Por Eduardo Taylor
La actual crisis institucional y la pandemia del COVID-19 son solo síntomas de un problema mucho más profundo. La civilización industrial ha creado un tipo de ser humano caracterizado por una monotonía mecánica desprovista de todo agrado, una estrechez que se vuelve cada vez más insoportable. Una rutina kafkiana donde no se vive realmente.
En el último libro de Gastón Soublette Manifiesto: peligros y oportunidades de la mega crisis se analiza a este tipo de ser humano y como su mentalidad utilitaria, incapaz de poner hincapié en su naturaleza espiritual, vendría a corromper el orden natural de las cosas, poniendo en peligro la vida en el planeta y su propia existencia.
Este tipo de hombre ha venido desarrollándose hace dos siglos en la actual sociedad industrial. Pero sus cimientos están en el siglo XVII, fue Francis Bacon quien dijo que el hombre es incapaz de alcanzar la verdad, que todas las verdades están en la biblia, por lo tanto, éste debe dedicarse a las artes útiles como el comercio.
Esto fue reforzado con la creencia calvinista de que Dios estaba de nuestra parte si nos iba bien en el mundo de los negocios. Lo que devino en una concepción individualista de la sociedad. Ésta estaría formada por individuos, no por comunidades, ni familias. En consecuencia, la actitud que facilita la riqueza es la autorreferente, pues como dijo Adán Smith la solidaridad no es rentable.
Este modelo de civilización terminó imponiéndose en todo el mundo. Su versión actualizada es la Escuela de Chicago, cuyo mentor es el economista Milton Friedman. Sus principios son la autorregulación del mercado, la libre circulación de capitales y el rechazo a todo ente que coarte la libertad individual en la gestión económica.
Según Gastón Soublette esta mentalidad introdujo el mito del progreso en nuestras sociedades. En nombre del progreso y la maximización de las riquezas se destruyen delicados ecosistemas, se declaran zonas de sacrificio, se les ofrecen en bandeja de plata todas nuestras riquezas naturales a capitales extranjeros que no pagan ningún impuesto.
El autor manifiesta que la mayor parte de la población mundial hacinada en sus complejos urbanos no percibe que sus formas de pensamientos fueron impuestas por este modelo de ser humano. Así, viven en función del mundo externo en vez de mirarse a sí mismos como seres trascendentales. Lo que fortalece la competencia, dejando de lado el desarrollo espiritual de las personas.
La urbe urbana se habría convertido en un espacio artificial, de imágenes, programas de televisión, likes y selfis para que los seres humanos se olviden del sentido de la vida y se concentren en los principios de la sociedad industrial. Un tipo de humano cada vez menos humano, que por padecer una degradación interior es inducido al deseo de ser opulento y poderoso. No es de extrañar que los actuales líderes mundiales tengan una visión del mundo mucho más superficial del ser humano que sus súbditos, pues por algo son sus líderes.
Ver los fenómenos solo desde un punto de vista es bestial. Bestial al igual que los cíclopes, que solo tienen un ojo, dice el autor. Estos últimos 200 años sólo hemos visto al ser humano desde un punto de vista utilitario. “En este sentido las estadísticas son elocuentes”, señala Soublette: “15 millones de muertos en la Primera Guerra Mundial, 66 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial. 40 millones en la Revolución China, 20 millones de muertos en la Revolución Rusa y el gobierno de José Stalin, 26 millones por inanición en la India Británica por especulación en el precio de los alimentos, 10 millones en el proceso de constitución de la República libre del Congo, 6 millones de judíos en los campos de exterminio nazi, 4 millones en la guerra de Vietnam, y así la suma sigue y sigue”.
El autor, al final del texto, cita el Libro Rojo de Carl Gustav Jung, donde sostiene que la humanidad padece un problema psicológico grave: “Pretender impulsar a la humanidad hasta la altura del sol resplandeciente (al igual que el mito de Ícaro) en un ascenso interminable requiere una virtud mayor, esa que nosotros no poseemos (…) la impotencia nos superará y exigirá su parte en nuestra vida”.
El mito del progreso hizo que la civilización se creyera Ícaro, pero ahora nuestra impotencia está cobrando su parte, el efecto invernadero, el COVID-19, la crisis institucional no solo en Chile, sino en Estados Unidos, China, Francia, Bolivia son sólo algunos ejemplos de que esta manera de concebir al ser humano no responde nuestras necesidades afectivas, sociales y económicas.
Para Soublette se hace necesario un cambio de paradigma, no solo cambiar las piezas del tablero de ajedrez, sino cambiar el tablero. Para poder tener otro modelo de ser humano se requiere una cultura alternativa. Es decir, salir del modelo que se ha venido imponiendo desde el siglo XVII y estar abiertos a otras formas de organización social centradas en: “desarrollar la potencialidad interior del ser humano, realizando su esencia espiritual y asumiendo su unión con todas las formas de vida, en un compromiso de responsabilidad y espíritu de cooperación” dice el autor citando a uno de los principios del Congreso Plenario de la Cultura Alternativa realizada en Toronto el año 1983.
“Todavía es tiempo de reflexionar, creen algunos, para enfrentar lo que se viene con una buena conciencia que nos proteja y nos libre de los peligros de una crisis que ya todo lo abarca. Como dije el refrán popular, todavía es tiempo de que abras tu ojo si no quieres que te lo abran”, finaliza Gastón Soublette.
Título: Manifiesto: peligros y oportunidades de la mega crisis
Autor: Gastón Soublette
Año de publicación: 2020
Páginas: 80
Editorial: Ediciones UC