Por Pilar Alcántara
Entrevistamos a la cineasta chilena, directora del centro de cine y creación CCC, en el marco de la conmemoración de su primer año de programación continua. El proyecto fundado en el 2016 por la directora Dominga Sotomayor, la montajista Catalina Marín y la arquitecta Rafaela Behrens, logró abrir sus puertas en octubre del año pasado junto a una función inaugural de la película 1976 de Manuela Martelli. Durante este año CCC ha congregado a más de 5000 personas en sus funciones, talleres, arriendos y eventos. De las 124 proyecciones que han tenido, entre su microcine y al aire libre, 70 han sido películas nacionales, de las que gran parte han contado con conversatorios en los que participan sus directores y realizadores.
Esto fue lo que la cineasta nos contó sobre el CCC
¿En qué momento de tu carrera como directora de cine, productora audiovisual, guionista chilena, surge tu participación en CCC?
La idea surgió, si no me equivoco, el año 2017, hace ya seis años. Es una buena pregunta, porque no sé exactamente en qué estaba yo con los otros proyectos. Lo que sí te puedo decir es que, con Catalina Marín, que también es mi socia de Cinestación, montajista de la mayoría de mis películas, sentíamos una incomodidad llevar tantos años trabajando en cine y que no hubiera espacios que nos representarán y que nos ilusionaran para mostrar las películas. Compartíamos esta nostalgia de los cines de barrio, esa tristeza también de que se hayan destruido. Por ejemplo, en mi caso viví muy de cerca el cine Las Lilas, que era el cine donde iba con mi abuelo, con mi abuela. Me acuerdo de haber estado muy involucrada en esa lucha porque no se demoliera ese cine, en ir a prender velas a la plaza, en tratar, de adolescente, de que eso no ocurriera. Hasta el día de hoy es algo que recuerdo con mucha frustración, no haber logrado que no se demoliera ese cine. Y pasó en distintas comunas, con distintos cines que dejaron de existir. Junto a Omar Zúñiga y Catalina Marín en Cinestación habíamos estado por muchos años haciendo nuestras películas y sentíamos que después llegaba el momento del estreno y la única posibilidad era entrar a un centro comercial tipo Parque Arauco u otro, y que no tenía quizás la calidez o no correspondía al tipo de películas que estábamos haciendo y la manera en que queríamos mostrarla.
Soñábamos con que existiera un lugar en el que uno puede ir a tomarse un cafecito, a encontrarse con gente, a salir después a una plaza. Ese fue el punto de partida. Observamos que todos estos cines más comerciales tenían un 96% de películas norteamericanas en cartelera, y que ha sido una lucha constante de darle más espacio al cine chileno en Chile, al cine latinoamericano, al cine que teníamos la suerte de ir a veces a presentar nuestras películas a los festivales y encontrarnos con películas que nos movían mucho, que nos encantaban y decíamos: “qué pena que no pueda verse en Chile esta película tan buena y mostrarse a la gente que nosotros nos gustaría que la vieran”. De esa mezcla de situaciones o de análisis, surgió la idea de CCC.
¿Cómo enfrentan ustedes la pandemia? Como proyecto, como espacio, ¿Cómo vivencian ese momento?
