Por Galia Bogolasky
En el Festival Puerto de Ideas de Valparaíso entrevistados a la escritora, editora y periodista argentina que vino a dar dos charlas; la Actividad de inauguración, llamada La curiosidad, ese impulso vital para entender el mundo, y su segunda charla Narrar sin prisa, donde abordó el éxito de su último libro La Llamada, que ha sido un éxito de ventas
Leila Guerriero es una de las cronistas más destacadas de la actualidad, donde a través de estas charlas nos invita a conectar con lo profundo de la experiencia humana.
Esto fue lo que la exitosa escritora argentina nos contó.
Cuéntame sobre la charla que vienes a dar a Puerto de Ideas. El foco de la charla está centrado en tu última crónica, La Llamada, que ha sido un éxito. Cuéntame un poco sobre este libro que ha sido súper exitoso, y el foco de la charla.
La idea de la charla es más bien hablar como de la lentitud necesaria para hacer este tipo de trabajo, que es un género periodístico específico, ni mejor ni peor que otros, pero que implica muchísimo tiempo de reporteo, de investigación y escritura, y para todo eso hace falta tiempo. No se puede jugar con un deadline específico, y no solo para los libros, sino también para los artículos que salen en los medios de comunicación, las columnas, viste que yo escribo columnas y también perfiles o crónicas más largas y para eso no puedes trabajar con un deadline absolutamente. En algunas ocasiones tienes que hacerlo porque es un tema específico sobre una cosa «x» que hay que publicar en tal. Yo trato de evitarlo, hasta donde puedo porque trabajo muy mal con la prisa. La idea es conversar un poco acerca de cómo esa lentitud se va quedando, de alguna forma, como impregna al texto. El tiempo se queda en el texto, y, a su vez, el tiempo necesario para hacer un reporteo a fondo también implica quedarte en la realidad hasta que la realidad empieza a relajarse y florecer y ofrecer cosas. Aparecen sincronías inesperadas y contradicciones que te complican la vida, y que bien, porque cuando eso empieza a pasar quiere decir que es real, genuino. Todo eso está en el libro en La Llamada.
¿Cuánto tiempo demoró la escritura de La Llamada?
La escritura, solo la escritura, cuatro meses.
¿Y la investigación, todo el proceso previo?
La investigación fue un año y siete meses, y la transcripción de las entrevistas, tres meses.
Pensé que me ibas a decir muchos años.
A mí no me parece tanto, la verdad. Hay colegas que, bueno, se pasan 10 años investigando.
Lo haces bien rápido para la cantidad de información que hay.
Es un libro sobre una cuestión más acotada. No es un libro sobre los años 70, ni sobre la dictadura, ni sobre Montoneros. Es un libro en perfil sobre una mujer. Eso, de alguna manera, acota mucho el foco. La lógica interna del libro es que no hay testimonios de nadie que no la haya conocido en su vida, en su juventud, en su vida adulta, en su cautiverio. Hay muchísimos otros detenidos que estuvieron detenidos en la Escuela Superior Mecánica de la Armada (ESMA), pero como no estaban detenidos con ella, no están entrevistados porque no tienen nada que ver con particularmente la historia de Silvia Labayru.
¿Cómo te acercaste a este personaje? ¿Por qué te interesó su historia en particular?¿Cómo fue el proceso de decidir contar esta historia?
Lo primero que se dio cuenta en el libro es cómo llegué yo a ella, a través de Dani Yako, que es un amigo común, que me mandó. Es un gran fotógrafo argentino, quizás el mejor. Yo lo conozco a Dani desde hace muchos años y él es amigo de la adolescencia de Silvia. Desde los 13 años se conocen. Tiene 60 y algo. Se conocieron en el Colegio Nacional de Buenos Aires y ahí empezó una amistad que sigue hasta el día de hoy. Son muy cómplices, muy compañeros; siempre, a pesar de que Silvia vivió 40 años en España, nunca perdieron contacto. Un día Dani me mandó un mensaje por WhatsApp con un link a una nota que había salido en un diario argentino que se llama Página 12, firmado por una colega muy buena, que se ocupa de temas de género, que se llama Mariana Carbajal, y allí se contaba la historia, la entrevistaban a Silvia Labayru. El foco de la nota era que ella era una de las tres mujeres que habían iniciado un juicio contra los represores que las habían violado dentro de la ESMO, o sea, era el primer juicio por violencia sexual cometida por represores de la dictadura. Antes esa opción del juicio por violación contra represores no existía, porque la violación estaba como junto a otro, se juzgaba todo, era todo tipo de torturas, era lo mismo la violación, que el fusilamiento, que la pican eléctrica, que los golpes, era todo lo mismo. La violación en sí no tenía, no era un delito específico, no tenía especificidad. Hace unos pocos años, se sacó la violación como delito autónomo y, en ese momento Silvia decidió denunciar a su violador, que es Alfredo González, que estaba preso ya, condenado por delitos de lesa humanidad, pero para ella era importante hacer este juicio para que quedara claro que, además de secuestrar gente, torturar y qué sé yo, eran delincuentes comunes. ¿En qué ayuda luchar contra la supuesta salvación de la patria? Violar a una persona es un delirio.
