Por Galia Bogolasky
Entrevistamos a la cineasta argentina que estrena su primera película documental El Cielo está Rojo. Francina vivió en Mendoza hasta los 11 años, posteriormente vivió en Santiago, donde estudió Cine y Televisión en la Universidad de Chile.
Hace un par de semanas la película obtuvo el premio a Mejor Largometraje Documental en la 36 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el más importante de Latinoamérica.
El documental relata la historia del incendio en la cárcel de San Miguel que dejó 81 reos muertos y un juicio sin culpables. El fuego comenzó con una riña de los internos y terminó en un incendio en donde las puertas no se abrieron hasta una hora después. Para entonces, calcinados y en silencio, yacían los 81 cuerpos y trece heridos. Tras 9 meses de juicio y 3 años de investigación, la justicia determinó la absolución de todos los imputados, quedando como un caso sin responsabilidades.
Esto fue lo que Francina Carbonell nos contó sobre El Cielo está rojo.
¿Cómo surgió la idea de contar esta historia de los 81 muertos en la cárcel de San Miguel?
La verdad es que ha sido un proyecto que ha ido mutando muchísimo. Creo que el germen lo puedo reconocer el mismo día que ocurrió el incendio y yo estaba en el colegio, vi esas imágenes y esas escenas, y me atravesaron especialmente. Sentí que estábamos todos enfrentados a una escena muy infernal y sobre todo a una escena infernal que venía desde una operación estatal, no era algo entre civiles, sino que era algo que venía desde el Estado y, por ende, también nos comprometía de alguna manera a todos. Esas imágenes se quedaron en mi cabeza por muchos años, por mucho tiempo volví a ellas, me acordaba mucho de ese episodio. En un momento me empecé a acercar a los familiares, a la organización, a la ONG que se llama “81 razones”, que es una ONG que surge desde este episodio y desde los familiares, sin saber mucho que hacer.
Luego estudié cine y como tesis propuse empezar a tratar este tema, pero sin ninguna dirección, sin ningún norte, no sabiendo mucho que existía y qué no. Empezamos con un proyecto que era de animación, una cosa nada que ver, pero sobre todo empezamos a investigar. Hicimos una investigación que fue super colectiva entre un grupo de compañeros muy comprometidos y empezamos a investigar y nos empezamos a acercar a las organizaciones, empezamos a hacer entrevistas a los sobrevivientes, a bomberos, y comenzamos a recabar de alguna manera todos los restos que habían quedado de ese episodio. Después de mucho tiempo de insistencia y de seguir, porque obviamente es una temática super obstaculizada, de alguna manera, porque quedó muy opaca en nuestra historia, y sobre todo las instituciones tampoco quieren que salga tanto la luz. Gracias también al apoyo de la familia y también a una especie de machacazo nuestro, pudimos dar con la carpeta judicial, que por lo demás, eran archivos que también a las familias les servían para abrir su propia causa. Cuando encontramos esta carpeta, que nosotros la queríamos utilizar como parte de la investigación, se nos abrió ese universo y fue como, “bueno acá hay algo, ¿qué más vamos a filmar que no está acá?», entonces empezamos a pensar la película como una construcción, como un relato, a partir de todos estos restos judiciales que habían quedado de ese caso.
Tu hiciste esta investigación, recabando toda esta información, pero ¿Cómo fue el proceso de guion y de creación de la historia? ¿Cómo pensaste que la ibas a contar? ¿Siempre fue desde el caso judicial? o ¿desde la mirada de las familias? ¿Cómo fue el punto de vista?
Creo que fue mutando el punto de vista, también mientras nosotros íbamos creciendo un poco. Efectivamente empezamos un poco chicos este tema, que también es súper complejo y es súper oscuro. Entonces también fue que mientras vamos creciendo, íbamos acomodando ese ajuste. El gran proceso de aprendizaje que tuve en la película, fue que al comienzo teníamos mucho miedo de tratar un dolor ajeno, siempre eso da mucho temor y da mucho temor acercarse y también estar a la altura de ese dolor. Me parece que en un momento fue como; nosotros lo que podemos aportar desde acá, desde gente que no tuvo familiares ahí, es quizás en ver cómo las trampas del proceso judicial o más bien las trampas del sistema carcelario, más que el proceso judicial, porque al principio no sabíamos que existían esos archivos y poder entrar en la frialdad de la estructura carcelaria, etcétera.
