Entrevista a la coreógrafa de “Fenómenx Humanx” Paula Sacur: “Vivir una experiencia sensible es encontrarnos en esa esencia de compartir”

Por Magdalena Hermosilla

Fenómenx Humanx es un dispositivo escénico donde la danza, performance, sonoridad y musicalidad se convierten en un emisor para explorar la esencia de nuestra humanidad. A través de una experiencia inmersiva, se desdibujan las fronteras entre lo tangible y lo intangible, revelando cómo nuestras emociones y percepciones moldean nuestra existencia. En este ejercicio de liminalidad, cada movimiento y gesto del cuerpo, se convierten en símbolos poéticos que comunican lo inefable y lo sensible, capturando la complejidad de la experiencia humana.

Esta experiencia escénica de danza tuvo una sesión de apertura de proceso abierta al público en el marco de la 10° versión de encuentros coreográficos nacionales, realizado en el GAM, que forma parte del programa de la Secretaría Ejecutiva de Artes Escénicas del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, cumpliendo 10 versiones promoviendo la creación y desarrollo de la danza contemporánea en Chile.

Esto es lo que la artista nos contó al respecto.

Me gustaría partir con los actos. Entiendo que la obra se divide en dos momentos: El primero, que conlleva un trabajo de piso predominante y que genera una atmósfera de inquietud; y el segundo, que, teniendo aún este aire de búsqueda, lo relata desde una arista menos desesperada, sino que a un ritmo más pausado y contemplativo. ¿A qué vienen estas caracterizaciones? ¿De dónde surge la decisión narrativa de separar estos dos momentos?

En realidad, son tres momentos. Porque partimos desde la introducción de José Tomás Molina, el compositor. Yo le pedí que pusiera una parte a la que le llamo “intersticio”, que es entrar en relación con otro cuerpo. El intersticio, desde lo de lo corporal somático -lugar de estudio en el cual me muevo en la danza- es un líquido que está entre los tejidos y que provoca que todas las células y bacterias puedan ir viajando. Desde ese lugar somático planteamos la introducción, porque somos “soma”, cuerpo y mente están juntos. Entonces, yo siempre tenía tres momentos, que eran: el inmaterial (que es el último, con el humo, la nube y la niebla de Valparaíso); el intersticio, que iba, originalmente, a ir en medio desde el orden cartesiano; y después lo material, es decir, lo sólido, la parte más oscura, que remite a la muerte y que se trabaja desde el suelo. Aquí, yo le planteé a mi equipo, con quienes íbamos dialogando, que estaban estas tres dimensiones y que, el que más he trabajado yo, era el inmaterial.

Tuve una residencia hace un tiempo donde sentí que había algo en el lenguaje de la danza que traspasaba los corazones, un canal que se logra traer. Ahí, empecé a trabajar desde los símbolos que permitían esta trascendencia. En ese proceso, surgió un acercamiento de la danza desde la fenomenología, traer todo lo que está fuera, nos atraviesa y es parte de nosotros. Es evidente que nos afectan los fenómenos externos, tanto así que ello queda en el cuerpo y se transforma en memoria somática. Por lo tanto, la dimensión inmaterial fue la más explorada para mí, en especial, porque la concepción de Fenómenx Humanx partió en pandemia, donde pude estar en silencio y realmente tener tiempo de escucharme y sentirme.

Sobre este desarrollo de pensar en estos tres momentos, Florencia Aguilera fue un gran aporte, en especial por los procesos de cambio por lo que he ido atravesando este año, que han influenciado esta experiencia. Todo me influye un montón, al igual que los viajes. Viajo y camino lo que más puedo. En cada trayecto voy poniendo atención a mi alrededor, tomando los gestos, las cosas que pasan, los olores. Valparaíso, por ejemplo, que lo recorro siempre, es donde estoy ahora e inspiró también parte de la estética de la puesta en escena, es bien rudo, pero traté de subliminarlo en la dimensión inmaterial, en esta última escena. Una entra en esa nube y en el ensueño que te trae. Siempre hay algo que te va a sacar. Por eso, quizá mis momentos de transición más fuertes, se ven justo en esa parte que se entra en la nube, dando lugar a que pasen cosas mágicas.

