Por Vanessa Vidal
Francisca Márquez es una actriz chilena de vasta trayectoria. Es una artista apasionada, visionaria, comprometida e intensa, pero por sobre todo, muy trabajadora. Ha participado en diversos e importantes montajes a lo largo de su carrera, tales como Fragmentos, Voyager y Noche de Reyes (durante este año), de los cuales conversa con nosotros en esta entrevista.
La actriz, directora y docente, nos cuenta desde cómo interpretaba a la virgen María en kinder, cómo ha sido su año en términos de proyectos y cómo se viene su 2025. Abierta, honesta y comunicativa, explora desde su perspectiva y experiencia el teatro, sus experiencias y otras importantes ideas impregnadas desde su sabiduría en las tablas y la formación, en sus casi 30 años de carrera.
¿Cómo estás cerrando el año con tus proyectos? ¿Qué tal te ha tratado el 2024 en ese sentido?
Bien, super bien. El 2024 ha sido un super buen año con muy buenos proyectos. Tuve la suerte de estar en un proyecto que estaba coproducido, tenía tres coproducciones, entonces pude dedicarme a solo ensayar; no tomé clase el primer semestre. Y el segundo semestre estuvo intenso: con un egreso en la Universidad Mayor, con Noche de Reyes en el Teatro Nacional, con un taller de teatro además que hago, y con una muestra de dramaturgia que me invitaron a dirigir un texto -un chico que yo conocía, Nicolás Bascuñán-. Así que con mucha pega, con mucha responsabilidad creativa, artística, pero estuvo super bien. Me gusta la intensidad. Encuentro que la vida hay que vivirla desde la intensidad siempre, sino no tiene mucho sentido
Y el teatro es intenso
Y el teatro es intenso, yo soy intensa, así que todo bien. Pero fue un buen año creativo. Hicimos también una reposición de La Trilogía del fracaso de Rodrigo Pérez, con quien estoy trabajando ahora en Noche de Reyes; tuvimos funciones en Matucana 100. Entonces en general tengo el privilegio de estar muy activa, – porque soy muy trabajadora – estar mucho en escena y mucho en la trastienda haciendo clases, formando a las nuevas generaciones.
Quisiera preguntarte por tu primer acercamiento a las tablas, ¿Qué te enamoró y cuándo decidiste dedicarte a la actuación?
Yo desde kinder (risas) era la virgen María en los actos. Me encantaba. Siempre estuve en los talleres de teatro. Me acuerdo que me tenía que quedar porque teníamos un grupo, con una profesora obviamente, para las reuniones de padres y apoderados, y hacíamos lo que yo entiendo ahora, se llamaban dramatizaciones. De situaciones, de violencia en el hogar y cosas así. Y en los actos de la conmemoración de La batalla de La Concepción o lo que fuera, siempre estaba metida ahí en un escenario en mi colegio picante.
Después, cuando salí del colegio pensé en estudiar varias cosas, pero fue como que: teatro. No sé, no lo pensé mucho. Tuve la suerte de tener una profesora de castellano – que ahora es lenguaje – que nos llevó al teatro, desde primero a cuarto medio. Al Teatro de la Católica, al Teatro Cariola y me encantaba. Tenía compañeros que iban volados, otros que iban a puro lesear; pero yo entraba a esa sala, en ese mundo y me pasaban muchas cosas. En el lugar donde estudié tuve muy malos profesores de física, matemáticas, pero en los humanistas, tuve grandes profesoras, mujeres, que me marcaron. De literatura, de filosofía, y esta profesora que nos obligaba a ir al teatro. Ella conseguía una micro, nos llevaba, nos subía ahí. De una pasión, porque quería que viéramos, consumiéramos cultura. Entonces eso me marcó mucho, y cuando salí, dije: teatro. Por suerte mis papás me dijeron ya. Mi mamá había querido estudiar teatro pero era muy mal visto en su época. Piensa que Héctor Noguera estudió arquitectura y se cambió a teatro, no le contó a su familia. Es que está muy mal visto. Ser actriz era ser o prostituta o ser pobre, la vida bohemia. Puros prejuicios muy antiguos. Chile es super provincial y anticuado. Entonces salí