En el marco del Festival Puerto de Ideas de Valparaíso, tuvimos la oportunidad de tener una larga y entretenida conversación con la autora chilena, que acaba de lanzar su último libro «Kintsugi» con muy buenas críticas. En Puerto de Ideas moderó una conversación interesante con Selva Almada, escritora argentina y Carlos Manuel Álvarez, cronista cubano, donde tuvieron una interesante conversación sobre literatura latinoamericana joven y las nuevas tecnologías en el mundo literario.
¿En qué has estado trabajando últimamente?
Estoy en un montón de cosas. Me gusta hacer muchas cosas. Hace casi tres años regresé a Chile. Yo estaba haciendo mi postgrado en Estados Unidos. Soy profesora de literatura en la Universidad Católica, y además hago un Club de lectura en la librería Catalonia hace dos años, comento libros en Tele13 Radio en el programa “Siempre es hoy” los miércoles, escribo columnas para la revista de libros de El Mercurio, una vez al mes.
¿De qué se trata tu nuevo libro?
Acabo de sacar un libro. Se llama “Kintsugi”, el nombre es una palabra en japonés. Es un arte de restauración japonesa, cuando se quiebra un plato o se quiebra algo se unen los pedazos pero marcando las grietas con un polvito de oro. Es un arte de restauración que no intenta hacer pasar como que nada pasó, nunca se quebró, sino que resalta lo que se quebró pero con este material precioso, dándole su honor a las grietas, a las cicatrices, a las fracturas. La novela es una historia de una familia donde pasan un par de cosas terribles, un par de dolores y la novela sigue a distintos personajes de esta familia en distintos momentos de su vida, entonces para mi era como el concepto que englobaba la novela de, por una parte estos personajes que han tenido estas cicatrices y que los marcan en su vida y los determinan en su forma de actuar, cicatrices que son bellas, y al mismo tempo, para mi era el concepto que englobaba el acto de leer este libro, el lector cuando lea todos estos pedazos va armando esta familia. Cada capítulo funciona como un cuento, funciona de forma independiente, el cuento se puede leer, es una unidad, entonces a ver que tal resulta. Muy ansiosa y feliz. También va a salir ahora este mes la traducción de un libro de cuentos de una escritora norteamericana, Claire Bay Watkins la novela se llama “Battleborn” en inglés, la traduje como “Nevada” porquetodos los cuentos pasan en el estado de Nevada. En inglés se llama Battleborn State, porque fue un estado que surgió de la guerra civil por distintas comunas, también va a estar en librerías en este mes. Estoy con esos dos libros, ya publicados y un libro infantil que sale el próximo año, así que mucho movimiento, muchos nervios, pero muy feliz.
Cuéntame sobre tu libro de cuentos «Lugar», donde cada cuento es un lugar específico.
El libro de cuentos «Lugar» surgió de un proyecto que yo presenté en la Católica, y la idea era hacer un libro donde cada cuento pasara en un lugar específico; en un centro de depilación, en un hotel. Pero mi idea era darle un giro, que no fuera el cuento obvio sobre el centro de depilación. Cuando lo estaba escribiendo empezó a mutar mi idea y se puso más general, ya no tanto que los cuentos pasaran en un lugar específico, sino también pensar en la idea de personajes que están buscando su lugar en el mundo, o que no se sienten cómodos en el lugar que tienen, hasta la frase de Dorothy, «No hay lugar como el hogar», se usa en uno de los cuentos. Hay algunos cuento que tu dices que no está pasando en un lugar específico, pero si está esta idea de buscar un lugar, personas que no se sientan cómodas, o quieran estar en el lugar del otro, o se ponen en el lugar del otro. Son 12 cuentos, todos protagonizados por mujeres, y ya va en su segunda edición y estoy súper contenta, igual que tanta gente lo haya leído, y que lo sigan leyendo es súper bonito y súper importante para mi. De hecho a partir de los cuentos de «Lugar», apareció esta novela que te conté porque uno de los cuentos de “Lugar”, que se llama «Rebajas» se trata de una tía que cuida a unos sobrinos. Cuando escribí ese cuento por primera vez me pasó que sentí ganas de saber que pasaba después. En general cuando yo escribo cuentos eso es lo que quiero contar. En el cuento «Cera», eso era lo que yo quería contar, no me interesaba contar más de la vida de ella hacia atrás, no me interesaba contar qué pasaba hacia adelante, eso era lo que yo quería mostrar y eso me dejaba satisfecha en mi curiosidad, pero con ese cuento me pasó que me quedé pagada, ¿Qué habrá pasado con estos niños después? ¿Qué habrá pasado con la madre de estos niños después? De curiosa escribí más cuentos, y fui siguiendo a esta familia, y de pronto se me armó otra cosa y de ahí salió «Kinsugi». Muy feliz, porque fue como estas plantitas que uno les saca un pedacito y la planta y sale otra, eso me pasó con ese libro.