Pero nos fue pasando que fuimos conociendo a las familias, fuimos conociendo a César, que es quien preside la organización, que es un máximo. También fuimos entendiendo ese dolor de manera mucho más compleja. No fue solamente como; es su dolor, sino como tratemos de entrar en ese afecto, tratemos de complejizarlo también y sobre todo de darle un espacio, porque me parece que los medios de comunicación, después de lo que pasó en San Miguel, lo que ocurrió fue una mediatización súper grande, pero también desde un lado morboso y espectacularoso. Me parece que toda esa emocionalidad no tuvo tanto espacio, más allá del espacio que ellos mismos lucharon y crearon, que consiguieron por ellos mismos. Pero, en términos de proceso, nos parecía que había ahí algo como una herida abierta también. En algún momento también fue hacerse responsables de esa emocionalidad que había pasado, si vamos a tocar este caso toquémoslo desde ahí, toquémoslo desde esa responsabilidad. Aunque en eso quizás nos equivoquemos o quizás no seamos completamente exactos, pero en algún momento, después de tener también relaciones tan construidas, nos parecía que eso era parte de nosotros también. Me parece que el proyecto fue mutando hacia algo mucho más emocional de lo que era al principio.
Es súper interesante también cómo es contada la historia, porque en el fondo, desde el punto de vista audiovisual, se utilizan las cámaras de seguridad y las imágenes de la cárcel donde los sobrevivientes van contando cómo sucedió el incendio, ¿Cómo fue pensar en contar esta historia? que a diferencia de un documental tradicional quizás de seguimiento, uno puede seguir grabando a los personajes, pero en este caso, los protagonistas estaban muertos ¿Cómo abordaste ese desafío?
Fue un proceso muy arduo de montaje, porque había muchas cosas, entre que era muchísimo material, era abrumante la cantidad de material que había. Desde que tuvimos los archivos, hace cuatro años hasta ahora, yo no he dejado de revisar material, es algo inacabable. Por un lado, estaba eso, que costó mucho tiempo, empezar a organizar, a ordenar, a separar y, por otro lado, era ese problema de cómo agarramos un hilo narrativo si en realidad tenemos puros restos súper diferentes, con materiales muy distintos, con muchos personajes y sobre todo con una ausencia de personajes de las víctimas que no aparecen, que no están.
Creo que muchos años tuvimos esa pregunta y realmente tuvimos la pregunta de si era posible hacer esta película o definitivamente no era posible. Tengo la sensación de que yo al principio estaba muy concentrada en encontrar una estructura narrativa, así como contamos esto al principio, contamos esto al final, y estaba muy concentrada en la estructura. En un momento ya no pude encontrar una estructura, era imposible, era como un rompecabezas y empezamos a hacer un trabajo, con Andrea Chignoli, la montajista y terminamos así el más grueso con Christopher Murray. Empezamos a hacer un trabajo desde el detalle, empezamos a unir esta imagen con esta imagen y a ponerle un sonido, y a eso, buscarle el texto y fue casi como un armado muy de artesanía.
Lo que yo siento que terminó ocurriendo, es que empezamos a entender que, va a sonar como un cliché, pero qué lo importante estaba en esos detalles de la imagen. Me parece que lo más doloroso, lo más terrible del caso, tiene que ver con que se demoraron, que ese llamado lo pusieron en espera, que dijo esta palabra en vez de esta palabra, que corrió la cámara un poco más allá en vez de acá. Empezamos a tratar a los archivos, no solamente como algo fidedigno de lo que había ocurrido, no simplemente como una descripción, sino como que en todos esos agujeros y en todas esas fallas del mismo archivo, podría hablarnos un montón de esa institucionalidad, de esa estructura carcelaria, sobre todo de un país también. Yo creo que también uno ahí puede ver cómo que te vienen retazos de un país entero, de cómo se estructuran las clases sociales, qué diferencias hay, cómo funciona la justicia para uno o para otro. Tengo la sensación de que solo fuimos capaces de hacer esa película desde una cosa súper minuciosa.
¿Cómo fue el trabajo con Storyboard Media como productores?