del colegio y altiro postulé, no cachando mucho. Postulé a todo lo que pude. En la prueba de matemática me fue pésimo y yo quería postular a la Chile o a la Católica y no me dió. Pero el destino es muy sabio y postulé al Club del Teatro. Llegué allá y eran cinco días de prueba, 170 postulantes, que podían quedar 18 ó 22. Una semana entera de pruebas. Prueba vocal, cantar una canción, presentarse, aprenderse un texto, improvisar, corporal; era un nervio, era muy intenso. Además piensa 150, 170 personas dando vuelta por la escuela que era una casa chiquitita en Bellavista. Cuando empecé allá, al tercer día dije «me quiero quedar, quiero estar acá». Veía pasar a los de segundo, tercero, y yo veía todo este mundo que me encantó. ¡Quedé!. Había visto súper poco teatro. Tenía compañeros que conocían, que manejaban muchas cosas y yo no, pero ahí me empecé a formar, empecé a estudiar, y desde la escuela tuve mucha suerte de trabajar con compañeros en obras y aprendí a actuar por mis compañeros, no por mis profesores. Tuvimos una obra que se llamaba Aproximadamente que escribió Sebastián Arrau, que ahora trabaja para Televisa escribiendo guiones. Era como «hagamos una obra», «¡ya!», «tengo este texto» «¡ya! «. Nos empezábamos a juntar los sábados en la mañana.
Cuando estábamos en la escuela era muy intenso. Una locura. No paras, tienes que hacer muestras. A mí los ramos teóricos me importaban nada, lo único que me importaba era actuación, voz y movimiento, que además eran los troncales; si te los echabas, fuera de la escuela. Entonces ahí me fascinó la escuela. Empecé a aprender de mis compañeros y todo, pero en realidad lo que me marcó antes de entrar a la escuela fue que una vez fuimos a ver una obra La vida es sueño de Calderón de la Barca, en el Duoc de Antonio Varas y uno podía subirse al escenario. Habían unas bancas, entonces uno podía ver la obra desde afuera, a la italiana, o subir al escenario, y yo obvio que subí al escenario. Estaba sentada atrás, era como el fondo del escenario, entonces yo veía a los actores y a las actrices no solamente frontalmente, estaban al lado mío sudando, escupiendo, y veía lo que les pasaba. Yo ahí rayé la papa porque vi que era todo, no estaban solo actuando para el público, ellos estaban metidos en una ficción. Ellos salían y se sentaban, respiraban y volvían a salir. Además es una obra que a mi me encanta, es hermosa La vida es sueño; unos textos notables. Era teatro español además, lo decían increíble, y eso recuerdo también que me marcó mucho, darme cuenta desde adentro de qué se trataba.. que no es para el público, está ocurriendo de verdad. Ahí entendí que estaba ocurriendo de verdad. Y la actriz se emociona de verdad, se sienta y sigue respirando y yo «wow». Es mucho lo que le digo a los cabros ahora, no parezcan en la actuación porque aparecen con el texto. Uno tiene un devenir como en la vida, está pasando por cosas y hay que respirar, hay que transitar. Recuerdo que eso me marcó harto, entendí que era real. Ha sido decidor para mi como actriz.
¿Cuáles son los formatos de la actuación que prefieres y porqué?
El teatro, ante todo, me encanta. Yo soy muy del teatro también, muy actriz de teatro. Cuando iba a los casting cuando chica «Puedes bajar un poco, demasiada intensidad», pero el teatro me encanta en todas sus formas. Dirigir, actuar sobre todo, ahí está mi mayor goce, por eso es a lo que más me dedico, pero todo lo que tenga que ver con el teatro me encanta. La artesanía del teatro, el arte del teatro, reescribir textos, investigar, eso me encanta.
También he explorado, no mucho, lo audiovisual y me parece que es un lenguaje hermoso y que también es super interesante. He hecho cosas bien under, bien raras y me ha gustado mucho también, porque es otro lenguaje, entonces las herramientas que uno tiene tienen que modificarse en función de eso. Encuentro que en cada nuevo desafío en ese sentido es gozoso también.
