Entrevista a la directora de “El agente topo” Maite Alberdi: “No puedo filmar personajes que yo no quiera mucho”

 

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos a la cineasta chilena, directora de las premiadas La once y Los niños que acaba de estrenar su último documental. La película ha tenido una excelente recepción del público, y acaba de ser nombrada la candidata chilena al Oscar. El filme fue estrenado mundialmente en Sundance y seleccionado en el Festival de San Sebastián. 

El aclamado documental El agente topo presenta a Sergio, un detective octogenario y amateur en una increíble misión dentro de un asilo. La historia increíblemente real cuenta cómo el aprendiz de detective se infiltra en un asilo, con el encargo de detectar cualquier posible irregularidad en el lugar, para una clienta que quiere indagar sobre las condiciones en las que se encuentra su madre. Entre divertidas situaciones cotidianas y conversaciones personales con las residentes, el detective empieza a involucrarse con el lugar. 

Eres la documentalista más exitosa del cine chileno del último tiempo. ¿Cómo ha sido para ti este camino de todos tus documentales, que tienen un contenido social súper importante, hasta llegar a El agente topo?

Gracias. Llegué a El agente topo de una manera bastante inesperada. Quería hacer una película distinta a las que había hecho. Terminé más o menos haciendo lo mismo, quería hacer un documental de un detective privado porque me gustaban las películas de cine negro, de detectives y pensaba en cómo sería la representación de ese estereotipo en el documental y si existen agencias o no. Entonces, me puse a investigar, fueron cinco años. Las agencias de investigaciones que había en Chile no eran el tipo de detective que uno imaginaba como Humphrey Bogart, que era un referente en la cabeza. Eran todos como ex PDI que habían abierto sus agencias de investigaciones para ayudar a los fiscales cuando cambió el Sistema Procesal Penal. Estos ex PDI trabajaban en todo tipo de casos, y solo uno que es Rómulo, el que aparece en la película, me dejó no solo entrevistarlo, si no que meterme en su agencia, trabajar con él y ver los casos.

Me gustó la idea, en ese contexto, del infiltrado, la figura de la persona que tiene que vivir otra vida por un tiempo para investigar y el proyecto parte desde ahí. Desde la idea de ver qué tiene que hacer alguien para infiltrarse. Vi muchos casos de papás que siguen a sus hijos e infiltran a alguien, aseguradoras, universidades, muchos distintos. Hice muchos seguimientos con Rómulo de infidelidades, hasta casos grandes para entender cómo era su pega en lo cotidiano. Su pega era parecida a la mía en el sentido de que yo paso mucho tiempo mirando con la cámara y estando ahí hasta que apreto REC y no grabo todo el día, estoy ahí esperando. Me pasaba lo mismo con Rómulo cuando seguíamos gente, a veces, estábamos cuatro horas sentados en un café hasta que él sacaba la foto, entonces, nuestra pega, la mayor parte del día es esperar. No era incómodo para mí y me encantaba también atender clientes y entender por qué investigaban y las preguntas que el detective les hacía. Tienes la información, qué vas a hacer con la información, era algo que me interesaba mucho: la figura del cliente, para entender por qué está investigando, por qué quiere saber más, por qué contrata un detective, qué pasa cuando le entregan la información. Parte totalmente desde ahí la película, y cuando llega el caso de la residencia, yo había visto uno de residencia con él, dije “este es el caso que me interesa”, porque era el caso que me permitía de mejor manera entrar a filmar por mi cuenta sin quemarle el caso a Rómulo. Eso era lo más difícil; cómo hacer una película en que se pueda filmar a un detective sin arruinar la misión del detective. Entonces, como era un hogar, y yo había hecho películas anteriores con personas mayores, para mí era más fácil decirle al hogar: «Sabes qué, quiero hacer una película de una persona mayor y entrar». Esa fue mi entrada y ahí agarré el caso, me conecté con eso y el señor con que trabajaba siempre Rómulo se quebró la cadera un poco antes de empezar, entonces, tenía que poner un aviso en el diario y aparece Sergio. Es Sergio el que da vuelta la película y que saca ese volver a un lugar más habitual mío y se empieza a parecer a mis películas anteriores en la mitad. Parte de esta idea del detective.

Partí desde otro lugar, de hecho, en el montaje para mí la clienta era un personaje súper importante y la filmé mucho y después me di cuenta de que la tenía que sacar porque la película no era eso, ya no nos importaba el caso, me importaba mucho más lo que le estaba pasando a Sergio. Pero eso fue un descubrimiento en la película y en el proceso, y que no me esperaba.