En el fondo, estos dos momentos que tú dijiste, que en realidad eran tres, fueron un proceso de construcción entre nosotros, pensándolo desde los diferentes símbolos que nos parecen atractivos, y que abrazan estas tres dimensiones. Yo siento que la danza es un lugar sensible y evocador de emociones. Nosotros trabajamos con eso en cada gesto. Es muy poderoso hacer sublimes los gestos, tanto de lo corporal como de lo coreográfico. Siento que ahí hay un recurso que conecta con los demás. A mí me costaba mucho ensayarlo sola, y aunque a la vez, es muy íntima, fue interesante compartirlo con otros desde estos tres actos.

Esta es una obra que interpela bastante al espectador de forma constante. Lo hace sentir dentro de la de la diégesis. Los espectadores están sentados a tu alrededor, los miras a los ojos y vas sacando de cada uno su esencia, para después, regalárselas de vuelta. Por lo que hay todo un juego de hacernos sentir partícipes de lo que ocurre y aludidos directamente. Si el público solamente estuviera sentado al frente, viéndote bailar, no funcionaría de la misma forma. ¿De dónde viene esta intención de hacer partícipe a la audiencia?

En la primera residencia que hice y que era en otro país, en un pueblo en Cataluña Central, nadie me conocía, y eso me daba la libertad de hacer lo que quisiera. Fue súper bonito porque venía postulando hace 9 ó 10 años. Por fin me la dieron y fui. Fue un canal muy potente porque, si bien al principio yo le bajé el perfil al trabajo desde la interacción con la audiencia, me di cuenta con esta experiencia de la importancia que tenía.

Un día me dijeron que iban a venir unas personas a ver la apertura de proceso y yo ya había juntado el material, era bien simple, pero dije: “tengo ganas de que estén conmigo” porque había estado sola y quería feedback de gente. Entonces el productor me dijo: “Ahí hay unos niños de entre un año y cuatro años que vienen cada cierto rato. ¿Te gustaría hacer una actividad con ellos?” Eso fue la primera semana que estuve allá y fue súper bonito. Fuimos al bosque, porque allá a Cataluña es como estar como en película del Medioevo, y trajimos cositas del entorno, como semillitas y palitos. Los pusimos ahí, los escenificamos y bailamos con los niños. Entendían todo, incluso si no hablábamos el mismo lenguaje, el lenguaje corporal nos permitía conectarnos. Ellos empezaron a traer un insumo para mí, estando ahí en el paso escénico. Ahí yo dije: “aquí hay algo entretenido, que estamos dialogando”. Y luego de eso, traté en cada muestra o simulacro que hacíamos acá, propiciar un encuentro coreográfico. Me costaba un montón, porque a la gente le cuesta o le asusta, sienten que va a pasar algo, así que siempre estamos jugando con ese límite de la cercanía y la lejanía con el espectador. Por eso te decía que para mí ensayar era muy complejo, yo lo que hacía era poner la música y tratar de entrar en los estados que voy habitando a propósito de la somática, preguntándome “Si yo ya estoy conmigo, ¿qué pasa si estoy con el otro y le voy tomando? tomando su gesto, su mirada, aproximarlo y hacerlo parte”. Para mí este gesto (juntar las manos y presentarlas a otro, como sosteniendo algo en ellas) es sostener la humanidad. Es muy poderoso.

En una de las residencias, partí sosteniendo un huevo literalmente entre mis manos, como representación de una vida, un carácter simbólico. En mi proceso, sé cómo los símbolos empiezan a aparecer, y al presentar esta obra a otros, de repente, una persona cualquiera –no de los expertos ni la élite que transita necesariamente por el GAM- empieza a circular lento y me hace un gesto similar al que estaba haciendo yo, para que le pasara el huevo. Lo entendió y me sorprendí al ver cómo se resignifican los gestos con un otro, y cómo existe una cercanía. Se empieza a afinar mucho el ojo y percibir la energía.

Igual me da susto, porque esa energía que se transmite me pone en una posición de vulnerabilidad frente a otros que me observan, como ocurre con los chamanes o monjes budistas. Hay algo que pasa por nosotros, no logro identificarlo, pero sé que está ahí. Lo logré hablar con José Vidal, que también tiene este tipo de trances ocasionados por la danza y conversamos que como bailarines abrimos mucho el inconsciente. Estamos muy atentos a ese lugar. Sin embargo, yo hago una práctica consciente que es la somática, estar en el cuerpo.

