Por Valentina Gilabert
Cada vez son más las mujeres que se toman los espacios creativos y de dirección. Nona Fernández, Isidora Stevenson y Manuela Infante son solo algunos de nombres hoy reconocidos entre la crítica. A la lista se suma Carla Zúñiga, destacada dramaturga de la escena nacional contemporánea que se caracteriza por sus textos con un lenguaje incisivo y por abordar temas sociales desde la ironía y con un toque de humor.
Historias de amputación a la hora del té, La trágica agonía de un pájaro azul, Prefiero que me coman los perros y El amarillo sol de tus cabellos largos son algunas de las obras que estrenó con La niña horrible, compañía que fundó en 2013 junto a Javier Casanga, con quien actualmente sigue trabajando a pesar del abrupto final que esta tuvo hace unos meses atrás. Si bien, este año contaba con varios proyectos presenciales junto a Casanga, Víctor Carrasco e Isidora Stevenson, todos quedaron en pausa por la pandemia. Sin embargo, eso no impidió el desarrollo de nuevos trabajos. El terror de vivir en un país como este es su última obra, codirigida con Manuel Morgado (Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual), disponible en www.m100.cl hasta el 29 de noviembre.
El terror de vivir en un país como este, es un montaje de tres historias donde, desde el humor, el sarcasmo y una cuota de terror, se traslada al espectador a un escenario ficticio no tan alejado de la realidad, en que los muertos parecen estar vivos y quienes deberían estar muertos no acaban por estarlo nunca. En Culturizarte conversamos con la autora acerca de su trabajo creativo, del estallido social y la pandemia y de lo que significa para su escritura el vivir en un país tan terrorífico como este.
Una de las gracias de la comedia es reírse de uno mismo, de lo que somos como seres humanos y sociedad. ¿Cómo es escribir comedia cuando hoy estamos en un periodo de tanta rabia, dolor e incertidumbre?
Ha sido un año, desde el estallido social, bien dramático. Toda la clase política ha sido muy ridícula, muy patética, mira el presidente que tenemos. De ahí para abajo es todo un chiste. Tenemos una clase política de payasos, que son muy ridículos, pero son malas personas. Están esas dos capas y eso es lo que me parece interesante, que no siempre todo es drama. Una cosa que es horrenda puede ser también chistosa. Escuchar hablar al presidente, a la ministra de cultura, es ridículo y da mucha rabia, pero en cierto aspecto sirve también para que nos riamos porque es muy patético.
Si la escritura parte de una intuición, ¿cuál es la primera intuición que te lleva a escribir este montaje?
El primer cuadro, Cosas que pasan en el pasillo de los animales, lo escribí a partir de Proyecto No, una obra de cuatro micro obras que eran una reflexión de los 30 años desde que había ganado el No. Entonces a partir de esa reflexión escribí esa escena, que era algo de lo que nunca había escrito tan directamente. Me interesaba mezclar esta idea de Pinochet y el Tinder. Avanzamos y todo es muy moderno, pero Pinochet está ahí igual. Si bien nací en dictadura, no me acuerdo porque era muy chica, sin embargo, esos fantasmas los tenemos, su huella está en nosotros, y eso me parece interesante de explorar, porque la dictadura nunca pasó y con el estallido social nos damos cuenta de que efectivamente fue así.
Antes en La niña horrible también trabajabas con las ideas de libertad y horror, pero en esta obra se dan de otra manera. ¿Cuál sientes que sería su sello? ¿Hay alguna diferencia entre la Carla de La niña horrible y la de ahora?
Claro, porque son ejercicios muy diferentes. Esto es mucho más audiovisual que el teatro. Acá queríamos hacer algo más cliché, de terror, jugar con ese formato que es más cinematográfico y que ha sido tan poco explorado en el teatro. Esta primera escena tenía tintes de terror, medio zombi, entonces, cuando aparece la idea de hacerlo era necesario que fuera más larga. Creo que el sello puede ser que es un terror cliché y ridículo y, en el fondo, en ese guiño de terror está el discurso, en quiénes son estos monstruos. Yo siempre había trabajado lo monstruoso en lo marginal, pero como bello. En cambio, acá es lo monstruoso y se queda monstruoso, no hay ninguna intención en embellecer esta monstruosidad.
Recién hablabas del formato, ¿por qué escribir un montaje de tres obras y no una obra de tres actos?
Por cosas prácticas ya teníamos la primera y más que alargarla me parecía interesante tomar la misma temática y hacer más cosas, y porque también siento que es mucho más fácil, viendo estas obras por internet, ver el celular, aburrirse, porque no estás ahí recibiendo la energía. Entonces también pensaba que era mejor que fueran tres, para mantener la entretención, para que la gente no se aburra. 35 minutos en una obra presencial no es nada, pero acá es tiempo.
Entendiendo que en el teatro no hay tanto del género, ¿te inspiraste en algún referente audiovisual?