El proyecto empezó en la universidad, obviamente con ideas súper lejanas a lo que es hoy la película, otras no tanto, otras siguen ahí, en la estructura. Pero en ese momento yo salí de la universidad con este corto y fui a una residencia de documentales, que se llama ARCA, que se hace en el fin del mundo de Chile, en una casa, son dos semanas de montaje y de producción. La tutora ahí de producción era Gabriela Sandoval. Yo la conocí y primero me cayó excelente, nos llevamos súper bien. A ella le gustó mucho el proyecto, se interesó mucho. Después de un tiempo efectivamente empecé a sentir que era un proyecto pesado, que también se metía con peces gordos y que estaba tratando un tema muy difícil. Sentí que Gabriela, Storyboard Media tenían un historial de trabajo respecto a documentales de derechos humanos y películas de derechos humanos, y que también tenían la valentía para enfrentarse a ese tipo de trabajo. Me parece que cada vez que uno hace estas películas, es como que uno también está atento a que alguien puede saltar, de que alguien te puede meter una denuncia, entonces igual es difícil encontrar a personas que quieran trabajar y que se atrevan a eso y que tengan como esa valentía de enfrentarse a esas posibilidades. Sentía que Gabriela y después Storyboard tenían como ese arrojo y al mismo tiempo tenían mucha sensibilidad para tocar la temática. Saliendo de la universidad, no quería tampoco hacer ingresar todo este universo y todas estas imágenes a una cosa hiper industrial porque sentía que queríamos tratarlo con respeto, con cuidado. Storyboard Media, tiene esas dos cosas que para mí son súper importantes, que es valentía y sensibilidad al mismo tiempo. El trabajo con ellos ha sido increíble, lo agradezco profundamente, porque son muy rigurosos, también con mucha intuición. Creo que también ha hecho que nos sintamos mucho más seguros con el proyecto y que haya crecido mucho más de lo que era.
Este es tu primer largometraje, que además es documental, ¿Cómo lo ves en términos del género? ¿Cómo te enfrentas al documental como proceso? porque obviamente el documental es un proceso súper largo ¿Cómo ha sido para mí todo este proceso? y si este es tu camino, ¿vas a seguir haciendo documentales o puede que pruebes con ficción más adelante?
Yo creo que a mí me pasó así más específicamente que en la universidad tuve como maestra a Tiziana Panizza, que es una documentalista, y ese año, esa relación con ella yo creo que también me hizo pensar documentalosamenta la vida. Reconozco que tengo esa formación y esa manera de enfrentarme a los materiales y a las cosas y a todos en general.
Uno puede pensar ampliamente qué es esa mirada más documental, si además si sirve separar o no un documental, pero me parece que si hay como una atención más bien en la relación de las cosas, no solamente a una narrativa, sino a encontrar sistemas de relaciones entre las cosas, hacer mapas, mapeos y poder establecer nuevos sistemas de relaciones, o al menos así es como me enfrento al documental. Si hiciera ficción igual seguiría pensando así, que es la manera que tengo de enfrentarme a algo que me es ajeno o a algo que quiero tomar.
Entonces creo que es algo que no puedo sacarme de encima. También encuentro que es un área también que te da mucha libertad al menos. Cuando uno piensa en documentales, es el que está más, de alguna manera, con un contrato hacia la realidad, un poco más duro, pero cuando uno ingresa a trabajar en el documental, te das cuenta que más bien es como que se amplía, porque la realidad es tan rara y difusa, que ese contrato se vuelve también muy difuso, entonces también te da mucha libertad.
Pese a que son procesos más largos, procesos también muchos más inciertos. La gente que hace documental, realmente hay una pregunta de si esto a alguien le interesa, tiene sentido o no, que creo que en ficción eso está un poco más resguardado y son procesos muy largos. Pero pese a eso, es un proceso que te permite ser un poco más libre también con las cosas. Dentro de eso el cine ensayo o quizás un cine más reflexivo, que pueda tomar la política desde un lugar un poco más objetivo, me gustan, me interesa muchísimo eso. Creo que también mi cabeza puede trabajar de esa manera, pero también me dan ganas de probar otras cosas, y estoy ahora escribiendo un guion de ficción, y también soy media dispersa en los gustos. Igual es un espacio que me interesa muchísimo y me interesa ver muchas películas en esa línea.
Pensando también en la temática, lo difícil que es abordar la muerte de presos. ¿Cómo lo viste tú desde un comienzo? ¿Cómo fue esa impresión para ti? ¿Cambió tú mirada desde el comienzo al final del proceso de la película?
