Por Joaquín Pinto Godoy
En ocasiones el diagnóstico o la lectura de nuestra vivencia contemporánea suele encriptarse bajo terminologías inabordables que, amparadas bajo el silencio erudito de la institucionalidad universitaria, difícilmente logran trastocar los discursos populares. Entre medio de ambos mundos, Juan Pablo Sutherland, con su libro Grindermanías. Del ligue urbano al sexo virtual, se posiciona como un agente que entra y sale de la academia y el activismo cultural de la comunidad LGTBIQ+. A través de la narrativa, el intelectualismo del ensayo se modera para contener en el libro la presentación de un relato crítico y comprensible. En este se narran las transformaciones de las prácticas sexuales gays, desde el cruising, callejear en busca de sexo anónimo en plazas, baños, cines, etc., hasta la irrupción de Grindr, una aplicación de citas entre hombres con geolocalización inmediata y una vitrina de posibles amantes por una noche. Todo visto desde la biografía del autor.
De ensayo, podemos encontrar a lo largo del libro, junto con el análisis de Sutherland, una genealogía histórica de la cultura LGTBIQ+ y de los movimientos de liberación sexual. Además, entrega referencias bibliográficas de investigación y literarias que abordan el pasado del cruising y la actualidad de Grindr. En cuanto a narrativa, la genealogía y la investigación se transforman en una revisión de la propia experiencia y un relato directo de sus vivencias sexuales. Conocemos de un Sutherland adolescente con el bello relato de un primer encuentro en la playa, las revistas y películas pornográficas que despertaban su deseo juvenil, el ligue callejero ya más de grande, breves amoríos en un baño público y las citas a través de la app; en fin, conocemos el deseo de un sujeto que atraviesa del mundo análogo al virtual.
La conjugación de estas dos aristas, ensayística y literaria, de cierto modo, hacen del libro un libro pop. Las frases introductorias de Grindermanías –“elige una foto / elige un rol / elige un cuerpo / elige una pose / elige tus gustos / elige vivir”– recuerdan a la película Trainspotting. Lo que es suficiente para comprender que la intromisión a Grindr genera un efecto adictivo y consumista a la hora desenvolvernos sexualmente. Destaca la historia de Sutherland quien, junto con su amante R, viven noches descarnadas y de extensas jornadas sexuales, gracias a la ayuda de un cóctel de sustancias que les entregan un placer nunca antes experimentado. En estas jornadas de sexo químico, el autor da cuenta de la manía y la dinámica que opera en la selección de quien los acompaña cada noche. Con cierto pragmatismo, frío y algo cruel, se aplica un test al tamaño de los genitales, gustos, apariencia y rol de la persona que cumpliría la ficción homoerótica que le imprimen ambos personajes. Comprende que hay un guion preestablecido para los usuarios, del cual él admite ser carroñero, y donde el otro es un prototipo más para satisfacer el deseo propio. Tanto Grindr como R, en Sutherland, son un lugar para perderse. “Propone un sexo que lleva al límite mis capacidades, sexo intenso y durante horas que se extienden o superan las fronteras de un tiempo sin límites. No solo por los tipos que me ha lanzado para tirármelos en jornadas delirantes, yo sé, entré en su juego y estoy perdido”.
Por otra parte, las reflexiones expuestas en el libro son apuntes para evaluar algunos aspectos del estado del deseo en la época digital. La vieja experiencia del cruising, el flaneurismo o el bagaje sexual urbano se posiciona como una práctica de resistencia al filo de lo público y la vigilancia dictatorial (heteronormativa). Una comunidad política y cultural en toda regla, abre otros espacios para vivir el goce amoroso y compartir códigos y sitios ideales que conforman la cartografía libidinal de la ciudad. En contraste, la digitalidad traslada los flujos del deseo hacia un mapa virtual en el que se propone un juego aurático de distancia y proximidad. Con ello el flirteo Lemebeliano ya no se aventura en “el cerro Santa Lucía de La esquina es mi corazón”, sino que desde nuestra cama sabemos a cuántos metros se encuentra otro cuerpo para elegir.
Sutherland explica que es otra la economía sexual que ha llegado con Grindr. A modo de menú, seleccionamos lo mejor que dispone la carta y se ejecuta la transacción de nuestras fantasías y fetiches, así como también la realización del yo que se valora en la vitrina de Grindr, según la ficción a la que adscribimos “¿Qué foto pondremos en Grindr, en Tinder? ¿Qué música diremos que nos gusta? ¿Cómo narro donde fuimos de vacaciones?” Pero en esta ficción hay una modulación que se antepone a la libertad y la exploración sexual a través de las etiquetas (pasivo, activo, inter, versátil, moderno, varonil, etc) y la dictadura de la selfie. Las fotos que intercambiamos son la perfomatividad de nuestra propia imagen como un modo de autoproducción de plusvalía; lo necesario es el diseño de sí para entrar en esa nueva economía.
Resulta interesante que el autor identifique un grado cero de la sexualidad en Grindr, puesto que, con el pragmatismo de la aplicación, se abandonan las ideologías de las revoluciones sexuales de finales del siglo XX. Hay una falta total del discurso amoroso, pero habría que hacerse la pregunta si tiene cabida en la app. Reintroducirlo, en el lugar que sea, pudiera ser una apuesta política, pero no para realizar una vuelta hacia el amor romántico y afirmar el “lazo amoroso de unión (…) solicitado o permitido desde el Estado a las comunidades LGTBIQ+”. Más bien habría darle el peso que merecen y relevar los nuevos relatos afectivos y sexuales que hoy transforman lo que entendemos por hetero, homo o bisexualidad y poli o monogamia.
La multiplicidad de espacios que puede llegar a cubrir Sutherland con Grindermanías es un primer valor que podemos destacar. De todas formas, habrá que prevenir que el autor no rehúye de su formación académica, por lo que rondan nociones y conceptos que pudieran requerir cierto bagaje. Pero su discurso es teórico y politizable al mismo tiempo, en el sentido de una crónica crítica respecto de Grindr y las dinámicas de la aplicación que permean nuestro modo de vivir la sexualidad, particularmente, la homosexualidad.
Sin duda es un libro bastante sugerente, porque hay un interés político al preguntarse por la transformación de las prácticas sexuales, es decir, la pregunta del deseo como una forma de sociabilidad. Son varios los puntos que pudieran interesar, por eso el libro es un material rico que, con una placentera y fluida escritura, abre la discusión para futuros análisis teórico-políticos, conversaciones entre amistades y planteamientos personales de sus lectores en torno a la sexualidad permeada por las plataformas digitales. No hay sentencias concluyentes, ni moralismos, su fin se encuentra en registrar y vislumbrar resistencias a las representaciones hegemónicas de las nuevas subjetividades y deseos que se conciben en el mundo virtual.
Ficha Técnica
Titulo: «Grindermanías. Del Ligue urbano al sexo virtual»
Autor: Juan Pablo Sutherlan
Editorial: Alquimia Ediciones
Materia: Literatura chilena
ISBN: 978-956-9974-89-2