Por Gabriela Bravo desde París
Tras una larga espera la directora franco-chilena, Pamela Varela, estrena su película El Viaje de Ana en el reconocido cine arte de París Saint-André des Arts y permanecerá durante un mes en cartelera del 29 de septiembre al 26 de octubre.
La película nos lleva por un recorrido íntimo y no lineal de la protagonista, una francesa que desea conocer y filmar la historia de Andrea de Alphonse, la esposa francesa del poeta chileno Francisco Contreras, quien muriera en Francia.
Una cinta que podría ser calificada como «cine de autor» en donde la directora juega con la ficción y la realidad, con el pasado y el presente, con la poesía y el simbolismo.
En exclusiva, Culturizarte conversó en París con la directora Pamela Varela
¿Cómo nace el Viaje de Ana?
Toda esta historia empezó hace mucho tiempo. En 2008 ó 2009 estaba haciendo una película en Dordognes –lugar donde se instaló mi mamá– sobre la identidad occitana. Cuando terminé el documental una persona de la región me llamó y me preguntó si conocía a Andrea de Alphonse, una mujer francesa que se casó con el poeta chileno Francisco Contreras. Respondí que conocía la historia porque mi mamá me la había contado, pero que pensaba que era una leyenda. Entonces él me dijo que Francisco Contreras vivía en un pueblo cerca de donde yo había filmado y que se estaban moviendo para que sus cenizas volvieran a Chillán.
Me pareció interesante investigar un poco sobre esa historia porque mi mamá me había contado que esa mujer se había ido a Chile y que había desaparecido en la Cordillera de Los Andes. Yo siempre pensé que era un invento.
Descrubrí que esa mujer venía de Riberac, un pueblo cerquita de donde vive mi mamá. Me enteré de su historia de amor, pero lo que me interesó fue la historia de los dos exilios cruzados, porque él se vino a principios del siglo XX a París para trabajar en un periódico que se llamaba Le Mercure de France que acogía a muchos intelectuales franceses y extranjeros. Ahí se encontró con Andrea de Alphonse, hija de un panadero, que era de una clase social más baja.
Yo investigué, leí y me documente sobre esta historia. Los encargados de devolver las cenizas de Contreras a Chillán me preguntaron si quería hacer un documental y respondí que lo iba a pensar. Entonces al principio era un documental sobre dos exilios cruzados, pero leyendo su literatura, ya que él era poeta pero también escribió unas crónicas de Quirihue, fue el primer detonador que me hizo cambiar de rumbo en este proyecto porque pensé que era increíble la manera en que describía su pueblo, tan preciso, con tanta emoción y sinceridad.
Propuse el proyecto a la productora Le Films du Poisson y ahí partimos para hacer un documental sobre dos exilios cruzados. Escribiendo me di cuenta que la ficción era más fuerte y se lo propuse a mi productora. Entonces escribí un guion bien largo. Con eso nos ganamos un premio para el desarrollo de la película.
En 2010 fui a Chile para ver localizaciones, encontrarme con gente, ver los lugares y eso fue determinante en el cambio de proyecto.
A mí lo que me interesa del cine es que nada está escrito en piedra, la cosas cambian todo el tiempo, te encuentras con gente, la vida te cambia también porque a veces los proyectos se demoran años.
Cuando fuiste a Chile, ¿Lograste encontrar la historia que andabas buscando?
En ese viaje me encontré con familiares de Andrea que me hicieron un regalo increíble, me ofrecieron los cuadernos de Andrea. Leyendo los cuadernos pude ver mejor su punto de vista. Porque la historia del poeta era un pretexto, lo que me encantaba era la relación entre las dos personas.
En sus cuadernos ella explica que llegó en 1936 y que buscó la forma de editar la obra de su marido, que había muerto en Francia. Luego, ella se nos pierde de vista y reaparece en la Cordillera de la Costa con el apodo de «la mujer de las ágatas», ya que la única manera que tenía de sobrevivir era vendiendo sus ágatas que recogía en el mar.
Yo voy viendo su cambio intelectual, al principio habla de todos los clichés de la vida de París. Luego, viendo que no podía editar la obra de su marido algo le pasó en su vida y se fue. Yo pienso que fue porque no tenía plata y no sabía cómo sobrevivir.
Entonces fui a Quirihue donde encontré a Luis Contreras -que no era familiar- y que había escrito un libro sobre el poeta, me mostró el lugar, nos hicimos amigos. Es él quien me habló de la hija adoptiva de Andrea. Fui hasta el pueblo El Turco y me encontré con Maritza, que vivió con Andrea desde chica y con ella pasé una semana. Un día en su camión ella me dice: «Pamela, ya sé por qué Andrea quería que aprendiera francés, pienso que era para que hablara contigo cuando tú llegaras». Eso lo encontré tan fuerte que me emocionó mucho y me dije ahí está la película. Entonces todo el trabajo que había hecho al principio de ficción y documentación se mezcló. Es ahí que surgió la idea de inventar una historia con elementos de la realidad y con un personaje ficticio que es como mi alter ego, que va a Chile y que al encontrar a la gente que ha cruzado la vida de Andrea o el poeta, se vuelve una posible representación de Andrea.
