Crítica de teatro: “Tú caminas sin parar y yo me pierdo cosas vivas”: Escenas Geocorporales

Por Romina Burbano Pabst

Tú caminas sin parar y yo me pierdo cosas vivas, es una obra interdisciplinaria que conjuga la danza y el teatro para sumergir al espectador a una experiencia sensorial y profundamente poética. Inspirada en Poema de Chile, el libro póstumo de Gabriela Mistral, la obra se presenta como un diálogo entre la geografía chilena y el cuerpo humano. Dirigida por Camila Cannobbio y Daniela López Peña, la pieza no busca una adaptación literal del texto mistraliano sino, más bien, explora su imaginario a través de un enfoque contemporáneo. Este montaje multidisciplinario entrelaza artes escénicas, diseño sonoro y proyecciones audiovisuales para construir un lenguaje escénico único.

La propuesta pone en valor la visión vanguardista y ecológica de Mistral, quien en su libro concibió un recorrido poético y geográfico de Chile, reconfigurando el paisaje chileno como un organismo vivo. En este contexto, las directoras reinterpretan de manera espectacular los versos mistralianos desde una perspectiva posthumana, donde la naturaleza y el cuerpo se entienden como territorios interconectados. El organismo vivo ya no es solo lo que posee un cuerpo sino, también, el entorno que lo compone.

A lo largo del montaje podemos reconocer cinco escenas que las creadoras han llamado escenas “geocorporales”, donde la obra traduce los elementos naturales en sistemas corporales y viceversa: desierto-piel, ríos-sistema circulatorio, cordillera-columna vertebral, bosque subterráneo-sistema nervioso, niebla-respiración. Este enfoque destaca la belleza del paisaje chileno e invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y su fragilidad en el contexto actual.

Una luz tenue, desprendida de los extremos del escenario ilumina el espacio de un tono anaranjado. Los primeros sonidos aparecen como ecos lejanos, mientras, las siluetas de los cuerpos emergen lentamente por el espacio. La obra comienza haciendo alusión al desierto, donde la piel, como la arena se pierde entre el tiempo y el viento. Una tela ondulante, cubre y descubre las formas humanas, transformando los cuerpos en paisajes, dunas que aparecen y desaparecen con el movimiento. La tela evoca un paisaje extenso como la piel humana.

Los cuerpos no solo habitan el espacio, sino que lo construyen. En este primer territorio, lo visible e invisible, lo que emerge y se oculta, conviven, dando paso a una exploración más profunda de lo que fluye bajo esta piel desértica. La ilusión aparece como un dispositivo de cambio, cada desplazamiento lleva consigo la memoria del desierto, su quietud, su calma y su fuerza. Así, la obra nos sumerge en una experiencia donde lo geográfico y lo corporal se funden en un espacio escénico.

Es interesante que en esta primera escena prime la lentitud y lo sutil, ya que los cuerpos evocan la fragilidad y la resistencia de la superficie humana. La piel como frontera entre lo interno y lo externo, no solo compone nuestra parte más visible, sino que actúa como testigo silencioso de las transformaciones que nos atraviesan. Cada pliegue, porosidad y marca son vestigios de experiencias, del roce constante con el entorno, del desgaste y la renovación. La lentitud de los movimientos y el juego con la tela refuerza esta idea, invita al espectador a observar con detenimiento lo que a menudo pasa desapercibido: los detalles de una superficie, que parece frágil pero, alberga una sorprendente capacidad de resistencia.

Es en esta dualidad entre la vulnerabilidad y la fortaleza, lo expuesto y lo oculto, donde la escena captura la esencia del desierto como un espacio que, al igual que la piel, soporta las inclemencias del tiempo. La sutileza de los gestos y las ondulaciones de la tela resalta la relación simbiótica entre el cuerpo y el paisaje. En esta relación, la obra nos recuerda que la piel no solo cubre, sino que también nos conecta con el mundo que habitamos, funcionando como un archivo viviente de lo que hemos sido.

Desde la aridez del desierto, el torrente de los ríos llega como un contraste necesario: un flujo de vida que se mueve constantemente, como la sangre bajo la piel. Las luces adoptan una tonalidad suave y blanca, la tela ha desaparecido del espacio escenográfico. Los movimientos se vuelven más ligeros y acuosos, sus cuerpos se vuelven agua. En esta escena, sin duda alguna, se resalta el trabajo corporal de los y las intérpretes: Álvaro Pizarro, Ignacia Agüero, Tomás Riveros, Dian C. Carvajal y Nibaldo Manríquez.

En este escenario geocorporal se integra el uso de proyecciones visuales lo cual añade una profundidad envolvente que amplifica la experiencia escénica. Las imágenes que simulaban ondas acuáticas agregan textura y movimiento, profundizando en la conexión simbólica entre el agua y la sangre. Estas visuales crearon un espacio único, la ilusión de estar inmersos en un trance casi onírico admirando los cuerpos en movimiento. Así como los ríos recorren y dan vida al paisaje, debajo de cada superficie hay una energía que conecta y sostiene.

Los ríos nacen en la cordillera, la columna vertebral del cuerpo-territorio que la obra reflexiona. En este tercer escenario geocorporal los cuerpos de los intérpretes se transforman, las relaciones se vuelven más dinámicas, oscilando entre lo humano y lo animal. Aparece un nuevo elemento escenográfico, bloques de madera que construyen y destruyen caminos, fragmentos de sociedad. Estas piezas evocan tanto las construcciones sociales como las formaciones geológicas, entrelazando lo humano y lo natural en un gesto continuo de creación y transformación. Los movimientos, cargados de adaptabilidad, dialogan y se entrecruzan con los bloques que se convierten en extensiones del cuerpo. Al igual que la madera la columna es rigida y flexible a la vez, conecta y sostiene nuestro esqueleto permitiendo que nos desplacemos de forma bípeda sin perder el equilibrio.

