Crítica literaria “Indigno de ser humano”: La comedia de un enfant terrible

Por Joaquín Pinto Godoy

L’enfant terrible es una figura que provocó un corte temático en la literatura occidental, e incluso más, tanto para sus autores/as como para sus personajes. De un modo u otro, así también debió calar hondo en la literatura de oriente. En nuestro caso, no solo la historia de Indigno de ser humano será la de un antihéroe desdichado, sino también la vida de su autor, será la de un enfant terrible que se dirigió hacia su autodestrucción. Las similitudes son tremendas, en algún sentido, y asumimos que la vida trágica de Dazai fue material para la escritura cómica de su último libro publicado, en el mismo año de su suicidio. Adictos al alcohol y a la heroína, intentos de suicidio junto a sus amantes y su participación en el partido comunista, son algunas de las cosas que comparten el personaje, Yōzō Ōba, y el autor, Osamu Dazai, de Indigno de ser humano.

Ambos sujetos, ambas subjetividades ¿Qué expresan de la occidentalización del Japón moderno? ¿Qué de la subjetividad de Yōzō es una expresión oriental, otra occidental y una como la mezcla de ambos? En principio cabe afirmar que las preguntas mismas son tendenciosas, pero vale plantearlas de todas formas para problematizar el porqué de nuestra atracción por la cultura japonesa, qué de nuestro consumo cultural es una “orientalización” de oriente. Dicho eso, sin querer dar con una respuesta, es reconocible en la novela primos literarios, como El guardián entre el centeno de Sallinger, que nos vuelven contemporáneos a las aflicciones de Yōzō.

Indigno de ser humano consta de tres cuadernos, tres fotografías introducidas en el prólogo del libro por un narrador desconocido quien, al final en el epílogo, luego de pasar por los tres diarios de Yōzō, vuelve a aparecer como un escritor que recibe este material. En estos Yōzō Ōba cuenta su vida de vergüenza e infelicidad que, al no comprender al ser humano, se ve imposibilitado de relacionarse con ellos convirtiéndose en una bestia indigna de ser uno. La lectura de la vida de este loco, dirá el escritor, lo embulle sin despegar un ojo hasta terminar los diarios y así también puede ocurrirle a sus lectores.

En el prólogo del libro el primer narrador levanta un aire de sospecha frente al sujeto que observa en las tres fotografías. En la primera, un niño que sonríe en una foto familiar rodeado por sus hermanas. Su sonrisa produce un aire siniestro que, artificiosa y bien pensada, da cuenta que detrás de esa máscara no hay nada, no hay nadie. En la segunda foto, un joven extraordinariamente apuesto le causa la misma impresión de extrañeza. “No daba la impresión de tratarse de un ser vivo (…) Le faltaba peso en la sangre, la aspereza de la vida. Era una simple hoja de papel blanco con una sonrisa por completo artificial”. Y, por último, en la tercera foto queda claro el problema del asunto. Con la decrepitud del rostro de Yōzō, sin los engaños de las fotos anteriores, este asusta por la imposibilidad de recordarlo. La inexpresividad de su mirada, sus ojos, nariz y cejas, no producen ninguna impresión y fácilmente su rostro desaparece de la memoria. Casi como un fantasma, Yōzō incomoda por parecer un muerto en vida.

La novela cuenta con estos dos puntos de vista que se pierden mientras la focalización va concentrándose en Yōzō. No obstante, la narración termina por abrirse con una tercera voz a través del diálogo entre la dueña del bar Kyobashi, que cuidó de Yozo más adulto, y el escritor. Este diálogo tendrá un revés para la focalización de la novela, al poner en duda el punto de vista de toda la historia. Así, Dazai establece un juego literario que es interesante para la novela moderna, con la idea de que, de cierta forma, nos anteponemos a un punto de vista sesgado.

Luego del breve prólogo, Yōzō pasa a ser el narrador de sus propias penurias. Los cuadernos que lee el escritor y que también leemos nosotros, son los diarios que Yōzō escribe observando su pasado. Crece como un niño de provincias que, siendo consciente del terror que le causan las personas, cree necesitar fingir siempre frente al resto. Decide convertirse en el payaso de la clase y así el futuro payaso de su propia vida, tal como su personaje de manga El atolondrado Pin. Posteriormente, con su paso a la ciudad dedica su tiempo para estudiar pintura. En Tokio, el inocente y asustado Yōzō, es influenciado por el personaje bohemio, Horiki, quien lo acerca al alcohol, al tabaco y a las prostitutas. En este mundo vemos que Yōzō deja de fingir en todo momento, para aliviarse en la embriaguez que lo llevará a un hundirse cada vez más.

Mantenido por todas las mujeres que alguna vez le amaron, Yōzō cuenta el camino con el que se dirige hacia su autodestrucción. Ahora, más que detenernos en el infierno que nos cuenta Yōzō, habría que pensar el libro desde el juego que el mismo Yōzō inventó con Horiki mientras pasaban su tarde bebiendo shotchu. Adivinar nombres cómicos o trágicos, “basado en la idea de que, al mismo tiempo que los nombres se dividían en masculinos, femeninos y neutros, también se podían clasificar en trágicos o cómicos”. Indigno de ser humano, sin duda, se aproxima más al nombre de una comedia que de una tragedia. A diferencia de un Edipo, Yōzō sabe del destino trágico que su amigo de la infancia, Takeichi, le predijo: se convertirá en un pintor famoso y las mujeres se enamorarán de él. De este modo, no habrá otro camino para Yōzō que seguir el espíritu de una decadencia absurda, pues solo él hará de su desgracia la razón de una burla. “Lo que estaba escrito pertenecía al pasado, pero estaba seguro de que resultaría interesante para las personas de ahora”, explicará el escritor. Una explicación que también pudiera ser la apuesta de Abducción Editorial por traernos esta traducción de Ningen Shikakku.

FICHA TÉCNICA

Título: Indigno de ser humano

País: Japón

Autor: Osamu Dazai

Género: Novela

Editorial: Abducción

Páginas: 171

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *