Entrevista a actriz de “El amor” Ximena Rivas: «Nadie puede no sentirse aludido con esta obra»

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos a la protagonista de la pieza que es una versión libre de relato La mujer rota, de Simone de Beauvoir. Una mujer de mediana edad que ha invertido gran parte de su vida y sus energías en su familia y en su matrimonio, se entera un día cualquiera que su marido le es infiel. Este suceso doloroso, no solo la quiebra totalmente, sino que la desorienta ya que ella por años no había sido sino esposa, dueña de casa y madre. Ese es el argumento de la obra El amor, que se plantea como una versión libre del relato La mujer rota, que incluye el libro del mismo nombre que la filósofa, escritora y feminista francesa Simone de Beauvoir lanzó con gran éxito en 1967.

La obra, que se presentó en el Centro Cultural Matucana 100, fue escrita por la dramaturga nacional Carla Zúñiga y dirigida por Javier Casanga. La compañía Casanga Zúñiga, aborda temáticas de género como fenómeno cultural y lo hace con un lenguaje entretenido y muy fresco, el que incluye la ironía, la crítica, lo grotesco y también la crueldad. Con ello, entrega una mirada crítica a la sociedad contemporánea y explora y cuestiona los roles de género rígidos que existen en ella.

Esto fue lo que la reconocida actriz chilena nos contó sobre su personaje y la obra.

¡¿Cómo surgió este proyecto? ¿Qué te llamó la atención del personaje que te interpretas, la protagonista de esta obra?

Viene hace un rato un amor por el trabajo de Javier Casanga, el director, que tuvo un tremendo aporte artístico en su compañía La niña horrible, donde investigó sobre distintos aspectos de lo que significa la intensidad, el humor negro, el decir las cosas tal cual existen, pero además con un tinte emocional muy fuerte y en una mirada poética de la perspectiva de la escena, muy especial y única. Así que yo fui una asidua visitante de las obras de La niña horrible, mientras esta compañía existió, donde hicieron ocho obras, todas muy destacadas. Ahí empezamos, a conversar con Javier, y fui invitada el año pasado para una muestra de dramaturgia donde hicimos un texto que se llamaba Blancanieves de Karen Bauer, y ahí comenzó nuestro amor artístico. Es una persona que siempre está en una investigación artística, entonces eso para nosotros, los actores, es muy importante porque no estás nunca en un lugar cómodo. Cuando uno lleva muchos años de trayectoria, lo que uno tiende a hacer como actriz o como actor es instalarse en ciertos códigos o formas que manejas muy bien y sabes que tienen resultado. Entonces, eso es lo que hace maravillosamente Javier Casanga, que te saca absolutamente del lugar de comodidad, de lo que tú podrías creer que dominas mejor, y te instala en un lugar muy fresco y novedoso para generar un trabajo artístico novedoso, que para uno a esta altura es difícil, porque ya has trabajado con todos los directores y has pasado por muchas formas de teatro. Eso es lo que más me sedujo. Primero, la letra de Carla Zúñiga, que es de una bestialidad tremenda, de un talento tremendo y de una poesía tremenda también, con elementos de chilenidad. Esas obras en las que te ríes, pero te incomodas de reírte porque hay mucha verdad, pero en circunstancias y ámbitos muy dolorosos. Como es, por supuesto, que esta mujer, Virginia, a avanzada de edad, le cuenta al marido que le es infiel hace más de un año y decide separarse de ella, cosa que no es muy clara en la visión del marido, porque nunca le dice que se va, pero en lo que ahí genera una discusión interesante entre lo que es el viejo paradigma de las mujeres que se casaban y dejaban todo por la familia, por la idea de la procreación y de instalar la familia en un futuro, en ese espacio que iba a ser el lugar que las iba a cobijar, abandonando muchas cosas en pro de la familia. Entonces, a los 60 ó 62 años, enterarte de que ya no vas a morir con esa persona, que es lo que tú te contaste en tu mente y en tu programa, y te vas a quedar sola de un momento a otro y sin ninguna herramienta, porque cualquier herramienta de autocontención la abandonaste en pro de este proyecto en pareja. Son todos estos paradigmas de la media naranja, de «no soy nada sin ti», de «¿qué hago si estoy sola?», y todas estas preguntas que hoy día, desde el feminismo, hace muchos años están cuestionadas, del viejo paradigma del príncipe azul y todas esas cosas, pero que Carla Zúñiga vuelve a ponerlas en el tapete, como un elemento de conversación y de discusión, donde instala que no es tan así, que igualmente hay mujeres inteligentes, sensibles, feministas, que siguen siendo golpeadas por los hombres, como lo dice el texto en un momento. Entonces todo me interesó en verdad, la investigación, el texto de Carla, el equipo, pero sobre todo el salir de los lugares de comodidad para investigar la intensidad, la emoción, desde otro lugar, desde otra forma.

