Por Vanessa Vidal
La parte por el todo es el nombre del segundo montaje de la compañía La Ratonera, luego de Uz, el pueblo. Dirigido y escrito por Belén Zambeat, trabaja la comedia negra explorando nuevos códigos sobre un discurso crítico, que agudiza distintos temas como el patriarcado, las clases sociales, la familia y el cinismo de forma lúdica y burlesca.
En la celebración del cumpleaños número 80 de don Barto, un anciano que no se puede valer por sí mismo, su privilegiada y superficial familia más su nana son víctimas de un ataque, adjudicado por terroristas. Lo que parecía un retrato familiar fracturado, con humor y absurdo, luego del incidente alcanza otros niveles, dejando en descubierto aspectos íntimos y propios de nuestra sociedad.
Entramos a la sala y, en el escenario a contraluz, los actores y un asiento vacío nos esperan. Hay humo. El ambiente es misterioso, tétrico. Al comenzar la obra, los actores no se mueven de las posiciones que vimos en penumbras. El asiento vacío es don Barto y nos quedamos atónitos de los comentarios que tienen los personajes sobre el anciano, hasta que disfrutamos y nos burlamos sin culpa de lo que está pasando. A pesar de que los personajes están siempre estáticos, hay cambios en ellos que se representan a través de la iluminación y los movimientos del escenario marcan los distintos actos. Se destacan unos de otros con sus particularidades, logrando una química entrañable, en oposición a la discordia que se enmaraña entre ellos, lo más memorable de la obra.
“Estamos encontrando nuestra propia autoría como compañía y como directora también”, señala Belén, quien guía este trabajo colectivo. En el mejor sentido de la palabra, la obra es distinta y retrata aspectos, referentes y conceptos, como lo es el movimiento. Los actores no se desplazan, pero sus textos sí, pues se trabajó el guion como partitura, manejando de forma interesante los monólogos, silencios y diálogos.
¿Cómo fue tu trabajo de directora en este montaje?
La dramaturgia es personal, es súper loco porque la escribí pensando en entrada, salida de forma realista. En los ensayos me di cuenta de que no era necesario o no era mi búsqueda porque propuse una tesis. Tuve varias, pero una micro tesis era cuánto resistía una imagen familiar. Empezamos a ensayar los textos sin movernos y nos empezamos a dar cuenta de que funcionaba, que todo el primer acto funcionó y nos casamos con esa idea. Después fue ver cómo lo hacíamos con la utilería, con los objetos. Nos dimos cuenta de que era más interesante abrir lecturas: que cada uno se imaginara al viejo, cada uno se imaginara la radio, la bomba, nos basamos en la apertura de lectura. Ahí nace el título de la obra, que es una sinécdoque “La parte por el todo”. Es mostrar un pequeño espacio sin mostrar el todo. Entonces, esta fue nuestra tesis final del montaje, porque nos dimos cuenta de que siempre estuvimos trabajando sobre eso, no traer todo. Yo no puedo traer la bomba, no puedo traer a los terroristas, no puedo mostrar la explosión de la casa, pero si puedo mostrar un pequeño espacio para que el público lo complete.
Con respecto a los personajes, cada uno tenía su propia voz y una personalidad marcada dentro de la familia.
Sí, trabajamos mucho dentro de la particularidad de los roles, pero también nos empezamos a dar cuenta en el proceso, que pareciera que todo fue un pretexto, que los personajes fueran un pretexto. No hay personaje importante, no hay un protagónico, son todos roles que están potenciando un relato macro que tiene que ver con la naturaleza, que tiene que ver con lo que estamos viviendo hoy en día, tiene que ver con la naturalización de la violencia. Traté que toda la puesta en escena fuera apuntando a levantar una historia sin tener que traer toda la historia.
Entonces este misticismo que trabajaste fue posterior a la decisión de mantener a los personajes estáticos.
Fue después porque en la estática empezó a aparecer todo esto. Se levantaron tesis, macro tesis, micro tesis, hasta darnos cuenta de que no es necesario mostrar un objeto, no es necesario que se muevan. Trabajamos mucho la fractura, también, hay muchas cosas extrañas, cómo se mueven y pareciera que la fractura, más que exponerla a nivel corporal, es mejor contenerla. Fue un desafío, una gran apuesta. Nos tiramos a la piscina, porque puede o no funcionar.
¿Cómo fue el trabajo de la dramaturgia y de la investigación?
Este fue el primer texto dramático que yo escribo, entonces fue toda una apuesta como compañía el encontrar un lenguaje escénico particular, diferente y que nos identificara como compañía. Me demoré ocho meses en escribir el texto y estuve investigando qué tipos de terroristas eran, qué tipo de familia, hay mucha biografía también. Luego vino el trabajo de los ensayos que fueron cinco meses en total y fue difícil, por ejemplo, que los actores no se miraran entre si. Es un texto muy rápido si tú lo lees.
Funciones hasta el 7 de septiembre, de jueves a sábado a las 20:30 horas en la sala Gabriela Medina del Teatro Sidarte.
Dirección: Belén Zambeat
Asistencia dirección: Sebastian Maureira
Dramarurgia: Belén Zambeat
Diseño escenográfico: Esperanza Hernández
Realización: Juan Pablo Aguirre
Diseño iluminación: Esperanza Hernández
Producción: La Ratonera
Elenco: María de los Angeles Cáceres, Rodrigo Valenzuela, Catalina Prieto, Cassandra Torres, Francisco Silva, Diego Sanchez, Vicente Barría.