Por María Olga Matte desde París
Conversamos con Federica Matta sobre su arte, sus libros, su concepción sobre la creación y los distintos mundos, la capacidad que tenemos todos dentro para llegar a crear.
Federica dice sobre la pandemia: “Nuestros espíritus, nuestros corazones, y nuestros cuerpos pasaron por el tamiz, el colador, de una espera incierta y de otro ritmo de tiempo donde suspendidos fuimos derivados a nuevos espacios. A la salida del confinamiento, yo sentí que habíamos hecho un viaje iniciático que nos preparaba para continuar, es decir, al ahora, al taller laboratorio del camino que viene”.
Además de artista, en todos los sentidos, una gran poeta ¿Cómo fue el confinamiento para ti? ¿Cómo te salvó el arte en este encierro?
Te voy a contar dos historias; una que es la versión fácil del confinamiento, porque al comienzo del confinamiento, en el mes de octubre o noviembre de 2019, fui a Perú y a Chile, donde empezaba toda la energía que se va a formalizar ahora con un nuevo presidente. Era un momento muy fuerte en Perú también. Después me fui a México y ahí me conecté con amigos y empezamos a trabajar el espacio energético de Teotihuacán, porque yo soy del arte pública, entonces yo voy de un espacio al otro, a ver cómo puedo remagnetizar, reactivar lo que yo percibo de manera muy lejana, que con el trabajo se puede acercar. Estaba en un momento así de trabajo y después tenía que regresar a México en abril, me fui a España, donde vivo, el 13 de marzo y el 14 fue el confinamiento.
Cuando estamos en una situación difícil se despiertan partes que no conocemos de nosotros, que nos ayuda a sobrevivir, por el otro, si tú estás muy enferma, te sientes muy mal, te va a venir una energía que tú no conoces, solo porque vamos a tomar un café juntos, queremos sobrevivir juntos. Se despertó en mí esta manera de responder a esta caída del juego de dominó, porque cada día se caía otra cosa con un dibujo que yo hacía cada día y eso me permitió conectarme a nosotros, en las redes sociales, eso es muy positivo. Me entró en una manera de autoeducación chamánica que se quedaron a por un proyecto de arte público, pero también por cómo vamos a entrar en un mundo de soledad, que para un artista parece muy fácil, porque estamos siempre solos en el taller, pero no estamos solos en un mundo donde todos están solos. También si estás en la cárcel, hay gente en otro país lejos, en otra vida, sin otras dimensiones, que no están en la cárcel, entonces ahí empezó un cambio en mi cerebro, entonces esa es la versión positiva.
La versión negativa es que yo entré en un espacio de tristeza. También tenía los zoom, hice muchos cursos, hice conferencias, nos conectamos, había una energía diferente, también una fuerza de afectividad más fuerte que en el comienzo del mundo, pero se despertó esta tristeza de la especia, de vivir la extensión de la especie, indirecto. Te cuento otra historia. Cuando yo era muy joven, yo tenía como 18 años, estaba en México, me vino una cosa, me escapé de dónde estaba, me fui a la estación de bus, a donde todo empieza y todo finaliza en México. Yo estaba llorando, me quería matar, era el fin del mundo, cómo es el fin del mundo a los 17 años. Estaba cerca de mí un señor qué me dice: “Tú no te puedes matar”, y yo le dije: “¿por qué?” Él me dice_ “Porque tú estás aquí para ver el fin del mundo”. Eso me siguió toda la vida, cada vez que veo que se destruye Siria, yo pienso, bueno es el fin del mundo. Esa es la versión, no es negativa, pero una versión más adelante del artista que siempre inventé, una manera de traducir, este es un espacio sin posibilidad de traducción.
En la relación, de la tristeza y de la creación, porque a mí, como actriz, también me han convencido que, cuando uno está mal, triste, en una situación más bien abyecta, viene la creación y sabemos con el tiempo que no es así, que hay que estar bien justamente para crear, ¿Qué te pasó a ti en ese momento en que tú dices que te apareció una tristeza distinta? ¿Cómo cambió tu creación? ¿Te agarraste a ella? o ¿dejaste de creer?, que también es posible.
Está la tristeza de cada día, de eso que no funciona, de la situación social, pero ahí entra de manera consciente en la tristeza de la especie, de nuestra tristeza, que podría ser del primer hombre de la historia, de un hombre del futuro, si hay un futuro. En esta línea yo empecé a tejer en la pandemia, los dibujos que aparecían cada mañana, los amigos, las respuestas a los dibujos, que también para mí fue como una validación, porque no eran dibujos para mostrar en una exposición o para hacer un libro, eran dibujos que me venían. Cuando los amigos me decían: “Eso lo veo cómo ti” empezó otra percepción del trabajo artístico, que siempre sentí en el arte público. Cuando hice la plaza Brasil y que la gente bailaba, es una increíble validación. Cada momento de creatividad tiene su respuesta en el otro. Entonces empecé a tejer como una señora fuera del tiempo, toda esta dimensión y también empecé a encontrar partes de mí que yo no conocía.
En ese sentido fue muy rico para poder ir conociéndote más y tener distintas capas en esta misma creación, que tú dices.
Porque yo tenía tiempo, no tenía un niño pequeño al tenía que enseñar, no tenía un trabajo durante todo el día, ese también es un gran privilegio de la edad.
Lo lindo es que hoy día podemos encontrar esos cincuenta y cinco trazos y colores de esos dibujos mensajes que tú creaste durante el confinamiento cada día.
Porque al final me preguntaron de hacer un libro. Me fui para hacer un libro, porque al principio no había libros, no había nada.