Justo antes de la pandemia, fue súper difícil porque nosotros armamos este proyecto, logramos buscar referencias, buscar socios, que fue clave. El empresario Andrés Navarro fue clave al comienzo, porque junto a él nos asociamos para poder conseguir la casa. Es súper importante mencionar que este proyecto existe gracias a una confluencia de fondos privados y públicos. Confío en eso también, en que otros privados se ilusionen de ayudar a la cultura. Desde ahí para adelante hemos dependido de autogestión, de fondos públicos, de donaciones. Fue solo un apoyo inicial. Gracias a eso logramos armar el proyecto de arquitectura con Sebastián Bravo y Rafaela Behrens, que es nuestra cofundadora, y durante el 2019 se hizo una remodelación gigante de la casa, porque la casa estaba en pésimas condiciones, se estaba cayendo. Cuando llegó la pandemia, la casa estaba justo lista, estábamos en una especie de marcha blanca, después de haber esperado un año, el sueño de la casa remodelada, todo estaba impecable, y llegó la pandemia. La casa estuvo lista, blanca, perfecta, remodelada, restaurada, durante todo el primer año de pandemia, sin poder hacer nada. Era una casa cerrada. Fue difícil, porque también teníamos la ilusión de abrir al público, la gente estaba esperando, necesitábamos hacer actividades para que se empezara a arrendar el espacio, las oficinas, y no pasó nada de eso. Lo que fue súper interesante, es que empezamos a reaccionar muy rápido, en el primer marzo de la pandemia, dijimos: “si no podemos hacer función al aire libre, si no podemos funcionar como cine, ¿Qué hacemos?”. Empezamos a hacer proyecciones por Zoom. Empezamos a hacer varias cosas, hicimos una cosa que se llamaba “Un Cuento al Día”, que eran cuentos de niños, contados con sus mamás, o con sus papás, o sus hermanos, desde su casa, por Instagram live. Mucha gente se podía conectar a estos cuentos que contaban en distintas casas en el encierro. Fue súper exitoso. Fueron más de mil libros que se contaron desde distintas casas.
Después hicimos algo que se llamaba «La retrospectiva de Ruiz y Sarmiento”. Hicimos una retrospectiva todos los jueves por Zoom, de películas de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento, y se conectaba a distintas personas de Latinoamérica, de Chile. Fue todos los jueves y se llenaba. Eran un máximo de cien cupos, que es lo que nos daba el Zoom, no pagado. Fueron tres meses de todos los jueves. Al mismo tiempo hacíamos conversaciones por Zoom con directores de fotografía, directores hablando de sus películas, estuvo Marialy Rivas, directores hablando de sus películas. Eso nos ayudó a generar una comunidad online, que hoy es súper importante para nosotros, que funcionamos en Instagram. Es nuestra ventana, y ahora somos unas 35 mil personas en Instagram.
La idea de comunidad y de barrio, que teníamos mucho más asociado a un espacio físico al principio, era como: “vamos a las casas, invitemos a los vecinos”. Durante la pandemia se trasladó a puras cosas online, y la gente empezó a conocer del proyecto por Instagram, se empezó a generar una expectativa de que este lugar finalmente abriera. Eso fue la pandemia, muy desafiante, porque también una de las maneras en que podemos sobrevivir como espacio es arrendando oficinas en el segundo piso, oficinas para productoras, para diseñadores, para artistas, y todo ese año no pasó nada. Después de la pandemia nos pasó que se empezó a abrir de a poquito. El segundo año de pandemia que se empezó a abrir de a poco la ciudad, ahí hubo un evento muy importante, porque nos empezaron a pedir el espacio para hacer ciertas proyecciones de cine chileno, porque como teníamos un cine al aire libre, podíamos poner sillas con un metro de distancia. Nos dimos cuenta de lo bueno que era tener este cine abierto, pero cerrado, porque no era una plaza, sino que era un espacio controlado. Me acuerdo perfecto, hubo una avant premiere de El Agente Topo, estaban todas las sillas con distancia, y alguien dijo, “que loco, que este sea el único cine abierto en todo Chile”. Nos dimos cuenta que teníamos un beneficio gigante en la pandemia, dos, porque podíamos hacer proyecciones al aire libre que otros cines no podían estar haciendo, por la distancia social, por el miedo que tenía la gente de encerrarse en una sala. Poníamos una pantalla inflable en el patio al principio por eventos. Dijimos: “hagamos del cine al aire libre algo permanente para CCC”. Entonces, hicimos una pantalla de cemento alisada en el patio y se instauró esto del cine al aire libre como una de nuestras salas principales. De hecho, después de varios eventos en octubre del año pasado inauguramos con 1976, la sala al aire libre y desde entonces todos los viernes y sábado hubo proyecciones, en el verano hasta que hizo frío y ahora en octubre volvimos a inaugurar el cine al aire libre. Es nuestra sala permanente y nos gusta mucho porque es una sala muy distinta a una sala convencional también. La gente va, se puede tomar una cerveza, está al aire libre, se encuentra con amigos, se escuchan los sonidos del barrio, es una sala bien particular.
Ahí hay que esperar en el fondo del verano a que oscurezca para poder proyectar
Sí, ya estamos aprovechando también ese tiempo porque las proyecciones pueden partir a las ocho, nueve, cuando cae el sol. La gente llega antes, ahora tenemos a veces DJs o hay una banda en vivo o hay una exposición. Tenemos nuestro cafecito funcionando, se da una linda instancia antes de las proyecciones, como de encuentro entre la gente.
Desde ahí mismo, la cafetería, yo estuve revisando en Instagram y la gente habla muy bien de ella. Se generaron estos espacios como las oficinas, como el café. Cuéntanos un poco cómo han diversificado el uso del espacio y no lo han dejado solamente enfocado al cine.
Siempre se pensó así. Ese fue el origen del proyecto. Pensamos cómo hacer un lugar que no sea solo de exhibición, sino que sea de encuentro, de creación, de desarrollo. Nos gustaba la idea de una casa en la que habitaran todos los procesos del cine. Gente escribiendo sus guiones, gente terminando una película mostrándose a personas del medio, gente estrenando una película. Nos gusta mucho pensar en que confluye la exhibición, la producción, el desarrollo y la formación también. Hay talleres. La casa funciona, el segundo piso tiene oficinas que por ejemplo arrienda una productora o Fidocs o alguien que quiera hacer una película, la arrienda por dos meses. Hay oficinas cerradas, también hay un cowork donde la gente pueda arrendar un escritorio por un mes o por más tiempo, compartir con otras personas. Acceden también a beneficios, hay una sala de abajo que es multiuso, la pueden arrendar más barata, si tienen que hacer un casting o unas fotos o un ensayo. Pueden arrendar con un descuento de arrendatarios la sala de exhibición, que es el microcine, pueden hacer como muestras privadas, de prensa o talleres. Básicamente tenemos estas oficinas, las fábricas, le decimos fábricas o talleres, que las lanzamos dos o tres veces al año, hay taller de guion, talleres más teóricos y también taller de cine y política o taller de cine francés que se hacen en el microcine con proyecciones de películas y también hay más de creación. Ahora está la Alejandra Prieto que es una artista que admiramos mucho y ella está como tutora de artistas jóvenes, guiándolos durante todo el año y en diciembre va a ser la exhibición de todos estos proyectos en la galería de CCC. Nos importa mucho que no sea un lugar solo de cine, sino como tener el cine como centro, pero dialogando con otras disciplinas.
Tuvimos una vez una obra de Santiago A Mil que fue súper exitosa, que se llamaba La Condición Humana, que se hizo in situ, era en el patio, la dirigió Lizandro Rodríguez, que es argentino. Nos gusta mucho pensar que CCC es un lugar flexible y abierto, que parte desde el cine, pero también el cine entendido como dialogante, con las artes visuales, con el teatro, con la realidad virtual. Eso ha funcionado bien. El cine como centro, pero siempre en diálogo con la arquitectura, con la idea de patrimonio, con lanzamientos de libros. Hace muy poquito lanzamos una librería comunitaria, junto con La Librería Inquieta, que es una librería que es como pop up. La otra vez estuvo la Alejandra Moffat haciendo una lectura de su libro. Va a haber una librería comunitaria en CCC en el café, van a haber libros que la gente puede sacar libremente y colaborar poniendo sus propios libros que quiere donar.
¿Cuál ha sido el impacto en el barrio Argomedo, desde lo social y lo urbanístico, de la llegada de CCC?