¿Qué brinda cada uno de ellos en particular a ti como actriz?
Me brinda primero que todo un goce enorme. Yo me siento una privilegiada de poder dedicarme a lo que hago y ser buena en lo que hago porque he trabajado mucho para estar donde estoy. Pero eso, puro goce. Cuando estoy haciendo una clase con gente joven que está aprendiendo a actuar a mi se me olvida todo. Puedo estar 8 horas encerrada en una sala y se me olvida comer, ir al baño, porque es un espacio de goce. Es que es hermoso. Estás encerrado en una sala viviendo una vida paralela, en un mundo paralelo, y uno sale y se encuentra con la vida real, pero todo lo que uno hace encerrado en esa sala también habla de la vida real; eso que levanta el espacio de ficción que tiene el arte, pero que termina revelando la realidad para mí es hermoso.
¿Qué cualidades consideras elementales que debe poseer un buen actor o actriz?
Un buen actor o actriz, versatilidad, ser capaz de jugar distintos lenguajes. Libertad, confianza y apertura. Porque si una está demasiado rígida, o rígido, y te dan una indicación y uno no quiere cambiar lo que está haciendo, es imposible probar. Para actuar hay que probar. Probar diez maneras distintas de hacer una escena para encontrar la manera en que se debe hacer. Es bonito porque los cuestionamientos que me hago con la realidad me los voy haciendo con el público también, eso es lo que hace el teatro o las artes vivas.
Hay que estar abierto. Ojalá en espacios de confianza porque si uno tiene miedo, se tensa y se protege, entonces no se permite jugar; pero para estar arriba del escenario hay que jugar. Y sin prejuicio, sin ningún prejuicio moral. La moral no le sirve al arte, el arte tiene que hacer estallar la moral. De hecho yo creo que entre más vieja, cada vez me siento más libre, porque antes era más ansiosa, lo quiero hacer bien a la primera, ¡Tienes tres meses para ensayar una obra! no estás estrenando. Entonces, equivócate, porque cuando uno se equivoca de hecho entiende mejor lo que hay que hacer y, porque en el fondo uno tiene claro lo que quiere hacer, tiene intuiciones, pero siempre la respuesta te la da la escena. Yo tengo una idea de cómo puede ser una escena como actriz, el director tiene una idea de cómo debería ser esa escena, pero eso va a ocurrir en el encuentro, en el diálogo creativo en el ensayo y ahí vamos a saber cuál es la mejor opción, pero el escenario nos da la respuesta. Entonces hay que estar super abiertos a la experiencia del ensayo para aprovecharlo y sacarle el mayor provecho posible. Yo creo que eso es súper importante esa apertura, esa libertad, ¡es jugar! si nosotros somos como cabros chicos jugando. Pero es de verdad, es un juego. Entonces entre más uno juegue, le das más opciones a la dirección para elegir qué es lo que puede ser más interesante para ese proyecto y además uno tener esa libertad.
¿Qué buscas en cada proyecto a la hora de aceptar ser parte de él?
Como en general he vivido de las clases, he tenido la suerte de poder elegir los proyectos en los que quiero estar. Yo trabajo por dos motivos: uno, por una cosa artística, que alguien me llame y me interese mucho trabajar porque me interesa su lenguaje, su búsqueda, o porque es un nuevo desafío, o es gente con la que no he trabajado, o quiero volver a trabajar. Y también está el otro espacio del afecto, donde no te importa tanto el texto ni tampoco la obra, pero es gente con la que uno quiere trabajar, porque hay mucho afecto y uno lo pasa muy bien. Esos son mis dos lugares. Pero insisto, tengo la suerte o no la suerte, fue una decisión mía – como no vivo necesariamente del teatro -, poder elegir los proyectos en los que quiero estar. A mi me ha invitado mucha gente a distintas cosas y todo, pero en general creo que tengo la suerte y el privilegio de trabajar en lo que yo quiero trabajar. Y ahora entre más vieja, más mañosa, creo que trabajo en lo que quiero trabajar.
