Por Galia Bogolasky
Entrevistamos a la directora de Lina de Lima, quien debuta en la ficción luego de haber dirigido el documental Hija, de 2011. La película protagonizada por Magaly Solier narra la historia de Lina, una inmigrante peruana quien, durante los días previos a la navidad, prepara un viaje a Lima a visitar a su familia, la que ha aprendido a vivir solo de sus remesas, y prescindir de ella. La vida de Lina como trabajadora de casa particular se mezcla con episodios musicales donde Solier personifica a una diva andina de la canción sudamericana, con canciones en quechua y en español, donde hay solo una opción: perseguir el deseo. Esto fue lo que nos contó la cineasta chilena.
Ganaste Valdivia el año pasado. Un año después estás estrenando online. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Traumática. Imagínate. El asunto era Valdivia, estrenábamos en noviembre, ese era el primer escenario, pero con todo lo del estallido, volviendo de Valdivia nos agarró todo el tema de la revuelta social y el estreno fue suspendido. Dijimos “bueno, marzo va a venir un poco mejor”. Y todos nos decían, “no, marzo es fatal, porque viene el súper marzo, va a quedar la escoba”. Ni siquiera vimos venir esto, escuchábamos, pero era una cosa que estaba en un imaginario un poco más lejano, de repente era demasiado real y tres días antes tuvimos que suspender todo. La ciudad quedó empapelada con Lina de Lima, que me siguen llegando todo este tiempo, con el viento, todas descascaradas. Porque después de eso no se estrenó nada más, entonces, fue muy loco porque la película persistía ahí, pasábamos, con mis hijos jugábamos a contar cuántas Lina de Lima había, era medio tragicómico igual, bien absurdo. Pero bueno, ha sido tan difícil para todo el mundo esta cuestión, que, la verdad, una película, uno después se pone en una cosa de realidad y dice “bueno, da lo mismo”. Una lata, pero también las películas están en un soporte. Tú sabes que tarde o temprano va a significar que pueda estar en alguna parte, versus no sé, la gente que está en obras de teatro que es la media pega, pero después queda un poco en el aire, con otras dificultades.
Es la primera ficción. Es tanta la energía, tanto el trabajo que uno pone en una película y que cueste salir. Además, Lina de Lima es una película que, para mí, si bien ha hecho un recorrido importante por hartos festivales y todo, yo tenía una vocación de público. Igual siento que es una película que, amigas me decían “al fin tengo una película como para pasarle a mi mamá, a mi tía”, que la puede ver cualquier persona. Tiene humor, no es oscura, ni tan intelectual, ni tan lenta. De alguna forma, tenía una pretensión de dialogar con una audiencia, obviamente no va a ser una comedia de equivocaciones, pero sí para un público mayor. A veces hay una idea del cine chileno y el cine chileno es muchas cosas al mismo tiempo. Desde ahí eso me da un poco de pena, la experiencia de la sala, de que la gente pudiera ir y todo eso, es fome. Ahora van a empezar a abrir algunas salas independientes, sé que va a estar en Insomnia, probablemente en la Cineteca, van a haber algunos espacios donde exhibirán la película, con la distancia social y todo, para los que puedan ir, también se abrirán.
También es una película musical, entonces, da mucha pena en la pantalla chica, yo digo “¿cómo la va a ver la gente?, ¿cómo la va a escuchar?, ¿y si se le queda pegada?”. Todas esas cosas, un desastre. Sufre mucho esta película con el formato online, porque es colorida, pero hay que entregarse, yo ya no sufro. Voy a hacer mi preestreno, voy a hacer pisco sour para el equipo, voy a hacer ceviche y ahí está, quedo feliz con eso.
¿Cómo surge la idea de contar esta historia de Lina de Lima?
Surge desde la curiosidad, en realidad. No es que yo conociera a un personaje que me marcó, si no que surge de observar y conocer de alguna manera distintas historias y hacerme la pregunta. Conocí a alguien y seguro me pregunté “qué loco irte de tu casa, dejar a tu hijo y quedarte más tiempo del que imaginaste”. Mucha gente, muchas historias de migrantes son: “me voy dos años, junto y cuando vuelva hacemos el negocio, cuando vuelva con eso construimos el segundo piso, cuando vuelva nos vamos a comprar una casa”. Y esos dos años, tres años nunca fueron. Ahí empezaban a aparecer un montón de preguntas que me parecían fascinantes, esta idea del paraíso de este país donde uno va a conseguir las metas en Chile. En el fondo, la realidad también tiene que ver con eso, con que tampoco es así, uno viene y allá sube la demanda y acá las cosas también suben de precio. Y te piden más cosas desde allá y tú desde acá tampoco puedes dar abasto. Entonces investigando, conociendo historias de mujeres me encontré con que había una cosa muy fascinante en esa ficción, como que intentaba un personaje para el otro lado también. Un personaje al que le iba increíble, que tenía que llegar todos los años para navidad llena de regalos, a jugar con una idea de un viejo pascuero o estar a la altura de ese éxito que habían proyectado y que siempre estaban construyendo desde el teléfono, de las cosas que mandaban.