¿Cuál fue el concepto de «Instrucciones para ser feliz»?
Es un libro que publiqué en Estados Unidos, cuando yo estaba haciendo el doctorado allá y salió publicado en una editorial norteamericana que se llama «Sudaquia» que es de unos venezolanos que viven en NY y que su idea es publicar a escritores latinoamericanos en español allá. Tuve la suerte de que me quisieran publicar a mi, ese libro me da risa porque mucha gente piensa que es un manual de autoayuda. Me gusta ese juego porque de ahí viene el guiño con el título, en los años que yo viví allá yo iba a las librerías y el pasillo de libros de autoayuda es impresionante. Hay libros de autoayuda para todo, «El amor para dummies», de todo, «100 pasos pasa ser feliz», la gente los compra, hay todo un mercado, sobre todo en el tema de la felicidad. En mi opinión me parece que no hay instrucciones para ser feliz, la felicidad es tan personal de uno, lo que me hace feliz a mi no necesariamente te hace feliz a ti. La idea de las instrucciones es válido siempre, son la instrucciones para armar esa mesa, esas instrucciones son válidas hoy día, para pasado mañana, si tu la armas, si yo la armo, si la arma alguien en China, ¡alguien en Estados Unidos! son las mismas instrucciones, son validas siempre y para todo el mundo, era esa ironía, para la felicidad eso no existe. Muchos de los cuentos de ese libro tratan de personajes que creen que van a ser feliz, o están obsesionados si logran x cosa van a ser felices. Se dan cuenta de que no, por distintas razones, que hay otra cosa mejor o al revés. Entonces fue ese juego. En ese libro hay un montón de cuentos muy conectados con la experiencia de haber estado en Estados Unidos, y en Estados Unidos, estudié un doctorado pero también fui babysitter muchos años. Todas esas experiencias están en ese libro, y muy contenta por haber podido publicarlo. Es un libro que no circuló acá. Se puede comprar por Amazon. Rescaté 5 cuentos favoritos de «Instrucciones para ser feliz» y están en «Lugar.» Hice un mini transplante a otro jardín para que no se perdieran esos cuentos, me funcionó el transplante, estuvo bueno el ejercicio.
Entre el cuento y la novela. ¿Te gusta mas el cuento? ¿Es un formato que te acomoda más?
No es que me guste más pero si me acomoda más sobre todo por que soy media hiperquinética y siempre estoy haciendo muchas cosas. La atención que uno le tiene que dedicar a una novela es distinta, los tiempos son distintos, y los resultados unos los ve de una forma más lenta. Cuando uno escribe una novela puede estar meses escribiendo esta historia, vas avanzando de a poco, vas revisando. Son meses que sigues ahí, mientras que con un cuento, por lo menos de la forma en que yo escribo, lo escribo en un día, lo reviso, lo repaso, pero está la estructura, está el todo. Un par de días y ya está, y lo puedo mandar a un concurso, y lo puedo subir a un blog, puedo escribir varios y armar un libro. Yo creo que va mejor con mi estilo de vida. Mientras que la novela me empiezo a estresar porque todavía no ves el final, porque llevas mucho rato, por eso también esta novela «Kintsugi» funcionó así, escribiéndola en pedacitos, en cuentos que van armando esta otra imagen porque yo creo que si me hubiera sentado pensando, esta es una novela que escribo linealmente, tal vez no la sacaba nunca. Aquí yo iba sintiendo ¡Este cuento está listo! Siempre voy a estar combinando con los cuentos porque me baja la impaciencia, me gusta sentir que hay cosas que ya completé, que ya terminé. Yo soy de esas personas que hacen listas, cosas que tengo que hacer hoy día o esta semana, pero pongo todo, pongo hasta lavarme los dientes, para ir tajando más cosas, ponerse también cosas muy simples de conseguir, entonces creo que voy a hacer lo mismo, con la novela, pero siempre tratando de escribir cuentitos por aquí, por allá, para sentir que si hay cosas que voy tajando de la lista, ojalá que me funcione, porque tengo todas las ganas, y también bajar las revoluciones para poder dedicarme a eso. No me quejo, creo que estuvo bien hacer tantas cosas. Creo que he llegado al momento de bajar las revoluciones para volver a concentrarme en mis libros y escribir cosas nuevas. Ahora lo que se está empezando a ver en librerías son cosas que las trabajé antes, o que estuve editando hasta ahora pero quiero escribir cosas nuevas. Para eso necesito otra atención, otro uso del tiempo, y no esta locura de ahora. Es una locura divertida y feliz, pero locura.