Es raro, porque cambió mucho y al mismo tiempo no. En términos discursivos se podría decir que desde que empecé el proyecto, pienso más o menos discursivamente en lo mismo que pienso ahora. Pero sí me sucedió que me traspasó más como corporalmente. Siento que efectivamente cuando ocurrió el incendio empezó a salir un discurso muy peligroso que era del tipo: «Ahora son menos», «algo hicieron», «se lo merecían», «no es tan grave». Lo que me parece más grave, es que es un discurso que hoy también está tomando mucha fuerza. Vemos qué está creciendo una derecha latinoamericana, en donde parte de ese discurso de derecha también tiene que ver con la criminalización y con la idea de que “hay gente mala que hay que encerrar” y que “hay que hacer más cárceles”. Da mucho miedo ese discurso, porque finalmente lo que hace es poner en suspenso los derechos humanos, cuando se trata de las cárceles. Lo que es más fuerte, cuando uno lo piensa así más abstractamente, es que, de alguna manera, todos sabemos que eso ocurre. Antes y después del incendio, y ahora sabemos que en las cárceles se violan los derechos humanos.
Es muy fuerte darse cuenta de que sigue perpetuándose ese sistema y que hablamos de los derechos humanos acá y allá, y ahí tenemos un espacio en concreto, administrado por el Estado, que sigue perpetuando eso. En términos discursivos y en términos teóricos, tenía eso súper claro desde el inicio.
Lo que sí me ocurrió es que ingresé a la cárcel, estuve ahí, estuve en esos espacios, vi el nivel de hacinamiento y de ruido. Entendí que son personas que están privadas del sueño, del silencio, del agua, de un dormir, que están privadas muchas veces de ver a sus familiares. Creo que genera como una estructura completamente perversa y muy violenta. Cuando uno puede hacer esa lectura compleja de esa estructura, también uno entiende que haya ocurrido el incendio y que haya veinte incendios hacia atrás, cinco incendios hacia adelante, un historial de incendios carcelarios. Hay una pregunta ahí y que me parece que cuando uno logra hacer esa lectura más compleja, también puedes entender que ocurran esas cosas.
Por otra parte, lo que sí creo que, nosotros también complejizamos esa lectura en relación a los gendarmes, uno ve las imágenes y dices: «anda a abrirle la puerta», «¿cómo puedes estar en ese nivel de deshumanización?», “¿cómo no puedes reaccionar a un grito de ayuda?”. Es como complejizar eso, porque efectivamente eran y creo que la película también lo pone. Eran chicos de 19 años, que habían entrado hace cuatro meses, que no tenían ningún tipo de formación, no tenían cómo reaccionar a esa situación, más allá de que están completamente deshumanizados porque también hay que comprender eso.
Finalmente, lo que yo creo es que uno entiende que la cárcel es un sistema donde hay gente joven y hay gente pobre, en gendarmes y en presos. En general todos son de los mismos barrios y de hecho se conocen. Lo que deja demostrado una vez más, el incendio en la cárcel de San Miguel, es que se corta siempre por el hilo más fino. En el juicio no se acusó al director regional ni nacional de gendarmería, no fueron a dar la cara. Los que estaban ahí eran los gendarmes que acababan de entrar hace un año. Sale perdiendo el pobre, una vez más y me parece que la cárcel es eso.
¿Qué le podrías decir a la gente para invitar a verla ahora que se estrena la próxima semana en salas?
Están invitadísimos. Se estrena el 11 de noviembre. Va a estar en salas comerciales, en el Cinépolis de La Reina, en el Costanera Center, en Cerrillos. Vamos a estar en salas alternativas, en Centro Arte Alameda, vamos a estar subiendo toda la información.
La película llega justo en un momento en donde estamos escribiendo una nueva Constitución, estamos repensando nuestros sistemas políticos y creo que el sistema penitenciario va a ser una de las tantas cosas que hay que volver a pensar y a discutir. Es una película que efectivamente da elementos para seguir reflexionando y creo que lo más potente de la película, es que genera mucha conversación y mucho debate, sobre una temática que ha sido históricamente tratada desde la televisión, desde un lugar un poco más oscuro y un poco más desde el espectáculo, y que, en realidad, ha sido súper opaca para todos nosotros como ciudadanos. Es como ir a ver una película en donde uno puede ingresar a un mundo, en donde uno puede viajar por ese mundo y entenderlo de una manera compleja para poder después debatirlo.
Ficha técnica
Título original: El Cielo está Rojo
Título inglés: The Sky is Red
Género: Documental – DDHH
Idioma: Español
País: Chile
Duración: 73 minutos
Género: Documental
Dirección: Francina Carbonell
Guion: Francina Carbonell, Ignacia Muñoz, Constanza Lobos, Vicente Del Pedregal y Arimsay Fuentes
Producción: Francina Carbonell, Gabriela Sandoval, Carlos Núñez
Producción Ejecutiva: Gabriela Sandoval, Carlos Núñez
Produce y distribuye: Storyboard Media