En esa brecha, que también es afectiva porque dejar un hijo, dejar familia, transformar los afectos en objetos me parecía que era, intrínsecamente, un espacio súper conflictivo para explorar, de la experiencia humana. Esas preguntas se fueron transformando en otras cosas, en personajes. Conocí mujeres, conocí una Lina, y la verdad es que Lina es un personaje que está hecho de muchas Linas. O sea, yo conocí una Lina real que su hijo se llamaba Junior y de ahí saqué ese nombre. Una mujer que una vez me dijo que le fuera a dejar un cuaderno, unas cosas a su hijo, y conocí su casa. Conocí cómo eran las historias de acá con las historias de allá, pero también cada vez que en el aeropuerto veía a alguien con bolso, peruana, me acercaba y me contaba sus historias. Y descubrí una cosa que me parecía muy bonita, que, si bien hay una cosa súper dura, difícil, compleja, el hecho de estar lejos de tu casa, quizás la primera vez y sin la presión directa de la familia, de la pareja, del deber, abría un espacio para preguntarse por el yo, que muchas veces no existía en la cotidianeidad. Yo sentía que eso era un motor súper bonito, la posibilidad de descubrirse a la distancia. Esa relación entre el deber y ese espacio donde se pregunta por uno, sentía que había una sensación muy interesante para mí para explotar en el mundo exterior de alguien e ir armando una película. La verdad es que surgió mucho desde ahí.
También para preguntarme sobre un personaje femenino, no desde la culpa, del deber, porque sí, obvio está la culpa y el deber. Pero hay más, no puede ser eso todo. Entonces siento que a veces las películas insisten con una cosa y le dan hasta el final. Yo siento que la vida, la experiencia, tiene otros colores, otras cosas que no necesariamente son las que están en la película. Este proceso es medio al revés, no es como que yo diga esta es la película que quiero hacer y voy a ir a buscar la realidad para nutrirla, si no que ésta es la pregunta y esta pregunta es un viaje medio abierto. Se van armando esas preguntas y se van configurando en cosas y eso va cambiando. Siento que para mí el trabajo de dirigir la ficción ha sido mucho de escuchar esa energía que viene de las historias reales, que viene de lo que te da la actriz, que viene de lo que tú después ves en el montaje. Es como tratar de no cortar el flujo que está ahí, más que yo imponerle mi lectura, ha sido así el trabajo.
Me aburre pensar que esta cuestión es un laboratorio que voy y grabo. De hecho, el rodaje es mucho más duro en ese sentido, me sentía como en un gimnasio, como tres de estos, cuatro de esto, cinco de esto, ya, en la tarde, este de allá y este de acá. Es como que no puedes pensar, súper terrible. Pero bueno, hay cosas increíbles también, son aprendizajes súper diferentes al documental, que es un lugar donde yo me sentía más cómoda.
Cuéntame sobre Hija, este documental que hiciste el 2011, una road movie. ¿Cómo fue esa experiencia y cómo pasaste del documental a la ficción?
Claro, yo había hecho un road movie que era un viaje con mi mamá en carretera, a buscar una hermana perdida. Nuevamente surge el impulso de la vida, de mi mamá, una historia que me cuenta, eso se transforma en una pregunta y yo le dije: “¡uy qué loco”! Mi mamá a estas alturas preguntándose quién será su familia y yo no tengo idea quién es mi papá. Y esa pregunta se empieza a transformar en otra cosa y eso le va dando la forma a la película. Viene de esa misma metodología, que ahora la llamo metodología, pero no sé, es simplemente intuición, es raro explicar esto. En el fondo es como que alguien te preguntara, “¿tú cómo te enamoras?” Entonces “bueno, yo me enamoro así” …En el fondo, es un ejercicio que es muy intuitivo, uno va haciendo lo que te va haciendo sentido y uno vive en función de eso. Mucha gente pensó que era una ficción después, o le decía a mi mamá, “oye qué buena actriz, no la conocía, ¿qué otra película ha hecho?”, y mi mamá se mataba de la risa. Pero viene de recoger eso. También hay una cosa que me interesa que tiene que ver con el dramedy, el drama mezclado con comedia, como una forma de conectar experiencias que no necesariamente surgen en lo importante, sino que se dan espacios que son más mínimos. Yo creo que esa mezcla de drama con humor puede ser significativo, porque se encuentran en el humor con alguien, en el humor que no es la talla, si no que en un humor que uno se sonríe o ríe para dentro. Pasa mucho en Lina eso, como que el espectador no es que suelten carcajadas, sueltan como tres, hay tres momentos de chiste, como que uno se ríe. Pero hay muchos momentos que la gente (se ríe bajo), hace cosas así. Y yo digo, “ah genial”, ahí nos estamos comunicando.
