Entrevista al director y dramaturgo de «Painecur»
Eduardo Luna: «La obra perfectamente podría
constituirse como una reflexión escénica sobre nuestro
estado actual»
Yo nací en Temuco y viví una buena parte de mi infancia en Traiguén (IX región). Crecí viendo a los Mapuche como una especie de primos, un tanto cercanos y lejanos a la vez. Compartes con ellos, sin embargo la sociedad winka te obliga a pensarte distinto a ellos. Esa diferencia impuesta, fue la que desde niño me motivó a acercarme a ellos.
Hace varios años quería trabajar a partir de lo Mapuche, pero no tenía muy claro desde qué lugar debía hacerlo, por lo mismo, la idea durmió hasta que el año pasado, le propuse a mis alumnos de actuación trabajar con “Un Sol Amarillo” de César Brie. La obra relata las consecuencias del terremoto de Aiquile en Bolivia en el año 2006. Buscando información complementaria, llegué a un texto de 1912 titulado “Cómo se comportan los indios en las catástrofes naturales”, revelándose (para mi) el sacrificio humano como una costumbre ancestral para el pueblo Mapuche. Luego de ese encuentro, rápidamente llegué al caso del sacrificio de José Luis Painecur en el año 1960.
Uno de los elementos principales y más atractivos que arrojó la posterior investigación, fue el violento juicio de la prensa de la época y de la sociedad chilena en general, en contra del mapuche.
Por lo mismo, me pareció que el caso podría abrirnos a ciertas claves que dieran cuenta de la relación crítica entre lo mapuche y lo chileno.
¿Cómo fue el proceso creativo durante el desarrollo de la obra?

El conocimiento que logré adquirir, dio paso a cierta claridad en cuanto al equipo con el que quería trabajar, así que aún sin un texto escrito, convoqué a cada uno de los profesionales que dieron forma a la obra. A esa altura, sentía una especie de fuerza superior que estaba guiando cada paso del proceso.
Luego vino la etapa de escritura, que fue una absoluta locura, porque en primer lugar había que ordenar una enorme cantidad de material registrado, sumado al desafío de tener que adquirir conocimientos avanzados sobre derecho penal, que permitieran darle coherencia al mundo propuesto. Mucho café, cigarros y la tierna paciencia de mi pareja, fueron fundamentales para dar a luz el texto, en tres meses de intenso trabajo.
Los ensayos, tanto con el elenco, como con el equipo de diseño, sonido y audiovisual, se realizaron en cuatro meses de trabajo y fueron de una armonía digna de la madurez que posee un equipo con un vasto oficio. En la compañía abunda la admiración mutua y eso es fundamental para la realización de un trabajo que requería mucha confianza, puesto que nos estábamos sumergiendo en un mundo absolutamente desconocido hasta ese momento y que sin duda colisionaba con creencias particulares y prejuicios propios de la sociedad winka.
Cuando me encontré con el caso, desde el primer momento pensé que esta no debía ser una obra reconstructiva de los hechos que ocurrieron en 1960, sino más bien un material de reflexión contemporánea.
Los detalles del proceso judicial que se realizó en Nueva Imperial, se presentan como un enigma, puesto que en extrañas circunstancias se perdió el fallo que dio como resultado la libertad de Juana Namuncura, la Machi que llevó a cabo el nguillatún de sacrificio. Ese solo detalle, me condujo a pensar en una anécdota relacionada con el mundo del derecho, pero con un imaginario transversal a cada uno de nosotros, es decir quitando la idea que Hollywood nos ha impuesto, a través de una elevada producción de películas al respecto, que no busca más que la heroización de uno u otro personaje. Dicha transversalidad solo podía lograrse a través de una experiencia conocida, tal como el desarrollo de un trabajo grupal de examen, donde además se pusiera en juego una proyección del futuro del poder judicial, en su relación con pueblos originarios a través de la presentación de personajes que aún cursan la carrera de derecho, en una institución que se considera líder en la formación de abogados para el país.