No, en el teatro no hay mucho, y claro, como lo pensamos, la primera obra era algo más contemporáneo, la segunda más noventero y la última de los sesenta, de los cincuenta. Esa fue la inspiración, como un viaje en el tiempo. Vimos muchos referentes de cada época, porque son terrores distintos. La primera era como el terror de ahora, la segunda como Entrevista con el vampiro, por eso tienen esas camisas, y el tercero tiene otro tono, blanco y negro, como Frankenstein, Drácula.
¿Te sentiste cómoda trabajando en este género y formato en particular?
Sí, fue muy raro porque todo el rato estábamos preguntándonos “¿qué estamos haciendo, un corto, es teatro?” No sabíamos bien cómo hacerlo. Yo he hecho harto teatro, entonces, sé cómo se hace, pero acá era como “qué tenemos que hacer”, y en algunas cosas seguro nos equivocamos, pero nada, es algo que está pasando ahora y que estamos aprendiendo todas y todos.
Las artes han estado muy abandonadas, pero se necesita seguir trabajando, y si hay que hacer teatro en pandemia, hay que hacer teatro en pandemia. ¿Cuáles son los pros y los contras que tú ves en el proceso creativo bajo este contexto?
Una cosa positiva es que se descentralizan un poco las cosas y las personas de regiones tienen acceso a ver todas estas obras, y eso me parece que está bueno. Y cosas negativas, hay muchas. Como que tuvimos que ensayar por Zoom, que es una barbaridad. No pudimos ensayar mucho en el espacio, y hubo que improvisar muchas cosas porque no podemos juntarnos como en la normalidad. Uno en el teatro prueba todo antes y acá no pudimos. Nos vimos por el Zoom y después ya estábamos en la sala.
No tuviste oportunidad de ensayo-error.
Claro, más encima lo audiovisual queda. Hubo un error y quedó ahí para siempre. En cambio, en el teatro uno corrige las cosas. Es mucho más flexible en ese sentido.
Y todas las funciones son distintas.
Sí, todas son distintas, pero también hay otras cosas que tiene lo audiovisual que no tiene el teatro, como ver a la Grimanesa flotando, como ciertos efectos visuales ridículos que en el teatro no se pueden hacer.
O que se pueden hacer, pero es más complejo y con mayores recursos.
Necesitas un Fondart, pero para esto no hay tanta plata.
Y en general, con ojo crítico, ¿qué te ha parecido el teatro en pandemia?
Se están intentando hacer cosas y me parece bien, pero echo mucho de menos el teatro presencial. Encuentro que no hay punto de comparación siquiera. Extraño mucho la teatralidad. Ya no quiero ver más las casas de las actrices y los actores atrás. Eso lo encuentro tan fome. Y también la sensación de público, por ejemplo. Una amiga me decía el otro día «cómo estuvo el estreno» y yo «terrible fome», no sé qué le pareció a la gente. Uno está en la función y por último ves si vino poco público, si está lleno, si la gente se aburrió, si se rieron, uno sabe cómo lo reciben las personas. El teatro es un lugar de unión, estamos todas y todos juntos en esta función. A mí también me gusta sentir la energía de las actrices y los actores y acá es imposible. Eso lo extraño mucho, ese ritual.
El terror de vivir en un país como este
¿De dónde nace el título El terror de vivir en un país como este?
Yo creo que de ver las noticias y ver lo que está pasando en este país terrorífico, eso desde el estallido social. Siempre ha sido así, pero en el estallido social esto explota y no hay vuelta atrás. Eso de que Chile despertó es real. Ya vimos que todo estaba mal, que todo era corrupto, aparece toda la represión, toda la violencia que hemos visto el último tiempo. Yo crecí con historias de la dictadura y me parecía horrendo y muy lejano, y después viene el estallido social y empiezan a pasar las mismas cosas que nos habían contado. Los milicos en la calle con metralletas, gente que desaparece, gente que aparece muerta, gente que los pacos disparan en los ojos en las manifestaciones, violaciones constantes a los Derechos Humanos y que aún están impunes, igual como fue en la dictadura. Creo que de ahí nace el título, de que en verdad la dictadura no estaba tan lejos como pensábamos.
Si tuvieras que definir ese terror, en una palabra, ¿podrías?
Ese terror está en defender el mall, defender las cosas, que se fijen en eso cuando están matando gente, no lo entiendo. Me provoca mucho conflicto, sobre todo con gente que uno quiere. Muchas amistades se rompieron el último año por esa misma situación.
Entendiendo que ese horror es un poco el hecho de que nada ha cambiado, ¿cuál es el impacto de escribir desde ese lugar?
No sé qué tanto impacto el teatro, sobre todo el teatro en pandemia, desconfío mucho de su impacto. Me gustaría la gente sintiera que es un apoyo a esta sensación que todos tenemos, porque también es una burla. Siempre me confundo con estas cosas, me encantaría que la gente que uno odia o que espera que se enoje con la obra, viera la obra, pero no sé si eso pasa. Pero al menos si no pasa, que la vean las personas que les hace sentido ese discurso y que tiene ganas de burlarse de quienes han estado al poder tanto tiempo.
En la obra se hace referencia a esta ultraderecha que hoy día se está visibilizando mucho más y que se ha tomado las calles, las redes sociales, gente que glorifica el golpe. ¿Cuál crees que es el impacto de esto para escribir la obra?