Me llamó la atención es que tu personaje tiene una marcada presencia en la obra, un protagonismo súper importante y unos monólogos largos, con textos bien extensos que son súper reveladores. Cuando partió el proyecto con la obra, pensaron que podía ser un monólogo de frentón, que tú estuvieras sola en el escenario, o ¿Siempre fue pensado con los otros personajes? 

No, exactamente. Fue pensado en su origen, porque está inspirado en una lectura de La mujer rota de Simone de Beauvoir, donde había una mujer sufriendo con esta separación. Pero, al poco andar, ya empezaron a aparecer otros personajes, y está instalada como un monólogo porque la estructura de la obra es fragmentada, ahí no tiene un viaje aristotélico, evolutivo, ni temporal, ni de espacio, nada. Está planteada como esta mujer recuerda sus momentos dolorosos de separación. Por eso, todos los personajes se mueven con un extrañamiento en lo físico, se mueven de una forma, en un tiempo, y ella se mueve normalmente, porque los personajes que aparecen son como ella los recuerda, es la percepción que ella tiene de su separación. Por eso siempre miramos hacia adelante, y ella, porque está observando cómo va recordando y cómo en su delirio, en el avance del dolor, en el avance de la destrucción y de la desolación que está sintiendo, va haciendo aparecer a estos personajes; al marido, a la hija, a ellos cuando eran jóvenes, a cómo observa los recuerdos de cuando ella trató de suicidarse en el mar y él la salvó. Pero después los ve jóvenes, entonces está instalada como un monólogo, pero con estos personajes de ensueño que aparecen en la obra.

Pensando que tenías una carga dramática muy fuerte. Hay partes del texto que son brutales, son súper fuertes y reveladoras, con una carga emotiva bien intensa. ¿Cómo te preparaste para el personaje? ¿Cuál fue el mayor desafío?

Fue un proceso muy lindo y entretenido, sobre todo. Lo pasamos muy bien en el equipo, cuestionándonos, porque todos los que estamos en la obra; Germán Retamal, Renata Casale, Alejandro Castillo y yo, todos somos de distintas generaciones. Para cada cual el repensar las relaciones dolorosas, de amor afectivas desde el apego, desde la necesidad, para cada cuál fue muy distinto, de cómo hemos ido evolucionando y en otros aspectos no hemos evolucionado nada y seguimos apegados, seguimos necesitados, todo en relación, por supuesto, a esta falta de amor hacia sí mismo, donde las épocas se han encargado de ir fortaleciendo el discurso femenino, pero que hay un residuo amoroso, yo pienso que activado porque los grandes temas todavía pertenecen al viejo paradigma, todavía tú ves historias de Disney y todavía te cuentan el cuento del príncipe azul a las mujeres, todavía siguen fortaleciendo esta imagen de que sin un otro tú no estás completo, de que la familia se instala desde la creación de los hijos. Todavía hay un discurso muy profundo y muy apegado a lo que es la mujer y a lo que es la maternidad, ni hablar de la igualdad de derechos en términos de eso ante la ley. Todavía estamos en un proceso de transformación, donde antiguos residuos del viejo paradigma siguen funcionando, siguen activos y siguen vivos. Entonces, el proceso fue muy entretenido, muy reflexivo, y sobre todo fuimos probando cómo sostener esta intensidad. Yo estoy muy cansada, ha sido un proceso muy desgastador emocionalmente, porque te la tienes que vivir a fondo desde la emocionalidad, pero en un contexto que es la investigación artística de Javier (Casanga) en este momento, de contención emocional. No hay nada tan desbordado, siempre es desde un ritmo lento, porque, además, es el recuerdo onírico de esto. Como cuando uno sueña, pues tiene pesadillas, tiene un tiempo distinto, ves a las personas con rostros cambiados, se mueven de una manera extraña, hay un extrañamiento. No es un proceso emocional natural, sino que es muy apegado a la forma, a una forma estética que responde a la búsqueda de eso mismo, a la estética de Javier en la escena. Hay una escalera que no llega a ninguna parte, hay muchos símbolos en la escena, estos contrastes cromáticos muy definidos. Ha sido muy agotador el mes de funciones, pero muy lindo también, porque lo que más nos ha impactado en verdad son las funciones con la gente joven, que se siente muy conmovida. Una, porque ven muchas historias de sus padres: de infidelidades, de abandonos, de mentiras, de momentos callados, de secretos. También porque ven su propio proceso. Por ejemplo, hay una parte en que ella se corta una mano en su locura, empieza a sentir un dolor tremendo, y hay un texto que dice: «Sí, me corté la mano porque necesitaba sentir un tipo de dolor diferente en otra parte, para pensar en otra cosa, y funcionó». Ahí los chicos se sintieron muy conmovidos, por el tema de que los adolescentes se cortan también para hacer esta presencia de que están vivos, y hubo muchas reacciones. Pero, sobre todo, hay mucha gente que está sufriendo por amor y que se ve retratada. Nadie puede no sentirse aludido con esta obra, porque historia de amor todos hemos tenido, desde las más luminosas hasta las más viciosas, en muchos términos, como relaciones tóxicas, de apego, de necesidad, de violencia, de violencia psicológica. Todo esto está en una y otra escena, y siempre con estos destellos de humor que te hacen reír, pero que te da como nervio reírte. Entonces la sala pasa de la risa al silencio más absoluto, es muy bonito el viaje que va teniendo cada persona cuando ve la obra.

Sobre el nombre de la obra El amor, siendo que es sobre la pérdida del amor y cómo sufrir por un amor que alguna vez fue, pero actualmente ya no está. Es como todo lo contrario, es un momento de odio prácticamente. ¿Cómo fue abordar el tema desde el no amor o desde el odio?

Fue dinámico, muy dinámico. De hecho, el nombre llegó una semana antes del estreno, lo que nos sorprendió; a mí me sorprendió particularmente. Pero yo creo que la decisión de llamarle El amor es precisamente porque muchos consideramos amor un espacio que no tiene nada de amor, cuando y donde ya debiste tú, desde tu evolución humana, haberte dado cuenta de que eso ya había que soltarlo porque no te estaba sumando, pero uno lo sigue llamando amor y cree que está sufriendo por amor. Yo creo que por eso se llama El amor, porque responde al protagonismo de esta mujer de edad madura, en que funciona con un viejo paradigma de lo que ella consideraba tener una pareja para siempre. También pone en inflexión y en tela de juicio completamente el tema de lo eterno del amor ¿Quién te dijo que el amor va a durar para siempre cuando lo único que tenemos cierto es que todo es impermanente, que todo se modifica, que todo cambia? Desde ese lugar yo creo que hace honor, porque ella sigue llamando amor a esta persona que ya no existe en su vida. Porque hay un desamor profundo con ella misma y siente que, si esa persona desaparece, como lo dice, ella va a desaparecer también en el silencio de la casa, porque no tiene herramientas personales para decir «sigo para adelante con lo que yo tengo”. No, ella puso todas las fichas en el matrimonio. Y esto se rompe y no hay nada, entonces empieza esta decadencia, esta locura, este empujar los límites a más no poder, para poder sostener este recuerdo de este hombre completamente desconectado también, porque es incapaz de dejarla. Ahí también ha habido muchas reacciones del mundo masculino, de que «nos cuesta tanto» dicen los hombres, «nos da miedo decir que ya no estamos ahí,» entonces decimos «esto es un tiempo», «no eres tú, soy yo» o «no, no hay otra, pero démonos un tiempo», cuando ya en realidad el hombre ya decidió terminar, pero no es capaz de ser vulnerable con lo que está sintiendo o comunicar en lo que estás y se sostiene esta relación ya adicta, y él totalmente pusilánime cuando ella le pregunta «¿y dónde fue? ¿cuándo fue? ¿a qué hora fue? ¿en qué trabaja? ¿qué hace?, ¿cómo es su pelo?» y él «no sé”,  “no me acuerdo”, “no te voy a contar», «no sé”, “no me acuerdo”, “no te voy a decir», no hay nada que él tampoco pueda decir «ya está, esto ya se acabó”.

Hay una crítica muy grande a que somos cómplices cuando no somos capaces de tener comunicación. No es ni uno ni el otro, sino que es de lo que entre los dos entendemos por relación, por comunicación, por estar al tanto del otro, y ahí, por supuesto, que eso se perdió hace tiempo. Es una mirada muy cruda, pero es muy lindo cuando puede quedar en el espejo teatral, para que la gente se autorregule, se auto piense, se autoevalúe en qué punto está, si se puede repensar el amor, y sobre todo repensarlo desde una perspectiva de género. Por ejemplo, hoy esas son las preguntas hoy y la gran mirada de la Carla es que los seres humanos vamos a morir por amor eternamente, porque es nuestro talón de Aquiles, porque es donde nos sentimos reflejados en el otro, donde todavía sentimos que valemos en la medida que te amen, que te reconozcan. Entonces, esa conversación es la más interesante a nivel de resultado artístico.

Javier Casanga plantea una puesta en escena interesante visualmente, en cuanto a la paleta cromática. Tú utilizas un vestuario que es súper llamativo, con esta cola gigante que también está llena de símbolos. ¿Cómo fue pensar este personaje con presencia tan potente que también se refleja a través del vestuario?

Fue muy bonito, porque como instala a la dirección, el trabajo actoral no es representar un personaje, no es hacer carne viva de una personalidad, como es Virginia, sino que somos cuerpos en sufrimiento. Entonces, por eso estamos pintados de plateado, no hay una particularidad, tanto Virginia Pérez, por decirte algo, sino que son cuerpos en transformación emocional, son cuerpos en dolor. Desde ahí ya no piensas en particularizar tu trabajo, sino que te metes de una manera más profunda y sin aspectos psicológicos, simplemente en un viaje emocional hacia el descalabro absoluto de cuando te empiezas a deshacer. Entonces, el vestuario va a tono con eso, ella arrastra y, por eso, esta cola eterna que la arrastra, que la tira en un momento, todo lo ve ahí, que se trata de vincular a través de ahí. Es empezar un trabajo simbólico, hay mucha semiótica en el trabajo de Javier, muchos signos, muchas cosas en las que tienes que estar. Yo invito a la obra y siempre les mando a los amigos cuál es la investigación, para que no se enreden en tratar de entender una historia aristotélica, sino que simplemente se abran al viaje de lo que para cada cual ha sido separarse dolorosamente en algún momento de su vida, y puedas abrirte a todo lo que cada gesto, cada cosa que se hace en el escenario, significa de alguna manera algo. Este hombre que arrastra sus mangas, que también no es capaz de liberarse, de soltarse; todos, en definitiva, tanto los recuerdos, están implicados en esta situación de despojo, de despojo emocional, de no saber cómo te afirmas. Todo el vestuario está en sintonía con esto, y ella es un cuerpo en sufrimiento, que después trata, para sostener el amor, de operarse, de cambiar su cuerpo, de auto violentarse. El vestuario tiene relación con esto que te cuento; va en sintonía con estos cuerpos en desintegración.