¿Es verdad que escribes todo los días tres páginas?
Si, pero no de literatura, de un diario. En mi diario escribo desde cosas que me están pasando a mi, a ideas que se me van ocurriendo, libros que estoy escribiendo. Se me convirtió en una práctica hace varios años, me ha servido mucho, porque siento que me limpia la cabeza. Si tu te sientas a escribir tu cuento, tu novela, con esa preocupación en la cabeza, es como que tuvieras a una abeja o a un zancudo que está llegando, mientras que si yo escribo esas tres páginas y de repente pongo por escrito esa preocupación; estoy estresada porque pasa esto en mi casa, o estoy preocupada por esto, lo escribo un rato, como que lo saco, entonces me puedo concentrar en esto otro, maté a la abeja, cerré la ventana para que se fuera. Me ha servido mucho. No lo estoy escribiendo para que se publique para la posteridad, es simplemente un enjuague bucal para sacarme el gusto de estas preocupaciones y poder concentrarme en la ficción y sin que me esté molestando y es lo que me ha servido. Tengo muchos diarios, porque tres páginas diarios se acaban rápido. ¡Estoy llena de croqueras!
¿Cuáles son las temáticas que te gusta abordar?
Creo que han ido cambiando con mis libros. Han habido momentos que he escrito más sobre relaciones de pareja, hay otros en que he indagado más en historias familiares, en este último “Kintsugi” es una familia, en «Lugar» es más las personas solas. Creo que igual va a sonar súper grave, todos estamos solos, tenemos familias, tenemos amigos, pero siempre hay una cuota de soledad importante en nuestras vidas. Hay un montón de momentos que uno va a pasar sola, hay que aprender a lidiar con esa soledad, no se tapa con nada, no se va a ir con nada, hay que aprender a estar en paz con eso. Explorar eso en algunos de mis cuentos de «Lugar» y los temas que a mi me interesan mucho el ser extranjero, estar en otro lugar, porque a mi, eso me sirvió mucho, vivir en Estados Unidos y estar en ese estado intermedio porque ya no estaba en Chile, pero tampoco pertenecía 100% a Estados Unidos. Si se me acababa la Visa me echaban. Uno está en un estado medio inestable, tampoco puedes votar, hay un montón de discusiones a las que uno no pertenece a este país y por otro lado hay un montón de cosas que ya no haces en conexión con Chile. Yo estaba en Estados Unidos y no podía estar en Chile presentando un libro, o participando de la Feria del Libro o siendo parte del mundo cultural y estando en Estados Unidos tampoco participé. Cuando uno está en otro lugar empieza a mirar su propia vida y la vida en general de otra manera, me gusta explorar esas cosas, personajes extranjeros que están en Chile, o personajes chilenos que están en el extranjero. También me interesa mucho el tema de la tecnología y cómo la usamos en nuestra vida cotidiana. No estoy diciendo la construcción de un microscopio, sino cómo todos los días la tecnología nos ayuda a crear ficciones, a todos, no solo a los escritores. Las fotos que yo posteo, pero las fotos que alguien postea en Instagram o en Facebook van contando una historia, te van mostrando algo que tu quieres mostrar. Las cosas que yo posteo en Twitter van contando cierta historia, dejan ver cierta historia, y que puede ser muy bonito y te ayuda a conectar con un montón de personas pero también pueden ser mentiras. Me pasó sobre todo cuando vivía afuera. Yo decía: Si yo me pongo a postear, si pongo puras fotos que feliz, que lindo día, lo estoy pasando tan bien, la gente que está en Chile no tiene como saber si eso es verdad o no. Ese es el relato con el que se están quedando. Es lo que pasa en Instagram, uno mira las fotos de la gente, todos viven una vidas muy increíbles. Todo está precioso, nadie postea en Instagram fotos llorando deprimida en al cama comiendo helado. Se genera esta curatoría de la vida privada y también un voyerismo de la gente mirando la vida de las personas, mirando las fotos de la guaguas, de las vacaciones. Es una ficción, es una construcción. En Twitter de las cosas que escribo en general es sobre libros, hablo de mis lecturas, eso es lo que me interesa mostrar. Me resulta fascinante ver cómo la gente se construye en Internet y qué cosas deciden mostrar, que cosas no, y las repercusiones que eso también tiene. Se genera una sensación de ansiedad. Muchos de mis cuentos tratan de cómo la tecnología ha cambiado nuestra forma de vivir en familia, o de las relaciones de pareja, o los conflictos de pareja, las tensiones