Por Galia Bogolasky
Entrevistamos al director del documental que retrata las múltiples caras del estallido social y el fallido proceso por cambiar la Constitución del ’80. En formato vertical y construido en base a videos ciudadanos viralizados por redes sociales, el largometraje narra con humor las vivencias de un Chile polarizado que deambula entre el drama y el absurdo, la ilusión y el fracaso.
Un ser del más allá vuelve a Chile durante 2019 encarnado en un trabajador que sueña con un estallido social. Ese es el particular punto de partida de El que baila pasa, un estallido viral, película documental que acompaña el viaje de un fantasma que recorre la nación e intenta comprenderlo a través de los celulares de las personas que graban lo que sucede a su alrededor.
Premiada como Mejor Largometraje Nacional en FICValdivia y en FICViña, la película dirigida por Carlos Araya Díaz y coproducida por María Paz González, será distribuida por Miradoc en salas de Arica a Punta Arenas a partir del 13 de junio.
¿Cómo surgió la idea de hacer un documental sobre el estallido social? ¿Cómo fue el proceso de recolección de material?
La película se fue armando en el camino, de manera inesperada y pasó por diferentes etapas. Las primeras semanas del estallido, las redes sociales se fueron llenando de imágenes, explotaban muchísimo material. Me acuerdo que incluso se abrieron drives con muchos gigas de material que se iban acumulando y que colapsaban en horas, y fui recolectando todo ese material, sin saber muy bien para qué, si esto se iba a convertir en una película. Fue un impulso que tuve por ir a recolectar este material. Primero, sin punto de vista, y con el tiempo me fue interesando, no sólo la violencia policial, la épica de la protesta, más bien me fui quedando con los registros laterales. Personas del barrio alto que tenían una pugna por si se protestaba o no se protestaba en Lo Barnechea, o un trabajador que viene saliendo de su turno, y hace un live para contarle a la gente que la escultura del perrito matapacos se había quemado. Son cosas como descripción de clases, de cierta ternura, de humor, que le van dando textura a algo que en el presente sólo se encapsula como el octubrismo, y que más bien clausura cualquier forma de pensar lo que vivimos, y creo que esta película de alguna manera trabaja o intenta elaborar una experiencia que desentraña algo más que sólo eso.
Esa fue la primera parte de la película. Después vino el rechazo, el silencio, la tristeza, y ese material quedó ahí, en un disco duro, olvidado, y el culpable de despertar nuevamente mis ganas por trabajar con esos materiales fue Raúl Ruiz, vi Cofralandes, una película en cuatro partes financiada por el Ministerio de Cultura, en su momento, pero que después fue olvidada, que probablemente no hablaba del Chile que esperaban, fue parte del Consejo de Cultura de Ricardo Lagos. En Ruiz encontré una forma salvaje de ver la realidad, sus contradicciones, y se me abrió un camino posible para volver a ver todos estos materiales y descubrir que ahí contenían lo que había pasado en el estallido, sus diferentes vertientes, pero también algo que siempre nos preguntamos, ¿qué es lo chileno? Aparece con fuerza esa pregunta en cada uno de los planos de esta película, en las formas de hablar de esas personas, en lo disperso de esa estructura. También creo que es una película tan salvaje que incluso puede contener música clásica, música para hacer el aseo, y reggaetón.
El título de la película, El que baila pasa, incorpora todos estos elementos que fueron tan propios del estallido ¿Cómo fue que surgió el título a partir de este elemento que es clave del estallido?
Sí, después del análisis, cuando empecé a incorporar todos estos materiales en la línea de tiempo, fueron surgiendo como categorías, entonces apareció con insistencia “el que baila pasa”, y había una amplia gama de situaciones que se daban en ese contexto, de cosas como muy prendidas, muy sueltas, con gente dándolo todo, pero que también tiene una vertiente más oscura, que se vuelve también más violenta, en algún sentido. Me parecía una situación muy interesante y representativa del contexto, porque a nivel social también el estallido nos obligaba, a posicionarse, desde el que se manifiesta, desde el que decide apoyar la manifestación bajándose de los autos, y desde el que se resiste a hacerlo, que está en la otra vereda. Además me pareció un juego interesante, porque hay un personaje de ficción que no hemos adelantado todavía, que es un ser que viene del más allá, y “el que baila pasa” también servía como una doble capa, una especie de frontera entre la vida y la muerte, lo que está más allá, lo que está más acá, entonces habían varias cosillas ahí que me ayudaban a instalar esto con más fuerza y que se volvió finalmente el título de la película.