En Hija también pasaba eso, una historia que parece que es un drama, pero no convierte el drama en un drama. La cosa es que hay un conflicto que uno lo podría transformar en drama o no. Creo que de ahí en Lina también pasa eso, uno podría ver esto como una tragedia, pero si uno lo desplaza un poco, se da cuenta de que sigue siendo de alguna manera triste pero no necesariamente eso es todo. La experiencia está llena de otras cosas que la hacen agridulce y creo que eso es un lugar que me gusta porque siento que las personas tienen un género. Cuando cuento las cosas que me pasan, me pasan en esa tecla. Hay gente que a veces tiene amigos que te cuentan que son solo un drama, y todo les pasa en una tecla drama y todo se va metiendo en un espacio así. O hay otros que son surrealistas, que les pasan cosas totalmente fuera de lo común. Entonces, siento que el género que me acompaña es ese. Tiendo a escribir o tiendo a pensar las cosas desde ese lugar y que parte en Hija y que también ahora lo tiene esta película. Es de mujeres y que se observan desde ese tono que le encuentro yo a la vida.
¿Cómo llegaste a Magaly Solier? Ella era la protagonista de La teta asustada, de Claudia Llosa, que la descubrió. ¿Cómo llegaste ahí?
Magaly tremenda. Yo le tenía un pánico porque todo el mundo me decía, Magaly es una peruana de treinta y tantos años, a quién pude hacer o no hacer casting. Fui a Perú, me junté con un montón de actrices, pero sentía que no estaba. Y todos me decían: “pero Magaly, pero Magaly”. Y decía “no, Magaly no”, la tenía como vetada. Era muy absurdo porque yo sentía que era como demasiado, como que iba a quedar como folclórica, que iba a quedar como esa cosa icónica, indígena, como Pocahontas, muy guapa, muy exótica y yo quería una energía que tenía que ver con lo cotidiano. Yo venía de lo documental, de las migrantes que yo había conocido, yo no quería una súper modelo en la película porque sentía que se iba a transformar todo en otra cosa, como un poco exótico, lo que menos quería es que fuera exótico. Desde mi prejuicio yo decía “no, Magaly va a ser súper exótica, no, no, no, tiene que ser cualquiera menos ella, además esta película tiene humor, Magaly no habla, siempre es como silenciosa, habla súper poco, tiene como tres palabras, no sé si va a funcionar”. Prejuicio total, porque la verdad es que no encontré. Pasó el tiempo y no tenía actriz, y me insistían, mi amigo el coproductor me decía “pero Magaly, no conoces a Magaly, estás con la idea de Magaly que de La Teta Asustada hace ocho años, tiene hijos, vive en su casa, hace películas, tiene toda la experiencia de Lina, mira una foto de ella, pasa por el trabajo de actriz que tú hagas, es súper fotogénica, es súper guapa pero la puedes convertir en cualquier cosa”. Y yo desde el documental, no, la vida real no es así, pero claro, en la ficción uno trabaja con los actores. Los actores son plásticos y tienen muchas capacidades y yo creo que venía muy prejuiciada con eso. Así que de repente le escribí, le mandé el guion y nos juntamos en un restaurant en Lima. Magaly llega con su jockey, toda así tapada, porque allá la conocen. Aquí andábamos en La Vega, íbamos a comprar, estaba feliz.
