Entrevista a directora “Este teatro no está vacío” Ana Luz Ormazábal: “Es importante que defendamos nuestras prácticas artísticas y esta obra habla de ellas”

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos a la directora de la obra Este teatro no está vacío, que se acaba de estrenar de manera presencial en Teatro UC

¿Qué pasa con el oficio de actor y actriz en un contexto difícil como la pandemia? ¿Cómo en un espacio teatral sin público emanan obras de otras épocas? Estas y otras preguntas son las que hay presentes en esta nueva producción de la sala universitaria. Se trata de un juego escénico inspirado en escritos de distintas autorías, entre ellas, la del inglés Harold Pinter, la poeta chilena Gabriela Mistral, y los dramaturgos nacionales Juan Radrigán y Guillermo Calderón.

El montaje es el resultado de una investigación escénica liderada por Ana Luz Ormazábal (directora de teatro experimental de la compañía ANTIMÉTODO) y en la que participó activamente todo el equipo artístico del proyecto, incluido el elenco conformado por María Izquierdo, Camila González y Josefa Cavada. Este surge en medio de la crisis de las artes producto de la pandemia y pone de manifiesto la resistencia y el deseo de crear.

En escena, tres actrices vuelven a habitar un escenario, invocando lo sucedido en obras de otros tiempos y confundiendo sus propios deseos de actuar y vivir, con los de las voces y textos que encarnan. A través de la música, personajes que ya no están se hacen presentes para llenar nuevamente un teatro, vibrante de historias, palabras y cuerpos que lo han habitado. Con extractos dramatúrgicos de distintas piezas emblemáticas del teatro chileno, este espectáculo lleva a escena el descomunal impulso de hacer aparecer eso que ya estuvo ahí.

Esto fue lo que la directora nos contó sobre la obra.

¿Cómo surgió la idea de montar Este teatro no está vacío?

Fue una invitación del Teatro de la Católica, específicamente de la Gabriela Aguilera, que es la nueva directora y me llamó durante la pandemia. No recuerdo bien si fue el año pasado, a finales del año pasado o a principios de este año, pero estábamos encerrados. Originalmente era una obra online. La idea era que fuera híbrida, que hubiese público con muy poquito aforo y que también se transmitiera por la cámara. Ahí me interesó, porque a mí la verdad es que las obras por zoom, si bien son un acto de resistencia super importante, no me causan mucha fascinación. Por otro lado, la fantasmagoría del teatro es un tema que yo trabajé en un egreso hace cuatro años. Se llamaba La materia oscura e hicimos todo un recorrido por la historia del teatro de la Católica. Yo venía con mi compañía Antimetodo empezamos una investigación sobre el cine. También nos llevó al tema de la fantasmagoría, porque se dice que el cine es un arte donde las figuras trascienden, detienen el tiempo, que momifica el cuerpo. Hay toda una teoría super interesante sobre eso. Para mí el tema de la fantasmagoría es un asunto que viene hace ya años y que yo lo estoy repitiendo harto porque, por un lado, Al Pacino la estrenamos para el estallido, la dimos muy poquito y esperamos darla el próximo año. Fue una investigación que tiene todavía muchas preguntas fértiles. También es muy coincidente que me llamen a mí para esto. En el fondo, el teatro entrega una idea, que es esta idea con un marco con ciertos textos y de ahí la investigación, la puesta en escena y la estructura dramática, viene de nosotros.

La obra tiene este concepto que tiene que ver con todo lo que ha pasado cn la pandemia, de los teatros cerrados, que se vuelven a abrir. Busca mostrar esa la relevancia de la presencialidad y del teatro en el escenario ¿Cómo llegaste a ese concepto y la propuesta en base a eso?

