Crítica teatral “I Mostri”: Creando puentes entre el cine y el teatro

Por Juan José Jordán

Obras de teatro que incorporan elementos del cine, es algo que se ha visto en diferentes producciones desde hace algunos años. Otra cosa es utilizar una película existente como punto de partida para una propuesta teatral, algo menos común que puede mostrar un interesante camino para seguir profundizando.

Como sucede en la película homónima (1963 dirigida por Dini Risi), la obra está compuesta por una serie de cuentos cortos sin conexión que buscan retratar un mundo de “vivos”. Algunos son adaptaciones con pequeñas modificaciones y otras son historias nuevas que no existían en la versión original.

Surge de forma inevitable la pregunta: ¿Era necesario mantener el italiano del título?, ¿había algo crucial que la traducción al español no hubiera respetado? No se está hablando de un concepto filosófico intraducible, se trata de un artículo y un sustantivo en plural, imposible más sencillo su traslado al español. Se entiende que se trata de una coproducción del Instituto Italiano de Cultura-Santiago y el Teatro Finis Terrae y que, por lo mismo, exista una intención de mantener de algún modo el uso del idioma. Pero la verdad es que no se justificaba y más bien parece un síntoma de la recurrente búsqueda nacional a decir lo mismo en otro idioma para alcanzar una curiosa aura de distinción, como lo que pasa con el delivery, el sales y mucho otros ejemplos.

Los italianos, cuando tratan con personajes canallas, lo hacen de forma admirable. Ya desde aquellos cuentos de El Decamerón de Boccaccio se presentaba un mundo chistoso, pero también cruel, en donde el vencedor es el que le roba las monedas al ciego, no el que tira una ofrenda. Disi se sirvió de ese espíritu del Winner para hacer un retrato que funcionara como el lado B de la época de avances económicos de los 60. Algunas historias no pretenden ser más que un gag al modo de una instantánea de la realidad, otros tienen un desarrollo más acabado. Pero se logra en conjunto un retrato convincente y emotivo, en donde, por muy dejado de la mano de Dios que sea el personaje, logra seducir al espectador. Y es que probablemente esa sea la única forma en que se puede trabajar seriamente con este tipo de personajes. Que es lo que hace Tarantino y también, más atrás en el tiempo, Chaucer en sus Cuentos de Canterbury, es decir: Dejar que el canalla nos enseñe su mundo, sin que exista un ánimo moralizante o acusete.

En la adaptación local existe una intención moralizante, que se hace evidente desde el primer momento con un coro que interpretan los “monstruos” (personajes con máscaras, en un intento un tanto evidente de retratar el tema central de la obra). Pero mientras en la película de Disi ese mensaje llega como deducción al ver cómo se las arreglan esos tipos para salirse con la suya, acá se parte con ese coro que tiene no poco de retiro espiritual de colegio cristiano. Por lo demás, al ser historias cortas, sin mucho espacio para profundizar y como muchas veces se privilegia el lugar común fácil de entender, a ratos el conjunto puede dar la sensación de representación teatral escolar de fin de año.

Al igual que en la película, todas las historias están protagonizadas principalmente por dos actores, lo que permite apreciar un gran trabajo para adaptarse a diferentes roles. En la película esa tarea recae en Vittorio Gassman y Ugo Tognanazzi, quienes logran un trabajo espléndido. En la adaptación chilena esa labor recae en los actores Nicolás Pavez y Juan Pablo Peragallo, quienes protagonizan todas las historias. Para lograrlo de modo convincente es vital que los actores cuenten con un importante arsenal de recursos al que puedan recurrir. Y lo que pasa con relativa frecuencia, es que repiten una y otra vez algo que en un primer momento puede tener gracia, pero cansa rápidamente. Esto se ve claramente en la última historia, la del boxeador retirado convencido por un amigo para volver al combate, con consecuencias trágicas para su vida y el modo obsesivo en que repite su “siempre contento”, como una especie de mantra. Se entiende que el objetivo era contribuir al retrato de un boxeador que quedó con secuelas de tanto golpe en la cabeza, pero el recurso pierde efecto al volverse reiterativo y no haber explorado otras alternativas. Algo similar se puede decir de la historia del padre que va con su hijo al local a comprar pasteles y engaña a la dependienta sacando algunos sin pagar. Todo el tiempo se está riendo estruendosamente, lugar común del ganador, pero después de un momento se vuelve tediosa.

Era un desafío grande. No por nada la original está protagonizada por esos dos actores de ligas mayores. De hecho, parte de la motivación para llevar adelante esta adaptación fue conmemorar el centenario de los dos actores, tanto así que el boxeador se llama Gassman, lo que explicitaría el ánimo de homenaje.

La música juega un rol relevante y contribuye a ir creando atmósfera, con una marcada inclinación por la electrónica. Hay elementos ocurrentes, como que un personaje de una historia interactúe con el equipo a cargo del audio pidiéndole que ponga otro estilo musical. Del mismo modo, hay soluciones novedosas de puesta en escena, como el accidente automovilístico o el mismo combate de box, en donde con pocos elementos se logra comunicar de buena forma la idea.

Funcionó bien incluir historias que no estaban originalmente en la película, permitiendo situaciones que el público puede sentir más cercanas. En estas narraciones la obra gana en fluidez y soltura, como sucede en la del padre que le enseña a defenderse a su hijo de forma matonesca y en la de otro padre que hace la puesta en escena de un atropello con su hijo, para amenazar a los conductores de denunciarlos si no pagan una elevada suma. Hubiera sido interesante que esta inventiva no se hubiera limitado a versiones de la relación padre-hijo, pero de todos modos funciona bien.

Una obra que se atreve con el desafío de adaptar una película ícono de la filmografía italiana, que señala un terreno para seguir explorando. Al mismo tiempo, se logra un conjunto chistoso, de una risa difícil, que funciona como retrato despiadado del mundo del cual que nadie se salva.

FICHA TÉCNICA

Título: I Mostri

Dirección y dramaturgia: Diego Marabolí

Elenco: Nicolás Pavez, Juan Pablo Peragallo, Juan José Acuña y Linus Sánchez.

Diseño integral: Ismael Valenzuela y Claudia Yolín

Composición musical: Damián Noguera

Sonido: Damián Noguera y Diego Marabolí.

Versión libre de la película de Dino Risi

Adaptación: Marco Antonio de la Parra

COORDENADAS
I MOSTRI
18 de agosto al 3 de septiembre
jueves a sábado, 20:30 h, domingos 19 h
*miércoles 31 de agosto, 20.30 h
$12.000 general, $7.800 adulto mayor, $6.000 estudiantes, otros descuentos consultar en teatrofinisterrae.cl
Duración: 60 min
Recomendación: adultos (desde +16 con criterio formado)
Teatro Finis Terrae
Pocuro 1935, Providencia, Stgo.
https://ticketplus.cl/events/imostri
https://teatrofinisterrae.cl/revisa-la-cartelera/item/imostri

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