Es muy terrible considerando que hay muchas personas que fueron torturadas que siguen vivas, entonces que salga la gente con esos discursos es violento, pero es una violencia que está normalizada. La gente confunde que hay que respetar todas las opiniones, pero si son opiniones de odio, no podemos respetarlas, no puede ser. Eso es un super buen movilizador para escribir porque al menos a mí me provoca mucha ira. Esas personas salen del closet porque hay un contexto, un país, un gobierno que lo permite. Somos un país donde no ha habido justicia, nunca hubo justicia, y se burlan constantemente de la gente y de lo que ocurrió, de ahí nace el estallido social. Y obvio que es una rabia para destrozar y quemar toda la ciudad porque es demasiado, y que haya gente que no lo pueda ver porque considera que su realidad es la única realidad en el país, lo encuentro horrible. Es una provocación constante muy fuerte y ahí el arte tiene una responsabilidad de contestar con esa rabia que le genera a tanta gente.
Que el teatro sea más contestario.
Sí, o sea, debería ser, desde todos los lugares, no solo de esto. También desde el feminismo, desde el género, desde la clase, desde todo.
Y esta revuelta, ¿sientes que cambió de alguna manera tu discurso político? ¿Lo potenció o dirigió hacia otro lado?
Yo creo que inevitablemente hubo un cambio en todas y todos nosotros, entonces obvio que a nivel de forma seguro que hay cambios que me cuesta un poco verlos ahora, pero siento que el teatro venía hablando de estas mismas cosas que explotan en el estallido social desde hace mucho tiempo, solo que ahora se expone. Yo no sé si hubiera hecho esta obra antes del estallido social, por ejemplo, no sé.
¿Por qué?
Siento que ahora tengo más ganas de ofenderlos, más rabia que antes, porque en un año han pasado cosas horribles, y también hay una sensación de grupo. El apruebo ganó con un 70 % , somos mayoría y nos hicieron pensar mucho rato que no, igual como pasa con el feminismo, que nos hacen odiarnos entre nosotras y de repente nos damos cuenta que todas fuimos abusadas, todas sufrimos violencia, entonces nos agrupamos. Eso me parece positivo, y siento que de todas maneras esa sensación cambia tu forma de ver las cosas. Eso se traspasa al teatro también.
Y el proceso de escritura, ¿cómo lo has llevado?
Después del estallido estuve mucho tiempo sin escribir, fue una sensación super rara. Como que sentía que todo había cambiado, los textos que estaba escribiendo no me hacían sentido. Para mí fue super importante la performance de Las Tesis. Fui cuando se hizo la segunda vez en Santiago, y ver a tantas mujeres haciendo este acto fue muy importante para mí. Recuperé un poco mi esperanza en el arte, dije «es posible que a través del arte podamos hacer cosas que sean transgresoras».
¿Te sientes heredera de alguna tradición? ¿Cuáles son los escritores o dramaturgos que hoy te inspiran a escribir?
Es complejo porque mis primeros referentes son todos varones porque todos los varones escribían, porque no había tantas mujeres escribiendo, y eso no me gusta. Si bien es gente que yo admiro mucho como Griffero o Radrigán, es una lástima que en ese momento cuando yo estudié no hubiera más referentes mujeres. Pero ahora, hay muchas mujeres escribiendo. Está la Nona Fernández, Xime Carrera, Flavia que está escribiendo hace rato y, bueno, Manuela Infante, que ella sí era mega referente cuando yo estaba en la escuela. Pero ahora también hay muchas mujeres haciendo cosas muy bacanas, como Anita Luz Ormazábal, Steffi Bastías que está dirigiendo, hizo una obra que se llamaba La Torre que era preciosa, que apenas tenía texto y muy bella. Yo hago clases y tengo muchas estudiantes mujeres que están escribiendo cosas hermosas y los hombres también, los más jóvenes no son como los más grandes. Tienen otro pensamiento.
¿Alguna mujer con la que te gustaría trabajar?
Con Manuela Infante, es mi sueño máximo trabajar con ella porque la admiro mucho y, además, hace algo tan diferente a lo que yo hago, que me encantaría vivir ese proceso. Con ella y con Anita Luz Ormazábal. A las dos las admiro mucho porque son directoras que trabajan muy distinto a mí y me encantaría pasar por eso.
Dirección: Carla Zúñiga y Manuel Morgado
Dramaturgia: Carla Zúñiga
Elenco: Grimanesa Jiménez, Gabriela Arancibia, David Gaete, Nicolás Venegas
Diseño integral: Manuel Morgado
Producción: M100, Cecilia Guerra
Composición y producción musical: Loreto Ríos y Rae del cerro
Intérpretes: Loreto Ríos y Carolina Díaz
Caracterización: Franklin Sepúlveda
Vestuario: Althia Cereceda
Realización escenográfica: Nicolás Muñoz
Cámaras: César Zúñiga, Franco Barrios
Diseño gráfico: César Morales
Mascaras: Olga Tapia