En esa nota que leí de Mariana, se contaban algunas de las cosas de la historia de Silvia que me llamaron muchísimo la atención. Esas cosas eran que había sido muy joven cuando la secuestraron, que tenía 20 años, que estaba embarazada de 5 meses, que la torturaron estando embarazada, cosa que había pasado no solo a ella sino a otras mujeres, que parió a su hija en el centro clandestino de detención, que esa hija no había sido apropiada por los militares, sino que había sido criada por los abuelos, que siendo tan joven haya sido militante de Montoneros y no en cualquier espacio, sino en el espacio de inteligencia de Montoneros, a los 18 años, es muy joven eso, para entrar en un sitio de inteligencia como una organización armada de izquierda, clandestina, y que la habían liberado en el 78, que se había exiliado en Madrid y que ahí cuando ella pensó que terminaba el infierno había empezado otro infierno que era el repudio de sus excompañeros de militancia por el hecho de haber sobrevivido. Sospechosa de ¿qué hiciste para haber sobrevivido, ¿qué dijiste a quién? Brutal. Además a todo eso se sumaba que ahora estaba de regreso en Argentina, que se había conectado nuevamente con un amor de la adolescencia, un amor que había quedado trunco en aquel momento por la militancia de ella. Yo dije: “Esto es un historión”. Dani me dijo: ¿Querés que hable con ella para ver si le interesa hablar con vos? Y le dije: dale.
¿Ella accedió de inmediato o hubo que convencerla?
No, accedió de inmediato. Fue muy gracioso porque yo después revisando los chats me di cuenta que eso, Dani me mandó ese link un día a la tarde y era plena pandemia 2021, yo estaba trabajando en otras cosas y no tenía ni siquiera pensado en arrancar algo que significara salir a entrevistar gente, porque prácticamente no se podían hacer reuniones, nada, en la Argentina estábamos muy encerrados y le dije gracias. Me puso un mensaje diciendo: “dice Silvia que la llames y me pasó el contacto”. Dije: “Dale, buenísimo, la llamo”. Pasaron las horas y yo no la llamé porque tenía que dar un taller. Me pone otro mensaje Dani diciendo: “Me dice Silvia que no la llamaste”. Y yo: “No Dani, es que la llamo mañana a la mañana, no quiero llamarla entre gallos y medianoche”. Yo llamé el otro día a la mañana, hablamos largo por teléfono, y le propuse tomar un café y que ella me conociera, sin compromiso de nada. Yo le llevaba mis libros. Ahí sí accedió y empezamos a hablar sin grabador, por supuesto. Esa primera conversación creo que fue en mayo y quedamos inmediatamente para una primera entrevista formal esa misma semana. Pero yo le propuse hacer un artículo, que era mi intención genuina y real al principio, pensaba en El País Semanal, algún lugar así. Luego empecé a hablar con ella y yo creo que a los dos meses y algo, tres meses, le dije: “Mira Silvia, a mí me parece que esta historia no la puedo contar en una revista. A ella El País semanal le encanta, ya estaba encantada. Le dije “A mí me parece que es un libro” y me miró y me dijo: “ya me di cuenta, como diciendo te tengo acá sentada hace dos meses y no parás de preguntarme cosas”
¿Ella nunca pensó en escribir su autobiografía?
Pensó, sí, sí, pensó. De hecho, hablábamos de eso en un momento y yo le dije que me parecía que era que no era en absoluto incompatible, era su elección. Ella también podía rechazarme y decir desde el principio, obviamente, una mujer muy noble no me iba a dejar avanzar tanto para después decirme “lo pensé mejor”. Realmente es una persona muy noble y hablábamos de esa posibilidad y le dije que me parecía que perfectamente ella podía contar cosas que podía ver cómo podían convivir las narrativas y estuvo muy de acuerdo con eso, a pesar de que su pareja insistía en que él estaba muy en contra que yo escribiera el libro. Me lo decía además. Está bien, me parece. Él defendía la idea de que ella lo tenía que escribir, él es psicoanalista, pero también se portó muy bien conmigo. Me dio una entrevista muy larga en la que dijo cosas muy interesantes. Después, cuando le preguntaron a él en alguna radio que pensaba, él habla muy bien del libro y sigue insistiendo en que Silvia tiene que escribir su libro. Está bien, me parece que es un hombre de convicciones y fue muy estupendo conmigo.