“El que baila pasa”, lo de Las Tesis, lo del perro matapacos, los perdigones a los ojos, todas estas cosas súper simbólicas, pero también rescatadas de esta manera tan en bruto. Cuéntame un poco de los símbolos que aborda la película
Lo primero que apareció, de hecho, de las primeras secuencias que armé fue del perro matapacos, precisamente viendo Cofralandes, hay una secuencia en Cofralandes II, de Raúl Ruiz, donde hay un plano de un perro durmiendo en la calle, y el narrador, que es interpretado por Raúl Ruiz, empieza a decirle susurrando, titulares del Mercurio, entonces le habla despacito a ese perrito para no despertarlo. Yo dije; “acá hay algo que podría conectar con el perro matapacos” Hay una cuestión como de lo fantástico, leída desde lo local, desde lo chileno, y lo metí a la línea de tiempo, empecé a jugar también con Cofralandes, y ahí salió algo. Dije: “acá hay algo interesante que hay que seguir explorando”. Fue algo muy inesperado, porque esos materiales tenían un alto grado de realidad, y esa capa de ficción, me permitía verlo desde la distancia. Una cuestión que yo al menos necesitaba. Creo que todavía necesitamos, verlo en perspectiva, y descubrir realmente qué nos pasó, quiénes somos ahora, y hacer un duelo, una especie de terapia, eso me pasó a mí al menos, pero también compartirlo con la gente para volver a mirar el presente y el futuro.
El tema del montaje, que me pareció súper interesante ¿Cuánto te demoraste en el montaje, y qué tanto armaste en el montaje, y qué tanto tenías prearmado, con guion?
Es una película bien interesante, porque se trastoca como los procesos clásicos del cine, que es como de la idea, el guion, el desarrollo. En esta película no hubo desarrollo, no hubo guion, partió directamente desde el montaje, se descubría el guion ahí, y por lo tanto es un proceso bien largo, porque hay muchos caminos que finalmente no tienen salida, y uno pasó semanas ahí, en esa deriva narrativa de mezclar materiales. Había que volver y probar otra cosa, pero la película, en algún momento, fue pidiéndome cosas. Cuando pasa eso es que está funcionando, adquiere una forma, y se empieza a alimentar de un tipo de elemento.
En un momento había una voz en off, después se volvió en texto, y quedó en texto. Había un arco de un personaje, alguien que llega, que se mantiene, hay una terapia, después quiere irse, entonces van agarrando cierto sentido los materiales. En esas decisiones ya no estaba la posibilidad de que entraran materiales en sentido horizontal, sino que la película ya tenía una forma vertical, y había que alimentar ese formato. La película en algún momento cobro forma también en seguir la estética de las redes sociales, y había que alimentar eso, entre el hashtag, por ejemplo, o en secuencias más dramáticas de violencia extrema, aparecía también ese empañado de Instagram que te censura, y que te pregunta si quieres ver la imagen o no quieres ver la imagen. Entonces se empieza a contagiar de ciertos elementos que van dándole contundencia a la propuesta. Hay que seguirla, si resulta o no, hay que verlo.
¿Lo del vertical era porque el material venía así? O ¿Estaba pensado para que uno vea la película en el celular?
Sueño con que tenga una distribución después online en formato vertical y la gente pueda verla así, en vertical. De hecho los subtítulos están dentro del mismo campo, sobresalen también por una decisión pensada en posiblemente distribuirla en el formato vertical.
La música también es súper importante en la película, tienes una súper buena banda sonora, es bien interesante porque la música tiene una carga de discurso también súper importante. ¿Cómo fue el trabajo con el compositor José Miguel Gatica?
Yo ya había trabajado con José. Fue bien interesante porque es una película muy rara, atípica, salvaje en lo musical también. Hay tonos muy contradictorios, y creo que la música interpreta también las posturas en la película. Hay demasiados sueños individuales que están ahí en la calle dando vueltas, y le van dando diferentes tonos que tienen que ver con la lectura del fantástico, un poco de terror desde la música clásica. Hay espacio también para el reggaetón, para ciertos contextos más desde un lugar más fresco en lo musical. Y una lectura también desde la calle, por ejemplo, aparece un cantante callejero cantando una canción de Emanuel.
Entonces me hacía esa pregunta, ¿Cómo incorporar esos elementos? ¿Cómo trabajarlo? Creo que en esta película yo mismo me sorprendí, yo derribé todas mis fronteras estéticas que tenía, las que venía trabajando, y me lancé a esta fuerza inesperada que trajo el proceso y también me trajo a la película.
