Entrevista a la directora de “Campo de Batalla, las ruinas de Estocolmo”. Valentina Durán: «Los temas de los que trata la obra son bien contingentes»

Cristóbal Barrientos

Por Fernando Garrido

SANTIAGO A MIL

El pasado once de enero ya estaba todo preparado para lo que sería el debut en la sala de Sidarte de “Campo de Batalla, las ruinas de Estocolmo” de la compañía penquista Teatrhoy en la edición de Santiago a Mil 2019, pero la muerte de Humberto Duvauchelle aquella mañana, cambió el itinerario trazado. La vida tiene sus vueltas y también sus fines. Para la comunidad artística suscitó un duelo inmediato, los perfiles y las condolencias, unas más sentidas, otras más institucionales, no tardaron en llegar. Para quienes lo conocimos en la distancia y nos une a él sólo el vínculo de admiración por una carrera, su partida es el vacío que nos deja un buen libro cuando enfrentamos su última página, la desolación de quien sabe que el fin, es algo que ya ocurrió. Para quienes gozaron de la intimidad de su humanidad, para los que su presencia entibió el mundo que junto a él compartieron, se enfrentan a la amargura de un mañana que no estará provisto de su voz ni sus ojos, para ellos nuestras condolencias desde Culturizarte.

Para Valentina Durán, actriz, dramaturga y directora, el deceso de don Humberto aquel día, tanto a ella como a la compañía Teatrhoy, la cual tuvo que desarmar escenografía y postergar el debut hasta el siguiente día, no les fue indiferente. “Imagínate, Humberto Duvauchelle, uno de los grandes del teatro chileno y parte de la historia del teatro en Concepción, es velado justo en la sala donde nosotros nos presentaríamos, es algo fuerte y emocionante”. Y es que sobre la actividad teatral penquista, con sus limitantes de escena y escenarios, con su accidentada historia y discontinuidades, todo lo relacionado con el TUC (Teatro Universidad de Concepción) y su historia, les recuerda otro tiempo, en que otros eran los sueños y el teatro penquista escribía páginas relevantes de lo que se entiende por “Teatro Chileno”. Valentina parece risueña, algo nerviosa por la cantidad de cambios de último minuto, pero con la desenvoltura de quien sabe que las cartas ya se han jugado. “Llegar aquí con esta obra, ha sido un viaje largo que tiene que ver con mi vida, con mis aprendizajes y con hechos que han ayudado a alimentarlos”.

¿Cómo se da la invitación para participar en el festival Santiago a Mil?

Nosotros estrenamos el tres de julio del año pasado y postulamos porque en el Bío-Bío estrenamos y alcanzamos a dar seis funciones, lo cual nos permitió postular y ser seleccionados para Santiago a Mil. El festival tiene tres jurados en nuestra región y son los que evalúan qué obra viene al festival y decidieron dejar “Campo de batalla…” y felices nosotros.

¿Y cómo fue la recepción allá en Concepción de la obra?

Fue súper buena, lo que pasa es que este proyecto surgió de forma muy independiente, como una necesidad de hacer de esta obra. Yo escribí el texto durante dos años, luego cuando lo tuve invité al elenco y al equipo de trabajo y todos nos comprometimos un montón, en hacer la obra. Sabiendo que no teníamos plata para hacerlo y que nadie nos iba a pagar por esto. Entonces iniciamos una campaña “Idéame”, paralelo a nuestros ensayos que comenzaron el 8 de marzo, simbólicamente el día de la mujer. Nuestra compañía ya va a ser catorce años que trabajamos en Concepción, la gente ya nos había visto trabajar y confiaba en nuestra línea, entonces todos confiaban en nuestro proyectos, y así financiamos los afiches, la utilería, la escenografía, etc.  Estrenamos en “Casa de Salud”, un espacio que nos abrió sus puertas, pudimos ensayar ahí, nos pasaron las llaves.

¿En Geriatría?

Si, en geriatría. No teníamos un teatro para hacerlo, pero si teníamos Casa de Salud. Nosotros pedimos un teatro, pero no hay salas en Concepción. Así que los ensayos y el estreno fue ahí, el resto de la temporada lo hicimos en el teatro de Artistas del Acero.  Entonces con toda esta gente que ya había visto el estreno y nuestro trabajo, muchos artistas aportaron, alguien nos regaló la cama, el campo de batalla en donde se desarrolla la obra, otros plata, algunas empresas de Conce también aportaron, no las más grandes, pero aportaron. Eso generó algo muy  bonito, el apoyo de la gente. Y lo mejor, es que en el momento del estreno, si funcionó con el público, si se leía lo que queríamos expresar, el público aportó con sus propias lecturas, dando interpretaciones más amplias, lo que permitió que nosotros fuésemos profundizando nuestro trabajo. Los temas de los que trata la obra son bien contingentes, son bien actuales, tiene que ver con los procesos que estamos viviendo como sociedad, por lo tanto la gente se sentía identificada y tiene una opinión al respecto. Empieza a preguntarse, a cuestionarse, muchas mujeres se encontraron reflejadas en la obra, muchos vieron la imagen de su padre en el personaje masculino. Son dos personajes que son propios del sistema en el cual vivimos, en el neoliberal. Ella es una prostituta joven, que le gusta escribir, y él es un obrero, un trabajador, educado en una visión del mundo machista, patriarcal.

Y que viene acompañada de una violencia ladina histórica, forjada por una herencia cristiana, colonial y latinoamericana.