Yo puedo hablar desde lo que dicen los vecinos y la concejala. Estamos muy orgullosos de sentir que es un aporte. Nosotras siempre estuvimos muy preocupadas de no convertir el espacio en una especie de elefante blanco, que llegara y estuviera listo de la nada. Nos preocupamos harto de investigar, de ir donde los vecinos. Cuando la casa estaba en ruinas, antes de remodelarla, hacíamos unos desayunos. Invitábamos a personas del cine, a vecinos, vecinas, a contarles de este proyecto. Les decíamos, “tenemos ganas de hacer esto, ¿qué opinan? ¿Cuáles son los mayores problemas del barrio?”. Nos hablaban de la seguridad, de las drogas. Estábamos en una esquina donde había mucha venta de droga y eso generaba inseguridad a los vecinos. Sobre todo, por lo que dicen, los vecinos están muy felices porque de partida, creo no estaré equivocándome en esto, pero es el barrio más denso de Chile. Es el barrio que tiene más torres y más población en todo Chile, sin lugares de esparcimiento. Hay una plaza, que es la plaza que estamos habitando. Para nosotros era muy evidente que era un barrio que necesitaba lugares de encuentro, culturales y de comunicarse. Finalmente tener un centro cultural ahí significa que los vecinos se conocen y eso genera seguridad. Hemos tenido un diálogo muy abierto y bonito con los liceos que están cerca de CCC. Está la Escuela de México, el A24. El A24 nos prestó sus sillas para el cine al aire libre mientras ellos estaban de vacaciones, después les devolvíamos el favor con prestarles el espacio para graduaciones de octavos. Hay un diálogo muy muy bonito y transversal con el barrio. Hace poco hicimos un video promocionando los negocios locales. El relojero, el kiosco, los locales de almuerzo, los cafés, la lavandería. Creo que la gente agradece que se sienta a CCC como un espacio abierto y que realmente estamos esperando que la gente del barrio se involucre, no solo como espectadores, a veces, vendiendo sus cosas, trabajando en el café, presentando películas. Hicimos un Cine Club que va a ser todos los miércoles y que es gratuito. Lo bonito es que el primer mes nosotros decidimos qué películas son. Pero desde el próximo mes los del Cine Club van a estar programando y presentando sus propias películas. Eso lo pensamos como un espacio más activo.
La sensación que tengo es que todavía hay un desafío en seguir vinculándose con el barrio, pero vamos por buen camino, la gente nos felicita, nos manda mensajes de que quiere participar, va a las funciones. Somos un espacio que nos planteamos desde el inicio del proyecto que no queríamos ser un lugar de élite o que el cine se sintiera como algo solo para la gente de cine. En ese sentido la programación es súper importante porque no es una programación solo de cine arte para un nicho. Nos importa mucho el equilibrio entre películas que la gente se pueda vincular. Un lugar muy lúdico, en el que puede estar desde Lost in translation a una comedia para niños, como Noche en el museo y el último estreno de la película argentina increíble que está los Oscar. Sentimos el desafío de que todo eso convive desde un lugar muy lúdico
¿Cuál ha sido a tu parecer como directora de este espacio la película que tuvo mejor recepción por parte del público? o ¿Cuáles han sido las películas que mejor recepción tuvieron por parte de los vecinos?
Yo creo que un evento que fue muy bonito fue el de El Charles Bronson chileno, que era una película chilena, que no se había mostrado casi nunca y que le hicimos un gran evento en el patio, como un relanzamiento con Carlos Flores. Es una película que tiene mucho humor, es un documental ficción sobre un hombre que imitaba a Charles Bronson en los años 70. Fue un evento muy bonito, tuvimos un cóctel donde vinieron los vecinos, se llenó. No esperábamos que fuera popular un evento tan de nicho, igual era una película en blanco y negro. Lo recuerdo con mucho cariño.