Desde la estructura sólida de la cordillera, la obra se adentra en lo subterráneo: un bosque que no se ve, pero está vivo. La versatilidad de la obra se vuelve inimaginable, con una delicadeza que permite al espectador dejarse asombrar. Unas pantallas giratorias que jugaban con la luz y proyecciones, simulaban destellos. El sistema nervioso fue el escenario geocorporal que no pude comprender a primera vista, tuve que dejarme llevar por lo que estaba viendo: pequeños impulsos que recorrían las luces y el movimiento de sus cuerpos. Aquí el diseño lumínico y los intérpretes nos llevan a un estado de mayor abstracción, explorando la interacción entre luz, sombra y movimiento.

Los cuerpos absorben y canalizan estos impulsos visuales, como si fueran nervios que atraviesan una red de conexiones invisibles. Los movimientos son precisos, casi imperceptibles, pero cargados de energía, como si cada gesto despertara una chispa eléctrica que recorre el espacio, llevando al espectador a un estado de conexión intuitiva. El sistema nervioso, en este sentido, no solo se ve a través de las proyecciones, sino que se vive, se siente en cada movimiento.

La bruma de la luz se convierte en humo, la niebla espesa envuelve el espacio difuminando las fronteras entre los cuerpos. La respiración se vuelve más palpable y con un ritmo reconocible, las inhalaciones y exhalaciones de los y las intérpretes evocaban la vividez del aire. Una vuelta a la calma y la interioridad, recordando que todo lo que respira está conectado y posee vida. El uso de humo y sonidos sutiles que crean un ambiente calmo, los movimientos parecen relajarse poco a poco, las inhalaciones se tornan profundas y las exhalaciones suaves, con atención se escuchan levemente agitadas.

La niebla se presenta como un espacio de transición, un umbral entre lo corpóreo y lo onírico, su propia naturaleza desdibuja los contornos y difumina los límites creando la sensación de estar frente a lo desconocido. Como metáfora, parece representar un lugar intermedio donde el cuerpo pierde su rigidez material y se aproxima a lo intangible. El cuerpo físico se diluye entre las luces y el objeto escenográfico, simulando un estado de ensoñación que invita al espectador a imaginar, interpretar y sentir más allá de lo visible.

Cabe mencionar que a lo largo del recorrido geocorporal, el diseño sonoro acompaña de manera impecable a la narrativa, generando una atmósfera totalmente inmersiva. La fusión entre las artes escénicas, visuales y sonoras tradujeron no solo el imaginario mistraliano en una experiencia sensorial sino que reflexiona sobre el cuerpo-territorio ¿cómo habitamos nuestros cuerpos y, por ende, el planeta? Las escenas geocorporales nos invitan a un viaje hacia lo desconocido, un espacio donde el detalle a la sutiliza, lo corpóreo y lo orgánico dialogan con total armonía.

El concepto de “geocorporal” es profundamente interesante, ya que rompe con las barreras entre lo humano y lo natural. A partir de esta premisa, la obra se pregunta por nuestro ser en el mundo: no somos seres que simplemente habitan un territorio, sino que estamos inmersos y somos parte de una gran red de paisajes, climas y cuerpos. La danza, la puesta en escena, la música y toda aquella disciplina utilizada en el montaje representa la fusión entre lo geográfico y lo corporal, por lo que el público no solo observa, sino que también, siente, percibe desde su propio cuerpo el vínculo con el mundo natural, reconfigurando la noción de cuerpo como algo estático y limitado espacialmente. Sugiriendo una experiencia más orgánica y expansiva: no solo habitamos el lugar sino que este también nos habita.

Tu caminas sin parar y yo me pierdo cosas vivas es más que un título, encapsula la esencia poética de la obra. La puesta en escena nos recuerda que, mientras avanzamos sin pausa en el devenir de la vida, muchas veces perdemos de vista lo esencial: la conexión con nuestro propio cuerpo y el entorno que habitamos. La obra invita al espectador a detenerse, a respirar y a contemplar, revelando la belleza que se encuentra tanto en el movimiento como en la quietud.

Ficha Técnica

Título: Tú caminas sin parar y yo me pierdo cosas vivas

País: Chile

Dirección: Camila Cannobbio y Daniela López Peña

Creación e Interpretación: Álvaro Pizarro, Ignacia Agüero, Tomás Riveros, Dian C. Carvajal, Nibaldo Manríquez

Diseño Integral: Manuela Mege

Diseño Sonoro: Andrea Gana (Yadak)

Diseño Multimedia: Matías Carvajal

Asistencia Diseño Sonoro: Laura Vila

Asistencia Multimedia: Renata Araya

Asistencia escénica: Ayleen López

Asesoría Teórica: Pablo Chiuminatto y Cristian Foerster

Confección de Vestuario: Paloma Avedaño

Voz en off: Anita Reeves

Prensa: Claudia Palominos

Obra realizada con el apoyo de la Escuela de Teatro y de la Dirección de Artes y Cultura, Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Duración: 60min

Edad: +12 años

La obra presenta oscuridad total por largo tiempo. Humo y/o polvo en suspensión y poco lenguaje verbal.

Hasta el 22 de Diciembre 2024

En Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM)

 

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