Crítica Literaria “Roma soy yo”: La historia como narcótico

Por César Farah

El género de la novela histórica es particularmente complejo, puesto que conjuga diversos elementos de, diría yo, alta complejidad: historia general, vida cotidiana, composición, narración, etc. De este modo, lograr un trabajo acabado en este estilo no es sencillo y, más allá de que un autor sea un éxito de ventas, es finalmente su obra lo que se busca apreciar y no su popularidad… ni su cuenta bancaria.

La última entrega de Santiago Posteguillo -como gran parte de su obra- se inscribe en este género. Roma soy yo, con un título tan pomposo como el diseño del texto, queda en deuda con el estilo, de forma rotunda.

La novela se hace cargo de la juventud y parte de la infancia de Julio César y articula, centralmente, dos líneas argumentales. Por una parte, el juicio al senador Dolabela, aliado del dictador Sila y enemigo de los Julios. En este juicio, el senador fue defendido por los abogados Hortensio y Cota y acusado, precisamente, por Julio César. Se trató, en efecto, de un proceso desigual, amañado (como buena parte de los procesos jurídico-políticos de ese período… y del nuestro) y en el que César manifestaría sus dotes públicas casi por vez primera.

La segunda línea argumental se sostiene en torno a la guerra civil y campañas militares encabezadas por Sila y que, a la postre, lo llevarían al poder.

La novela de Posteguillo cuenta con un punto meritorio y es que a pesar de relatar hechos efectivamente acaecidos en el pasado y de público dominio, logra generar tensión y giros argumentales, principalmente por cómo dispone la narración de los hechos. Ahora bien, también es justo decir que la historia misma de Roma, en ese momento, es bastante estrambótica y llena de situaciones inesperadas. Al mismo tiempo que es posible convenir que una buena parte de la población no conoce en detalle los hechos expuestos, todas cosas que ayudan a la tensión. Del mismo modo, el libro es innecesariamente extenso, hay partes de la narración que no solo no suman a la atmósfera a retratar, ni menos a los hechos mismos, sino que más bien hace pesada la lectura y rompen el ritmo que a veces alcanza el relato.

La construcción de personajes, por otra parte, es evidentemente esquemática y maniquea. Los “buenos” son buenos, inteligentes, pero ingenuos, a menudo de buen corazón y siempre leales, mientras que los “malos” son retorcidos, desleales, astutos, manipuladores e inmorales… es realmente extraño que un autor que escribe novela histórica piense así a sus personajes, ello por varias razones, la primera, sin duda, es que se trata de personas reales que, como todas las personas, tienen blancos, negros y grises, contradicciones y dudas y no son una suerte de carácter parlante sin profundidad, en segundo lugar porque, una de las cosas que gusta de este género es intentar resolver de algún modo los misterios que se producen en esa extraña relación en torno a una época (con sus valores, prejuicios, idearios, etc) y los individuos que la habitan y construyen. Lastimosamente, el texto abunda en lugares comunes en torno a los personajes a tal punto que se hace inexplicable, incluso, el interés de narrar -en indirecto libre- desde el punto de vista de diversos individuos dentro de la acción.

Del mismo modo, la pluma misma de Posteguillo, digamos su estilo, no es especialmente seductora, ciertamente se trata de un texto bien escrito, correcto, pero muy poco atractivo en orden a pensar el uso del lenguaje como la materia con la que se genera la representación del mundo ilustrado, por el contrario, en términos generales, las palabras aquí son usadas en su dimensión comunicacional primaria, informante, y con poco interés en desarrollar imágenes de mayor sofisticación a través de la frase narrativo-descriptiva.

Finalmente, la obra también carece de uno de los puntos fundamentales de la novela histórica: el desarrollo no enciclopédico, pero sí explícito, del contexto en que los hechos acaecen. En una novela histórica (de ahí el nombre y diríamos, el género mismo) la época misma es un personaje… y un personaje principal. No es que la novela de Posteguillo sea infiel a los acontecimientos históricos, o que de vez en cuando no se nombre alguna costumbre o una frase (pomposa, que remedio) en latín, sino que se observa que aquello es relleno, que no hay un desarrollo de la vida cotidiana, de la idiosincrasia, costumbres, tecnología, etc, tan típicos -y necesarios- del estilo.

Roma soy yo no es una novela histórica como El puente de Alcántara, Los favoritos de la Fortuna o El nombre de la rosa, sino más bien una sucesión de hechos historiográficos, ilustrados novelescamente, con personajes acartonados y poco desarrollo del ambiente de época.

Posteguillo puede vender mucho, sin duda, pero su producto no es la buena narración histórica.

FICHA TÉCNICA.

Título: Roma soy yo (la verdadera historia de Julio César).

País: España.

Autor: Santiago Posteguillo.

Género: Novela histórica.

Editorial: Penguin Random House.

Páginas: 751

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