La película tiene varios elementos, tiene un tema que es súper potente que es la vejez, que habías tratado antes en La once. Pero además tiene que ver con esa sensación de que siempre tiene que haber algo malo y al final descubrir que sale algo positivo de la experiencia. ¿Cómo fue ese proceso de trabajo con Sergio?

En el trabajo con Sergio había que tener cuidado de varias cosas. Primero, que no era mi actor y él no había llegado a la película para trabajar para el documental. Me pasa con mis personajes anteriores que tienen un compromiso conmigo y, en este caso, el compromiso de Sergio era con Rúmulo y con su trabajo. Adentro yo tenía que actuar que no lo conocía y que era un señor más para mí. Entonces, era súper complicado porque no podía ayudarlo a investigar, y uno hace contención emocional porque acompañas a varios, pero me tenía que preocupar de él adentro y de todo lo que implicaba. Para ellos era mucho más difícil de lo que sale en la película, echaba de menos a su familia, al principio se quería ir, le dio miedo quedarse ahí y que le diera demencia. Empezó con unas paranoias y al día dos se quería ir. Lo cuenta en una entrevista en El Mercurio, que estaba así: «Me vuelvo a mi casa». Y yo no podía hacer nada ante el “me vuelvo a mi casa”. Al que tenía que responder era a Rómulo y a su hija, pero yo podía opinar a través de los otros, pero era totalmente de él. Entonces, también había un no-control que era más difícil para mí que en el resto de mis películas porque tenía que actuar que yo no estaba ahí por él. Entonces, sí era delicado el equilibrio. Pero yo creo que tiene una gracia Sergio, y había que cuidarlo de que no se enfermara, acababa de enviudar, entonces, estaba muy vulnerable, y esa vulnerabilidad es la que lo ayuda a estar abierto a la experiencia y a vivir como vive esa situación en ese momento. Es una persona muy conectada con el otro, en general, pero en ese momento yo creo que estaba susceptible a nuevas experiencias.

Eso sí yo creo que la relación con Sergio fue complicada, pero al mismo tiempo, fue complicada ya que tenía sus desafíos de controlar, pero es una persona encantadora. En el fondo, a mí me pasa que no puedo filmar personajes que yo no quiera mucho o que no me provoquen deseos de estar con ellos. Si no me dan ganas de estar en la pantalla no te dan ganas de seguirlos. Mi selección de personajes siempre parte de ahí y, en este caso, tuve que suplicar a Rómulo que fuera Sergio. Obviamente no era el mejor espía del mundo, pero como yo ya tenía una relación con Rómulo de un tiempo, tenía el derecho a opinar, podía elegir.

En la residencia no sabían que estaban filmando este documental, si no que estaban filmando otro proyecto porque había cámaras y los abuelitos sabían que se estaba filmando algo, pero no sabían bien qué. ¿Cómo fue ese trabajo con el equipo técnico y con los residentes para que no se sintieran tan intervenidos y que pudieran grabar sin que se fuera a notar?

Hay dos cosas ahí, lo que no se podía notar eran las cámaras ocultas de Sergio y que él era detective, entonces, no le podían descubrir el lápiz, los anteojos y su registro. Mi registro era algo que ellos veían todo el tiempo, yo estaba ahí y yo era alguien más en ese lugar y se acostumbraron a mi presencia. Me sentía más pez en el agua, es algo que yo sé hacer y es un equipo que llevamos diez años filmando juntos con el director de foto. Sabemos cómo filmar y hemos grabado varias veces en hogares de ancianos. Estudiamos, las dos primeras semanas son dos semanas perdidas, nosotros grabamos todo el entrenamiento y ahí entramos antes de que Sergio entrara dos semanas. Ellos ya estaban bastante acostumbrados a nosotros y a la cámara, entonces, cuando Sergio entra, lo hace como uno más. Incluso los mismos del hogar le dicen: «Ellos están haciendo una película”. Me presento, nos hacemos los locos. Levantamos como un Good Bye, Lenin!, un mundo falso en el que estamos todos actuando. Es que para mí la pregunta “el acostumbramiento de los personajes”, como en todas las otras películas, es mucho tiempo. Tengo rodajes muy largos porque la gente se demora en acostumbrarse y nosotros también nos demoramos en ver que, más allá de que te hayan firmado una autorización, quién se siente cómodo con la cámara, a quién le funciona, a quién no. De ese universo de 50 personas, vas viendo con cuáles te vas a ir metiendo, con cuáles quieres estar tú. A veces me pasaba que Sole y Marta, que son las amigas que tienen alzhéimer, las puedo grabar todos los días de mi vida.