que pueden generar las redes sociales en términos de celos por ejemplo, o en una familia, cómo se mantienen conectadas por el chat familiar, es gente que tal vez no se ve tanto en el día a día pero se están hablando todo el día por el chat, qué cosas uno se habla. A mi me fascina y siempre estoy mirando, Me pasa con mis alumnos, muchos ven youtubers o booktubers, es un mundo que no me he metido y no conozco. Hay gente que sigue a youtubers y cuentan de su día, muestran como estudian. Me llama mucho la atención y trato de explorar eso también en mis cuentos. También estoy tratando de escribir de eso ahora, pero también del lado negativo. La tecnología también tiene un lado muy oscuros. Se construyen imágenes, se construyen relatos, se construyen reputaciones en este caso, rumores que pueden afectar a gente de una forma súper dañina. Me parece que las tecnologías nos están haciendo cosas buenas y malas. A mi me interesa escribir sobre eso.
Sobre tu club de lectura en Catalonia. ¿Tu seleccionas los libros? ¿Cuál es la curatoría?
Lo decidimos con Gerardo Jara que es el librero de la Catalonia. Con Gerardo nos pusimos ciertas reglas. Reglas como del Club de la Pelea. Queríamos que fuera lo más abierto al público posible. Que pudiera llegar la mayor cantidad de gente, de diversos backgrounds, de lectores y todo. Que el libro no sea muy largo. Ojalá menos de 250 páginas. Queríamos que fuera algo que las personas no se sintieran intimidadas, que tuvieran harto tiempo de leerlo, pero en ese mes se pueda leer con absoluta tranquilidad, que no fuera muy difícil, para no intimidar a la gente, y que tampoco sea muy caro. Tratamos de que valga menos de $12,000. Igual el libro está con descuento en la librería. El Club es gratis, pero uno compra el libro en esa librería y esa es la inscripción. Con esas reglas hemos ido funcionado y tratando dentro de lo posible de que sean escritores latinoamericanos, y que sean de editoriales independientes, ojalá, para ayudar a las editoriales independientes. Nos vamos turnando un mes un autor y otro mes una autora. Son libros contemporáneos. Ha salido súper bien. Llevamos un poco más de 2 años.
¿Es el mismo grupo?
Si, y no, porque no es que estén los cupos fijos pero lo que ha pasado es que son veinte cupos, porque entre más gente no se puede conversar. Yo no doy una clase, yo llevo una conversación, yo doy un poco de contexto. La idea es que todos conversen, sobre todo ahora lo que ha ido pasando es que nosotros no damos un calendario anual del Club, sino que mes a mes vamos anunciando cual es el nuevo libro, porque siempre estamos fijándonos que cosas se han ido publicando. Si pusiéramos el calendario en enero, no sé que van a publicar en septiembre. Lo que ha ido pasando, es que nosotros nos juntamos el último martes del mes,y todas las 20 personas aprovechan y se compran al tiro el libro para el mes siguiente y no queda ningún cupo. Cuando alguien no puede esos cupos se abren. No es que la gente tenga reservado su cupo pero en la práctica ha pasado mucho que se ha repetido el mismo grupo mes a mes, porque se compran el libro y tienen prioridad. Impresionante la convocatoria, estoy súper contenta. Es entretenido sacar la imagen de el lector como un ser solitario. Yo leo y leo sola, si en un montón de oportunidades uno lee sola, pero hay algo muy lindo de leer juntos, estar comentando al mismo tiempo, estoy súper contenta. Los clubes de lectura ese esta haciendo cada vez mas masivos, se está viendo en librerías o organizados en universidades, tengo uno en la Católica donde trabajo, hice uno para Puerto de ideas, que se llamó «Puerto de lectura», las semanas previas de Puerto de ideas, dos fines de semanas que nos juntamos a comentar libros de los autores que venían a Puerto de ideas, haciendo una suerte de previa. Me gusta esta idea de tratar de aterrizar la discusión sobre literatura, está súper bien que pase en la Universidad, yo hago clases en la Universidad y me parece que es un ambiente donde tiene que estar esa discusión, me parece que la lectura es una actividad cotidiana de todos los días, de personas normales, no necesariamente que se dedican a la literatura y esa conversación es super rica también. Hay que darle espacio donde se pueda. En el club de lectura, es más divertido que salgan reacciones viscerales. Salen discusiones tan bonitas. Los libros están más vivos. Sé que hay un montón de gente que se junta privadamente, grupos de amigos que se juntan a leer.
