Crítica de teatro “Un monólogo singular’’: Un diálogo interno nostálgico y poético

Por Vanessa Vidal Durán

Un monólogo singular, tal cual dicta su nombre, es un monólogo protagonizado por Carlos Felipe Montero. El hombre mayor se encuentra con dilemas internos, dirigidos por su lado optimista y su lado pesimista, que luego se intercambian. Vive solo en su departamento y ha tenido una fuerte discusión con su pareja, lo que le aqueja bastante.

El intérprete recorre diversas pugnas internas. Transita por diversos estados emocionales, mentales y recuerdos, donde sus memorias y la nostalgia también participan. Diversas historias, la poesía, el amor en todas sus formas, el futuro, el pasado, el miedo, su pareja, la muerte, son parte de los temas que trabaja Cristian Montero -hermano menor del actor-, dramaturgo de la obra, de forma poética, compleja, íntegra, que cala hondo si empatizamos tanto con el relato como con quien está sobre el escenario, ya que su profundidad es capaz de calar hondo debido al contenido y su construcción.

Carlos Felipe habita el espacio haciéndolo suyo. Cambia de lado para dar cuenta de «quién» o qué parte de él está hablando. También, hace uso de una cómoda silla de madera al medio del escenario, acción que suele marcar cambios de grandes temas, tiempos, acompañado de música hecha original para la obra, o canciones que todos conocemos, jamás abandonando la simpleza musical ni el tinte de la nostalgia. Junto a la iluminación, que envuelve el escenario con colores azules, verdes, morados. De esta forma que reúne tanto acción, música e iluminación, claramente distinguimos los distintos bloques que el hermano menor Montero escribió.

Cabe destacar que el montaje tuvo un prólogo musical, algo que personalmente nunca había visto como tal, lo que denotó autenticidad y sorpresa. Nicolás Montero es el encargado de tocar la guitarra y cantarnos antes de que comenzara la función. Un muy bello detalle por parte de la producción, que no se escapó para nada del contexto de la obra, por el contrario, muy ad hoc y grato a los sentidos.

Pocos pero justos, apropiados y suficientes elementos fueron parte de la decoración. Una gran planta, la guitarra que dejó Nicolás al finalizar su interpretación musical, la silla del protagonista, una pequeña mesa con un tablero de ajedrez, otra con un par de libros, una silla vacía, una alfombra, hojas otoñales que son usadas en un momento específico. Todo da cuenta de la personalidad del único y principal personaje en cuestión. Único físicamente, ya que podríamos decir perfectamente, si así se quiere, que sus dos versiones también se constituyen como partes diversas en este encuentro íntimo e interno. Aquellos elementos no requerían de más. Nos es suficiente para develar y complementar a nuestro personaje en cuestión.

Un monólogo singular es una proeza. El texto es largo, lleno de diálogos, con un nivel poético e incluso existencial, que salen de la boca de Carlos Felipe sin esfuerzo alguno. Quizá, el hecho de que son ambos hermanos artistas confluyen en este gran trabajo, junto a un gran compromiso.

Finalizada la obra, tanto actor como dramaturgo se suben al escenario a contarnos algunas anécdotas de este monólogo. Hay dos que se quedan conmigo. La primera es que ambos se pusieron de acuerdo en escribir el texto. Sin embargo, cuando Cristian -dramaturgo- le envía las páginas que llevaba escritas a su hermano Carlos Felipe -actor-, este último, a pesar de haber haber liderado once obras, dijo que no iba a escribir ya que el nivel de complejidad en la escritura de su hermano era algo que no podía equiparar, más se comprometió con actuar, cuestión que agradecemos. Lo segundo, es que Cristian confesó que fue un texto bastante espontáneo, donde todo fluyó ¡a pesar de su increíble complejidad!

Ficha técnica

Título: Un monólogo singular

Dramaturgia: Cristian Montero

Actuación: Carlos Felipe Montero

Coordenadas

Teatro Finis Terrae

Pedro de Valdivia 1509

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