En Voyager se fusiona de alguna u otra forma la memoria, el futuro, la belleza de la puesta en escena, el tiempo, la pérdida, el amor, ¿Qué significó para ti ser parte de este montaje?
Voyager fue un montaje difícil. El texto lo escribió Nona Fernández. Yo he trabajado mucho con Nona (Fernández) y Marcelo (Leonart), entonces también es como trabajar con la familia, es muy agradable. Pero era difícil porque el texto de la Nona era no es un texto teatral, es un ensayo que ella escribió, de hecho tu lo vas a comprar a la librería. Entonces es muy abstracto; sale todo lo que tu dices, de la historia de Chile, el universo, nos pasamos de los recuerdos y la memoria de Nona a la memoria del país, del planeta, las voyager, estas antenas bicho que andan. Capas y capas de sentido muy complejas. El texto yo lo había leído y me había emocionado mucho, entonces cuando Nona dijo quiero hacer esto en teatro feliz de participar. Yo le dije altiro obvio, ahí estoy, me encanta, feliz. Pero fue difícil porque el texto era un ensayo, con cosas muy científicas, muy específicas. De hecho, nos costó bastante memorizar el texto porque, el texto de una escena es fácil, es reactivo, tiene un sentido. Pero acá pasabas de hablar del planeta a hablar del cumpleaños de la mamá de Nona. De hecho, nos costó bastante entender la estructura de la obra. Fue un desafío entretenido, difícil pero bacán. Vivan los desafíos, así uno aprende mucho también, y encuentra otros lugares de sentido en el escenario desde el cuerpo. Además, trabajamos con audiovisuales por primera vez. Eso llegó después porque no hubo cómo probarlo mucho antes, sólo un par de veces. Fue como esta gran puesta en escena donde nosotras éramos como estos bichos medios autómatas que contaban cosas y después el viaje era volvernos cada vez más humanas, que era un poco el devenir del relato.
Fue un desafío, fue como un ladrillo, ¿cómo le entrego a la gente esto? El cerebro funciona así, para no dar la lata y no ser pedagógica. Fue un proyecto precioso, llegó a puerto. Uno nunca ve las obras que hace, pero uno recibe los comentarios de la gente y hubo gente que se emocionaba mucho, como wow. En qué momento estos monos que se empiezan a mover con una linterna, de pronto, la gente siente que están hablando de su vida también y de mi historia. Fue un bonito proyecto. Vamos a estar en Santiago a Mil, a seguir dándole. El 2025 tenemos una invitación fuera de Chile, así que hay Voyager para rato.
La recepción del público fue bastante honesta, agradecida, muy bonita ¿sentiste algo similar?
Sí. Lo que pasa es que trabajamos con Claudia Vicuña, que es una gran bailarina, coreógrafa, y amiga de la vida también. Estamos en el escenario vacío, no hay nada. Y nosotras estamos con buzos medios setenteros, linternas en las manos y grandes proyecciones. Pero esa era la idea, del vacío, aparecer y desaparecer, estamos y no estamos; sugerencias. No sabíamos qué iba a opinar la gente de esto, porque nosotros lo encontrábamos tan abstracto; muy concreto pero también abstracto. La actuación además es muy concreta. Yo creo que nosotros infiltramos en la actuación nuestro espacio de resonancia y nosotras mismas: el espacio de la emoción, la escena de la historia del hijo de la Nona y el Marcelo Dante, que quería hacer el discurso y lo censuraron en el colegio; que uno se manda ese hip-hop. Todo ese juego entretenido que aparece y desaparece, el humor.
Hay escenas que son más teatrales, de situaciones, que obviamente a uno le acomoda más, y otras más abstractas. Algo pasaba con esa percepción que sí lograban encarnarse y volverse algo más emocional, y eso me llama mucho la atención de los comentarios. Gente muy emocionada, recibimos los aplausos con nosotras sentadas al borde del escenario con la gente encima, y veías su emoción. Personas que decían: “Pensé en mi mamá”, “pensé en mí”, “pensé en el Alzheimer”, “me acordé cuando murió no sé quién”. De hecho, hay gente que no se quedaba pegado con lo político, aunque la obra es muy política, muy de crítica. No, solamente con un espacio muy emocional. Eso lo encontré muy bonito. Nosotros encontrábamos que era difícil, tanto concepto, tanto texto y no, la gente lograba entrar en un viaje y pasarse su propia volada. Algunos en unas que ni te digo (risas) que el universo, que el ser humano, y que eso pase es hermoso, porque en el fondo hace sentido en el otro. Esa es la gracia del teatro, que nosotros hacemos algo que nos hace sentido, pero si a ti te hace sentido desde tu lugar la pega está super bien hecha.
