Entrevista a al muralista Alejandro «Mono» González: “Más que ganar el premio (Nacional de Artes) lo importante era instalar la discusión”

 

Por Gabriela Bravo

Alejandro «Mono» González se para frente al mural que ha pintado en la calle parisina de Oberkampf, mira su obra y termina de darle los últimos retoques para que quede perfecta. Luego mira los tarros de pintura que le quedan y casi como un reflejo dice, «siempre hay que aprovechar los materiales que quedan para hacer otras cosas, porque con una obra se financian las otras. La próxima puede ser con permiso o sin permiso, pero ya están los materiales».
Una obra efímera que puede ser vista hasta el 19 de septiembre y que realizó en conjunto con la Asociación Le Mur d’Oberkampf, lugar donde artistas del mundo entero del street art han dejado su huella pasajera.
Y es que a pesar de los años que lleva trabajando como artista y lo reconocido de su obra, Mono González no ha perdido su humildad ni el sentido social que tiene el muralismo.
Hoy se encuentra en Francia donde participa de una residencia artística en París junto a creadores del mundo entero. En este contexto el pintor fue parte del festival parisino Les Traversées du Marais, en donde los artistas abren las puertas de sus ateliers para mostrar sus obras y discutir con los visitantes.
Desde París, Culturizarte pudo entrevistar en exclusiva a Alejandro «Mono» González, quien nos habló de su experiencia en Francia y el rol del artista en la sociedad.

¿En qué consiste la residencia que está haciendo en Francia?

En esta residencia tengo 3 ó 4 programas en diferentes momentos, primero fue el festival de La traversées du Marais, la segunda es que pintamos un mural en la calle que va durar hasta el 19 de septiembre, es un muro que se pinta todos los meses y donde vienen diferentes artistas. Es un lugar muy visible.
Luego tenemos un evento con las galerías de arte, que se llama District 13. Las galerías de arte urbano se reúnen en París donde intercambian y promueven a los artistas que pintan en las calles, yo vengo por Chile, junto a Stfi (Estefania Leigthon) y una artista colombiana por Latinoamérica.
Además de presentar mis obras, por primera vez van a subastar algunos de mis cuadros, lo que para mí es completamente nuevo porque yo soy de la calle. Para mí es curioso porque estoy entrando en un ruedo que no conozco, pero también quiero aprender y conocerlo, saber cómo funciona, pero no es lo mío.
También durante este encuentro, donde habrá artistas urbanos de todo el mundo, se va a desarrollar un conversatorio sobre el muralismo y el street art en Chile y como yo soy uno de los referentes más viejos, me va a tocar hablar.
Este es el programa que tengo, pero paralelo a eso, mi proyecto es ver, visitar, ir a museos, dedicarme a pintar. Es un privilegio porque cuesta mucho poder llegar hasta esta residencia de artista.
Estoy recorriendo mundos ahora de viejo, estoy cerrando ciclos, en el sentido de ver las obras, las culturas antes de dejar de pintar o viajar.

En el mural que pintó en la calle Oberkampf de París vemos a dos personas que están frente a frente, ¿qué representa este mural?

Estoy trabajando los rostros de los inmigrantes en general, hay uno que es muy latino, tiene una nariz como del altiplano y el otro tiene rasgos negros. En el fondo es que todos somos inmigrantes.
No tiene título. No me gusta ponerles nombre a las obras porque siento que es como decirle a la gente qué es lo que quiero que vea, a mí me gusta que la gente se vuele.

Usted pintó la casa de los estudiantes de la Universidad de Bordeaux, ¿nos puede contar cómo fue eso?

Ahí llegué por los chilenos, conozco muchos y son muy amigos míos. Creo que, de los emigrantes o exiliados chilenos, es una de las comunidades más solidarias que conozco.
El mural de la casa de los estudiantes de Burdeos tenía que ver con dar las gracias, por haber recibido y permitido que tantos chilenos estudiaran ahí. Lo conversamos y primero pinté un mural con los estudiantes, luego vine otro año y pinté otro muro y luego otro. En tres años lo pintamos todo.

Este año usted fue uno de los postulantes al Premio Nacional de Artes, ¿qué significó para usted esta nominación?

A mí me postularon, fue un equipo de amigos, pero yo no lo quería hacer porque me daba vergüenza.
Quien determina estos premios es la Academia y el arte urbano y callejero es paralelo a la Academia. Fue una provocación de la calle a la Academia, pero además la idea era instalar la discusión del arte popular o arte democrático -que sucede en el espacio urbano– en las discusiones de la elite. Finalmente creo que lo logramos, más que ganar el premio lo importante era instalar la discusión.