¿Cuál fue el mayor desafío para ti durante todo el proceso de creación de este documental?
El mayor desafío fue el punto de vista, porque mi interés fue ahondar en una película con distancia, y eso requiere mirarse con autocrítica, nuestras propias consignas, y mirar con complejidad al qué está en la otra vereda. Eso es difícil, es difícil con materiales tan diversos que incluyen autoregistros de carabineros y militares, y no perder el punto de vista, saber dónde estoy ubicado, pero dar la posibilidad a mirar al otro con complejidad. Creo que ahí bordeamos algo. En algunos momentos durante el proceso me pasé de teja, y volví. Encontrar la justa complejidad y no quebrar ese punto de vista, fue lo más difícil para esta película.
Es una película que tiene un contexto político-social que ocurrió hace cinco años, y que aborda lo que pasó después, con las constituyentes ¿Cómo ves también estrenar hoy, cinco años después de los hechos? y ¿Cómo ves el futuro de la película? ¿Cómo la haces actual y cómo enfrentas el estreno cinco años después de lo que pasó?
Fue un tema que hablamos con el equipo, cómo pensar esta peli para que no quedara como anestesiada en el pasado, que perdiera actualidad, y se volviera parte de la discusión del presente. Creo que lo interesante que tiene esta película es la distancia, mirar esto desde el archivo, desde la ficción, desde lo lúdico, que de alguna manera nos va a dar, ojalá, mis deseos de realizador quizás nunca se cumplen, pero va a dar ciertas luces para refrescar la memoria, y poder salir, al menos empezar a rayar la celda de este presente que nos tiene súper atrapados en términos políticos. Me preguntaban: ¿Quién es el fantasma ahora? Siento que es la ciudadanía, un fantasma buscando un cuerpo, un cuerpo político, donde precisamente lo político no está dando el ancho, donde no hay imaginación política, y tal vez hay algo en esta película que nos puede dar un reflejo para hacer una terapia colectiva y volver a pensar en el futuro, en la imaginación del futuro de lo político.
La película obtuvo dos premios importantes en FIC Valdivia y en FIC Viña. ¿Cómo ha sido este recorrido, los festivales y lo que se viene ahora con el estreno? ¿Qué expectativas tienes, además, cómo le va a ir? ¿Qué opinan la gente, si va a remover algo también en torno a lo político?
Ha sido muy interesante. He tenido la posibilidad de compartir en conversatorios con el público directamente en varios festivales. Ganó dos premios, inesperados siempre. Está ahí compitiendo con películas de colegas muy interesantes, que admiro mucho también. Es bueno porque le da cierta visibilidad a la peli. Creo que eso es lo importante de los festivales y ha sido algo interesante. Nos tiran hartas flores en sala, pero en internet nos dan harto hate. Hay gente que la odia mucho. Es una película que provoca hartas cosas, buenas y malas, creo, porque es una película que, además, se pregunta precisamente por el formato online. Esto que arrojamos, que compartimos día a día, puede considerarse o constituirse como arte. ¿Qué es este flujo de imágenes que vemos todos los días? Hay algo ahí que la película aborda. Ese hate creo que también nos alimenta, es parte de la discusión que queremos instalar. Así que yo espero que al menos había un interés. Un interés en la gente, en los conversatorios. La gente se ha quedado. Me dicen que tienen un viaje emocional muy grande con la película porque los hace como redescubrir eso que tenían un poco tirado bajo la alfombra, que este fracaso, de todo este proceso, han querido borrarlo de sus cabezas. Mucha gente ha quedado con la cabeza en un lado y el cuerpo en otro y que esta película lo ayuda a recuperar el funcionamiento anatómico-fisiológico de sus cuerpos. Eso me parece bien interesante.
¿Qué le podrías decir a la gente para invitarla a ver la película? Ahora que se estrena en salas.
Raramente las películas son lo que dicen los realizadores. Así que todo esto que dije probablemente es mentira. Se van a encontrar con una película muy inesperada que puede ayudarles a redescubrir todo eso que vivimos y hacernos preguntas que nos hagan volver a descubrir la esperanza. Puede aparecer ahí algunas luces, alguna inyección de energía, y al menos si nada de eso se cumple, van a salir al menos con una risa, una lágrima, y un cariño.
Ficha técnica
Título: El que baila pasa
Dirección: Carlos Araya
Producción: María Paz González
Género: Documental
Distribución: Miradoc
Estreno: 13 de junio.