En relación al montaje Noche de Reyes, tiene una relevancia e importancia debido al aniversario número 70 de la Sala Antonio Varas, sede del Teatro Nacional Chileno. Me imagino que ser parte de esta gran obra- que junto a un gran equipo la traen de regreso – ha significado un hito importante en tu carrera.
Sí. De hecho que bueno que dices eso porque lo es. Uno porque Rodrigo Pérez, que es el mismo director de esta obra, la hizo cuando estaba en mi escuela, en el Club de Teatro. Yo estaba en primero. Como la escuela funcionaba como una casa, me quedaba a ver todas las muestras de esta misma obra. Me sabía el texto de memoria porque me encantaba. Ahora Rodrigo me dice “Pancha, hay un proyecto y me gustaría que participaras en Noche de Reyes” y yo le dije “¿la misma que hiciste en la escuela?” “si, esa que a ti te gustaba”. Imagínate, todavía no, pero casi 30 años de carrera teatral, en el oficio de forma permanente, porque no he parado de trabajar y de estudiar. Entonces yo recién en primer año de la escuela entrando, no cachando nada de nada pero muy amando el teatro, veo esos ensayos, veo esa obra, me aprendí los textos de memoria, la vi no sé, ¿cien veces?; y después, imagínate, todo este tiempo después: 70 años del Teatro Nacional, Sala Antonio Varas, el mismo director me convoca a mí como actriz para hacer el protagonista: Viola y Cesario, personajes maravillosos. Siento que es un regalo muy hermoso que me dio la vida. Estoy muy contenta. Me encanta. Esos textos los quería decir, los estoy diciendo desde primero de la escuela, mucho tiempo atrás, como 30 años. Varias cosas se han alineado, como dicen. Es una señal muy bonita de la vida y un gesto para mí. Lo he dado todo por este oficio. Me encanta, me hace muy feliz lo que yo hago, me siento muy gozosa. Toda la energía que tengo me viene de vuelta de lo que yo hago. No quiero parar de hacer, me quiero morir arriba de un escenario. Además nosotros no podemos jubilar (risas). Ha sido muy significativo para mí, y también lo que significa para los 70 años del Teatro Nacional. Es una gran invitación. El teatro tiene un contrato, te pagan un sueldo, es hermoso, tiene gente que está trabajando en oficina con gente funcionando. Hay dos teatros públicos en Chile, el de Antofagasta y ese. Es una locura lo que va quedando, por eso tanta burocracia también. Pero más allá del aniversario de los 70 años, para mí como persona de teatro es especialmente significativo por esas cosas que te comenté.
¿Cómo fue tu proceso creativo, la creación de personajes, a la hora de interpretar a Viola y a Cesario en este montaje?
