Por Carla Oriely
Existen muchos estudios que avalan la complejidad que existe al querer transformar el dolor en crecimiento personal. No es fácil, nunca lo ha sido, muchas veces se corre el riesgo de quedar estancado o estancada en el camino, corriendo el riesgo de padecer trastorno y locura e incluso el de querer acabar con la propia vida. Pero también, las veces en que sí se logra, suele ser de gran reconforto y muchas veces, está acompañado de gran impacto, el cual puede cambiar paradigmas y causar gran revuelo.
Es esto precisamente lo que ocurre con Una Mujer Llena de Vicios, el montaje chileno dirigido por Alexandra von Hummel, y protagonizado por las magistrales actrices Antonia Zegers y Patricia Rivadeneira, está inspirado en el libro Teoría King Kong de la cineasta y ensayista francesa Virginie Despentes. En este, se explora con brutalidad ciertos sucesos vivenciados por su autora. La obra, que causó gran revuelo por las reflexiones y manifestaciones escritas, se hizo de gran fama al mostrar “sin tapujos”, la realidad que muchas veces, se ha visto enmascarada por una sociedad construida bajo los cimientos históricamente patriarcales, que se han heredado de generación en generación.
Es por esto por lo que tal vez, al comenzar la obra, se ciega con fuertes luces intermitentes a los espectadores quienes esperan con ansias la aparición en escena de los personajes, dos mujeres vestidas de traje blanco estilo “Coco Chanel”. No es casualidad que se haya escogido estos trajes para aparecer en escena, la cual se rige por un estilo minimalista y continuo, pues fue precisamente Coco Chanel la diseñadora que otorgó de cierta libertad en el vestir a las mujeres de la era post guerra mundial, las cuales, presas de la construcción de corsetería que dominaban esos tiempos.
La obra hace uso de la ironía para desenmascarar tópicos relevantes y polémicos, esta cualidad la hace ser fresca en grandes proporciones y suple el hecho de no tener una línea narrativa estructurada que la haga ser más comprensible al ojo de lo corriente, goza de una dramaturgia atrevida que expone conversaciones internas, esas conversaciones que todos tenemos y que muchas veces por recato o prudencia solo guardamos en lo más profundo de la conciencia pero que, muchas veces, desearíamos que escucharan otros.
La contraposición de perspectiva de ambas mujeres en escena es brillante y creativamente inteligente, porque buscando respuesta en extremos es cuando se llega a la verdadera reflexión que se propone. Culminando esta herramienta con el relato dramatizado del suceso que inspiró el impulso artístico del libro y, por ende, la identidad de su autora, su violación.
Es este acto, tan brutal como todo lo que se refleja en Una mujer Llena de Vicios, lo que mueve a las interpretaciones y hacen que se justifiquen ciertas conclusiones, tales como, por ejemplo, ver la prostitución ejercida como símbolo de libertad y venganza. Pero también como una afición con la cual, inconscientemente, el personaje de Patricia Rivadeneira se siente protegida, es bajo esta coraza que le brinda el trabajo sexual donde ella esconde sus emociones, aplacando así, con la repetición de un acto, el gran dolor que la consume por dentro, el dolor de haber sido usada por los hombres.
Es así como la emoción negativa se convierte en un yugo, el cual consigue doblegar las consecuencias adversas producidas y se busca con ello, el manifiesto que desafía las estructuras pre-establecidas en la sociedad para con la mujer. Logrando la des-construcción del rol de aquella dentro de una dominación masculina. La obra evoca sensaciones incómodas pero ciertas, teniendo éxito en su cometido, puesto que tras eso consigue hacer pensar desde la profundidad de la conciencia.
En su libro Sanar el Trauma, el psicoterapeuta Peter A. Levine argumenta que lo que se define como trauma es el hecho de “estar condenado a repeticiones interminables de experiencias insoportables” éstas buscarán salir de cualquier modo a como dé lugar. Es por eso que él propone la terapia para nivelar y guiar en el proceso de sanación. Pero también es pionero en proponer ciertas explicaciones. Primero, “el trauma no solo se almacena en la mente”, acuñando la denominada “experiencia somática” la cual se refiere a cómo el cuerpo reacciona y cómo librar el trauma mediante el trabajo corporal; segundo, “hay un gran poder en la imaginación activa”, que es la forma en la que la mente consciente e inconsciente se encuentran mediante diálogos abiertos que permiten indagar en lecciones curativas; y tercero, “la gente sanada sana a la gente”, este es un impacto que conlleva el encuentro de un otro que haya vivido el mismo viaje de sanación por lo que sirve de ejemplo al conocer la experiencia.
Ahora, si tomamos estos tres argumentos, se puede decir que están muy graficados en Una mujer llena de vicios, el hecho de que existan dos mujeres que dialogan entre sí nos representan esa mente consciente que conversa con la inconsciencia, para llegar a un estado de enfoque en el que se expone la idea de la experiencia somática albergada en el órgano reproductor femenino para liberar el padecimiento emocional, cayendo en la prostitución, siendo muy coherente con la adversidad que la autora de Teoría King Kong propone en su libro, definiéndolo en algo más animal, y sin sexo, “lo híbrido antes del binario” y, finalmente, comprender que ese proceso de sanación que ofrece la escritura y de la cual se hace homenaje mediante la interpretación escénica, es una forma de sanarse a sí misma y a un otro, como pueden ser, por ejemplo, a los lectores y a los espectadores respectivos.
Resulta muy curioso que existan estas coincidencias entre lo que plantea Peter A Levine y lo que resulta del caos de Virginie Despentes. Nunca sabremos si la autora hizo su proceso literario basándose en estos conceptos, o si Manuela Oyarzún, la encargada de adaptarlo a un montaje teatral chileno también lo ha pensado así, pero lo que sí sabemos, es que a pesar de que tal vez no exista intencionalidad, existe el triunfo de mostrar algo que es invisible.
Ficha técnica
Título: Una mujer llena de vicios
Duración: 120 min
País: Chile
Dirección: Alexandra von Hummel
Dramaturgia: Manuela Oyarzún Grau
Adaptación de: Teoría King Kong de Virginie Despentes
Elenco: Patricia Rivadeneira, Antonia Zegers y Francisco Silva Aguayo
Diseño de iluminación: Julio Escobar
Diseño de sonido: Antonio Blondel
Diseño de vestuario: Francisco Silva
Producción ejecutiva: Patricia Rivadeneira
Uso de luces estroboscópicas y destellantes
+14 años
Coordenadas
Funciones desde el 14 al 23 de noviembre, de jueves a sábado 20hrs.
Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), Santiago