Finalmente, esta energía que una canaliza, que es también perteneciente a todos quienes habitan el espacio donde se realiza la performance, me hizo darme cuenta de que acercarse al público es sensibilizarlo, para que no se convierta en un público, espectador o audiencia pasiva. Ya sentarse en el suelo es un acto poderoso. Están conmigo y yo estoy con ustedes. Todo ese recorrido de ese día surgió cuando le dije a Florencia “tengo que estar con ellos” y le dije a los que me iban conociendo que hicieran como si no fuera así. Y aquellos que decidieron sentarse en frente, reflejan el pensamiento hegemónico del teatro, con el intérprete en frente y la gente solo observando. Pero yo tengo la necesidad de ser una ladrona de gestos y para eso necesito que estemos en una posición menos jerárquica, para poder mirarlos a los ojos.

Esta es una apertura de proceso. Esto significa, según entiendo, que esta es una obra que puede seguir evolucionando hacia otras versiones de sí misma en el futuro. Entonces, ¿Cómo ves la obra progresando de aquí en adelante? ¿Crees que en algún momento llegará una versión final o definitiva, o, de alguna forma, siempre es un proceso variable?

El proyecto ha ido mutando incluso desde antes que se lo planteara a Florencia y José Tomás. Cuando recién lo escribí, en el 2020, durante la pandemia, me vi más humana que nunca, porque pude parar. Yo creo que nos falta parar como humanos. En primera instancia, lo fui escribiendo a modo de investigación académica, incluso asesorándome con Jorge Díaz, que es biólogo molecular y activista disidente, ¿quién mejor que él para hablar de la célula? Fenómenx Humanx partía de ir desde la génesis y después se irradiaba a los tejidos. Ahí está la fenomenología. Entonces trabajé con varios científicos, un antropólogo, una socióloga, una filosofo.

Después, desde el FONDART me dijeron que la propuesta era demasiado ambiciosa, abarcaba mucho. Y así, en una residencia de creación trabajé con Julieta Figueroa, que es de las personas que más me interesan en este momento en cómo piensan la danza y el teatro como artes vivas. Ahí volví a postular y tampoco me lo dieron. Luego lo postulé a otras instancias, pensando en algún momento llegar a mi equipo y ahí se me empezaron a abrir las posibilidades.

Luego, con las residencias, tanto las de España como aquellas micro-residencias acá, empecé a formularlo desde estos tres momentos. Yo creo que podría ser un proceso eterno. Le dije a los chicos incluso, a propósito de tener estos tres materiales desde el intersticio, que yo me hago una estructura. Yo sé que tengo que ir al hoyo negro (el espacio, escenario oscuro). Ahí Florencia me propuso, en su trabajo como diseñadora y artista de performance, tener ahí las lámparas. Siempre me iluminaba con lámpara de mesa, porque no tuve una residencia técnica. Entonces si hay que iluminar, lámparas es lo más simple. Después formulamos lo inmaterial que entra a esta nube, la neblina. Es otra presencia, dándole más valor a lo animista. Luego planteamos, cada vez más, el trabajo de suelo también, desde la reencarnación de vivir esa experiencia danzado.

Entonces, estos tres módulos podrían ser exactamente así cómo los habíamos planteado, pero también hay que tener en mente que en la vida hay que andar improvisando y tomando decisiones todo el rato, entonces dije: “voy a darle un carácter más performático”. Me dan ganas todavía de volver a ese lugar, que aparezca la neblina y un cuerpo que esté subliminado, que aparezca realmente un espíritu de la danza, pero desde la performance también podemos variar, teníamos esas posibilidades y las juntamos, fuimos conversando, jugamos en los tres polos y viendo las combinaciones posibles. Nos preguntamos: “¿Qué pasa si partimos material, intersticio, inmaterial?” y fuimos cambiando. Es un entrenamiento de mucha escucha. Ahí nos planteamos también si queríamos hacer una obra lineal, donde el espectador va a ver la obra, se sienta, transcurre la obra, termina y se va igual que como llegó, o si queríamos que hacerlo circular, que te envolviera, hacerte sentir parte, poder estar bailando con la cuarta pared.

Una persigue todo, persigue también una pieza que sensibilice, tengo ganas de eso. No sé si lo habré logrado del todo, pero, aunque sea un gesto de una persona que me expresa algo, que se quedó con algo de lo que yo le propuse, entonces me voy feliz. Dialogamos con un gesto, es muy simple y tan bonito. Por eso creo que este proceso podría llegar a un finiquito o podría ser eterno. No me gustaría que en algún momento se acabara producto de verse atrapada en la estructura pensando que ahí puedo ser más libre. La estructura no puede ser libre. Entonces yo creo que pueden ser ambas posibilidades, puede llegar algún día a su fin, pero siempre estar mutando.