Lo que hago no dicta mucho de lo que soy yo, pero la dirección de Rodrigo quería que fuéramos como nosotros mismos jugando un personaje. Entonces empecé a levantar a Viola y como tenía que levantar el masculino ahí trabajo obviamente de resonador, bajar ahí. De hecho me cae mejor Viola que Cesario, porque a él lo hice medio zorrón (risas), con unas referencias que tengo de gente cercana o gente que uno conoce, porque igual son aristócratas, burgueses que no hacen nada en la vida, que el naufragio. La creación fue muy de la mano de la dirección, pero Rodrigo -Yo trabajo con él desde la escuela – me da mucha libertad porque confía mucho en el trabajo. Es muy agradable esa comunicación en el escenario. Me sentí con mucha libertad para proponer, para hacer, y Rodrigo fue definiendo lo que él quería. Además él es un excelente compositor escénico. Tiene super claro cómo levanta las imágenes, las coreografías muy hermosas. Con el diseño del Toro, la música de Guillermo Ugalde quedó todo muy hermoso. Entonces fue muy delicioso el proceso. Además insisto, como uno está vieja, a uno ya le da lo mismo hacer el ridículo, haces puras tonteras; te tiras a escena, pruebas cosas. Pero ahí Rodrigo me fue guiando cuantos grados de diferencia había que hacer entre Viola y Cesario, y me decía que sentía que no era necesario hacer. Como soy una mujer, entonces estaba haciendo a un hombre, es normal que cuando uno cite a un hombre altiro algo se construye ahí. Es como un hombre se disfrace de mujer, altiro pasa algo teatralmente. Me dijo que no era necesario que lo subrayara tanto y de ahí fuimos viendo en el fondo la pega, los grados de transformación de la mujer que cita al hombre, que es su hermano, y después tener que hacer al hombre. Ahí estuvo un poco la búsqueda. Yo me siento super cómoda con lo que estoy haciendo. Me considero una actriz super trágica, lo soy, pero es muy gracioso igual, la gente se ríe y es como “wow que loco”. Creo que lo bonito de la obra es que todos hacemos más de un rol, entonces hay mucho juego. Es como levantar un significante desde el cuerpo, un cierto espacio energético kinético y con eso desenvolverte y llevarlo a algún lugar
Noche de Reyes tiene un toque muy chileno, muy actual, respetando por supuesto su origen. Me imagino que, además de su valor, debe ser entretenido trabajar en una obra así, donde puedes sentir las carcajadas genuinas del público en tiempo real. Es un gran privilegio.
Sí, es que es una comedia igual. Si la gente no se ríe es porque estamos haciendo pésimamente mal la pega. Entonces, en ese sentido ha sido muy delicioso percibir que está pasando eso, que se está levantando la comedia. Hay mucha comedia que está fuera del verso y que tiene que ver con el “si me lo chu…” y esas tonteras como “ay, me mordiste”. Son entretenidas porque ahí altiro cae la chaucha, el alcachofazo, a eso responde muy bien la gente. Y algo que tiene la obra también es que en general no se hacen estos montajes. Yo no hacía clásicos desde la escuela, ¿quién hace a Shakespeare? muy poco. Además son elencos muy grandes, nadie tiene plata para financiar un elenco de 10, 15 personas. Una cosa hermosa que hemos tenido como colectivo es trabajar con el verso. Es una pega muy desafiante pero es muy hermosa. Porque tienes que levantar imágenes, bucear por esos textos. Una de las cosas más hermosas ha sido para nosotros como colectivo y para mí también porque me encanta el verso desde la escuela. Era super estudiosa, cachaba todas las figuras, sinalefas, lo que hay que hacer técnicamente, pero poder traspasarlo y que se vuelva acontecimiento, qué ocurre ahí, más allá del verso o no; creo que también ha sido un trabajo super bonito. Entonces que la gente siga la historia, conecte y todo, ¡Estamos hablando de verso! una cosa muy rara, es como una lengua extranjera “sois, queréis”, y leseamos con eso también en la obra.
Es muy bonito que la gente se conecte con el humor. Shakespeare es un texto de hace siglos atrás y que todavía tenga sentido. Por eso son clásicos. No lo son porque la norma dijo que lo son, sino porque siguen instalando preguntas, porque siguen instalando problemáticas, porque siguen haciendo trabajo de sentido para los espectadores. Desde ese lugar creo que cuando la gente se ríe, cuando la gente goza, cuando nosotras nos damos un beso con la Rox, la condesa Olivia con Viola, dejamos como un minuto de silencio y pasan cosas, la gente parece como de 12 años. Se ríen, se incomodan, y que eso pase con una obra de Shakespeare, en verso, hoy en el siglo XXI, 2024, encuentro que dice que la obra está viva, que sigue ocurriendo.
¿Qué otro trabajo destacas en el que has sido parte este último tiempo, y crees que debería tener otra temporada, y por qué?