Cuéntame de Estados Unidos. ¿Como fue tu experiencia allá? ¿Estuviste 7 años?
Fue en dos tandas. Me fui a hacer el Magíster a NYU, y estuve 2 años, y ahí regresé, me fui con la beca Presidente de la República, y regresé a Chile y estuve unos años haciendo clases en la Católica, y después me volví a ir al doctorado, a Georgetown en Washington DC.
¿Que te gusto más?
¡DC mil veces!
¿Más que NY?
Si, todo el mundo me mira, ¡Te pegaste en la cabeza! Yo creo que depende de la experiencia personal. Yo estoy súper agradecida de la beca Presidente de la República, si no, no me podría haber ido a hacer el magíster, pero en la época que me fui era un monto standard, daba lo mismo la universidad y la cuidad que te ibas, te daban x cantidad. En Nueva York no alcanzaba, fueron años re estresantes, fui babysitter, iba agarrando un poco más lucas. Mientras que cuando me fui a hacer el doctorado, también fui becada, pero la beca de la Universidad de Georgetown te pide que mientras tu estás estudiando, hagas clases, ese es el trato. Después se acaba el doctorado y te devuelves, no tienes ninguna obligación ni de quedarte ni de hacer nada más posterior. Entonces, como era la beca de la misma universidad, eran montos que ellos sabían que alcanzaban, estaban muy pensados para que te alcanzara. No eras millonaria ni podías ahorrar pero vivías. Vivías bien. Entonces fue mucho más tranquilo, el doctorado son 5 años entonces las relaciones que uno establece, con los amigos, con los profesores son otras. Para mi era como una familia. La ciudad es muy agradable para vivir, porque por una parte es muy cosmopolita, están todas las organizaciones internacionales, pero tiene un montón de museos gratis, versus en NY que todo es muy caro, y hay mucha actividad cultural, muchos conciertos, muchas charlas de escritores, pero es menos agobiante la ciudad. NY me parece una ciudad muy agobiante, donde pagaba una millonada para vivir en un depto mugroso, en un quinto piso sin ascensor, ves ratones en la calle. Me encantó la experiencia, aprendí un montón, pero me parece una ciudad fascinante, lo pasé mejor en DC entonces le tengo mas cariño a DC. NYU el ritmo era una cuestión de locos, todo lo que había que leer, todo lo que había que estudiar. También yo era más chica, mi inglés no estaba tan bueno, después mejoró, en DC ya era otra cosa. Fueron un montón de factores obviamente. No es la ciudad, la ciudad y yo. En esa interacción de la ciudad y yo, me fue mejor con DC y le tengo más cariño. Agradezco enormemente la oportunidad de haber podido estudiar en NYU y de haber vivido 2 años en NY. Muy impresionante, y muchos cuentos salieron de ahí, van a seguir saliendo, fue una mina de oro esos años ahí, no necesariamente de cuentos que después vaya a poner que pasen en NY o pasen en Washington, pero si de la experiencia de haber vivido afuera. Creo que me hizo súper bien como persona y como escritora. A mi de repente me preguntan, ¿Tu recomiendas esto para la gente? Como «Las instrucciones para ser feliz», depende de cada persona, a mi me encantó la oportunidad de haber estudiado allá. Me perdí de cosas importantes en mi familia, que para mi fue parte del costo, por ejemplo si uno se va para afuera, uno asume que no puedes tener lo que tendrías si estuvieras acá. Uno tiene que sacrificar cosas, y eso fue lo que me pasó a mi. Creo que para una persona, para un escritor está bueno salirse de tu lugar de confort, de comodidad, te obliga a mirar el mundo de otra manera. Eso no implica que haya que irse del país, tal vez salirse de tu zona de confort es hacer otra cosa. Me gusta mucho el sistema universitario estadounidense, y aprendí mucho y me ha servido mucho para ser profesora acá también. Estoy re agradecida.