Uno de los textos que estaba dentro del proyecto original es Neva de Guillermo Calderón. Neva es una dramaturgia y una puesta en escena que critica el teatro, amando al teatro al mismo tiempo. Se dice: «para qué, no quiero ser actriz qué vergüenza» pero se actúa desde un lugar super genial. Es la única manera de hacerla, para no sonar como paródico o pegarse un tiro en las piernas. Es super interesante la crítica de que es super elite hacer teatro -claramente es cierto-, para qué hacerlo. Todas esas preguntas que a veces nos encierran un poco, que son super interesantes y tienen mucha verdad. Pero que creo que nunca terminan de responderse y también no sé si hay que responderlas. Ese ejercicio que es bien fascinante que tiene Neva para nosotros fue un piso super claro de por qué hablar de teatro hoy día. El texto (Neva) que se estrena el 2006, todavía tiene relevancia hoy después del estallido y la pandemia. Eso es super heavy porque han pasado 15 años. Es brutal que todavía haga sentido, o que hay cosas que se escuchen medias antiguas, o que uno diga: «Esto se debería pensar de otra manera». Por el lado de pensar el teatro desde dentro y, por otro lado, el tema de abordar la puesta en escena desde lo musical, desde lo corporal y no desde una estructura aristotélica, tiene que ver también con un deseo de situarse en el rito y en el acontecimiento, más que en los contenidos propiamente protagónicos. Creo que durante la pandemia a lo que nos vimos expuestos fue a demasiado contenido, demasiada pantalla, información, textos, las casas de los actores, sus caras, una cosa muy personalizada. Ese otro mundo de lo no verbal, del azar, del cuerpo, lo perdimos un ratito. Entonces hay que abordarlo desde otro lado, porque si no, estamos reiterando algo que está un poquito gastado para nosotros.

Incorporaron la música, el canto el sonido, la interpretación vocal y el humor ¿Cómo pensaron esa propuesta?

La verdad es que no tuvimos mucho tiempo para pensar. Esta obra la hicimos en 28 ensayos, en menos de dos meses. Creo que pudimos, porque cada persona tenía muchas ganas de hacer y todas las personas involucradas, aunque lleven dos días de egresados, en el caso de Josefa Cavada y Aníbal Gutiérrez, son personas que se sitúan mucho desde lo transdisciplinar, desde lo musical y tienen una apertura super grande. La María Izquierdo investigó toda su vida sobre lenguaje escénico y es un super referente, para mí, por lo menos. Entonces, fue super fácil llegar desde un cierto lugar a crear la obra. No hubo que explicar y hablar de teatro postdramático o de teatro sonoro, como que ya lo teníamos incorporado. Creo que el humor proviene de nosotras, proviene de mi dirección y de las actrices involucradas, es como inherente. El trabajo con el sonido llamé a gente que cantaba, porque a mí, desde la primera obra que hago estoy investigando en el sonido, desde el 2012. Es un lugar que a mí me interesa, que me pulsa, me parece democrático, irracional, que va más allá de los relatos, de la palabra, aparece el cuerpo. Para mí era indudable partir desde ahí. Por eso cuando la Católica me dice: «necesitas llamar a tres personas», yo altiro dije: «vamos a cantar, quiero que sea totalmente una experiencia estética». Es algo que yo hecho mucho de menos encerrada en la casa. Por eso aparece la puesta en escena así, pero son los ingredientes.

María Izquierdo, obviamente es increíble. Camila Gonzáles y Josefa Cavada, hacen una interpretación alucinante, mezclando todos esos elementos que son la actuación, pero también el trabajo escénico, la voz, el lenguaje corporal y el humor ¿Cómo fue el trabajo con las actrices?