Te has caracterizado en tu carrera por escribir crónicas, perfiles de personajes, de personas conocidas, no conocidas, de todo. ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿tu proceso de trabajo? La crónica implica mucha investigación.
Básicamente el proceso es más o menos el mismo y te diría que es el mismo si hago un libro, si hago una crónica y, obviamente, en menor medida también si hago una columna. Pero hay un proceso que son como tres pasos que es primero reporteo y después escribo. La escritura en sí implica que ahí selecciono yo la información, lo que va de lo que no va. Me voy dando cuenta a medida que escribo. Pero recojo muchísimo material, sin duda, recojo de lo que encuentro podré publicar. Será necesario publicar el 70% más o menos. El resto son cosas que después no terminan de encajar en el relato.
Hay mucho proceso de edición, revisión.
Mucho. Yo hago muchas versiones. Obviamente, la versión 1 y la 2 son muy parecidas entre sí, la 2 y la 3 también, pero después ya empieza a variar mucho eso hasta que llegó una versión que es la 27. En general, de los artículos yo llego a hacer 20 versiones, más o menos el libro tiene 27. No son versiones, porque parece que uno escribiera un libro distinto cada vez, son como ediciones, correcciones, cambios, este bloque acá no va. De golpe releo y me doy cuenta de que falta explicar algo. Cuando estás tanto tiempo con una historia, también tan larga, a veces te cuesta y crees que contaste algo, y después decís: “¡qué pavota!” Estoy avanzando sobre esta parte de la historia y todavía no he contado de dónde viene esto.
¿Hay algún personaje que te haya marcado particularmente? ¿Silvia es de las más importantes que hayas escrito?
Yo tengo mucho respeto por toda la gente que me quiso contar su historia, así que no, no tengo esa relación con el trabajo. Siento que esa sería una relación casi de coleccionista, como esa gente que dice, conozco 162 países, entrevisté a 4.750 personas. De hecho, yo no hablo de personajes, si no de personas. Tengo un profundo respeto, por supuesto que he entrevistado gente desagradable, con la que yo no sería una compinche que se va a tomar un café con ellos, pero el solo hecho de que hayan aceptado contarme su historia y quizás encontrarse con una periodista confrontativa y que les discute las cuestiones. De eso se trata la relación humana, de conversar, de contraponer ideas. Yo no estoy esperando ni que un entrevistado me convenza a mí, ni yo convencer a un entrevistado de nada. Yo quiero escuchar su historia.
Cuéntame un poco de esta experiencia que viviste al hacer la residencia en el lugar donde trabajó Truman Capote. ¿Por qué decidiste ir a hacer la residencia allá? ¿Cómo fue esa experiencia?
En realidad fue una invitación de ellos. Las residencias no funcionan así. En general postulás a la residencia y vas ahí con un proyecto con el cual postulás. Decís “quiero escribir la historia de tal” y esto fue al revés. Ellos estaban por abrir la residencia en septiembre de 2023, y ya desde el 2021, mientras yo estaba trabajando en La llamada, justamente Nicolás Botero, que es el director de la residencia, a quien yo había conocido previamente porque me había invitado a la residencia de la Condesa Beatrice Santa Magdalena en Italia, y no pude ir porque se atravesó la pandemia. Se postergó eso y después se cambió a trabajar en esta residencia, la de Palamós. De hecho, fue él el que descubrió que esa casa había sido la de Capote y que le sugirió al dueño de la casa, que es Sergi Ferrer Salat, dueño de la farmacéutica Ferrer, una persona de mucha fortuna, muy filántropo también, que abrieran una residencia literaria. Entonces, Nicolás me contactó, me dijo que ellos querían poner en marcha la residencia el 2023 y que para eso querían que una persona escribiera y, estando en la residencia, investigara los pasos de Capote allí en esa casa. Pero no solo en esa casa, sino en la Costa Brava, en las otras casas, reconstruir un poco la ruta de Capote. Mi primera respuesta fue, ¿Capote escribió A sangre fría en la Costa Brava? No me lo creo, ignorancia total. Yo había leído la biografía de Clark, y después me di cuenta de que Gerald Clarke, que