Ahora estamos haciendo un corto con material que nos sobró de ellas porque las vimos y me enamoré. Les decía las Pollito en fuga. Estoy haciendo un corto que se llama Las fugitivas, están todo el día inventando técnicas de escape: «Tú vas a ir y vas a decir que tienes que prender la tetera en tu casa, entonces, te van a abrir la puerta y yo voy a comprar el pan y voy a escapar». No tiene que ver con la película que estoy filmando, pero como quiero eso, quiero estar con ellas, entonces, empiezas a construir ahí y estás construyendo eso cuando ya llega Sergio, y eres parte de ese entorno. Eso no me costó, la película tiene otros desafíos, pero estamos bien acostumbrados a tener una técnica y que la gente se acostumbre y asumimos que nuestros proyectos son muy largos de rodaje por lo mismo.

¿Cuáles fueron los mayores desafíos de la película? 

En un rodaje estás todo el tiempo pisando huevos. Como que uno sentía que se iba a caer constantemente porque lo iban a descubrir, porque se quería ir. Es la primera vez que estoy filmando algo que no sé si lo voy a poder terminar. En realidad, el rodaje era cuatro meses y podía caerse a las dos semanas. Íbamos al día y siempre muy estresados en ese cotidiano y con técnicas de que podíamos entrar nosotros y que nos dejaran entrar, que nos dieran la autorización y si no nos la daban, habíamos perdido un montón de investigación también. Que la misión no se acabara a la semana, muchas cosas que hacían muy estresante el rodaje y un proyecto que tenía mucha incertidumbre todo el tiempo y que fue muy difícil de diseñar legalmente.

Esta es tu segunda incursión en el tema de la vejez, ¿qué descubriste esta vez en este ambiente con adultos mayores, que fue algo nuevo que no habías visto antes con La once? 

Cuando uno graba a tercera edad como que habla. La once ya me abrió una puerta de decir hay distintas formas y este es un grupo que está viviendo así esto. Lo que pasa en La once, que es muy distinto a El agente topo, que representa a un grupo que está más o menos en la misma situación económica, de cómo están viviendo las relaciones personales, lo que les pasa con los hijos es más o menos parecido, el cuerpo las acompaña, todas están en un momento de disfrute de la tercera edad, están todas en la misma línea. La diferencia con El agente topo es que todos sus personajes, teniendo la misma edad, están en situaciones completamente distintas. Sergio tiene 83 y está hiperactivo y quiere encontrar un trabajo y hasta ahora está muy integrado y va a seguir así por mucho tiempo. Berta, igual, se quiere enamorar y se quiere casar y está en su rollo. Otra persona con alzhéimer a la misma edad que lo único que quiere es escaparse e irse a ver a la mamá. Otra que echa de menos a los hijos. Otras que el cuerpo no las acompaña. Siento que que El agente topo te hace ver que hay tantas formas de estar a esa edad que es muy difícil catalogarla y encasillar y decir un discurso que les calce a todos. Yo creo que lo que sí les calza a todos es, que es lo que dice Sergio, es que se sienten solos. Y él también se sentía solo, él le dice a la hija: «Yo sé que me quieres, yo sé que me quieren, pero yo me aburro, estoy todo el día solo, todo el día yendo al mall, viendo los árboles, los pajaritos, me aburro», siendo que es hiperactivo, algo necesitaba. Hay algo que les está faltando a todos pese a las diferencias y eso es lo que quizás uno debería lograr articular en ese discurso o encasillamiento de cómo hablamos de la tercera edad.

La película ya había tenido recorrido por festivales, estuvo en Sundance, San Sebastián, IDFA. Ahora se estrena online. ¿Cómo es para ti enfrentar la película en este formato?

La pandemia ha sido difícil para todos, como que nada especial para mí. Pero ha sido tener que aprender a atreverse a distribuir de otra manera e ir entendiendo lo que le iba pasando a la gente, porque también todos fuimos cambiando y lo que uno quería iba cambiando y las circunstancias en el encierro eran distintas por país. También tuvimos que entender eso, una coproducción de cinco países, la distribución y las decisiones de exhibición tenían que ser acorde a lo que le iba a pasando al país. En este caso es distinto de lo que le pasaba en marzo, lo que le pasaba en agosto y lo que le pasaba ahora. En agosto lo único que uno quería era un evento encerrado y ver películas online, y hoy que ya puedo salir no sé qué panorama prefiero, si ir al parque o encerrarme a ver una película online. Creo que el gran aprendizaje de todos es que hay un público, se tiene que producir una simultaneidad de ventanas, hay gente que va a querer ir al cine sí o sí y gente que va a querer ver la película en su casa y quizás si no fuera por la pandemia eso hubiera tomado diez años en pasar. Que pudieses comprar tu ticket y decidir si quiero verla en mi casa o quiero ir a la sala, eso es simultaneidad, creo que se va a empezar a producir, que los cines están entendiendo eso. Nosotros estamos estrenando en una plataforma de Cinemark y de Cinépolis. Hoy te metes a cinemark.cl/cineonline y puedes ver la película en los cines y cuando empiecen a abrir vas a poder ir al cine. Eso antes era impensado, pero entendiendo que va a haber gente que nunca va a querer ir a ver mi película a la sala. Cuando estrené La once mucha gente la fue a ver, pero me preguntaban: ¿Cuándo en regiones? Y yo “no sé, no va a llegar nunca”. Y ahora le puedo decir a todos “hoy día, viernes en la noche, puedes sentarte y ver la película en tu casa donde estés en Chile”. Eso lo único que puedo es agradecerlo y darme cuenta de cómo ha llegado a un público transversal que no me pasaba y es un regalo al final.