También 1976 de la Manuela Martelli, fue especial, porque fue la apertura, fue la Aline Kuppenheim y nos propusimos que fuera una especie de avant premier comunitaria. Estaban los vecinos, estaban los actores, no era un evento cerrado, era un evento abierto con invitados, con la actriz, la directora. Eso fue bien bonito, también porque esa película se hizo en CCC, la producción de la película fue en las oficinas. Era muy simbólico. Tenemos una alianza con MUBI, hay algunas películas que recordamos mucho, como Aftersun que se mostró en el aire libre y es una película muy emotiva de una directora mujer, su ópera prima. Es muy bonita y las fueron a ver muchas personas. Tan inmunda y tan feliz, este documental chileno fue muy exitoso, tuvimos que agregar funciones. Una cosa importante es que de las 124 películas que hemos mostrado, 70 han sido películas chilenas, es casi la mitad, porque nos importa mucho darles espacio a las películas chilenas. Ha sido bonito, porque no es solo mostrar las películas, han ido las directoras, los directores, los actores. No solo mostramos películas tan nuevas. Durante todo septiembre hubo un foco sobre la memoria pensando en los 50 años del golpe y mostramos películas como Imagen Latente, fue Pablo Perelman con Bastián Bodenhofer. Fue muy bonito tenerlos a ellos hablando de su proceso de haber hecho esta película durante la dictadura. Siento que el público de CCC responde a cosas muy diversas y eso es bonito, de cosas pop más lúdicas como Mi pobre angelito para navidad, que se llena de niños del barrio, a películas más específicas focos de autores, películas de Fidocs. Por ejemplo, Fidocs se ha hecho durante varios años en CCC, este año también somos sede. Creo que lo bonito está en el balance entre cosas más lúdicas y que congregan un público más general y cosas que para nosotros es súper importantes darle espacio a películas más autorales que son más difíciles de ver en Chile.
En Chile hace un tiempo que se están haciendo muchos trabajos sobre todo en producción cinematográfica de forma colaborativa, coproducciones con Argentina, tenemos alianzas con Brasil. Hay producciones que suceden en los tres países. ¿Cómo ha sido la gestión de ustedes con películas internacionales como Argentina o Brasil?
Siento que hemos tenido la oportunidad de difundir harto el proyecto. Hace varios años cuando todavía no existía la casa nos invitaron a un encuentro de cines en Venecia, se llama CICAE y fue increíble porque conocimos a personas que llevaban cines en Rusia, en Medio Oriente, en Alemania, en otros países de Latinoamérica, en México. Todos esos ejemplos nos sirvieron mucho para pensar en el proyecto de CCC, para inspirarnos. Pensando en que queríamos ser un lugar que no fuera solo una sala de cine, encontramos muy atractiva la idea de ir al cine, pero porque también había un café, talleres, fiestas, exposiciones. Ahí vimos varios ejemplos muy buenos. Ahí la gente empezó a conocer CCC, por ejemplo, conocimos a los de MUBI, conocimos a cines de otros lugares y nos quedamos todos en red.
Hace poco me invitaron a Costa Rica a un encuentro de cines de Centroamérica, el Caribe y Latinoamérica. Tuve que presentar CCC y había cines de Panamá, de Costa Rica, de México, y me encontré con gente que fue muy amable, muy receptiva y cariñosa con el proyecto. Me decían que es un proyecto que funciona como ejemplo para otros cines que quieran surgir en Latinoamérica, que, aunque sea un proyecto chiquitito y nosotros lo vemos como algo muy específico, es muy difícil lograr abrir un cine en Latinoamérica. Nos escriben de Bolivia, Perú, Córdoba, “queremos armar un cine ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo fue el inicio? ¿Cómo programan? ¿Cómo sobreviven?”. CCC es bastante conocido en Latinoamérica como un ejemplo de cine independiente, transversal abierto comunitario, sobre todo comunitario. Un cine en el que aportan los vecinos, en el que aportan otros cineastas, que es una fundación sin fines de lucro.
