Por Alejandra Delgado
La actriz Camila Landon, una de las voces más relevantes en el teatro de miniatura Lambe Lambe, ha dedicado su vida a la exploración de este lenguaje, abriendo nuevos horizontes para el teatro de animación en Chile. Como directora del festival, ha convertido la intimidad de una caja en un poderoso vehículo de conexión humana. A través de estas miniaturas escénicas, Landon ofrece una experiencia que demuestra cómo algo pequeño puede generar un impacto emocional extraordinario. Del 4 al 13 de octubre, Festilambe celebrará su octava edición en Valparaíso, con una selección de 25 obras inéditas, talleres online, clases magistrales y conversatorios.
Para quiénes no lo conocen ¿qué es el Lambe Lambe?
Una de las características más singulares del teatro Lambe Lambe es la interacción íntima entre el público y la obra. Cada espectador vive una experiencia única, diseñada exclusivamente para él o ella. Este formato cercano crea un vínculo profundo entre el creador y el público, es un acto de generosidad mutua. El Lambe Lambe no se limita a la presentación, sino que también fomenta un intercambio posterior. A diferencia de otros formatos teatrales, aquí hay una conversación directa entre el espectador y el artista; y este intercambio es una parte esencial de la experiencia, una oportunidad para que el público comparta lo que ha vivido.
¿Cómo surgió la idea de crear el Festival Lambe Lambe? y ¿Cuál es su objetivo dentro del panorama teatral?
Nacimos como compañía en 1998, y este año cumplimos 26 años. Vivimos en Brasil entre 2002 y 2006, y allí conocimos por primera vez el teatro Lambe Lambe. Nos estalló la cabeza al ver la simplicidad y la potencia de algo tan pequeño. Era tan sencillo, pero tenía tanta fuerza. El teatro Lambe Lambe tiene un poder increíble: es un espectáculo para una sola persona, lo que lo convierte en una experiencia íntima y conmovedora. Esa fue la chispa que encendió todo. Era tan impotente, tenía tanta fuerza algo tan pequeño. Fue ese poder el que la impulsó a traer esta experiencia a Chile, donde el teatro Lambe Lambe era prácticamente desconocido.
¿Qué fue lo que te impactó tanto cuando lo viste por primera vez?
Fue el poder de la miniatura. La experiencia de ver una obra de teatro diseñada para una sola persona me conmovió profundamente. Recuerdo que vi un espectáculo muy erótico dentro de una pequeña caja y me sorprendió cómo se adecuaba a cada persona. El actor modificaba el contenido según el espectador, lo que lo hacía increíblemente personal y único. Eso es lo mágico del Lambe Lambe: el poder de adaptar lo que se cuenta para que toque a cada individuo.
¿Cómo fue el proceso de traer ese concepto a Chile y fundar el Festival Lambe Lambe?
En 2007, junto a mi entonces compañero Luciano Buchmann, volvimos a Valparaíso y comenzamos a investigar si alguien en Chile hacía teatro Lambe Lambe. Comenzamos a investigar si existía el Lambe Lambe en el país. La respuesta fue clara: no había nadie haciendo algo similar. Preguntamos en todas las redes titiriteras. Así nació el primer espectáculo de Lambe Lambe en Chile, una trilogía experimental que presentamos por primera vez en Matucana 100 en 2009, obteniendo una crítica destacada del reconocido crítico teatral Pedro Labra. Empezamos a crear nuestros propios espectáculos, y en 2013 presentamos un proyecto al Fondart, aunque no lo ganamos, sí obtuvimos un fondo Iberescena. Ahí fue cuando decidimos formalizar todo y en 2014 creamos la Fundación Oani, que nos permitió estructurarnos legalmente y seguir avanzando. Ese año hicimos nuestro primer festival, aunque no se llamaba Festilambe, como se llama hoy. Fue un evento por invitación, sin convocatoria abierta. A partir del segundo año, ya se hizo más grande y comenzamos con las convocatorias y la curatoría.
¿Cómo fue la recepción?
El éxito no fue inmediato. Con Luciano, Valeria Correa y el equipo salimos a las calles. La gente pensaba que era una broma, una cámara indiscreta, no se atrevían a acercarse. En un comienzo ofrecíamos funciones gratuitas para que las personas pudieran experimentar lo que estábamos creando, un teatro que, aunque pequeño en formato, era enorme en su impacto emocional.
¿Cómo seleccionan a los artistas que participan en el festival?
El proceso de selección es muy importante para nosotros. Este año invitamos a tres curadores: un escenógrafo, un diseñador integral y Omayra Martínez Garzón, una colombiana que ha trabajado mucho tiempo en teatro Lambe Lambe y ha desarrollado un trabajo muy detallado. Lo principal que buscamos en una obra es la historia que cuenta. Es fundamental que lo que se narra dentro de la caja tenga una dramaturgia pensada específicamente para este formato. Nos interesa que la historia sea poderosa, que toque al espectador en lo más profundo. No se trata solo de miniaturas bonitas, sino de contar algo que realmente impacte.