¿Cuál es el rol del artista en esta sociedad?

El artista no puede vivir al margen de lo que está sucediendo en la sociedad, como cualquier obrero o trabajador tiene que tener una incidencia y opinión del lugar donde vive, del espacio territorial, de lo que le duele y lo que sueña.
Yo siempre pongo el ejemplo de Goya, porque él pudo haber pintado para el rey, pero también hizo toda la serie de las guerras, la serie negra y fue perseguido por la inquisición, exiliado y arrancó. En el fondo esa es la labor de los artistas y a pesar de todo un Goya es un Goya, tiene calidad.

¿Qué importancia le da al muralismo, tanto en Chile como en Latinoamérica?

El muralismo de calle o muralismo urbano tiene una incidencia muy fuerte porque tiene que ver con la comunicación, la opinión, son la escritura de la bitácora de los acontecimientos. Sus inicios no son institucionales, son anti sistémicos.

¿En este sentido qué le parece el grafiti?

Cada época o cada sociedad va teniendo distintas expresiones, estilos o manifestaciones. Creo que el grafiti es una de las manifestaciones del siglo XX y XXI, que tiene que ver con el anonimato que los seres humanos tienen en la ciudad. Entre comillas es vandálico porque es una protesta contra la sociedad, son anti sistémicos, los grafiteros no pretenden hacer obras de arte, lo que pretenden es manifestarse. Aunque algunos son como obras de arte, sus letras o tag, a mí me gustan algunos que son como logotipos.
Es muy generacional, el grafitero que empieza a las 14, 15 años hasta como los 21 años, luego se perfeccionan. Muchos de los muralistas de hoy en día empezaron siendo grafiteros y haciendo tags.
Por lo general el muralismo se considera algo más político, el grafiti es más individualista, el mural es más colectivo, participa más la ciudadanía, aunque sea un solo muralista que pinta, la ciudadanía tiene incidencia en el tema, el entorno, en la ocupación del espacio público.
Hay otra cosa que pasa a nivel de sociedad hoy en día en todas partes del mundo, y es que hay una forma de controlar las opiniones que te están colocando en la calle, se controlan los espacios o el uso de esos espacios. Se restringe no solo el espacio público sino lo que se opina ahí, y por lo general el grafitero y el muralista dan una opinión en la sociedad.

Su obra comenzó en los años 60, pasó por la época de Allende, la dictadura, la vuelta a la democracia y hasta el día de hoy, ¿cómo ve la evolución de su trabajo en todos estos años?

Las sociedades son distintas, vengo de una sociedad que ha pasado por todas esas historias y creo que soy un privilegiado, sobreviviente y observador de esa historia. Si uno revisa los dibujos, la iconografía o lo que ha hecho siempre está relacionado con lo que en la sociedad está pasando.
En los volantes o dibujos de la clandestinidad que uno hacía, todo tenía que ver con la época, nacieron en esa época y tienen que ver con ese contexto, nuestra obra no se puede entender si no se entiende el contexto o a la obra que uno hizo se vuelve un referente del contexto.
Los dibujos y murales de la época de la dictadura no son como los de hoy día, porque estaban censurados, se hacían a la carrera, con precariedad, se hacían con miedo y terror. A diferencia de hoy, a pesar de que la sociedad en la que vivimos no es la democracia que queríamos, estamos en un país donde la constitución es la de Pinochet o no ha habido justicia ni verdad o hay una desigualdad cada día más grande. Si uno se da cuenta de esas cosas son los artistas los que tienen el deber y el derecho de opinar en la calle. El país que yo sueño es el que pinto.

¿Cuáles son sus proyectos futuros?

Como miembro del museo a Cielo abierto de San Miguel formo parte de un festival que se llama La Puerta del Sur, que es un festival itinerante y se hace una vez al año. Comenzó en la ribera del río Mapocho y acabamos de firmar un convenio por tres años con el Cementerio Gener   al para pintar murales en los sectores más pobres y esperamos hacer unos 30 murales en los tres años que dura el convenio. La muerte en Chile tiene que ver con el pecado, lo religioso, el juicio final, pero también tiene que ver con la dictadura, con los cuerpos de los detenidos desaparecidos, con la justicia, entonces esta serie de murales van a tener que ver con la memoria. Esto será en octubre.
En noviembre estaré en Arica y Miami pintando y en diciembre en Haití. Lo de Haití me lo financio solo con unos amigos, porque queremos ir a pintar a los lugares más pobres y deseamos tener esa experiencia. Yo vivo en un barrio pobre en Chile y en mi población hay una gran cantidad de inmigrantes haitianos, que viven hacinados.

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