Entrevista a la poeta Alejandra del Río : “La poesía es un trabajo de largo aliento, por eso no puede ser monótona, para andar con ella hay que acostumbrarse a la variedad de caminos”

Por Fernando Arabuena

Cuando la luz del día cae, parece levantarse el velo que permite vislumbrar, como en un acto poético, todo aquello que nos separa de lo misterioso y esencial. Ese trance alquímico y original de las raíces mágico-místicas del hombre, de aquellas rutas herméticas  de Anguita, Luis Omar Cáceres o Díaz-Casanueva.

Porque aún se busca anular los límites de lo efímero y lo eterno, entrar a la imagen desde un lugar diferente a lo racional; y en eso no claudican las nuevas voces poéticas que buscan en la creación, un ejercicio espiritual por medio de la transformación.

Así, Chamanes brujas y poetas, parecen preferir la luna como aliada primigenia de la transformación creadora. Como “Diosa Blanca” de los recuerdos de alguna primera infancia de la humanidad, donde Robert Graves nos dice que nacen los misteriosos estados mentales de la inspiración poética.

Y son esos los lugares donde habita Alejandra del Río Lohan (1972), con ritos o poemas que nos invitan a una tierra transformadora :

“Funda para ti un país de pieles, azoteas y naufragios.

Fúndalo para que calcen tus pies el cosquilleo de las estrellas.

Recoge a tu paso el sabor de las ciudades,

la palabra confusa de sus caminos

y hazte fabricar un traje que te lleve dentro”

(de Escrito en braille )

 

La manera de concebir el origen de la poesía en el lenguaje mágico ancestral de los ritos, ¿nos lleva al ejercicio espiritual de la creación?

De todas maneras, ese origen mágico de la poesía es parte fundamental de su esencia. Qué peligrosa es la poesía para el poeta cuando no se toma en serio como práctica mágica. Hay que tratar con cuidado la materia poética porque se vuelve literalmente carne en la persona.

Las palabras se cuelgan de nuestra energía como creaciones que se manifiestan en la realidad. Alguien que pueda leer el campo energético podrá sentir los poemas también. Existen sorprendentes coincidencias entre lo escrito y lo vivido, cualquier poeta que escriba con pasión lo sabe. Hay que ver la cantidad de casos de profecías auto cumplidas en las biografías de poetas. El más famoso es el de Vallejo con su moriré en París con aguacero pero no es poco común en la poesía este fenómeno de “anticipar” algún acontecimiento.

No obstante, no se trata tanto de anticipar como de “afirmar” (o “intencionar”) una de las posibilidades de futuro. Lo he vivido, en este libro, por ejemplo, escribí: así no sea necesario recuperar las palabras/cuando la voz sea necesario recuperar. Y, a pesar de ser un verso de múltiples posibles interpretaciones, hace poco lo volví a leer y me di cuenta que tenía que ver con el trabajo que he venido realizando en educación poética, tiene que ver con ayudar a otres a recuperar o desarrollar su expresión (me he especializado en terapias de la expresión) pero mi trabajo va más allá de las palabras porque involucra la educación de las emociones. Y ese verso lo escribí cuando todavía ni pensaba en irme a Alemania, ni menos había soñado con la educación poética, no tenía idea que ese sería mi oficio, era solo una recién licenciada en literatura desilusionada de la academia. Esas profecías auto cumplidas, que solo entiendo yo, tienen que ver con mi realidad íntima. Para los lectores significará otra cosa, pero para mí es una verdad: he visto que mis versos modelaron experiencias futuras. Y eso es magia.

Me preocupa el daño que podemos hacernos con nuestras propias palabras por desconocimiento. O porque le perdimos el respeto a la función creadora del lenguaje, quizás ese significante se vació completamente de sentido y ya no sabemos que la creación somos nosotros y no la literatura o cualquier cosa que sea externa a nosotros. Pero también me llena de optimismo la posibilidad de poder hacernos bien con la creación de nuestras palabras.

  

Alguna vez dijiste que tu poesía no era críptica, si no más bien hermética, ¿acaso aquello llamado “oscuro” requiere de la fuerza poética para reventar en destellos?

Mi poesía guarda un secreto que está por descifrar, eso la hace oscura. En este libro, la oscuridad tiene que ver con no entender o empezar a entender recién cuando el ojo se acostumbra a la sombra. Y el secreto la hace hermética, la verdad que se oculta, el deslizarse de los códigos clandestinos, lo reprimido que emerge en collages de imágenes literarias son tretas para esconder el sentido, no para hacerlo desaparecer, que sería el caso de lo críptico, donde las tretas ocultan un vacío, sino que aquí ese lugar está tomado por el dolor. Y el dolor permanece resguardado entre paredones de palabras para que pueda expresarse estando, a la vez, protegido. 