¿Cuánto hay del viaje de Pamela en este viaje de Ana?
Creo que mucho. El Viaje de Ana y la película que hago después, que es un documental, son las dos caras de una misma historia. Me interesó esta historia por los exilios cruzados, porque yo estaba en Francia siendo chilena y la historia de Andrea y Francisco era como mi historia en los dos lados del Pacífico. Tiene mucho de saber cómo o dónde puedes inventar un espacio territorial para tu cuerpo, como puedes reconstruir tu identidad con dos identidades. Además, era el momento en que había vuelto a hablar castellano porque durante 20 años no pude hablar castellano, no me salía, tenía un trauma. Fue una manera de reconciliar dos países y dos entidades que forman parte de mí. Creo que los exiliados pueden entender que en un momento te construyes con dos territorios, dos geografías, dos culturas, dos idiomas. Por eso intenté mostrar en la película que el paisaje debe ser un solo y único territorio, los paisajes que muestro de Francia podrían ser chilenos, son un cuerpo global, y ese cuerpo soy yo, un cuerpo que está hecho de capas de escritura, de emociones, de olores.
El recorrido del personaje principal tiene un aprendizaje al estar ahí, al encontrarse con los elementos, ya sean físicos, mentales o de la naturaleza. Para que al final haga una inmersión de sí misma, ya que al final de la película es como estar en su propio líquido amniótico, es como volver al centro de lo que eres tú.
Tu película puede ser calificada como una película de autor. ¿Qué es lo que buscar transmitir al público?
No sé si tengo un mensaje para el público, pero lo que tengo es una manera de compartir algo, para mí el arte es eso, compartir una experiencia en un momento. Lo que me interesa es lo que la gente interpreta con su historia personal, con lo que son.
Para mí eso es lo más interesante, tú ofreces un espacio de reflexión o inmersión al espectador y él puede hacer lo que quiera con eso. Como el cine de los años 70 donde muchos directores trabajaban para dar este espacio de inmersión y se tomaban el tiempo con la duración de los planos y que no te daban todas las soluciones ni te tomaban por la mano para decirte «vamos a entrar por una puerta y vamos a salir por la otra».
La película te puede decir entra por la puerta que quieras o por esa ventana y sales o no sales. Para mí el arte es eso, ya sea en películas, ficción o real. Es un cruce entre realidad y ficción y mis instalaciones son lo mismo, son propuestas de inmersión o espacios donde cada uno puede encontrar elementos que les permitan imaginar un espacio propio.
¿Qué artistas han influenciado tu trabajo?
Apichatpong (Weerasethakul) me encanta porque pienso que es de los top de la propuesta de una experiencia sensitiva, deja abierta la posibilidad de que para cada uno sea diferente y cada uno hace lo que quiere, por ejemplo, con su última película, Memoria.
Cuando estaba estudiando cine vi mucho el cine de Robert Bresson, que es una de las más fuertes influencias, incluso si no tiene nada que ver con mi cine. Evidentemente Tarkovsky como experiencia de libertad y de interioridad, no voy a hablar de contemplación porque creo que mi trabajo no tiene nada que ver con la contemplación, sino más bien con el sentimiento de una meditación interior.
Me encanta el trabajo de Antonioni por su relación con el cuerpo en una geografía social y política, es algo que me conmueve mucho.
Pero lo que me dio ganas de hacer cine fue cuando descubrí el cine de Wim Wenders en los años 70 con películas como Falso Movimiento o Alicia en las Ciudades, porque era un cine que me hablaba como adolescente, ya que me dije: «Este cine si lo puedo hacer» porque el cine de Fellini, Antonioni, Tarkovsky o Rossellini era demasiado. Wenders era como tener un hermano grande que te decía: «Ahí puedes ir, hay un espacio, hay posibilidades».
¿Cómo elegiste tu elenco?
Los personajes chilenos fue algo natural, Luis es Luis, Maritza es Maritza, Jaime era mi asistente de la película y fue el asistente de la actriz principal, ya que como ella es como mi alter ego, me pareció lo más lógico. Lo más complicado fue encontrar la actriz para el personaje de Andrea, porque yo quería trabajar la idea de doble personaje, una mujer que puede ser varias, entonces tenía que encontrar a alguien que no estuviera enclavada en una época. A Astrid la había conocido en Cannes y luego nos vimos en Berlín y me pareció la más apropiada porque ella tiene algo de atemporal, entonces podía encarnar tanto un personaje del siglo XIX como del siglo XXI.
A ella le encantó la propuesta, le conté la historia de Andrea, pero no le dije lo que pasó con ella. Le propuse que nos fuéramos a Chile y estando allá, le fui dando poco a poco los cuadernos de Andrea. Hay un momento en la película en que Maritza le entrega el diario de Andrea a Astrid, que comenzó a leerlo y ese momento es real. Ahí se enteró de la doble historia de amor que tenía, que no se dedicó únicamente a editar la obra de Francisco, sino que tuvo otras aventuras.