El otro día escuchaba a la productora de Tengo miedo torero (Florencia Larrea), que hablaba del éxito y me pareció muy certero que dijo postestallido, entre la mezcla de estallido-pandemia, que había un público chileno que quería mirar Chile. Estamos en una disposición hacia tratar de entendernos, observarnos, comprender lo que nos está pasando, quiénes somos, en quiénes nos hemos convertido. Quizás un optimismo un poco voluntarista, pero estamos en una apertura hacia nosotros mismos que antes no teníamos y estábamos mirando más para afuera, entonces ayuda al cine chileno. Si miras al cine chileno de los últimos años hay diagnósticos claros de la sociedad que eras en muchos documentales. Hoy me enfrento a la prensa y me preguntan mucho temáticamente por El agente topo y cómo viven los mayores en Chile. En las películas anteriores el debate no era sobre las temáticas, me llama bastante la atención porque Los niños, que, si bien es un documental de observación, tiene muchas discusiones políticas posibles que no se daban en los medios. También había medios que no preguntaban sobre eso, por mucho que yo quisiera meterlo en agenda, entonces, se siente esa disposición y se agradece. Creo que va a ser un aporte a la cultura esta apertura de la audiencia.

¿Cómo fue para ti que El agente topo haya sido nominada como la candidata chilena a los Premios Oscar?

Es súper sorprendente porque primera vez un documental es el candidato chileno para el Oscar y creo que es un reconocimiento no solo a mí, si no a un país que ha producido históricamente documentales y que hoy tenemos que entenderlos como películas. Es una tendencia de la industria hoy. El año pasado, primera vez que hubo un documental nominado a Mejor Película y Mejor Documental, entonces también se está abriendo internacionalmente esa ventana. Espero que un día entendamos que son materiales distintos y que hay gente que trabaja con ficción o con realidad, pero al final es cine. Eso me llena de orgullo, estoy muy feliz por eso y, por supuesto, por la película y generar visibilidad para que más gente la vea. Ante todo, sí, muy feliz. También coincidió con nuestro día de estreno y fue maravilloso poder decirle a la gente. Típico que pasan esas cosas y todo el mundo dice “y dónde la veo”, pero ahora es en tu casa.

¿Qué les dirías a la gente para invitarlas a ver la película? ¿Por qué no se la pueden perder? 

Le diría a la gente que ya la pueden ver desde hoy en cinemark.cl/cineonline en Cinépolis también va a tener su plataforma de cine online y estará ahí. Compran su ticket, la gracia es que compras un ticket y la puedes ver en familia, eso también es increíble, con una entrada al cine la ven todos. Es una película familiar que los niños la disfrutan, nos ha llamado la atención de que funciona para todo tipo de público. Es una película que cuando yo la he visto con gente veo un viaje emocional que va de la risa a la emoción, un público totalmente conmovido. Tiene personajes entrañables y situaciones insólitas, todos dicen: «Me quiero llevar al protagonista a la casa», realmente es encantador, es sorprendente y es increíblemente real. Es una historia que uno no puede creer que haya sucedido y sucede, entonces, se van a sorprender, creo que les va a dar tema de conversación y van a entrar en un mundo que uno no mira y que vale la pena mirar y darse el tiempo.

Título: El Agente Topo

Dirección: Maite Alberdi

Guion: Maite Alberdi

Casa productora: Malvalanda Coproductora, Micromundo Producciones, Motto Pictures Coproductora: Sutorkolonko Coproductora, Volya Films Coproductora

Producción: Marcela Santibañez

Productores asociados: Carolyn Hepburn, Chris Clements, Denis Vaslin, Fleur Knopperts, Ingmar Trost, Julie Goldman, María del Puy, Marisa Fernández

Dirección de fotografía: Pablo Valdés

Montaje: Carolina Siraqyan, Menno Boerema, Sebastián Brahm

Dirección de arte: Catalina Devia

Sonido: Boris Herrera, Juan Carlos Maldonado

Distribución: Market Chile

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