Cuéntame sobre la dramaturgia
La dramaturgia de estas obras también juega un papel fundamental. Aunque se tratan de historias personales y muy íntimas, el desafío radica en hacerlas universales, en lograr que cada espectador se vea reflejado en lo que está viendo. Este proceso de convertir lo personal en algo común a la humanidad es lo que permite la conexión emocional entre el espectador y la obra.
¿Qué diferencias destacarías entre el teatro Lambe Lambe y otras formas de teatro más convencionales?
Lo más especial es la experiencia personalizada. Desde el primer festival, acuñamos una frase que se convertiría en el lema del festival: «Contagiando humanidad». Sentíamos que el objetivo del Lambe Lambe era devolver la confianza en el otro, crear un vínculo íntimo y sincero entre el espectador y el artista. Era urgente que la gente volviera a confiar en el otro, en el teatro, en dar un espectáculo de calidad, pero en corta duración, donde la gente se vuelva a encantar. El teatro Lambe Lambe, permite precisamente eso: una conexión única y personalizada que es difícil de lograr en formatos teatrales más convencionales. Además, un espectáculo Lambe Lambe es una maleta de 23 kg que no necesita nada más: ni enchufes, ni equipos técnicos complejos. Es completamente autónomo. Eso nos da una libertad increíble para movernos y presentarnos en cualquier lugar. También, es un proceso muy personal del artista, quien tiene que encargarse de todo: desde la reparación de luces, hasta la escenografía y el sonido. Es una experiencia autosuficiente, ligera, pero muy poderosa.
¿Cuál crees que es el poder del teatro Lambe Lambe?
Lo más potente del teatro Lambe Lambe es la intimidad. Cuando una persona entra en la caja y se sumerge en la obra, se crea una conexión muy especial entre el espectador y el artista. Esa intimidad no existe en otras formas de teatro. Cuando termina la obra, el espectador no aplaude y se va. No, se queda, quiere hablar, compartir lo que acaba de ver. Ese momento de conversación, de mirarse a los ojos, de agradecer, es único. Ahí está el verdadero poder del Lambe Lambe: en lo pequeño, en lo íntimo, en lo personal que se vuelve universal.
El festival ha logrado captar tanto al público local como internacional. ¿Cómo ha sido la recepción del público en Chile?
Lo que más me sorprendió fue el primer día del primer Festilambe. Desde el primer momento, se llenó. No podíamos creerlo. La gente necesitaba esta experiencia. Lo más impactante es que no necesitas multitudes. El festival es silencioso, íntimo, y esa es una de sus grandes cualidades. En la pandemia, incluso fuimos el único festival presencial que se realizó en Chile. Fue muy especial. Los artistas llevaban más de un año sin hacer funciones, y el hecho de poder realizar un festival presencial fue una locura. Aunque todo era muy controlado, con mascarillas, termómetros, el público estaba ahí, ansioso por volver a tener esa conexión uno a uno que ofrece el teatro Lambe Lambe. A lo largo de los años, el festival ha logrado atraer audiencias locales e internacionales, y se ha consolidado como uno de los eventos más importantes del teatro de animación en miniatura.
¿Qué novedades y propuestas trae la próxima edición del festival?
Cada año nos aseguramos de que ninguna obra se repita. Todas las piezas son nuevas y hemos invitado a artistas de varios países, entre ellos Brasil, Argentina, Alemania y México. Este año vamos a hacer dos clases magistrales por primera vez en la Sala Negra de la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso, integrando a los alumnos y mostrando el teatro de animación como una herramienta más para los actores. También contaremos con un laboratorio de análisis y perfeccionamiento, donde los artistas podrán ver y discutir las obras de los demás, algo que no es común en otros festivales, pero que es fundamental para el crecimiento de cada uno.
¿Cómo ves el futuro del teatro Lambe Lambe?
Hemos presentado obras en lugares tan diversos como Rapa Nui y Edimburgo, y en todas partes la reacción del público es la misma. Son los mismos dolores, las mismas alegrías, somos la misma raza. El Festilambe ha mostrado su resiliencia y ha resaltado la importancia de mantener el arte vivo, incluso en tiempos difíciles. Desde su primera edición en 2014 el festival ha crecido exponencialmente. En sus inicios, las invitaciones a los artistas eran directas, pero con el tiempo, se ha desarrollado un riguroso proceso de curaduría. El objetivo sigue siendo el mismo: seleccionar historias poderosas que pueden contarse dentro de una caja, historias que hablen de «contagiar humanidad».
Festilambe es organizado por la Fundación OANI de Teatro y cuenta con el financiamiento del Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas, convocatoria 2024 del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.