Esto fue muy interesante porque Astrid había encarnado el personaje de una cierta manera y cuando leyó el diario de Andrea, cambió su manera de ver el personaje y eso se captó directamente.
Hay un juego constante entre la ficción y la realidad…
Ese es el punto que me interesaba. Al principio quería hacer un documental, pero me dije: ¿Para qué?, luego hacer una ficción total, ¿para qué? Entonces encontré esa alternativa entre real y ficción que era muy excitante tanto para mí como para Astrid.
En el primer viaje que hice me dio como un vértigo, con todas las personas que encontré y que me contaban cosas. En esa oportunidad me gané un fondo de la Corfo y teníamos que hacer un trailer y le dije al productor que se iba a gastar mucha plata, que mejor la usáramos para algo que se pudiera utilizar después en la película.
En el trailer yo quería trabajar con una actriz que tuviera una relación fuerte con el cine chileno, para tener un peso ya en la historia, y le pedí a Chamila Rodríguez, una actriz de Raúl Ruiz que participara. Luego integré ese trailer a la película.
Son muchas capas con las que uno juega, lo único complicado es no perderte y tener una línea. Es por esto que el montaje de la película se demoró mucho, casi un año.
La película aparece en IMDB como si fuera del 2014, sin embargo, la estrenas en 2021 en un cine Arte emblemático de París, el Saint-André des Arts.
Se terminó en 2014 y se estrenó en el Festival FID, pero para este tipo de películas siempre es complicado que sean estrenadas en el cine.
También fue complicado el proceso de producción porque cuando yo empecé las co-producciones no existan tan masivamente, ahora el cine chileno explotó.
La película se mostró en festivales, pero no había distribuidor y Astrid insistía en que había que estrenarla. Después pasaron los años y yo hice 3 películas, trabajé mucho y hace tres años Dobrila Diamantis, la directora del cine Saint-André des Arts, vio la película y le encantó, y me propuso estrenarla allí. Lo encontré muy interesante porque la película vuelve a donde empezó la historia de amor de los personajes, al Barrio Latino, además de ser un símbolo del nacimiento del cine de autor de Francia. Pero todo se atrasó debido al confinamiento.
¿Crees que es difícil hacer cine de autor?
Es difícil, pero cuando tienes algo que decir, algo que definir consigues hacerlo, solo demora más tiempo. Cuando no te inscribes en la industria todo va mucho más lento pero es el precio de la libertad. Para que esta película sea lo que es ahora, el tiempo fue un colaborador, porque si se hubiese financiado al tiro hubiese hecho un documental, tal vez sin interés. El tiempo que tomó hizo que la propuesta que vas a ver es la que presento hoy día. Es como una escultura que depende de como la manipulas, la mueves, le pones luz y la vas viendo de manera diferente. Con el tiempo veo cosas que no veía, hay procesos que haces de manera inconsciente. Cuando la ves con público hay otra manera de ver las cosas.
¿Cómo te sientes de poder mostrar tu película en el cine?
Estoy super nerviosa, estaba tranquila pero ahora me siento nerviosa. Más bien estoy excitada, estoy contenta, quiero intercambiar con el público, porque cuando haces un trabajo de arte el momento más lindo es cuando dialogas con la gente. La creación es un momento solitario, pero compartir con el público es el momento más exquisito que existe.
¿Le temes a la crítica?
No. Yo sé que mi película no es perfecta y menos mal que sea así porque si no dejaría de trabajar. Puede ser que haya gente a la que no le guste, que no la entienda, pero no importa porque la unanimidad frente a una obra de arte es sospechosa. Es difícil la crítica porque hay mucho trabajo, uno se involucra, hay mucha intensidad, es como ponerte desnudo. La crítica la encuentro constructiva, me ayuda a avanzar en mis nuevos proyectos, lo que no me gusta es la agresividad.
¿Tienes nuevos proyectos?
Estoy terminando la posproducción de otro largometraje, totalmente de ficción que filmé al salir del confinamiento en un pueblo de Bourgogne. Es una comedia dramática que se llama L’échappée belle. Es una película francesa con un elenco francés donde también participa Astrid Adverbe, la protagonista del Viaje de Ana.
Título original: El viaje de Ana (Souffre!)
Año: 2014
Duración: 90 min.
País: Chile
Dirección: Pamela Varela
Guion: Pamela Varela
Música: Yiannis Plastiras
Fotografía: Emmanuel Trousse, Cristobal Portaluppi, Pamela Varela
Reparto: Astrid Adverbe, Gabriela Muriel, Maritza Gonzalez, Jaime Vargas, Héctor Escalante, Silvio Canihuante, Luis Contreras Jara
Productora: Coproducción Chile-Francia; Tentativa Films, Les Films du Poisson