Tú has tenido una carrera súper prolífica en teatro. El año pasado hiciste el gran personaje de Amanda Labarca. ¿Cómo ha sido este personaje, también pensando que has hecho distintos géneros? Este año hiciste una comedia. ¿Cómo es para ti abordar este género puntual y pensar en lo que has venido haciendo y en lo que te gustaría hacer a futuro?

Me siento súper privilegiada de poder trabajar distintos géneros, estilos, viajar por toda la gama cromática que uno puede tener como actriz. Entonces, hacer ¿Por qué no se van?, una comedia liviana a la que le pusimos todo el amor del mundo para que también estuviera un poco este tema. Cuando el personaje de Carmen Gloria en esa comedia se plantea la posibilidad de que los hijos se vayan de la casa y quedar sola, también es otro hito que no tiene nada que ver desde el tratamiento porque es comedia, pero que también hay un punto en que ella revienta y dice: «Ya está, basta, merecemos este espacio para nosotros como pareja, dimos todo, ustedes son chiquillos cómodos que no se quieren ir de la casa». Entonces, si bien no tiene nada que ver el género ni nada, también hubo mucha conversación de un hito que hoy día existe muchísimo, que los jóvenes no se van de las casas maternas y paternas por un sentido de comodidad, de que está más difícil sostenerse por cómo se ha encarecido la vida, y hasta qué punto los padres en un momento dicen: «Ya está, mi pega está hecha; vuela, empieza tu vida y permitámonos todos tener un espacio de libertad mayor para todos». Si bien es otro género completamente distinto, es lo lindo de trabajar la comedia, de permitirte entrar en otros códigos de lenguaje. Amanda Labarca es un personaje completamente político, más ligado a la intelectualidad, a las luchas de derechos de la mujer, del feminismo, de los inicios del feminismo. Solamente sentirme privilegiada, no evalúo los trabajos en tanto lo que voy haciendo, sino en lo que voy sumando y, aplicando nuevas formas de enfrentarme para no aburrirse con la pega. Yo creo que nuestra pega es lo menos monótona que hay y yo trato de hacerla muy poco monótona. En televisión ahora estoy haciendo una perversa absoluta, que igual es otro tono, es de una maldad pero así ya de todos los límites, en Juegos de ilusiones. Entonces, de día estoy matando a gente, de noche estoy sufriendo a morir; después tengo funciones de Radiotanda, que es una comedia melodramática de la vida de la Ana González, que hicimos hace muchos años y la vamos a volver a hacer. Vamos a hacer de nuevo otras funciones de Amanda Labarca. El viaje se vuelve muy dinámico, muy entretenido, muy variado, de una tecla a la otra. Agradecida de poder viajar por todos esos tonos y seguir entreteniéndose y sumándose a lo que uno hace.

Para terminar, invita a la gente a ver esta obra y esperemos que se remonte en alguna parte, que tenga otra temporada.

Por supuesto, nosotros estamos el día viernes 25 de octubre, y sábado 26 de octubre con las últimas dos funciones en Matucana 100, en la sala grande, de la obra El amor, dirigida por Javier Casanga, con dramaturgia de Carla Zúñiga. En el elenco están Alejandro Castillo, Renata Casale, Germán Retamal y yo. Es una obra que, sin duda, te va a hacer sentir implicado por este tema tan vasto que es el amor y van a surgir buenas discusiones y conversaciones en relación a cómo estás tú en tus relaciones de pareja. Así que los invito a las 20:30 h; las entradas están en www.m100.cl. Ojalá la tengamos en algunos de los festivales de verano que se nos vienen en teatro.

Ficha técnica

Título: El amor

Elenco: Ximena Rivas, Alejandro Castillo, Renata Casale y Germán Retamal.

Dirección: Javier Casanga

Dramaturgia: Carla Zúñiga.

Coordenadas

Fechas: del 9 al 27 de octubre.
Sala: Matucana 100
Horario: Miércoles a sábados a las 20.30. Domingos a las 19.30
Entradas: $8.000 general; $4.000 estudiantes y tercera edad. Miércoles popular a $4.000

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