Fue muy interesante, porque, como es una obra de producción de la Católica, tiene ciertos parámetros. Por ejemplo, tiene que haber alguien que sea más conocido, alguien puede ser de tu compañía y la otra persona ligada a la escuela. Me gustó tener estas reglas, porque me ponen en una situación más creativa también, a veces eso te fuerza. A la María Izquierdo la admiro mucho, trabajo con Camila Gonzáles hace más de 10 años y la Josefa Cavada había sido mi alumna recién el semestre pasado y es una prodigio. Dije: «Qué entretenido mezclar estas tres generaciones de mujeres, que tienen una sensibilidad muy grande con el canto, con el cuerpo y con el trabajo de experimentación”. Sumado al Aníbal Gutiérrez, que es mi asistente de dirección, José Gatica que es el músico, Manuel Morgado, diseñador y Althia Cereceda, que es la confecciona con Manuel -un equipo super bacán. Fueron tres semanas de improvisación con nueve ensayos de improvisación. En esos ensayos cantaron, improvisaron, trajeron música, inventamos los textos. Fue una cosa super bacán, porque teníamos muy poco tiempo, entonces fue de una apertura, de un cariño y una de confianza muy grande. Por ejemplo, yo les dije: «Tráiganme su canción favorita», en vivo y después la cruzaban con un texto, entonces ahí aparecía algo. También me gustaba saber qué cosas sonoramente, hoy en día las estaba conmoviendo. Era importante para mí partir desde un lugar así para trabajar en poco tiempo, porque si nos poníamos en una cosa efectiva, con un objetivo de obra, dibujado de antemano, iba a fallar. Fuimos encontrándolo en el camino y también permitiéndonos, a pesar de que teníamos poco tiempo, dándonos tres semanas de improvisación real, de estar perdidas totalmente, con esas tres semanas de perdición y de juego aparecieron todas las escenas y ahí armé la estructura. Pero fue bacán permitirse en poco tiempo, uno diría: «Mejor no, hagamos un trabajo de mesa gigante». Fue muy bueno no optar por ahí, porque creo que la obra está muy viva y también las escenas son bastante ilógicas- Es sorprendente pasar de uno a otra. Eso lo mantiene vivo por el proceso que fue así, que fue azaroso.

Cuéntame sobre esa visualidad, del escenario y vestuario oscuro, con esta visualidad media lúgubre, pero, al mismo tiempo, conjugando todo este movimiento en la escena que hace que la obra genere un ritmo super interesante y una propuesta bien vanguardista.

Estar de negro, la pared negra y el desaparecer es una convención teatral clásica. También, en todos los teatros hay muchas telas negras y cuando tú vas a montar una obra, te ponen las telas, y yo siempre las saco, porque las encuentro horribles. Encuentro que es la mayor mentira del mundo. El otro día -yo hago clases de realismo en la Finis Terrae- y había un alumno/a que estaba entero de negro y para salir de escena, se pegó a la pared. Yo lo reté y le dije: «Cómo haces eso, sale por la puerta, estamos en realismo. Eso es pésimo». Pero viéndolo, pensé: «Eso es genial». Ahí lo conecté con esta obra y dije: «Eso es lo que tenemos que hacer, ahí está la tesis». En eso de la desaparición, de los fantasmas, de lo que no está, de lo visible y lo invisible, apareció esta tesis, que yo creo que se activa, desde el juego de la tela negra, que no es solamente un juego es una idea. Es una idea que está siendo ejecutada todo el tiempo. En el fondo, esta idea nos dio el contenedor de la puesta en escena. El teatro que está vacío, pero que no está vacío, porque si tu levantas la tela está lleno. Siento que la idea es muy coherente con el título, es muy literal y está ejecutado tanto, que nos permite hacer una obra abstracta sin línea aristotélica, porque está todo el tiempo contenido por eso juego, que es muy claro.

¿Cuál fue el mayor desafío para ti al dirigir esta obra?

Creo que es la segunda vez que hago una obra por encargo. La primera fue en La muestra de dramaturgia. Eso siempre es super interesante, creo que siempre es un desafío. Pero fue super bueno el desafío, porque como veníamos de estos años de encierro, yo perdí el miedo. Dije: «voy a hacer lo que puedo, con esta gente que me parece tan talentosa. Si a la gente no le gusta o resulta un bicho raro, no me importa». Hubo cosas más graves pasando antes, que ahora siento más libertad que nunca, hasta por lo que vaya a pasar con la obra. El desafío fue terminarla a tiempo, porque era poco tiempo para una propuesta de investigación. Era una propuesta donde las actrices cantan, bailan, actúan. Tiene un diseño que, si bien es muy sencillo, es muy complejo. Creo que nosotros nos situamos en una complejidad muy grande desde el inicio, y el desafío fue lograr esta complejidad, llegar a puerto en las fechas que teníamos. Yo generalmente me demoro como cinco meses en hacer una obra. Me encanta poder hacerlo, investigar, perderme mucho, pero también el propósito de: “Voy a hacer en dos meses, puedo». Que rico generar procesos de investigación, no siempre en tiempos tan laxos, ese fue el desafío. También hay tanto contenido leído en la pandemia, que ya no tengo más que leer, para qué más encerrada leyendo. Ahora hay que estar en el ensayo y ver a la gente, escuchar y estar despierta.