es el biógrafo de Truman Capote, le dedica una página y media a la residencia en Palamós de Truman Capote, lo cual es un delirio porque el libro fue gestado ahí, desde la escritura, estaba todo investigado. Yo pensaba en las cartas y todo eso, y casi no hay registro en las cartas del lugar. Estaba en Palamós, pero para él era como estar en Saturno. Se fue ahí buscando aislamiento y no hay una sola brisna de ese paisaje que a mí me dejó tonta de belleza y de deslumbramiento le haya producido algo a él, nada. Entonces, Nicolás me invitó a esto y yo primero le dije, qué sorpresa. Después le dije: “¿Pero queda alguien que lo haya conocido?” Y me dijo: “No, creo que no”. Dijo: “Bueno, pero yo necesito cómo preparar todo esto, pre-reportear, rastrear gente”. Y me dijo: “Yo voy a hacer tu fixer acá en Palamós”. Obviamente, digo, con una investigación mía previa, diciéndole, mira, encontré una carta que menciona a una señora, fíjate, si hay un nieto, qué sé yo, y fue divino. Él y Pablo, que fueron las dos personas que me ayudaron muchísimo, me consiguieron la entrevista con el dueño del hotel donde había parado Capote, una cantidad de cosas. Pero le dije: “Yo en este momento no puedo ir. Yo estoy con el libro este, no voy a interrumpir” Era un mes y medio de residencia o dos. Más la escritura del libro de Capote, iba a interrumpir un flujo imposible de interrumpir. Entonces quedamos en que iba a ir al año siguiente, abril de 2023, y que iba a entregar el librito de Capote en julio. Entonces yo escribí La llamada en cuatro meses por eso, porque la tiene que dejar lista en marzo de 2023 para en abril irme a escribir otro libro.
Mi editora de Anagrama no lo podía creer porque yo le había hablado de este libro el año anterior y le había fascinado y le había parecido un libro dificilísimo. Yo creo que pensó que se lo iba a entregar en 2048 más o menos. Yo siempre trabajo sin contrato, ando libre. Mi editorial es Anagrama, pero no es que me viera otra editorial, pero no me gusta comprometerme con te entrego el libro en tal. Yo creo que se sorprendió mucho de que se lo entregara, porque en general la gente te dice te entrego el libro y demoran algunos, no todos, pero cinco años más. Así que me fui con el libro entregado y a arrancar otra investigación para otro libro y después volví a Buenos Aires y me puse a escribir otro librito. Fue alucinante porque era muy emocionante pensar que en ese lugar en esa casa, quizás en la misma habitación en la que yo dormía, había estado ese hombre en esa agonía espantosa que se autoinfligió de esperar la muerte de dos personas para poder terminar un libro. Eso es convocar una sombra muy oscura sobre tu obra, sobre tu vida. La experiencia en sí fue fabulosa. Yo sentía todo el tiempo el ánimo muy revolucionado, muy conectado con la vida, con el trabajo. Venía de escribir acerca de una mujer con una historia espantosa y me estaba metiendo en la historia tenebrosa de un tipo que terminó anfetamínico, alcohólico, deprimido, muerto a los 64 años. Nos faltan tres días para llegar a los 64. Yo digo: ¿Cómo puede ser? ¡Un talento! Fue un año muy arriba. Leyendo además unos libros que yo creo que en mi vida leí tantos libros buenos como en ese año. Sí, fue un año muy excepcional, muy encendido, desesperante también, pero encendido de una manera muy despierta. Estaba muy despierta. A lo mejor por eso ahora estoy tan cansada.
¿Tienes algún proyecto ahora? ¿Estás trabajando en algo?
Sí, estoy trabajando en algo.
¿Sorpresa o puedes adelantarlo?
No, no, sorpresa no. ¿A quién voy a sorprender? Pero nunca cuento, porque siento que si cuento ‘estoy trabajando en tal cosa o tal otra’, no sé. Siento que si te cuento la historia, pierdo la necesidad de escribirla. Eso es lo que me pasa. Además, cuando los proyectos son tan embrionarios, empezar a someterlos a la opinión de alguien y de otro y de otro, cada quien te va a decir algo distinto, cada quien te va a sugerir, estás escribiendo sobre tal, tienes que ver a fulano de tal. En tu cabeza descartaste que ese fulano de tal es muy poco interesante, no lo vas a ver. Y empiezas a dudar y no conviene.
Festival Puerto de Ideas
8 al 10 de Noviembre
Valparaíso