Me ha interesado mucho que me cuentes sobre tu interpretación de la obra, sobre el tema de la muerte, del génesis, de lo somático, del cuerpo… Porque en la danza contemporánea, hay una intención de abstraer el mensaje narrativo, de forma que la interpretación que se pueda extraer de la obra no es una sola, sino que hay una abundancia de estas, dependiendo del espectador. Fenómenx Humanx, para mí, se trata de describir un proceso de la experiencia humana, el de la búsqueda incesante de algo que quizás esperamos encontrar en alguien más. En ese sentido, ¿Es ésta una interpretación válida? ¿Qué crees sobre las abundantes interpretaciones que puede haber en una obra de danza contemporánea?

Pienso que esa es tu interpretación y lo leíste súper bien dentro del vínculo con los demás. Existe una palabra súper importante dentro de eso: la experiencia, la vida es una experiencia. Lo somático le da más valor a esa experiencia en el fondo. Hay algo de esa interpretación que cae en el concepto de encontrarse a una misma, y que, al ser tú misma, vas a encontrar a un otro. Pero también hay que saber que una misma no se termina de saber nunca. Además, desde la somática todo es lento, la somática es la lentitud de la conciencia, entonces eso igual es parte del proceso. Yo creo que un otro igual le hace sentido a uno, conectar con algo vivo, ya sea humano, animal o planta, porque tienes que tener esa vida desde lo rizomático, en conexión.

Este ejercicio, la apertura, me mostró que me hacía mucho sentido tener a más gente en la sala conmigo, y probablemente de todos estos gestos que observé ya puedo estar construyendo algo, pues fui construyendo algo en el sentido de realidad o búsqueda de lenguaje desde los gestos. A propósito de la residencia, yo fui sacando los gestos y propuestas de la gente que estaba ahí, de otras coreógrafas, como Daniella Santibáñez, quien trabaja mucho con el fenómeno de la luz, en su trilogía Develar, en eso debe los revelos, de mostrar y no mostrar, de jugar con las sombras, me mostró que el trabajo con la escenografía es super interesante. A mí no me gusta mucho el humo ni los efectos, yo por mí tendría un cuerpo solo, que fuera el cuerpo y el gesto, nada más. Pero es importante igual tomar elementos externos que vayan construyendo una narrativa.

De hecho, Florencia tenía la radio con el foco, que me hacía sentido también, como la luz del faro, que pasa y te ve o no te ve. Eso fue apareciendo ahí, desde el poder del inconsciente, y yo creo que tenemos que confiar más en ese lugar, no por ser inconsciente va a ser malo. Usar palabras como “psicosomático”, que proviene del inconsciente, tiene una carga negativa, pero todo el rato estamos psico-somatizando, pues somos soma, el soma es ver, escuchar, sentir. Yo digo que el inconsciente está ahí y como bailarines lo tenemos súper entrenado, porque leemos de otra manera el mundo, entonces estos focos que fueron apareciendo por la necesidad y la precariedad que había cuando queríamos ensayar algo. Nos conseguíamos la sala y no nos van a poner los tremendos focos, con suerte nos pasan una sala con piso de madera. Yo tenía la lámpara de la casa, era mía. En España también puse una lámpara de escritorio de ese lugar. Me fueron apareciendo de a poco esas develaciones.

En el fondo era ir dejando aparecer lo que lo que iba sucediendo ahí. Con el interés puesto en esos esos pequeños gestos, sintonizándonos entre todas y todos. Finalmente, eso se agradece un montón. Una hace las cosas por la necesidad de expresar algo. Estamos usando un lenguaje abstracto para que el otro tenga su propia interpretación, eso finalmente es. Sin el otro no nos completamos de alguna manera. Siempre, más que tener la aprobación del otro, es aparecerse frente a él. Además, hay una hay una frase súper bonita, de Francisco Varela, que trabaja con el fenómeno humano “El amor es dejar aparecer al otro” en el fondo es un gesto generoso, que se te aparezca y no lo cohíba, no lo limite.

En ese sentido, ¿Cuál es tu interpretación de Fenómenx Humanx? Si yo tuviera que preguntarte: ¿Paula, de qué se trata esta obra? ¿Qué me dirías tú?