Lo que es súper difícil y desafiante es programar películas en Chile, porque muy poquitas de esas películas son compradas por distribuidores chilenos. Finalmente, estamos todo el tiempo escribiéndole al amigo del amigo que es amigo de, y es súper precario el sistema de hacer llegar películas que nos interesan a Chile. Es un cine creado por gente que hace cine. CCC está parado sobre personas que trabajan haciendo películas, entonces tenemos amigos que hacen películas, y redes de amigos latinoamericanos que de repente es como “¡Mostremos películas latinoamericanas! ¡Escribámosle a tal directora argentina!” o “me gustó esta película mexicana”. Tenemos los contactos con esas personas que muchas veces siguen teniendo los derechos de su película. Por otro lado, tenemos una alianza con MUBI, podemos estrenar buenas películas que va a estrenar en Chile. Por ejemplo, Los Delincuentes que estuvo ahora, que es increíble, la película argentina de Rodrigo Moreno. O va a estar Los colonos, que es chilena, u otras películas que MUBI decide estrenar. Pero nos pasa mucho que, por ejemplo, Andrés Di Tella, que es un amigo cineasta argentino, viene a Chile y nos dice, “voy a pasar por Santiago, me gustaría mostrar una película”. Le decimos, “obvio, ven”. Hacemos una recepción, invitamos al público, es un trabajo muy hecho a mano. Programar es como un malabarismo de, “digámosle a tal director, tal directora, que nos pase su película”. Nos importa mucho siempre pagar los derechos, estamos haciendo un esfuerzo constante por pagar al menos el 50% de las entradas a los invitados, tener siempre invitados después o al menos presentar las películas. No hay ninguna película que se presente sola, en todas las 130 películas que hemos presentado hay alguien diciendo “¿por qué decidimos mostrar esta película?”. Es un trabajo muy formativo, porque no queremos que las películas se presenten solas, siempre hay un ser humano detrás explicando por qué está esa película. Muchas veces está la directora o el director o el director de foto o un actor, después comentando. Ese trabajo ha sido muy bonito y creo que hace una gran diferencia, y la gente lo ve, que son películas que se pueden tocar. Porque si no, uno se queda en la casa. Si uno las puede ver en la casa, si es que no hay un encuentro humano ¿por qué salir de la casa?
¿Qué se viene para los proyectos futuros? ¿Ya tienen planificadas más cosas para el futuro? ¿En qué se proyectan a largo plazo, mediano plazo?
Empezamos una etapa nueva ahora porque tenemos dos salas. Una que se inauguró en mayo, que es el microcine, y otra que es el cine al aire libre. Se viene una etapa llena de cosas porque estamos con programación en el microcine, toda la semana y en cine al aire libre en los fines de semana. Tenemos programado hasta enero, películas chilenas, estrenos chilenos, estrenos internacionales, retrospectivas. Como hay poquitos lugares nos están llegando un montón de proyectos. Hasta el próximo año ya tenemos confirmadas dos o tres retrospectivas. Vamos a seguir haciendo talleres, haciendo eventos, se viene la librería comunitaria, queremos ampliar la cantidad de eventos de artes visuales y de literatura. Eso es un desafío a corto plazo, tener más exposiciones. Sentimos que recién se está consolidando el espacio y queremos que llegue más público, tampoco ampliar tanto la escala, creo que nos entusiasma mucho seguir programando a mano cosas que nos motivan, que nos entusiasman. No parar de proyectar películas de miércoles a sábado. Se viene un festival de cine LGBT en febrero muy grande con la Municipalidad de Santiago y con MUBI.
Hasta ahora han venido 5.000 personas en un año, tenemos la expectativa de que eso siga creciendo. El café es un lugar muy bonito de encuentro lo reinauguramos hace poco y es un lugar que se da para tener reuniones, para encontrarse. Yo misma trabajo ahí, de repente veo cineastas teniendo reuniones ahí, queremos que sea un lugar mucho más vivo, le pusimos mesas en la galería para que la gente pueda instalarse a trabajar con sus computadores. Queremos ir poco a poco, pero es harto pensar en que tenemos proyecciones constantes, talleres constantes. Una cosa que es más o menos nueva es que todos los jueves a las 4pm hay cine familiar, a luca, que son películas que nos encantan, películas medias noventeras, de los 2000, que nosotras vimos y que son la típica película que el papá le quiere mostrar al hijo ahora que ya creció. Eso está funcionando súper bien, mostramos Una noche en el museo y ese tipo de películas, o Mira quien habla, Beethoven, eso está funcionando súper bien y queremos seguir programando para un público transversal. Queremos que se acerquen más los vecinos y las vecinas, queremos hacer más proyecciones para niños, ha habido proyecciones muy bonitas con los liceos, ir ampliando eso. El gran desafío es seguir encontrando alianzas, marcas, pero nos sentimos muy bien acogidos porque creo que en la municipalidad están tan felices de que existamos, los vecinos nos están apoyando. Personalmente tengo mucha ilusión del verano, porque el verano pasado fue un éxito, era el primero. Todas las funciones estaban bastante llenas, y ahora este verano vamos a tener microcine y cine al aire libre, que es una diferencia del año pasado, que teníamos solo el aire libre. Creemos que va a llegar harta gente. Vienen ferias navideñas, un montón de actividades.