Fue súper loco, le mandé el guion y nos juntamos. A ella le interesó, porque ya lo tenía súper leído. La vi y dije “aquí no hay mucho que conversar, pongámonos de acuerdo en la fecha, en qué va a implicar, pero no hay tema”. No hice casting, no la hice hacer ni una sola línea del guion, nada. Eso para mí era una cosa, cachaba que el casting no era lo mío, cómo hago un casting y le digo que haga algo, ¿qué le pido que haga?, lo encontraba todo muy raro poner a la gente en esa situación. Me iba sentir yo misma actuando, es raro. Para mí pasaba mucho más por tener feeling y cómo mirarle los ojos a alguien, ver el personaje y sentir que en la conversación podíamos entender lo mismo. Yo también sentía que sabía cero dirigir actores, todavía siento que no tengo idea cómo dirigir actores, pero pasa mucho más porque me siento más segura conversando antes, discutiendo y entendiendo el personaje. Ahí el actor sabe lo que tiene que hacer, yo no le voy a decir más abajo, más arriba, dale. Pero necesito esa confianza, de que sé que el otro está haciendo al personaje, tiene que habitar el personaje, tiene que ser el personaje. No puede actuar del personaje, tiene que serlo, no es una cuestión discutible. Eso es lo que estaba buscando y con Magaly lo encontré así de manera inmediata y de ahí fue todo muy complejo.
Magaly es una persona muy compleja, como intérprete tiene una energía alucinante, muy profunda, muy conectada con muchos niveles de la experiencia humana, es un ser especial, o sea es Violeta Parra. Es como trabajar con una persona que tiene mucha intensidad y que se convierte realmente en los personajes. Me decía “dime Lina, no me digas Magaly”. Y es así y fue una experiencia, para mí fue un mundo. Magaly es un planeta.
Aprendí un montón, pero también siento que es como enamorarse, no sé si sé lo mismo para otra película. Siento que voy a partir de cero igual, porque cada película y cada cosa tiene desafíos diferentes, son personas distintas, hijos distintos. Entonces ahí estoy, pero bacán.
¿Por qué te interesó esta temática en particular de la migración y de la nana peruana?
Me pareció algo interesante que pasaba a mi alrededor, servir de una observación natural de un cambio que estaba ocurriendo en el país, súper evidente. De un minuto a otro estábamos todos comiendo comida peruana. Cambió la cultura, un país isla y los últimos 15 años se convirtió en otro país completamente distinto. Con gustos distintos, hábitos jubilares distintos, hemos cambiado un montón nuestra cultura. Eso me parecía que era algo observable, evidente, interesante, pero dentro de eso me parecía atractivo mirar un poco más allá. No es un relato de la migración. Es rara esta película, a mí me cuesta mucho contarla, porque en el fondo no es una película sobre la migración, no es una película sobre una nana peruana. Es una película sobre una mujer, que es mamá, que es trabajadora, pero todos esos niveles los tiene al mismo tiempo. No es que uno la pueda describir en un arco y ese arco se cumple. Muchas veces, cuando yo estaba haciendo la edición, me preguntaban “va a ir o no va a ir a Perú, tienes que resolver eso en una escena”. Yo decía “es que no se va a resolver en una escena”.
Esa película, de esa narrativa clásica, no la voy a hacer, no me va a resultar, me van a faltar millones de escenas. Y si va o no va la película o pasó por otro lugar o no está no más, ese es el desafío. Es una nana, pero no usa delantal, es especial, tampoco es que sea una relación de nana, es como una especie de ama de llaves. Es un personaje complejo que revuelve, que es divertido también, es una mujer que su hijo creció y que empieza su propia vida a partir de los cambios que le ha tocado vivir. Pero creo que caben muchas mujeres en Lina, más allá de una migrante o más allá de una nana y eso también era un tema porque es una nana, entonces, por qué no se adelantaron, por qué no vemos que los patrones son mala onda. Porque las personas que uno conoce que trabajan, que tiene su vida, que hacen otras pegas, que sé yo, no es el estereotipo. Para mí eso era interesante, precisamente esa era la película que quería hacer, cuestionar un poco el estereotipo de lo que todos vemos cuando te dicen nana, o lo que vemos cuando te dicen una mamá que vive lejos de un hijo. Entonces se explica mal la película, porque “dé qué se trata” y yo les digo “bueno, de una nana”, pero no la cuento nunca bien.
La película además tiene un elemento súper especial que es poco visto en el cine chileno, que es la incorporación de la parte musical. Podría decirse que es una película musical, ¿La consideras un musical propiamente tal o crees que tiene unos guiños al musical?