Toda esa crianza y esa cultura y los límites que tiene la mujer para expresar su ser. Por eso, qué pasa con esta corriente feminista actual, que las mujeres comienzan a cuestionar esos lugares a los cuales han sido confinadas, sus destinos, sus límites, decir “Esta es mi verdad, esta es mi vida, no voy a permitir que impongan el rol que han puesto”. Entonces cuando eso trata de cambiar, comienzan los conflictos por tanto. Esta obra se llama “Campo de batalla, las ruinas de Estocolmo”. El síndrome de Estocolmo, es un cuadro en que el prisionero genera un vínculo con su captor, de ahí el nombre, porque la obra de eso trata, de dos seres que transitan entre las ruinas de este vínculo generado del cual no podemos salir, en un sistema que nos pone límites y nos mantiene prisioneros.

¿Cuáles son tus referentes para llevar a cabo esta obra? ¿Con quién quiere dialogar “Campo de batalla…”?

Más allá de referentes o tradiciones, esta obra está muy conectada con mi propia vida, con mis propios procesos, en donde yo abandono una relación de muchos años y me retiro a un espacio propio, en donde me permití trabajar, estar en silencio, escribir si quería a las cinco de la mañana, lo que quisiera. Partí con un taller de dramaturgia de David Arancibia, quien se fue a vivir a Concepción. Luego de eso lo abandoné alrededor de un año y viví, viví, viví, y luego retomé el taller y me dije “Quiero escribir esto”. Eso me llevó a profundizar en mis lecturas sobre el feminismo, recuerdo particularmente “El abanico de seda” de Lisa See, Werther de Goethe, que es un amor así…. [sus manos se abren y cierran, en un gesto de grandilocuencia y desmesura… una de las mejores definiciones de ese desgarrado amor del romanticismo alemán] y a Marguerite Duras («El amante») y me alimenté de aquello para seguir escribiendo. También muchas sincronías. Me pasó algo particularmente violento con un hombre, a no cachar lo límites y eso me dio el final. El hecho de que en mi vida me removiera y me violentara algo, hizo el que el final fuese más que una intención, sino que ese tenía que ser el final.

A esas sincronías hay que ponerles algo de voluntad.

Si, es verdad. Ponle, con la Piera [quien musicaliza la obra], yo le hice unas pequeñas clases de audición, de teatro, ella se fue de Concepción y luego de cinco años me llama y me dice que terminó y justo yo me había lanzado a desarrollar la obra y necesitaba que alguien hiciera la música. Ella me escribe y me dice “soy actriz y músico, han pasado muchos años pero quiero trabajar contigo” y se dieron las cosas. Vino, leyó el texto, conversamos, le digo que durante el proceso de creación de la obra escuché a Chopin mientras la escribía y ella me dice “desde los 12 que estudio Chopin” y todo se fue dando.

¿Cómo es crear desde regiones?

Es que no sé cómo es crear en otra parte que no sea en Conce.  

A lo que me refiero, es que existe un discurso en torno a la dificultad de crear, de generar arte y particularmente artes escénicas, pero si es eso es difícil en Santiago, el panorama regional es Vietnam.

Si, no sabría decirlo, puede ser que esté muy metida en mi mundo, me llega de muy cerca entonces no lo puedo ver con la distancia necesaria. Lo que si me doy cuenta, es que acá se está hablando de otras cosas. En la muestra nacional de dramaturgia, se presentaron dos obras de gente de Santiago allá. Tengo la impresión de que hablaban desde otro lugar, otra clase de social, como si quisieran el reconocimiento del primer mundo, mucho más que nosotros, otras temáticas. Hay otras experiencias de vidas, no lo juzgo como bueno ni malo.

¿Y qué está pasando con el teatro en Conce?

Me encanta lo que está pasando en Conce con el teatro, hay varias compañías desarrollando su lenguaje tomándose muy enserio su trabajo, los actores estamos organizándonos y parando el Sidarte Bío-Bío, tratando de mejorar cada vez más nuestro trabajo. También es super interesante lo que pasa con las otras artes. En ausencias de escuelas de teatro y las discontinuidades que han tenido, eso ha hecho que tengamos que vincularnos entre distintos circuitos. La escuela de artes visuales de la Universidad de Concepción es muy potente, y el hecho de que allá no exista una escuela de diseño teatral, ha hecho que tengamos que trabajar muchas veces con artistas de esas escuelas,  y esos intercambios alimentan y enriquecen las propuestas. También desde las ruinas de esa historia, existen resabios del TUC (Teatro Universidad de Concepción), ponle, con un artista visual que trabajamos en otro proyecto en el cual necesitábamos trabajar con títeres, nos pasa los que eran de su papá, que era del TUC y se fue exiliado. Esas cosas pasan, y uno tiene que estar atento a las señales, a lo ritual, a los símbolos que el día a día nos deja. Por eso mismo para nosotros fue chocante, tener la segunda temporada de la vida de esta obra, acá en Santiago a Mil y que nos digan que murió Humberto Duvauchelle, a quien no conocí personalmente, pero transitamos día a día por las ruinas del teatro Enrique Molina allá, las cuales nos recuerdan su historia y lo que significó para el teatro de nuestra ciudad.

Finalmente la obra tuvo dos funciones, el sábado 12 y el domingo 13 enero en Sidarte y vuelve a Concepción para presentarse esta semana en Teatro Bío-Bío en sala principal, en el marco de Bío Bío a Mil 2019.

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