Empecemos a hablar de los libros y de esta relación tuya con Chile, porque también hiciste con Daniel Ramírez, el filósofo, El abecedario para cambiar el mundo: palabras de una futura Constitución, donde tú dices: “Los chilenos han vivido por primera vez en nuestra historia un proceso constituyente, aunque la soberanía popular no ha sido completamente establecida, el pueblo de las calles conquistó la posibilidad de cambiar la Constitución pinochetista”. Ahí tú nos invitas, con Daniel, con palabras e imágenes a inventar juntos nuevas maneras de vivir, participando en una forma activa, que es algo muy además propio tuyo de invitar en los libros que tienes, a sacar la creatividad de cada persona y crear esto que tú también siempre llamas la posibilidad de los distintos mundos, pero en creación conjunta.
Esa es la aventura de los libros, con el mundo diplomático, con Víctor Hugo de La Fuente, que, hasta 10 años, me dio la oportunidad de hacer un libro de autoeducación artística. Empezó con esta idea del viaje de 31 días, que es el trabajo de la autoeducación. El libro es una excusa para reunirnos, para hacer los cabildos, entonces siempre me encantó la idea de la posibilidad de hacer cabildos, que sea contigo misma y con todas tus personalidades, con la familia, con los amigos, con la escuela, con los hospitales, en todos los lugares donde la gente se aburre un poco, hay posibilidad de crear a través de la meditación artística, qué es la creatividad, otras frecuencias. Estas frecuencias son políticas. Edward Grisham siempre hablaba de la poética de la política, tenemos que hacer política de manera poética, si fuera desde lo que también por nosotros, tenemos que cambiar en nosotros, si yo hago política con el ego, no te encuentro, juntas tenemos que crear esa otra entidad, que puede enseñarnos a nosotras mismas.
Deberíamos darles tu libro a los constituyentes, a los 155 que están reunidos hoy día en Chile. Sobre el libro de los 31 días, que es el viaje de los imaginarios, tú dices: “Es un manual o antimanual pedagógico y poético que nos ayuda a ensanchar los horizontes y a mover los límites de lo posible”. Tu propia experiencia con el arte, ¿Qué has podido mover los límites de lo posible? para que hablemos del arte popular también, de tu ayuda a los niños, con las mujeres de tu trabajo en tantas partes, pero pienso en los murales de Quilpué.
Yo utilizo el arte como una manera de crear un territorio donde puedo compartir con otros, porque yo sola no me siento muy bien, pero si estoy contigo, aparece una Federica más grande. Para mí es siempre está la idea del territorio común y el arte es una respiración. También si te gusta o no te gusta, no importa, vas caminando por la calle, ves un poco de poesía en una pared y ya está cambiando la frecuencia. La aventura de la plaza Brasil era eso, cambiar la frecuencia después de 20 años de Pinochet, donde la gente no salía a la calle, donde había un estrés postraumático terrible. Para mí el arte es la lucha contra el miedo, miedo interno y externo. Se reemplaza el temor, por el humor, por lo ligero, por la libertad.
Tú dices: “Nosotros tenemos en nosotros mismos una multitud de mundos, en la confusión de esos mundos de pronto una puerta se presenta. La puerta se abre sobre nuestra propia creatividad y en este libro, a propósito del diario, la autora, Federica Matta ayuda a encontrar a los lectores los medios para alcanzarlos y guiarlos a lo largo de un viaje en el descubrimiento de sí mismo”. ¿Cuáles han sido tus experiencias de los lectores, de estos pequeños artistas que trabajan tus libros?, porque me imagino que te han llegado mil respuestas, mil testimonios de gente, ¿Cuáles son las que más te tocan, las que más te producen gratificación?
Esta aventura fue maravillosa, porque fue un conjunto de planetas, en Chile, de la amistad, de la solidaridad. Hicimos el libro con Víctor Hugo, y fue comprado por las bibliotecas de Chile, que lo colocaron en todas las bibliotecas. Se iba a muchas escuelas a hacer el viaje, entonces hay mucha gente que hizo el viaje, eso es siempre maravilloso. Un día fui a una y había señoras que tejían abajo del viaje, era un espacio muy grande, entonces yo le dije por qué no se sienta ahí, más cerca de no sé qué, Me dice: “Estamos como protegidas por el viaje” Eso me tocó mucho. La idea que, no sé si es necesario mirar las imágenes, leer los textos, hacer el viaje, es una presencia y eso lo sentí muy fuerte en Chile. Para mí los libros son arte público también, son presencia que fueron a través de mí, yo no soy más que la traductora de estas instrucciones. Estas presencias pueden quitar un poco de miedo, estamos en el camino de la victoria, siempre.
En general, tu relación con Chile, ¿Es una relación limpia, transparente? porque para tu padre era más bien contradictoria, ¿Qué heredaste de esa relación?
Yo fui educada con la idea de que Chile era el peor país del mundo, a mi padre no le gustaba Chile, pero cuando yo voy a Chile no tengo nada que ver ni con mi padre, ni con su mundo. Para mí Chile es un extraordinario laboratorio. Estoy muy feliz, más que feliz, estoy honrada de poder participar. Cuando veo a Las Tesis bailando en la plaza Brasil, es una maravilla, porque es un cambio. Yo me encuentro mucho con los jóvenes, con las mujeres, con todos hago muchos encuentros, siempre me despierta, porque es la idea de que lo que hacemos juntos, yo no soy capaz de hacerlo sola.
Me imagino que tienes esperanza en este proceso constituyente
Total esperanza, ninguna gota de negatividad.