Yo diría que fue un trabajo basado en la búsqueda de detalles significativos y también de una profunda conexión con la intuición.
En relación a los detalles, buscamos que cada pieza del engranaje fuese única y con un alto valor personal y colectivo. Un ejemplo claro, radica en el desarrollo del diseño sonoro, área del montaje que implicó viajar a Collileufu (Puerto Saavedra – Lago Budi) para rescatar el mar, las aves y las ranas del mismo cerro La Mesa, lugar del sacrificio. Entonces lo que el espectador (sin saber) escucha durante la obra, es precisamente la atmósfera que envolvió el sacrificio.
Sobre la intuición, a pesar de que desde la dirección se estableció un marco creativo, mapuchizamos ciertos procesos, en el sentido de que nos permitimos permearnos abrirle paso a la cosmovisión propia del pueblo Mapuche, en relación a ciertas decisiones provocadas por la “accidentabilidad”. Para ellos los accidentes no existen, por lo tanto nos dejamos encauzar por esos aparentes accidentes en el proceso, que más tarde se convertirían en certezas.
Fue sin duda un proceso de maduración y crecimiento creativo, basado en la mixtura entre lo racional y lo espiritual.
Desde el principio del proceso, sabíamos que ésta sería una obra ambiciosa por lo que persigue:
Dar cuenta de las colisiones culturales propias de Chile, a partir de una puesta en escena contemporánea.
Por lo mismo, el desafío de la dirección estuvo centrado en guiar el proceso de cada área de trabajo, hacia una delgada línea entre el riesgo creativo y el fracaso.
Me seducía la idea de llevar a mi equipo a ciertos límites metodológicos, fracturando ciertas ideas de cómo poner en escena un texto tan ligado a la palabra. Por lo mismo, los sueños, tal como en la cultura Mapuche, tuvieron un marcado protagonismo. En este sentido, desde la dirección, en muchas ocasiones me situé como quien sabía lo que no debía hacerse, más allá de cómo debía hacerse un gesto, una escena, el vestuario o incluso la utilización del espacio.
¿Cómo has visto la reacción de la gente al ver esta obra?
La reacción es rotunda, consideran la obra como una pieza necesaria, de un alto vuelo político y estético, que debe visibilizarse ampliamente por su contenido, lucidez y fuerza para encarar sin máscaras la crìtica relación entre chilenos y mapuche.
¿Cuál es la relevancia de esta obra actualmente?
Pienso que Painecur da cuenta de Chile, de sus prejuicios y contradicciones para asumir una identidad surgida del conservadurismo y clasismo propio de la colonia.
La obra perfectamente podría constituirse como una reflexión escénica sobre nuestro estado actual y la urgente necesidad de transgredir los patrones heredados. No podemos avanzar si no reconocemos lo que nos antecede culturalmente y por lo mismo, la obra es precisamente un portal hacia un entendimiento que hemos rechazado históricamente.
¿Cuál dirías tu que es el gran aporte de la obra en este escenario con el conflicto mapuche?
Tal como dije anteriormente, creo que la obra entrega las claves (fundacionales) para comprender la relación crítica entre chilenos y Mapuche.
Ficha Artística
Dramaturgia y dirección: Eduardo Luna
Asistente de dirección: Nicole Morales
Elenco: Pamela Alarcón – Sebastián Silva Rodríguez – Alexis Moreno Venegas – Felipe Lagos
Diseño teatral: Javiera Severino y Karla Rodríguez
Composición musical: Daniel Cartes
Diseño sonoro: Franco Peñaloza
Diseño y producción audiovisual: Pelochuzo Producciones
Asesoría dramatúrgica y diseño gráfico: Javier Alvarado
Preparación actoral: Daniela Venegas
Registro: Paola Cruz
Fotografía: Juan Carlos Caruz
Realización escenográfica: Gian Reginato
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