Crítica de Teatro
fascinante inutilidad del teatro
Por Jorge Letelier
Seis actores se han encerrado en un búnker en un lugar al fin del mundo que sospechosamente se parece a Chile. Afuera, el mundo sigue su curso de autodestrucción y ellos se han arrogado la misión de cambiar a la sociedad a través del teatro. Han pasado cuatro años de encierro y uno de ellos ha muerto, pero siguen buscando el tema que le dará forma y arte a su revolución.
“¿Y si traemos niños africanos desnutridos para ejemplificar el hambre en el mundo?”, propone uno y es seguido entusiastamente. “Verosimilitud” gritan a coro y el impulso de compromiso social comienza a tomar forma. Cuando se estrenó, en 2010, y en sus sucesivas temporadas (que incluyeron Santiago a Mil el 2012 y el Festival de Teatro Joven de Las Condes que ganaron en 2011), “Tratando de hacer una obra que cambie el mundo”, de la compañía La Re-Sentida,mostró el vigor y exquisito poder de subversión de una agrupación que a través de la ironía feroz daba vuelta las estructuras idealistas del arte como motor de cambio en la sociedad, un tópico siempre acariciado en el teatro.

Con sus siguientes montajes, “La imaginación del futuro” (2013) y “La dictadura de lo cool” (2016), profundizaron la idea del arte escénico como un laboratorio de ensayo de los límites del teatro político enfrentado a sus propias dicotomías como espectáculo y discurso. Obras disparejas con momentos brillantes y otros excesivos y onanistas, han tenido la virtud de desacralizar la historia reciente (y la figura de Allende, algo no menor) combinando el delirio y el rigor brechtiano del distanciamiento crítico del espectador para generar reflexión.
Pero es sin duda con “Tratando de hacer una obra que cambie el mundo” donde la furia iconoclasta del director Marco Layera logra mejor equilibrio entre discurso y tono, a través de una mirada sobre el fin de las ideologías como discurso artístico y la energía utópica del teatro más político. Este grupo de actores discute, pelean por el sentido de su reclusión e interpelan al público de manera provocadora, mientras van exponiendo en tono de comedia absurda los alcances y limitaciones históricas del teatro político.

Por sobre todo, La Re-Sentida parece decir que los discursos vacíos en el arte y la política se han impuesto. La crítica feroz al cliché y lugar común del teatro político y la falsa ilusión progresista del artista comprometido ha tocado fondo y ellos, como compañía sensible al devenir de los tiempos, están listos para recoger sus ruinas. Pero a su vez, toman el relevo de la generación del 2000, la que enarboló la reivindicación política del pasado y la lucha revolucionaria en tiempos desideologizados, sin causas concretas y reclamando cambios desde la zona de confort. Esa contradicción vital el colectivo la asume también como suya, reflexionando en torno al (verdadero) rol del artista y el sentido de la profesión, aún a costa de ridiculizarse ellos mismos.
A nivel de puesta en escena, en esta breve temporada en Matucana 100 el espacio amplio de su escenario principal no parece ayudar a generar el clima más claustrofóbico que el material parece requerir y que se plasma en ese enorme muro de papeles pegados a modo de apuntes, todo un acierto estético que acentúa el tono delirante del grupo de actores que siempre oscila entre el delirio esperpéntico y la comicidad absurda.
Una de las compañías más genuinamente originales del teatro nacional, La Re-Sentidaha construido un corpus de obras provocadoras y progresivamente más delirantes, que han hecho del exceso un gesto político y de la provocación una poética personalísima.
Tratando de hacer una obra que cambie el mundo
Dirección: Marco Layera
Dramaturgia: La Re-sentida
Producción: Nicolás Herrera
Elenco: Benjamín Westfall, Carolina Palacios, Nicolás Herrera, Pedro Muñoz, Eduardo Herrera
Diseño Integral: Pablo de la Fuente
Diseño de Vestuario: Carola Sandoval
Matucana 100, Teatro principal, hasta el 10 de septiembre
Jueves a sábado 20:30, domingo 19:30
General: $3.000