Por Juan José Jordán
Entre cafés y cigarros en los pasillos de la universidad, Pablo y Rocío comenzaron una relación sin sospechar lo importante que sería. Los conoceremos en tres momentos de sus vidas, en una narración que utilizará eficazmente el fragmento, los saltos temporales y cambios de perspectiva de narrador.
En la primera historia (Mandarinas) encontramos a Rocío en sus 14-16 años, regresando a Santiago luego de participar en un torneo de Taekwondo en Talcahuano. En la segunda (La ceremonia y el té), Enzo, un uruguayo, emprende una procesión a un pueblo cercano a Valdivia en busca de Antonio Urrutia, antiguo jefe que, además, fuera un amigo muy cercano. Esta es la primera vez que sabemos de Pablo. Vive en la casa de su difunto abuelo y tiene una hija, Isidora, una niña con síndrome de Down que lo visita cada cierto tiempo. Se menciona a Rocío muy al pasar, cuando Pablo recuerda que se llevaba bien con su hija. Será en la tercera (Aquí comienzas, aquí termino), cuando los vemos como pareja. El relato comienza cuando están terminando su relación mediante un particular acuerdo: no le dirán a nadie, aparentando una normalidad en su cotidianidad a fin de no preocupar a la familia.
Constantemente hay una sensación que el relato transcurre en las sombras, instando a una lectura que va deduciendo y completando el relato. Esto también se aprecia en la forma en que emerge la violencia. En el torneo Rocío le da dos fuertes rodillazos en el estómago a su oponente, una respuesta instintiva por la violenta patada que le llega en la cabeza, pero aun así su reacción genera impacto y silencio en el público. Pareciera haber algo ahí. ¿Tendrá relación con Jorge, el enigmático compañero de Taekwondo cuya presencia por alguna razón la pone nerviosa?
Esta violencia irá alternando con un tono contemplativo, obligando a bajar la ansiedad al lector habituado a descubrir pronto el misterio con descripciones que hagan avanzar la historia. También se puede bajar la velocidad y simplemente observar. Esto se aprecia especialmente en el relato de Enzo, filtrado en la voz de Pablo, narrador de esa parte: “Pero esto debe ser pausado, pensó, porque vengo a recordar a Antonio“.
El viaje en su conjunto, en busca de su amigo o sus descendientes, tiene carácter ritual y se esmera en darle a cada elemento esta categoría, haciendo un esfuerzo por retener detalles. Un poco como Bill Murray en Flores Rotas, Enzo hace un viaje sin saber mucho para qué, esperando conectarse con una parte de su emocionalidad que parece medio bloqueada.
El tono utilizado es realista. Pero por momentos se abre una grieta por la que entra algo que muy discretamente cuestiona ese registro. Esto se nota cuándo Enzo pregunta por Antonio Urrutia a la dependienta de un local de abarrotes y le contestan que murió hace muchos años, el 2021, y que no sabe si fue a causa del virus. No sabemos qué tipo de enfermedad habrá provocado, pero da la impresión de algo doloroso y duro, lo que automáticamente le da la sensación al lector de estar ante un mundo que conoce, pero no tanto. Algo hay ahí, igual que en la patada de Rocío.
Existe un cuidado en la elección de las palabras y en el modo de decir las cosas. Por ejemplo, en esta descripción de Enzo: “Perdió la noción del tiempo. Sólo reaccionó cuando el perro se alejó y su mano cayó.” Esa mano que cae es una forma ocurrente y efectiva para indicar que se había quedado dormido. Esta búsqueda también puede verse reflejada en la ausencia de palabras mal escritas, errores de tipeo, etc, algo común en publicaciones de diferentes editoriales y la verdad es que se agradece un texto pulcro, que haga de la lectura algo fluido sin baches.
El continuo uso del fragmento lo acerca de alguna manera al relato cinematográfico, en donde no hay problemas para aceptar la elipsis, recurso utilizado constantemente en el transcurso de la narración. En la primera historia comienza cuando Rocío se está devolviendo con su mamá y su tío en auto, un viaje nocturno y algo tenso. Por su parte, la descripción del viaje de ida, en bus junto al grupo de Taekwondo, se va intercalando como contrapunto, sin generar confusión y aportando fluidez. Probablemente la figura de Jorge, ese compañero que parece muy dotado para la pelea, osado, que no tiene problemas en combatir a pesar de tener la pierna gravemente lesionada, viajando solo en su moto al campeonato en lugar de haber ido con el resto en el bus, puede atentar un poco contra la verosimilitud, con un aire que recuerda a Tarantino y su Kill Bill.
Como comentario al margen, es interesante cuando la literatura explora terrenos no muy visitados y el lector puede acercarse a otras realidades. Como ese grupo de adolescentes que conocen el léxico y las técnicas del Taekwondo, identificando inmediatamente cuando a un competidor le llega una peligrosa Neryo Chagui (patada en donde se golpea con el talón), o Rocío, ya una mujer adulta trabajando a cargo de los inventarios del Líder o como secretaria de una maestranza. Para recordar que hay más mundo más allá que el Drugstore, las facultades de literatura de algunas universidades u otros tópicos y ambientes utilizados con frecuencia.
FICHA TÉCNICA
Título: Tres Ceremonias
Páginas: 94
Autor: Nicolás Campos Farfán
Año de publicación: 2022
País: Chile
Editorial: Komorebi