Yo hice un trabajo a comienzos de este año, un Fondart que veníamos arrastrando desde la pandemia con Marcos Guzmán y lo hicimos en Matucana 100 que se llama Fragmentos. Es un texto de un escritor y dramaturgo que murió en pandemia de hecho, europeo, nórdico, sueco. Difícil el texto y todo pero habla de las problemáticas de hoy. Esa obra la dimos en Matucana, con un nivel técnico, con cámara en vivo, que se veía lo que no está en la escena con unas enormes pantallas de televisión. Con un auto en el escenario, un Lada, y varias cosas. Esa obra tuvo una temporada y estuvo super buena. Fue un proyecto difícil de levantar porque tenía una producción muy alta pero como teníamos Fondart la pudimos realizar. Esa obra la postulamos y no quedamos en Santiago a Mil, pero es para mí una de las obras más importantes. Estuve metida en la dramaturgia, en la dirección de arte, como actriz, haciendo millones de cosas. Fue muy intensa pero muy bonita. A esa obra le tenemos mucho cariño, de Lars Norén.
De los últimos proyectos, hay uno que fue muy importante para mí que fue Demonios, también de Marcos Guzmán y de Lars Norén. Ahí creo que terminé de entender algo de la actuación. Trabajé con un desenfado y libertad como actriz en la obra. Era la historia de una pareja muy tóxica -Néstor Cantillana-, pero ahí yo lo pasé la raja. Eran como dos horas en escena. Wow. Ahí entendí muchas cosas ya de mayor, como decir, tengo menos pudor, puras cosas bacanes. Esta soy, este es mi cuerpo, me pongo a disposición del trabajo. Lo que pasó fue muy hermoso. Es una obra muy violenta pero muy divertida también. Tenía un humor negro. Me marcó harto y entendí muchas cosas del oficio más madura. Me di permiso para hacer cosas que nunca me había dado. De hecho tenía un desnudo en escena. Estoy entregada al trabajo. Muchos pudores míos los dejé atrás y siento que hay un cambio para mí de ahí en adelante porque encontré una libertad mayor, por eso para mí esa obra es muy trascendental.
Tu has mencionado que te gusta involucrarte en la producción, dirección, dirección de arte ¿Por qué? ¿Qué es lo que encuentras en esos espacios que son necesarios para ti a la hora de desarrollarte como actriz?
Es que yo creo que, como me gusta todo del teatro, siento que el llegar antes, el ordenar las cosas, arreglar lo que hay que arreglar, atornillar lo que hay que atornillar. Después que termine la función y uno limpie el escenario; para mí todo eso tiene que ver con mi compromiso con el oficio. Yo me considero por sobre todo actriz porque ahí está mi goce, pero mi goce está con el teatro en general, es parte de la artesanía del teatro, de la manufactura del teatro. Entonces si puedo estar metida en todo, puedo, me da la energía y el tiempo, me encanta hacerlo. Si no tienes plata para llamar a un diseñador yo puedo y veámoslo juntos; si puedo ir a comprar vestuario o si hay que resolver algo. Uno está acostumbrado a resolverlo solo porque nadie te ayuda. Nos ayudamos nosotros como colectivo pero no hay un teatro que te dé lo que necesitas.
Yo cuando he ido de gira a Europa te cosen el vestuario, te lo lavan, hay alguien para hacer la pega de la trastienda, pero acá tu lo haces todo sola, no hay nadie que te esté sirviendo el café como salen en las películas de Hollywood. Estamos todos solos. Somos un grupo de gente que está haciendo su pega, solos. Entonces uno aprende a autogestionarse, y desde ese lugar a mi me encanta el oficio, la manufactura. Me encanta pensar también en la escenografía; si hay que comprar un cuaderno vintage “ay yo vi uno en…”. Para mi todo eso es el oficio. Creo que amo tanto el oficio, que todo lo que hago en la trastienda, antes y después, también me ayudan en mi oficio como actriz, porque estoy totalmente comprometida con lo que estoy haciendo. No voy a actuar no más, para mí es mucho más que eso.
En el área de formación del Teatro La Memoria, impartirás «Exploración y acontecimiento». ¿Qué podemos esperar de tu taller?
