Por Jaime Ahumada Ruiz
El 31 de mayo la artista inauguró Diálogos Objetos-Paisaje, compuesta por 20 óleos pintados durante los últimos años. La muestra, que marca 40 años desde que participó por primera vez en una exposición colectiva y 31 años desde su primera exhibición individual, estará abierta hasta el 24 de junio en la Liga Chileno-Alemana.
Curada por Beatriz Huidobro Hott, sus obras nos presentan un ambiente común, en donde los elementos cotidianos y paisajes de nuestra vida desprenden un aura de melancolía que pareciera inundarlo todo. Así, invitan a aproximarse a ellos con una sensorialidad distinta, íntima, propia de la subjetividad de la artista y mediada por su lenguaje plástico. Mientras lo figurativo de los paisajes pareciera desvanecerse en un abstracto, los objetos resisten estoicos con cromatismos muy cuidados, en un mundo donde solo se mantiene lo esencial.
Tu última exposición había sido en 2017, en Puerto Varas. ¿Cómo nació esta nueva exposición?
Yo siempre estoy pintando, no lo hago para alguna exposición. Cuando sale alguna o me invitan, me abren una puerta, yo entro. Tenía otra planificada para antes, pero con la pandemia, el estallido social y las cosas que han ido pasando estos años, no se pudieron hacer. En cuanto a las obras, yo vivo en la playa, y es allí donde han aparecido estos paisajes más abstractos, más contemplativos, en los que vivo y por los que camino. Entonces me fui alejando un poco de los objetos, que son parte de mi taller y que siempre han estado presentes; son símbolos, anclas a tierra, pretextos, un montón de cosas. Eso es lo que intentamos con la curadora de integrar, ambas cosas. En el fondo, si uno ve los horizontes, aparece el objeto en el paisaje, ambos se unen.
Esta exposición está dedicada a tu madre, ¿Cómo está presente ella en tu obra?
Mi mamá falleció hace tres meses, y cuando me preguntaron a quien quería dedicarle la exposición, pensé de inmediato en ella. Siempre ha estado muy presente, porque, aunque yo no heredé la habilidad artística por el lado materno, siempre me acompañó y se interesó, se mantuvo al tanto de mí; como seguía mi trayectoria, nunca se perdió una exposición. Ella todavía está moviendo hilos, desde otra dimensión, aún presente. Y creo que mucho de lo que yo soy viene de ella, sin duda.
Ahora en 2022 ya son cuarenta años desde que participaste en tu primera exposición. ¿Cómo has visto el desarrollo de tu carrera hasta este momento?
Sí, mucho tiempo, ha sido una carrera muy larga. Y ha ido madurando. Veo mis pinturas de ese tiempo, y pareciera que las hizo otra persona. Son más expresionistas, más rotundas. Menos atmosféricas. El hacer y hacer es parte de la evolución de uno, y creo que el vivir cuarenta años es parte del cambio en las pinturas. Lo que antes era tal vez muy rotundo, ya no. Todo tiene sus matices, las cosas ya no son blanco o negro. Esto lo digo ahora. Inclusive usaba mucho el negro, ahora no. Ahora están los matices, los puntos medios, como en la vida.
A lo largo de tu carrera también haz realizados muchos talleres de pintura, ¿De dónde nacen esos talleres?
Siempre encontré que esto de la pintura es muy solitario. Cuando ya tuve la experiencia y me sentí capaz de compartir y transmitir mis conocimientos, me dije que aparte de exponer, que es una forma de contactarse y de entregar a quién quiera recibir, encontré que dar clases era entregar lo que yo sé. Eso me hacía sentido. Además, yo antes estudié enfermería, y entonces me fui a estudiar arte terapia; me fui a Suiza, a Francia, con personas que compartía la línea que siguen. Incluso ahora doy talleres de expresión a través de la pintura, que son más terapéuticos, más que enseñar a pintar, aunque también doy clases de pintura, de aprendizaje del oficio. Pero tengo un grupo que no quiere clases, no quiere aprender, que lo que les interesa es expresar. Eso es muy bonito, muy puro. Son personas, a veces muy mayores, que no han pintado nunca, pero que tienen un deseo y un miedo. Entonces dicen: “yo no puedo, no sirvo para…”, entonces allí tienen libertad. No tienen la motivación estética, es esto otro lo que hacen. A mí me gustan ambas vetas.
