 ESTUDIANTE
$ 6.500 SÚPER JUEVES