Por Nicolás Poblete Pardo
Figuras desconocidas, casi anónimas, aunque decisivas para resoluciones políticas que marcarán la historia del siglo XX, hacen de un necesario trabajo de exhumación. Para el público general quizás el nombre de Marcus Diamant no resuena tanto como el de Adolf Eichmann, pero fue el primero quien identificó al macabro autor de La solución final en una foto. Después de muchos intentos, Diamant, a través de la amante de Eichmann, a la cual conquista, consigue su objetivo: “Su relación terminaría de súbito en 1955, cuando el ”agente Romeo” aprovechó que María había salido de casa y descubrió por fin un álbum con una fotografía tomada a Adolf Eichmann en 1937”. A continuación, Eichmann será juzgado en Jerusalén, “y en ese juicio aparecería por primera vez el nombre de Manuel Antonio Muñoz Borrero”, en lo que será “el juicio más importante del siglo XX”.
Buscando a María Edwards, de María Angélica Puga, La desaparición de Josef Mengele, de Olivier Guez, o La otra mitad de mí, de Affinity Konar (donde también se toma la figura del abyecto ángel de la muerte, en su faceta de doctor perversamente fascinado por el estudio de los gemelos) son algunas novelas que vienen a la mente a la hora de pensar en narraciones que hacen este cruce entre ficción, memoria y biografía. Ahora que cae la niebla se transforma en un homenaje que rescata de los archivos de la historia el rol de Manuel Antonio Muñoz Borrero, cónsul de Ecuador en Estocolmo en los decisivos años de la segunda guerra mundial. Gracias a él, cientos de judíos fueron salvados de los campos de concentración.
En el recuento que hace el ecuatoriano Vela (Todo ese ayer, Náufragos en tierra) en su última novela, también vemos las maniobras históricas para manipular hechos; la representación moldeada y distorsionada de la historia en manos mediáticas: “Recuerdo claramente que las fotografías que aparecían esos días en la prensa inglesa o francesa mostraban las atroces imágenes de los campos soviéticos sembrados de cadáveres, decenas de pequeñas aldeas rurales arrasadas por el monstruo alemán y hordas de judíos intentando escapar[…] En Suecia, en cambio, todo lo que se destacaba […] eran los desplazamientos ofensivos del ejército alemán con sus enormes tanques y una fuerza aérea indestructible que penetraba la extensa frontera soviética a paso de vencedores”.
Otra crítica se dirige hacia la institución de la Iglesia, ya habiendo instalado a su protagonista en la juntura ficción-archivo. La voz en primera persona toma forma en la figura del cónsul, y así vocaliza sus introspecciones, incluso su postura religiosa: “A pesar de que mi fe continúa inquebrantable, también me pregunto lo mismo: ¿dónde estuvo Dios mientras los nazis asesinaban millones de judíos?”. Se habla de “otros diplomáticos que hacían negocio aprovechándose de la desesperación de los judíos”, para citar el poema de Herman Hesse del que sale el título de la novela. El título es antecedido por la frase “cuando la vida era clara todavía”. Y esta claridad es moral. El cónsul dice sentirse avergonzado por la actitud de la iglesia en el tema judío: “Todas las sospechas de la ruta de escape de los nazis más importantes recaían en términos generales sobre el Vaticano, que tenía como papa a Pío XII, y que contaba entre sus filas con otro ferviente seguidor del fascismo alemán, el obispo Alois Hudal”.
Ahora que cae la niebla es una novela que nos recuerda que las voces minoritarias, ocultadas o perdidas sí tienen un espacio en el que es posible ver un vínculo entre literatura y salvación. “La ficción que ha invadido estas páginas, indispensable para reconstruir una vida que de lo contrario se habría diluido en el tiempo, es producto del atrevimiento personal de su autor”, afirma Vela en su epílogo.
Título: Ahora que cae la niebla
Autor: Óscar Vela
Editorial: Alfaguara
Año: 2019
Páginas: 251