No, no la considero un musical propiamente tal. La considero como un musical, pero no propiamente tal, como que no se apropia del lugar. Lo mismo que me pasa con la nana, con la migrante, como que sí, es eso, pero tampoco es eso. No sé, en el musical tradicional, uno hace un opening musical, un cierre musical, y la música hace avanzar la trama. Aquí la trama, bajo las reglas del musical, no debería ser un musical. Aunque Felipe Blanco dice que sí es un musical, es discutible. Porque, en el fondo, en cada uno de los episodios uno va hacia adentro, no avanza la trama, podemos discutirlo, si el adentro o hacia adelante, la diferencia. Sí me parece que uno podría sacar los musicales y la película podría seguir siendo exactamente la misma, pero no tendría corazón. Para mí el corazón de la película está en ese lugar que es el mundo interior del personaje y que tiene que ver con su origen y que tiene que ver con que se llame Lina de Lima, porque ella, de alguna forma, sigue conectada a un lugar, a un imaginario que está adentro de ella. Es ella en el presente, pero que dialoga con sus fantasmas, con sus ideas y con su mundo interior que es la realidad, pero trastocada. Tampoco es onírico, también es raro porque uno dice ¿pero estos son sueños de ella? Y yo les digo no, no son sueños, son mundos interiores no más. La gente necesita catalogar, ¿esto es esto o no es esto? Justo creo que la película se propone en un lugar donde puede ser eso, pero no necesariamente.
Para mí había varios referentes con respecto al trabajo musical. Para mí el principal eran las películas de Tsai Ming Liang; El sabor de la sandía, The Hole, que eran películas que trabajaban como con episodios musicales y a mí me parecía que esa figura era interesante, de repente corte, episodio musical. Una vez en la edición, cuando estos eran unos medley ordinarios, y se escuchaba horrible, una productora nos dijo “¿no han pensado en sacarlo?” Decía que no funcionaba, pero yo decía “no, hay una cosa que no voy a sacar y es el musical. Esto no lo termino sin musicales”. Imagínate el personaje ahí, haciendo lo que tiene que hacer, qué lata. Fue interesante esa discusión, si era musical, entonces, el productor me decía “no, esto tiene que terminar con un musical” y yo decía “no tampoco, en los créditos ya, pongamos un musical, que corra, pero no va a terminar con uno”. Leí de musicales, obviamente vi varias referencias musicales pero, mucho más intuitivo todo, mucho más de buscar, de quedarse con ciertas cosas, con ciertos referentes pero Tsai Ming Liang, de alguna forma, me parecía más interesante. Era loco porque en América Latina, teniendo tanta tradición musical, siendo tan reconocidos en el mundo con la música, tan poco que en el cine ha sido en alguna época, obviamente en el pasado el musical tenía toda una tradición. Argentina también tiene una tradición más grande de musical, México también, pero el resto de los países, poco. Pero me pareció interesante meterme ahí no más. Pero tampoco voy a hacer un musical, este va a ser el primer musical, no, no, para nada.
¿Tú también escribiste las letras de las canciones?
Sí, fue toda una aventura. La música es toda original, salvo la de los créditos finales, y Magaly, Cali, que es el agente de Magaly y es compositor peruano, y mi pareja que es compositor también, entre todos hicimos distintos aportes. Pero la mayoría de los musicales yo hice un primer bosquejo de la letra, luego Magaly se metió en algunas, después Cali en otras, José en otras y así fuimos. Yo hice una base de todo porque tenía que ver con el mundo interior del personaje. Este musical se va a tratar de esto, vamos a hacer la idea, vamos a ir trabajando, investigando los ritmos peruanos de distintas regiones y geografías. Cuando están en una disco hasta canto, canto ahí, aparezco, Cariñito la canto yo, hacemos los coros, todo es así casero.
¿Cuál fue el mayor desafío del rodaje o del proceso de la película?
Para mí trabajar con Magaly fue súper desafiante. Súper desafiante entender lo que necesita un actor, saber cómo un actor se convierte en el personaje es una mezcla entre intuición, que tiene mucho de intuición, pero también de conocerse mucho con el otro. Cuando tienes un personaje que es tan protagónico, que es tan especial, eso para mí fue súper desafiante. Más que una película que trabajé, fue una experiencia de vida. A mí me encanta, lo único que quiero es ver la película de nuevo, yo la veo, la veo entera. Muchos directores que ya la vieron y se aburren y yo creo que la podría ver una vez al día. Siento que el personaje sigue ahí, me encanta saber que está viva, que el personaje está, existe. En el documental no hay un duelo con eso. Yo tuve un duelo súper heavy con eso. Fui a dejar a Magaly al aeropuerto y me maté llorando como tres días, sentir que se había ido el personaje, que Lina había dejado de existir. Iba al montaje y la veía, y de nuevo existía, es muy loco. Entonces ver la película, de alguna manera, me hace pensar que existe, es muy raro esa ficción.