Yo siento que es una experiencia sensible y profunda. Siento que me conecto con esa esencia, esa es mi búsqueda. No es no es mostrar algo espectacular. Ya salí de ese lugar donde busco ser habilidosa. Igual es algo espectacular porque se coloca en un lugar, pero yo creo que, sobre todo, es una experiencia sensible y empática. Es recíproca. Me hace sentido este bucle de tú y yo, y cómo nos vamos retroalimentando en la performatividad. Por eso puse la palabra “performance”, porque la performance se abre para un montón de cosas y lo que tiene es ese acto vivo, del aquí y ahora. Si yo voy a resumir Fenómenx Humanx sería como una experiencia sensible, contemplativa, donde entendemos a contemplación como una experiencia poderosa. Siento que es eso: vivir una experiencia sensible y encontrarnos en esa esencia de compartir, compartir un espacio, una energía, la vida misma. Es una experiencia sensible y recíproca, de dar al espectador y que el espectador también te dé de vuelta. No hay un mensaje con el que tú quieres que ellos se queden, es que ellos interpreten lo que quieran interpretar.

Finalmente, es una experiencia compasiva. Lo hermoso del humano es el convivio, darnos a estar en un en un momento juntos. Yo siento que un círculo es un símbolo ritualístico también, no es menor sentar a la gente en un círculo a tu alrededor. Porque nos vemos, nos sentimos, estamos todos en la misma. Para mí el círculo es importante e inclusivo. Siento que ahí hay algo poderoso que me gustaría seguir manteniendo. Porque siento que se hace espectáculo rompiendo la cuarta pared. Por eso me parece importante rescatar los símbolos. Es una obra que nos llama a sensibilizar y entender que estamos en umbrales. El umbral también es un símbolo escénico. Es la vida misma.

Los símbolos hay que llegar a leerlos y entendernos con estos gestos, aunque sean pequeños, son símbolos. Por eso también es importante saber la opinión de la gente, en la apertura permitieron que todos los asistentes dieran su opinión mediante un código QR después de la función, y eso es vital. Porque después de un tiempo ya no me sirve de mucho saber si solo “te gustó o no te gustó” o cuando la gente me expresa que “bailé bonito” porque no es nada tampoco, no me interesa bailarte bonito, quizás antes sí, pero ahora no sé si me hace sentido. Esta obra se trata de causar una impresión que vaya más allá de eso.

¿Es una obra que trata de la búsqueda de conectar con los otros? La importancia de la experiencia humana cae en mirarnos y compartirnos.

Claro, la humanidad no se escucha. Ese otro acto de amor: escuchar, dejar aparecer y escuchar. Como no nos escuchamos, nos interrumpimos todo el rato. A mí me sorprende, por eso es momento de sentarse a escuchar. Escuchar al pianista (José Tomás Molina) que trae una melodía. Algunos pueden ver que se está desesperada buscando, y capaz que hay varios más desesperados buscando, y así vuelvo aquello que está en mí y en ti. Lo mágico del teatro es eso, que también lo valoro poder convivir. En ese sentido ¿Cómo no dejar de instalarlo en lo animista? porque todo está vivo, tú tienes espíritu, eso es lo animista, eso es lo que nos conecta. Entonces, aparte de ver esta búsqueda, también está la otra parte de la conexión. Sí, son muchos símbolos, es verdad, y está todo de alguna manera pensado. Es muy loco, porque desde cada mirada eso se vuelve a resignificar, y aparecen otras cosas.

Lo bonito de la obra es que tiene esa posibilidad de que cada uno va a ir construyendo subjetivamente su propia narrativa. Yo voy por las narrativas, siento que es necesario en la danza tener una dramaturgia. Hay gente que la trabaja más por ahí, porque el público también necesita eso, porque no estamos educados para para ver danza purista. A mí me llevaron ahí, pero yo insisto que, más que buscar un mensaje claro, hay que hacerlos viajar en lo que están experimentando.

¿Hay alguna próxima función o proyecto en el que estés trabajando para que podamos dejar invitados a todos nuestros lectores de Culturizarte a ir a verlo?

Vamos a estar estrenando la obra Destierra en Valparaíso, el 12 de diciembre a las 19:00 hrs. Tenemos función 13 y 14 de diciembre también. Será en el Galpón Conteiner, en el paseo Wheelright. Es gratuito. También habrá un segundo ciclo el 10 y 11 de enero del 2025. Están todos muy invitados a asistir.

Ficha Técnica

Título: Fenómenx Humanx

Coreografía: Paula Sacur

Interpretación: Paula Sacur

Asistencia creativa: Florencia Aguilera

Composición musical: José Tomás Molina

Estrenado en: GAM. 10º encuentros coreográficos nacionales.

Fecha: 22 de noviembre.

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