La obra tiene todas estas referencias a obras clásicas, desde Chéjov hasta Guillermo Calderón. ¿Cómo fue incorporar todos estos elementos de obras que nos suenan conocidas? La otra referencia de que María Izquierdo esta vestida como su personaje de la Negra Ester ¿Cómo fue incorporar todos estos referentes, este barrido por el teatro chileno e internacional?

Más que ponerse la meta de hacer un barrido, fue preguntarle a Josefa, a María y a Camila qué obras le gustaban, qué materiales tenían en su cuerpo, cuáles eran sus canciones favoritas. María tenía muchas más obras que las otras chiquillas, por eso también hay una escena donde ella se pega como siete personajes al hilo. Todos esos textos los dijo en obras donde ella actuó. Esa cosa medio académica de hacer un barrido super mateo del teatro chileno, ¿qué obras te gustan a ti? María, en pandemia, compuso una canción con textos de Gabriela Mistral y la trajo al ensayo. A nosotros nos encantó y la usamos. Camila tomó un texto de Neva y lo transformó en una canción super entretenida y esa canción es la base que aparece en toda la obra, es la base que ella hizo en su celular. Fue más de adentro hacia afuera, o cuando hay materiales que son honestamente particulares, sensibles, creo que pueden conmover mucha gente.

¿Qué le podrías decir a la gente para invitarla a ver la obra, las funciones que quedan?

Que vayan a apoyar al teatro, que, si quieren pasarlo bien, si quieren tener una experiencia sensible, si quieren escuchar voces, ver cuerpos en movimiento y dejarse llevar por la obra, esta obra es para ellos. Está hecha con mucho cariño, hay grandes interpretaciones. Creo que es importante hablar del teatro, del arte y del estado del arte hoy día, ya que estamos en un peligro inminente, si es que sale el candidato innombrable. En ese sentido, que vayan a ver algo que después no se pueda hacer. Tiene tanto valor el arte chileno, no solo el teatro, y está tan dejado, que no es por pena que vayan a ver la obra; todo lo contrario, por mucho amor al arte chileno. Esta obra y todas las otras obras que hay ahora, es importante que defendamos nuestra cultura, nuestras prácticas artísticas y creo que esta obra habla de ellas. Luego de un apagón cultural grande, es bonito hablar de nuevo de arte. Me parece que nunca pasa de moda, nunca es una moda. Yo le digo a las chiquillas: «Grey’s Anatomy habla de doctores, nosotros hacemos una obra que habla de teatro ¿por qué no?» Si uno lo habla en un lenguaje que puede ser apreciado, entendido y a la vez disfrutado por otra gente, me parece que se puede hablar de cualquier cosa.

Ficha artística

Título: Este teatro está vacío

Creación colectiva basada en textos de Guillermo Calderón, Harold Pinter, Juan Radrigán, Gabriela Mistral, María Izquierdo y Ana Luz Ormazábal

Dirección: Ana Luz Ormazábal

Elenco: María Izquierdo, Camila González Brito y Josefa Cavada

Música: José Manuel Gatica, Aníbal Gutiérrez y elenco

Diseño: Manuel Morgado

Asistente de diseño: Althia Cereceda

Asistente de dirección: Aníbal Gutiérrez

Producción: Teatro UC

Proyecto financiado por la Dirección de Artes y Cultura de la Vicerrectoría de Investigación, Pontificia Universidad Católica de Chile

Temporada 16 al 26 de noviembre, miércoles a sábado, a las 20.30 h / sábado 27 de noviembre, a las 18.30 y 20.30 h (*miércoles 24 de noviembre no hay función). Presencial, sala Eugenio Dittborn, Teatro UC, Jorge Washington 26, Ñuñoa.

Entradas: $5.500 general en Ticketplus.cl https://ticketplus.cl/events/este-teatro-no-esta-vacio y boletería del teatro (confirmar horarios en la página web teatrouc.cl).

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