Hablas de Paul Celan y del dolor por “eso” que no se puede expresar en lengua llana, ¿es ese el sacrificio por transitar el misterio de la zona muda?

La leche amarga de la que se alimentan mis poemas es la fractura de ser chilena-alemana, nieta de una guerra, hija de una dictadura, madre ¿de qué? Espero que de una esperanza: la de lograr expresar ese peso. Como cuando entras a la torre del holocausto en el museo judío de Berlín y empiezas a sentir el ahogo del abismo más profundo, nadie te lo tiene que explicar, te ahorras horas de charlas con 5 minutos de estar ahí en el aislamiento pavoroso del error, comprendiendo más con la intuición y la empatía que con la razón. Eso me gustaría lograr con mis poemas, que la memoria se experimente como una emoción. Si es doloroso, que las imágenes duelan o provoquen molestia, está bien, no será una poesía muy popular, pero ya es un enorme servicio tratar de expresar toda esa mierda que vivimos en palabras bien compuestas.

En este constante devenir que es la poesía, ¿ves sincretismo entre los cambios lunares y la intuición poética?

Creo que los ritmos de la luna sí influyen en el proceso creativo. Hace tiempo que atiendo a mis propias fases lunares para ordenar mi escritura, cuando la luna es negra me repliego y aprovecho la melancolía, cuando es menguante disfruto del asombro y el entusiasmo, cuando está llena me siento abundante. Pero también la influyen otros ritmos, por ejemplo el ritmo solar, las pulsaciones de la tierra o el paso del caminante. La poesía es un trabajo de largo aliento, por eso no puede ser monótona, para andar con ella hay que acostumbrarse a la variedad de caminos. No quiero escribir siempre el mismo poema, al menos intentaré ser las que pueda. Cuando me apego al ciclo en mi práctica de escritura puedo poner en escena todas esas mujeres que soy; la niña, la amante, la madre, la sibila, la anciana, la ciega. Mi poesía es cambiante, como la luna.

 

“La mano y no el gesto hay que atrapar

y tampoco el abrazo sino el cuerpo

y más aún la sed que nunca cabe dentro de la propia carne

y más aún el hambre que siempre es poca para la propia carne.”

(Extracto “Escrito en braille”)

La experiencia del cuerpo en estos versos, como una forma de iluminar desde un lugar diferente a lo racional, ¿es un acto de sanación?

Creo que sí, que cuando recordamos nuestro cuerpo y lo involucramos en el proceso de conocer, validando su experiencia y no reprimiendo su astralidad, sino más bien recuperando esas partes que han sido rechazadas por diversos motivos, entre otros, una supremacía de lo mental sobre lo emocional, creo que sí se produce un acto sanador. Más que mal reconocer el cuerpo, los varios cuerpos que habitamos, antes de ponerle etiquetas o someterlo a expectativas, sin duda que sana.

El pasaje también puede referirse a otra cosa; a las máscaras que tuvimos que usar para sobrevivir, para interactuar en el mundo y pasar desapercibidos, las que con el paso del tiempo –las angustias que no cesan- nos alejaron de nuestra verdad: nuestro cuerpo.

Este es un poema que gira en torno del verbo recuperar. Las partes perdidas, que quizás necesitaremos en otro momento, pueden ser recuperadas por la poesía, podemos darle presencia “corporal” a lo rechazado, a través del cuerpo de la letra y del cuerpo mismo, que acá en este libro yo integro a través de la experiencia de tocar con la yema de los dedos el braille o escuchar mi voz diciendo mis poemas (con el código QR que está en la contratapa del libro).

¿Cuáles son los ojos a los que nos invita tu último libro “Escrito en braille”?

Son dos ojos, uno mira para adentro y el otro mira para afuera.

Y hay un tercer ojo: el ojo carnicero, un concepto enigmático que solo el tiempo ha ido aclarando para mí. Tengo piel de gallina cuando leo en esa imagen al control social, al Gran Hermano, a la democracia tutelada devenida en dictadura sanitaria. Pero también al cuerpo mutilado, la metonimia a la mujer que ejerce en la práctica este ojo carnicero, el ojo que en cada cosa aposa su marca, que nos destruye con expectativas y abusos.

Me causa dolor haber visto estas cosas, haber traducido a imágenes poéticas porciones tan densas de sombra, haber advertido que algo andaba mal en el cuerpo-país y en mi cuerpo-mujer (dos de las partes rechazadas a recuperar) y no poder hacer nada para no verlo y menos evitarlo. Qué puedo hacer ahora cuando la realidad supera a la visión, nada, solo sorprenderme con las posibilidades de la poesía y también aceptar que, aunque ver sea inevitable, también la desgracia lo es. Como toda una Casandra.

 

Título: Escrito en braille  (2020)

Autor: Alejandra del Río

Editorial: Universidad de Valparaíso

Temática: Poesía

Número de páginas: 82

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