Es increíble la energía que tiene la película. La escena de los niños cantando de rojo y que ella aparece del público lo encontré alucinante. Y la dirección de foto, está impresionante, Benjamín Echarrezeta también ganó en el Festival de Valdivia como Mejor Director de Foto.
Sí, hizo un trabajo espectacular, nada que decir. Además, esa que dices tu fue increíble, esos niños no son cualquier niño, son Los Toribianitos. Son un grupo, como que yo te diga los Niños Cantores de Viena, pero peruanos. Tú los puedes buscar en Spotify, Los Toribianitos, tienen millones de visitas. Entonces para los migrantes, la música de Los Toribianitos de navidad es un ícono de la navidad, es como decir pan de pascua, Toribianitos. Pan de pascua en Chile, allá le dicen panetón. Panetón y Toribianitos es como un kit, eso es la navidad. Me importaba mucho que esta cuestión no fuera algo vertical, que era una chilena haciendo una película sobre peruanos, que a los peruanos les tocas el pisco sour, cualquier cosa, la chirimoya, como que todo se lo queremos robar. Con que Magaly se viniera a Chile, pensé que iba a ser un tema, porque tienen un rollo loquísimo con que les robamos todo. Yo decía me van a hacer bullying por eso, pero sabes que súper buena onda. En general la gente tuvo súper buen rollo con eso. Meter a Los Toribianitos era parte de que fuese mucho de allá, todos los intérpretes musicales son peruanos y son músicos increíbles, de verdad. La mejor violinista peruana de las últimas tres décadas haciendo violines de Lina de Lima, era chistoso. Hicimos con Alejandro y María Laura unos amigos que son músicos allá, hicieron la producción musical y consiguieron unos músicos alucinantes. El que toca el cajón, los percusionistas, haciendo unas maracas mal hechas para que hicieran sincro, decían que era lo más difícil que han hecho en la vida, porque tenían que hacer algo fuera de ritmo, porque la señora lo hacía así no más. Todo bien divertido.
¿Qué le podrías decir a la gente para invitarla a ver la película?
La película está disponible online, desde el 5 de diciembre, va a haber una función a las 20:30 horas. Haremos unos live con Natalia Valdebenito, que va a estar entretenido, vamos a invitar a personajes de la película. Magaly va a mandar un saludo, me apena mucho no poder estar con ella en este instante del estreno, porque es el corazón de la película. Pero vamos a estar ahí con la trastienda de la misma película conversando.
Yo creo que es una película, que, si bien es para mayores de 14, tampoco hay nada para escandalizarse, es una película que está dirigida a un público más amplio. Mi mayor expectativa es que salga de un circuito más de cine arte, y que pueda verla cualquier persona. No es una película que busque intelectualizar sobre la experiencia de los migrantes, sino que tiene que ver con el corazón, con sentirla, con empatizar y con mirar una sociedad que es compleja, que tiene niveles sutiles de discriminación pero que son profundos. Creo que la película expone eso, porque los sueños son muy distintos cuando son para Lina o cuando son para el patrón de Lina o que puedan tener problemas parecidos porque los sueños están muy ligados al lugar donde te tocó nacer. Creo que la película abre un diálogo no sólo sobre la migración, sino sobre lo que es ser mujer hoy y sobre lo que es vivir en un país como este, que tiene un montón de complejidades, que a veces son medias invisibles. Creo que esta película, de alguna forma, sutilmente las pone en cierto relieve, entonces, creo que da para conversar harto también.
Lina de Lima se estrena el 5 de diciembre, y las entradas se encuentran disponibles en puntoticket.com
Ficha técnica
Título: Lina de Lima
Países: Chile – Argentina – Perú
Duración: 83 minutos
Idioma: Español
Formato: DCP Color
Dirección y guion: María Paz González
Dirección de fotografía: Benjamín Echazarreta
Dirección de arte: Susana Torres
Montaje; Anita Remón
Elenco: Magaly Solier «Lina», Emilia Ossandón «Clara»
Casa productora: Quijote Films, María una vez
Productores: Giancarlo Nasi, Maite Alberdi
Casas coproductoras: Gema Films (Argentina), Carapulkra (Perú)
Coproductores: Gema Juárez, Brian Jacobs
Distribución: Market Chile