Crítica de teatro “The New Colossus”: Un relato inevitablemente estadounidense

Por Jorge Letelier

Como una caja de Pandora de amplio alcance, lo que se ha agrupado dentro del rótulo de teatro documental toca varios formatos como el testimonio en escena (“Campo minado”), el biodrama (“Hija de tigre”), el llamado documento “objetivo” (el recurso audiovisual como prueba de inocencia en “Mateluna”) y la puesta en escena supuestamente real pero con dramaturgia convencional (“Ñuke”). Se trata de categorías disímiles, a veces contrapuestas en sus operaciones y muchas veces difíciles de encasillar en este gran paragua conceptual. 

Se dijo de “The new colossus” que era una obra de carácter testimonial porque quienes habían inspirado a los personajes eran reales y antepasados de los propios actores. Además, la compañía The actor’s gang (que dirige Tim Robbins en Los Angeles), trabaja con comunidades de inmigrantes, personas privadas de libertad y no actores, por lo que supondría que se trata de una variante fuertemente testimonial en su quehacer. Pero lo que vimos de la obra está muy lejos del testimonio y el teatro documento y se trata de una historia convencional inspirada en personas reales.

Todos los actores descienden de un familiar que en algún momento del Siglo XX llegó a Estados Unidos. De manera simbólica, cada uno de ellos recrea el proceso de abandono del país de origen, el largo periplo para llegar a su destino con frío, hambre y desesperanza. Cada uno de los viajes es EL viaje y ellos trazan imaginariamente ese proceso físico, casi sin diálogos o hablando en su propia lengua. Es un tipo de dramaturgia cinemática, sin lecturas políticas ni subtextos, donde los personajes caminan sin parar, cruzan ríos e intentan prender una fogata, mientras atrás en una pantalla se proyectan imágenes de inmigrantes actuales de diversos lugares.

La idea tras “The new colossus” no es más que eso. Es el sacrificio físico, el hambre y el peregrinaje eterno, apenas aderezado por una instrumentación cacofónica que busca generar cierta profundidad. El grupo de actores es entusiasta, aporta pasión y sacrificio y salvo un par de excepciones, su nivel es discreto. Hacia el final, cuando están por entrar a Estados Unidos y mientras la incertidumbre por un posible rechazo otorga el mayor dramatismo de la obra, una voz interpela al público: ¿Los dejamos entrar?

El poder emotivo del testimonio aparece cuando los actores cuentan el periplo de sus antepasados (con mucha emoción) y luego el director Tim Robbins sube a escena para preguntar a los asistentes cuántos son inmigrantes o hijos o nietos. Esa conexión, simple y diáfana, resulta casi una especie de catarsis por todas esas historias de sacrificio, coraje y resistencia que significó dejar el país de origen (en casi todos los casos por guerra, hambruna o catástrofes varias) y le entrega un poder testimonial que la obra, por su dramaturgia, no posee. De ahí quizás el equívoco de ubicarla en un formato testimonial que en rigor no posee.

Pese a lo limitado de su rango dramático y sus modestas ambiciones artísticas (a diferencia de su potencial político, que sin duda Robbins lo entiende bien y lo explota adecuadamente), la obra tiene ese músculo tan propiamente estadounidense de no confundir al espectador e ir directo a la descripción de un drama simple donde el heroísmo y la estatura épica de la epopeya es más importante que la propia historia. Hoy, en vista de la crisis política que genera la inmigración forzada en gobiernos de países poco amigos del extranjero (EEUU, Chile, Brasil), se tiende a observar el montaje desde la compasión y la identificación. No es poco, pero a su vez da una medida de su acotada dimensión escénica y dramatúrgica.

“The new colossus”

EEUU. Producción de The actor’s gang.

Dirección: Tim Robbins.

Presentada en Santiago a Mil.

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