He hecho varios talleres en distintos lugares y trabajo harto en la memoria porque conozco al Teatro la Provincia y la gente de ahí. Me invitaron ahora a hacer este taller y me encanta. El año pasado lo hice también y llegó una bailarina, gente que estaba estudiando en su último año de formación y gente muy grande. De hecho colegas, que me daba un poco de nervio porque ¿por qué toman el taller conmigo si somos colegas?. Me encanta porque es un espacio de explorar, sin ningún prejuicio, es como, estamos aquí, primero hago un mapa conceptual, marcando la cancha en términos de situar a los actores, cosas muy concretas de lo que yo entiendo por la actuación o del oficio que significa estar arriba del escenario. Conversamos, conversamos mucho y después de eso nos ponemos a jugar tonteras, a hacer ciertos ejercicios; me gusta generar un espacio de confianza, de comodidad donde podamos cuestionarnos sobre qué es actuar, qué significa estar sobre un escenario y cuales son las herramientas que traigo yo al taller para entregar, cuales podemos profundizar, afinar, revisar, para que se lleven una experiencia que ocurre en el cuerpo, porque es un taller exploratorio. Hay una clase que hablamos pero después todo es puro ejercicio. Esas instancias me encantan. Para mí son de mucho aprendizaje porque es gente grande ya, formada, que viene también con sus propias preguntas. Y lo que hacemos en el fondo es juntarnos sobre el oficio y pensar cuál es la mejor forma de llevar un trabajo a escena y profundizar lo que nosotros somos como actrices y actores. Qué es lo que traemos y podemos entregar
¿Es para ti la docencia algo clave a la hora de ser actriz también?
Sí. Yo creo que para mí la docencia me ha llevado a entender mucho más mi trabajo. Porque tener que traducir a otro también me aclara a mí como actriz. Así que yo creo que mi labor como actriz, que han ido juntas de la mano al menos hace unos 15 ó 17 años, me ha formado mucho como actriz. Me ha servido mucho. Porque tu tienes que ser muy concreta para dar una indicación para alguien, para un cuerpo, entonces eso también me sirve a mí al momento de hacer un trabajo, porque soy muy clara conmigo en términos del impulso. Es muy técnico porque lo que nosotros hacemos es físico y metafísico, te ocurre de verdad, pero tiene que ser además muy técnico para que ocurra.
Finalmente, ¿Cómo vienen tus proyectos para este 2025?
Para el 2025 tengo un par de proyectos en carpeta y tengo un egreso en la Universidad de Valparaíso que me tiene muy entretenida porque voy a estar trabajando fuera de Santiago y eso es bueno; encontrarme con otra gente, otras cabezas que están pensando lo mismo desde otro lugar. Voyager va a seguir andando y Noche de Reyes puede ser que también sea una cartita bajo la manga para el Teatro Nacional ya que es un importante montaje por los 70 años del Teatro. Pero todos los proyectos creativos que tengo están todavía bajo carpeta, en conversaciones, esperar si salen los fondos o no, tu sabes, todo depende un poco de eso. Siempre digo “este año fue muy duro, muy intenso, el otro voy a descansar” y todos se ríen de mí porque eso no existe, no puedo parar de trabajar yo creo que porque me gusta mucho lo que hago entonces, no tengo escapatoria.
Ficha técnica
Título: Noche de Reyes
Dirección: Rodrigo Pérez
Asistente de dirección: Catalina Rozas
Elenco: Jaime Leiva, Marcelo Lucero, Francisca Márquez, Roxana Naranjo, Francisco Ossa, Marco Rebolledo, Diana Sanz, Nicole Vial
Compositor musical: Guillermo Ugalde
Diseño: César Erazo
Producción: Teatro Nacional Chileno
Coordenadas:
Del 8 al 30 de noviembre
19.30 horas
Morandé #25, Santiago
Sala Antonio Varas
Entradas por Ticketplus y boletería del Teatro: $8.000 Entrada general, $5.000 Estudiantes, tercera edad, $3500 Estudiantes y funcionarios UChile (Presentando TUI), $4000 Personas con discapacidad (Presentando credencial). Todo los valores tiene cargo por servicio.