¿Cómo fue que pasaste de la enfermería a la pintura?
Fue bien fácil. Estudié enfermería aquí en Chile, pero no alcancé a terminar. Me casé, y con mi marido decidimos irnos a vivir a Alemania y después a Venezuela. En Venezuela nacieron tres de nuestros cuatro hijos, y me encontré con el color; entonces nació mi interés por la pintura. Sin pensarlo mucho en verdad, yo estaba criando hijos, pero es algo que siempre me gustó, y ese fue el momento en que afloró. Pese a estar criando, nunca dejé de pintar; a veces más o menos. Además los hijos crecen, y después me pude dedicar todo el tiempo que yo quisiera a la pintura.
La naturaleza y los objetos se presentan en tus obras de manera muy pacífica, pero también muy melancólica, ¿de qué manera se da el paso de experienciar estos lugares a llevarlos a la pintura?
Porque todos estos años fueron muy solitarios. Estaba con mi marido, así que, aunque no estaba sola, si me sentía así en un sentido social, sin dar clases, sin ver gente. Caminaba mucho, y así me impregnaron estas atmósferas, estos espacios… quizás de allí nace esa melancolía, porque no te podría decir que estuve melancólica, pero si podría ser una nostalgia, por lo que estábamos viviendo o la nostalgia que siempre está en el ser humano. Todas las pinté en el taller, incluso los paisajes. Imagínate, si tu caminas, y todas las tardes te envuelve un atardecer, un cielo rojo… es una atmósfera que me impregna y me llevó al taller, y eso es lo que pongo en la tela. En los objetos también hay atmósfera, también tienen ese algo envolvente.
Sí, todas tus obras parecen parte de un mismo ambiente, muy íntimo y muy cotidiano.
Es que me gusta lo cotidiano y su seguridad. No es que yo me desligue o no me interese lo que pasa en el mundo, pero no es lo que yo quiero expresar. Lo que yo quiero expresar es eso. Ahora, si me preguntas, lo mío no tiene nada de intelectual. No pienso: “voy a hacer esto, es un tema fantástico, voy a salir…” Eso no me resulta, y sé que no me resulta. Me dejo llevar por las emociones, los sentimientos… es sensorial y cotidiano, lo del día a día. Respeto y admiro muchas cosas del arte conceptual, pero definitivamente no tiene que ver conmigo. Siempre ha sido así. Es más allá de mí, incluso, a pesar de mí.
Mencionaste que antes utilizabas mucho el negro, ¿Ese cambio no fue una decisión?
No, se fue dando naturalmente. Me empezó a molestar esa línea oscura, que antes necesitaba, un línea rotunda, muy marcada y divisoria. Me gustaba y necesitaba eso, pero después no lo quise más. Pero fue un proceso, que creo se relaciona con los procesos interiores también. Como te decía, lo tan definido… después ya no me gustaba.
¿En esos momentos tenías algún referente claro?
Uno tiene más afinidad con unos que con otros. Yo tuve un profesor muy importante, Adolfo Couve, y el me enseñó. Estuve en un grupo, e iba a sus clases de teoría en la Chile. Me mostró esto de la mancha, y mi pintura es más mancha que gráfica, hay dibujo, pero con la mancha. Entonces él me enseño eso. También me gusta mucho Rothko. Persigo la simpleza, transmitir mucho en simple. No contar un cuento o una historia, sino que el lenguaje plástico sea más fuerte que el cuento, no hacer una cosa literaria. Que la pintura tenga prioridad; la textura, el manejo del pincel. Me gustan las veladuras, que haya muchas capas.
¿Tienes más proyectos pensados a futuro?
Sí, tener la energía para seguir pintando. Me encantaría que esta exposición, o al menos parte, circulara, compartirla en otras ciudades. Creo que es importante exponer; es compartir y es salir del taller. Yo no pinto en grupo, ni con música, es un proceso muy solitario. Entonces la exposición es eso, un lugar para compartir, para que le llegue y sea recibido por quien lo quiera recibir.
Exposición Diálogos Objetos-Paisaje
Verónica Büttinghausen
Hasta el 24 de Junio de 9 a 16.30 hrs Lunes a viernes
Liga Chileno-Alemana
Estacionamiento Estadio Manquehue