Para finalizar, cuéntanos sobre el enfoque comunitario, que en el cine es innovador, como lo juntan con esta cosa de los fenómenos sociales ¿Cómo llega este enfoque de CCC con este paradigma comunitario que es tan importante hoy día para la intervención de los espacios, para convocar gente? ¿Cómo surge tomar esa decisión y ese camino?
Para nosotros siempre fue clave pensar en este proyecto insertado en un lugar particular, porque teníamos la certeza de que tenía que ser un lugar que dialogara con los vecinos y vecinas. No queríamos hacer un proyecto imaginado por nosotras, instaurado en un espacio, sino que queríamos que el espacio hablará también. En ese sentido, el hecho de haber decidido hacer CCC en esa plaza, con esos liceos alrededor, con ese público, era una decisión, como un statement también. Va a estar acá, pero va a ser un lugar que dialogue y que la única manera de que funcione es conociendo a los vecinos, porque nadie te puede enseñar a programar o a hacer un centro cultural, es sólo la comunidad la que puede ir moldeando un espacio. En ese sentido, partimos con una idea que era: “hagamos un cine comunitario, hagamos un centro de encuentro, pero dejémoslo suficientemente abierto para ver cómo se va modelando con las vecinas, los vecinos, los colegios”. Eso iba pasando, al principio pensábamos, por ejemplo, queríamos que el patio fuera otra sala de cine grande, techada y nos fuimos dando cuenta que ese lugar era mucho más vivo si podía haber también ferias de arte, obras de teatro, encuentros comunitarios, bandas en vivo. Siento que la experiencia de ir teniendo el proyecto, nos ha ido cambiando un poco la hoja de ruta y nos entusiasma mucho que sea un cine comunitario, que sea un cine que tiene un impacto positivo en una zona específica, que mejore la seguridad, que mejore el vínculo entre los vecinos. Nos sentimos parte de ese barrio, siempre estoy por ahí, estamos todos habitando ese barrio. Nos entusiasma mucho conocer más a los vecinos. Es un lugar bien especial porque hay muchos vecinos y vecinas que llegaron hace poco a vivir a Chile, muchos de ellos son de Venezuela o de Colombia, y no conocen a sus vecinos, son niños que no tienen amigos o que están recién conociendo este nuevo país. Ha sido súper bonito que se conozcan a través de CCC. Entran a este lugar, se sienten acogidos, juegan tacataca, van a ver películas. Personalmente me ilusiona la idea de la micropolítica. Estamos en un momento en que yo estoy muy desilusionada de los procesos políticos y creo que lo único a lo que uno se puede aferrar es a tener un espacio que sea democrático en la microescala, un espacio que se sienta abierto, en que una persona se sienta acogida, sea como sea su procedencia, su identidad sexual, su look. Me enorgullece mucho sentir que CCC es un lugar que se siente muy transversal, es muy difícil que uno no se sienta acogido. Eso ha sido algo que para nosotros es político, es importante y es central que sea un lugar transversal y abierto. Incluso a veces decimos, hagamos un festival de tal temática, y digo, “¿por qué? si todas las temáticas son acogidas”. Es un lugar queer, es un lugar donde todos son chilenas y chilenos. Eso es como el corazón de CCC, y en ese sentido tiene mucho que ver con la identidad de ese barrio, porque ese barrio es así, es diverso y tiene que ser acogido en sus múltiples identidades.
¿Qué le podríamos decir a las personas para invitarlas a ir a CCC?
Vecinos, vecinas, personas interesadas en la cultura, de otras regiones, de otras comunas, que vayan. Todos y todas invitados, vamos a tener proyecciones todas las semanas, son películas que realmente hemos escogido a mano. Siempre nos importa mucho programar cosas que a nosotros nos ilusionan. Es un lugar abierto y están todas y todos invitados a seguirnos por las redes sociales especialmente, en @cineccc en Instagram, que es como nuestro territorio por ahora. Hay talleres, hay eventos, hay películas, sobre todo, un cafecito rico. Así que los esperamos en el verano.